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Stephen Jay Gould @ Kathy Chapman |
Stephen Jay Gould
Mi vida recientemente y en carne propia se ha cruzado con
dos de las más famosas frases de Mark Twain. Una de ellas la dejo para el final
de este pequeño ensayo. La otra (a veces atribuida a Disraeli), identifica tres
especies de mentiras, cada una peor que la anterior: mentiras, condenadas
mentiras y estadísticas.
Consideremos un ejemplo típico de forzar la verdad con
números: un caso bastante relevante para mi historia. Las estadísticas
reconocen diferentes medidas de "promedio", o tendencia central. Media
es el concepto que utilizamos para un promedio general: sumar las partes y
dividirlas por el número de ellas (en un mundo justo, cinco niños que hubieran
recogido 100 piruletas tocarían a veinte cada uno). La mediana, otro tipo de
medida diferente de una tendencia central, es el punto medio.
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Si ordeno cinco niños por su altura, el niño mediano será más bajo que dos y más alto que los otros dos restantes (así que quizá tenga problemas en obtener su media de las piruletas compartidas). Un político en el poder podría decir con orgullo "La media de ingresos de nuestros ciudadanos es de 15.000 dólares por año". Y el líder de la oposición podría responder, "pero la mitad de nuestros ciudadanos tiene menos de 10.000 dólares por año". Los dos tendrían razón pero ninguno estaría utilizando una estadística de forma imparcial. El primero de los políticos se refiere a la media, el segundo a la mediana. (En un caso como éste las medias son más altas que las medianas porque un millonario sirve de contrapeso a cientos de personas pobres a la hora de establecer la media; pero compensará a un solo mendigo a la hora de calcular la mediana).
Lo que crea una desconfianza o sospecha general aún mayor
hacia las estadísticas es algo todavía más problemático. Mucha gente establece
una desafortunada e inválida separación entre el corazón y la mente, o entre el
sentimiento y el intelecto. En algunas tradiciones contemporáneas, generadas
por actitudes estereotipadas en el Sur de California, los sentimientos son
exaltados como más "reales" y como la única base adecuada para la
acción - si te hace sentir bien, hazlo- mientras que el intelecto se considera
una carencia emocional propia de un elitismo pasado de moda. Las estadísticas,
en esta absurda dicotomía, a menudo son el símbolo del enemigo. Así lo expresó
Hilaire Belloc "Las estadísticas son el triunfo del método cuantitativo, y
el método cuantitativo es la victoria de la esterilidad y la muerte."
Esta es una historia personal sobre las estadísticas, que
interpretada adecuadamente resultará profundamente edificante y vivificadora.
Declara la guerra total al descrédito del intelecto, contando una pequeña
historia sobre la utilidad del árido y académico conocimiento sobre la ciencia.
El corazón y la cabeza son los puntos vitales de un cuerpo, de una
personalidad.
En Julio de 1982, me enteré de que padecía de un mesotelioma
abdominal, un cáncer raro y grave normalmente asociado a la exposición al
amianto. Cuando me desperté después de la operación, la primera pregunta que
formulé a mi doctora y quimioterapeuta fue: "¿Dónde puedo encontrar la
mejor información técnica sobre el mesotelioma?" Ella diplomáticamente
contestó (en la única ocasión en la que se apartó de la más estricta
franqueza), que la literatura médica no contenía nada que mereciera la pena
leer.
Desde luego, intentando mantenerme intelectualmente al
margen de la literatura técnica sobre el tema como la castidad recomendaría al Homo
sapiens, el primate más sexual de todos, en cuanto pude caminar, me fui derecho
a la biblioteca de medicina de Harvard y tecleé mesotelioma en el programa de
búsqueda bibliográfica del ordenador. Una hora después rodeado por los últimos
trabajos sobre mesotelioma abdominal, me di cuenta, tragando saliva, de por qué
mi doctora me había dado esa respuesta tan humana. La literatura no podía ser
más brutalmente clara al respecto: el mesotelioma es incurable, con una
esperanza de vida media de sólo ocho meses a partir de su diagnóstico.
Permanecí sentado completamente conmocionado durante unos quince minutos,
después sonreí y me dije a mí mismo: por eso es por lo que no querían que
leyera nada sobre el tema. Gracias a Dios, mi mente empezó a trabajar de nuevo.
Acababa de tropezar con un ejemplo típico del peligro de
saber poco sobre algo. La actitud, claramente, importa en la lucha contra el
cáncer. Aunque no sepamos por qué (desde mi vieja posición materialista,
sospecho que los estados mentales retroalimentan el sistema inmunológico). Pero
al comparar a personas con el mismo cáncer, edad, clase social, estado de
salud, y nivel socioecómico, en general, aquellos con actitudes positivas, con
voluntad y ganas de vivir, empeñados en luchar contra la enfermedad, con una
respuesta activa para ayudar en su propio tratamiento y no aceptando
pasivamente lo que los médicos dicen, tiende a vivir más tiempo. Unos meses
después le pregunté a Sir Peter Medawar, mi gurú científico personal y premio
Nobel en inmunología, cuál sería la mejor receta para tener éxito en la lucha
contra el cáncer. "Un temperamento sanguíneo", contestó.
Afortunadamente (dado que uno no puede cambiar de forma de ser a voluntad ni
para un propósito definido), soy, si es que soy algo, una persona tranquila y
confiada en ese sentido.
De ahí el dilema para los médicos humanos: dado que la actitud
importa de una forma tan crucial, ¿deberían informar de expectativas tan
sombrías, especialmente teniendo en cuenta que sólo unas pocas personas son
capaces de comprender adecuadamente lo que significan tales afirmaciones
estadísticas? De mis años de experiencia con la evolución a pequeña escala de
las serpientes de tierra de las Bahamas, estudiadas cuantitativamente, he
desarrollado este tipo de conocimiento técnico y estoy convencido de que ha
sido un factor muy importante para salvar mi vida. Como dice el proverbio de
Bacon, el conocimiento es realmente poder.
El problema se puede resumir de la forma siguiente: ¿Qué
significa en lenguaje corriente que "la esperanza de vida media es de ocho
meses"? Supongo que la mayor parte de la gente sin conocimientos de
estadística, lo interpretaría como "probablemente moriré en ocho
meses" - la única conclusión que debemos evitar, porque no es cierta y
porque la actitud es tan importante.
Por supuesto no estoy diciendo que estuviera loco de
alegría, pero tampoco que fuera esa la interpretación que hacía. Mi
entrenamiento técnico me proporcionaba otra perspectiva para entender
"esperanza de vida media de ocho meses". La diferencia es sutil pero
profunda, tiene que ver con la forma peculiar de pensamiento de mi campo de
estudio de la biología evolucionista y de la historia natural.
Todavía cargamos con el equipaje histórico de la herencia
platónica, que busca esencias bien definidas y límites definitivos. (Así
confiamos en encontrar un "principio de vida" que no sea ambiguo o la
"definición de la muerte", aunque la naturaleza se nos presente como
un continuo irreductible). Esta herencia platónica, con su énfasis en las
distinciones claras y las entidades inmutables separadas, nos conduce a
entender las medidas estadísticas referidas a tendencias centrales de forma
equivocada, realmente en oposición a una interpretación adecuada para nuestro
mundo actual de variación, sombras y continuo. En resumen, entendemos las
medias y las medianas como "realidades" duras, y la variación que
permite su cálculo como un conjunto de mediciones transitorias e imperfectas de
una esencia oculta. Si la media es la realidad y la variación a su alrededor un
simple recurso que permite establecer el cálculo, entonces el
"probablemente estaré muerto dentro de ocho meses" pasa a ser una
interpretación razonable.
Pero como todos los biólogos evolucionistas saben la
variación en sí misma es una esencia irreductible de la naturaleza. La
variación es la dura realidad y no un conjunto de medidas imperfectas de una
tendencia central. Medias y medianas son las abstracciones. Por esa razón,
empecé a considerar las estadísticas sobre el mesotelioma de una forma bien
diferente - y no solamente porque yo sea un optimista que siempre ve la botella
medio llena y no medio vacía, sino sobre todo porque sé que la variación en sí
misma es la realidad. Y yo tenía que situarme en esa variación.
Cuando me enteré de esa media de ocho meses, mi primera
reacción intelectual fue: vale, la mitad de la gente vivirá más de eso; así que
¿cuáles serán mis posibilidades de estar en esa mitad? Leí con furia y muy
nervioso durante una hora y llegué, con alivio, a la siguiente conclusión:
gracias a Dios poseía todas las características que me concedían una
probabilidad alta de vida más larga: era joven; mi enfermedad había sido
descubierta en un estadio relativamente temprano; recibiría el mejor de los
tratamientos posibles de mi país; tenía un mundo entero por el que me merecía
la pena vivir; y sabía interpretar los datos adecuadamente y no desesperar.
Otro aspecto técnico vino a consolarme aún más. Me di cuenta
de que la distribución de la variación alrededor de esa media de ocho meses
casi seguro que estaría eso que los estadísticos llaman desviada a la derecha
(en una distribución simétrica, la variación a la izquierda de una tendencia
central es igual a la derecha. En distribuciones desviadas, la variación de un
lado de una tendencia central es mayor que en el otro- desviada a la izquierda
si es mayor en el lado izquierdo, y desviada a la derecha si es mayor el lado
derecho.) Concluí que la distribución de la variación de la estadística sobre
el mesotelioma tenía que estar desviada a la derecha. Al fin y al cabo la
distribución hacia la izquierda no podía ir más allá del cero (dado que el
mesotelioma sólo puede ser diagnosticado en el momento de la muerte o antes).
Razón por la cual no hay mucho espacio para la distribución por debajo de la
media (o hacia la izquierda) - tiene que estar apretujada entre cero y ocho
meses. Pero por encima de la media (o hacia la derecha) puede extenderse por
años y años, incluso en el supuesto de que nada haya superado esos ocho meses
en los últimos tiempos. La distribución tenía que estar desviada hacia la
derecha, y yo necesitaba saber cómo de largo podía ser ese lado, ya que, como
he dicho, había llegado a la conclusión de que yo tenía el perfil favorable
necesario para estar en esa parte de la curva.
La distribución estaba, de hecho, muy desviada hacia la
derecha, con una larga cola (aunque pequeña) que se extendía durante varios
años por encima de la media de ocho meses. No veía ninguna razón por la que yo
no pudiera estar en esa pequeña cola, y respiré aliviado. Mi conocimiento
técnico acababa de ayudarme. Había conseguido leer los gráficos correctamente.
Había formulado las preguntas correctas y había encontrado las respuestas.
Acababa de obtener, con toda seguridad, el regalo más preciado de todos los
posibles en las presentes circunstancias - tiempo. No tenía que parar, así que
de inmediato seguí el requerimiento de Isaías a Ezequías - "pon tu casa en
orden porque morirás, y no vivirás". Dispondría de tiempo para pensar,
para hacer planes y para luchar.
Una cosa más sobre las distribuciones estadísticas. Se
aplican sólo a conjuntos determinados de circunstancias - en este caso a la
posibilidad de supervivencia al mesotelioma con los tratamientos conocidos. Si
las circunstancias cambian, la distribución puede variar. Yo había sido
incluido en un tratamiento experimental y, si la suerte ayudaba, podría ser de
los primeros en situarme en una nueva distribución con una media más alta y con
una desviación derecha mucho mayor que pudiera llegar hasta la muerte por
causas naturales en edades muy avanzadas.
En mi opinión, se ha puesto demasiado de moda considerar la
aceptación de la muerte como algo equivalente a la dignidad. Por supuesto estoy
de acuerdo con el predicador del Eclesiastés de que hay un tiempo para amar y
un tiempo para morir - y cuando mi cuerda se acabe espero enfrentar el final con
calma y a mi manera. Pero en general, sin embargo, prefiero esa visión más
marcial que considera a la muerte como el último enemigo - y, personalmente, no
encuentro nada reprochable en aquellos que luchan con coraje contra la
extinción de la luz.
Las armas para esta batalla son numerosas, pero ninguna tan
efectiva como el humor. Mi muerte fue anunciada en un encuentro con colegas en
Escocia, y estuve a punto de tener el enorme placer de leer mi necrológica
escrita por uno de mis mejores amigos (el susodicho dudó de la noticia y la
comprobó; de hecho él es un estadístico que no esperaba que yo me encontrase en
la cola de la derecha). El incidente me proporcionó las primeras auténticas
carcajadas después del diagnóstico. Imaginad, casi tuve que repetir la frase
más famosa de todas las de Mark Twain: se ha exagerado mucho sobre la noticia
mi muerte.
Traducción:
Arantxa Martín Santos
Bibliografía de
Stephen Jay Gould en Castellano
Brontosaurus y la nalga del ministro: reflexiones sobre
historia natural. Crítica. Barcelona
Ciencia versus religión. Crítica, Barcelona, Dientes de gallina y dedos de caballo. Crítica, Barcelona
El libro de la vida. Crítica, Barcelona.
Falsa medida del hombre. Crítica, Barcelona.
La grandeza de la vida. Crítica, Barcelona
La sonrisa del flamenco. Crítica, Barcelona.
La vida maravillosa. Crítica, Barcelona.
Las piedras falaces de Marrakech. Crítica, Barcelona
Milenio. Grijalbo, Barcelona, 1998
Montaña de las almejas de Leonardo. Crítica, Barcelona
Un dinosaurio en un pajar. Crítica, Barcelona
Ocho cerditos. Crítica, Barcelona.
Ciencia versus religión. Crítica, Barcelona, Dientes de gallina y dedos de caballo. Crítica, Barcelona
El libro de la vida. Crítica, Barcelona.
Falsa medida del hombre. Crítica, Barcelona.
La grandeza de la vida. Crítica, Barcelona
La sonrisa del flamenco. Crítica, Barcelona.
La vida maravillosa. Crítica, Barcelona.
Las piedras falaces de Marrakech. Crítica, Barcelona
Milenio. Grijalbo, Barcelona, 1998
Montaña de las almejas de Leonardo. Crítica, Barcelona
Un dinosaurio en un pajar. Crítica, Barcelona
Ocho cerditos. Crítica, Barcelona.