
Los trabajadores y oprimidos de EEUU conocen bien la crisis
por la que atraviesa este país. No hace falta que les muestren estadísticas
para saber que el desempleo se ha duplicado (cerca del 20% real y 10% en las
estadísticas oficiales que solo retratan a los que cobran el seguro de
desempleo); también saben que los servicios sociales han sido recortados
drásticamente (un 18% de acuerdo a cifras oficiales), y que los grandes planes
de “rescate” de la economía del gobierno de Obama se han utilizado fundamentalmente
para ayudar a los grandes banqueros y empresarios del país (media docena de
grandes bancos se llevaron el 50% de los fondos.) La educación, la salud, la vivienda, las carreteras… se
desmoronan a la vista de todos. La situación ha sacado de adentro de la
sociedad misma lo peor y lo mejor de muchos. Hoy hay más racismo – contra
comunidades de color y contra inmigrantes. A veces con la vieja y falsa teoría
de que son los responsables de la decadencia imperial.
Otra teoría, más sincera, consiste en creer que todo se
solucionaría a costa de otros, los percibidos como los más débiles de la
sociedad. De lo que se trata es de ser implacables. El país no da para tantos,
que sobreviva el más fuerte o, en forma más realista, quienes tengan más poder.
Por otro lado están los enojados, los frustrados, los
ocupantes del espacio público que declaman la apostasía de los poderosos a la
causa del tejido de protección social y reclaman, más o menos potentemente,
volver al idilio – o lo que fuera – de antes de la crisis. En eso se parecen a
los españoles, los griegos, los irlandeses... en fin, a todos los que han sido
dejados de lado por la crisis internacional.
Son un movimiento social potente que ha hecho temblar a las
burguesías de media docena de países centrales del mundo, incluido EEUU, aunque
todavía tenga que moldear sus objetivos finales, su organización y su orden de
batalla.
El disgusto y la desmoralización social
No creemos mucho en la seriedad de las estadísticas porque
en la mayoría de los casos, éstas están manipuladas para dar un resultado
pre-establecido. A veces, sin embargo, son tan contundentes que encierran una
parte de verdad. Casi todas ellas dicen que la gran mayoría de la población -
entre 60-70%, - ve un futuro de decadencia, sin esperanzas, en peores
circunstancias que las actuales.
Uno podría pensar que el 30% restante, si fueran optimistas
y resueltos, podrían tener un impacto mayor en la sociedad para mejorar
significativamente las condiciones actuales. Las propias estadísticas nos
muestran lo ingenuo de tal pensamiento. La mitad no quiere ni opinar y de la
otra mitad, un gran numero opina que la “situación no tiene ninguna solución.”
El disgusto con el sistema es un sentimiento positivo en
tanto empuja a grandes masas a enfrentarse a éste al que presumen responsable,
con razón, de todos sus problemas actuales y la enfermedad social que las
rodea. La contracara de ese disgusto es la desmoralización que maniata las
energías de los que luchan, de los indignados y ocupantes. La burguesía intenta
con la represión, el tiempo, el desgaste, las maniobras de captación... que ese
sentimiento de desmoralización, del que “nada se puede hacer para cambiar esto”
prevalezca. El movimiento “Ocupación”, los indignados de Europa, los
huelguistas de Grecia son el antídoto contra esa desmoralización porque
mantienen en alto el disgusto social contra el sistema, al menos por el
momento.
Una crisis sin solución
La verdad – aunque le cueste creerla al habitante de a pie
del país (los de a caballo no niegan sino de boca hacia afuera la verdad, no
entre ellos) – es que la actual crisis NO tiene solución para lo que mal llaman
América. No dentro del mismo sistema, siguiendo más o menos las reglas del
pasado.
Puede salir de ella más débil, pobre y sin hegemonía o puede
partirse en mil pedazos. Pero no volverán a ser, los EEUU, sino solo una sombra
de lo que fueron. A los Romanos les costó acostumbrarse. A los alemanes de las
dos guerras también y a los ciudadanos del Imperio Británico mucho más. A todos
les llegó su hora.
Sería mucho más progresivo, que los habitantes de EEUU
comenzaran a preguntarse cómo quieren su futuro, más que cómo volver a su
pasado. También se ahorrarían el trabajo y el fracaso de una causa perdida. El
movimiento “Occupy Wall Street”; “Occupy Oakland” y los de tantas otras
ciudades han expresado este sentimiento de no volver hacia atrás, sino avanzar
hacia algo nuevo, otro sistema, o por lo menos dejar atrás la rémora de lo peor
del que los llevó a la crisis.
Radicalizar este movimiento, organizándolo de tal modo que
arrastre tras de sí las formas orgánicas de los trabajadores, comunidades,
etnias y oprimidos sería la única garantía de que todo no se recomponga dentro
de lo mismo, o sea, con algunos cambios, con un desastre social futuro, pero
con los mismos que trajeron la crisis ostentando todavía el poder, aunque a
éstos se les estén derrumbando todos los pilares de su dominación.
El cambio de guardia en la oligarquía financiera
internacional
El imperialismo norteamericano ha tenido hasta ahora, como
uno de sus principales pilares de sostenimiento, el control de la oligarquía
financiera internacional, sin embargo, esto está llegando a su fin.
La deuda total del país ha subido de 5,8 trillones de
dólares, a 14.3 trillones en la última década. Sus mayores acreedores o
tenedores de la deuda en el exterior (4,4 trillones) son China, Japón, Hong
Kong (de regreso en manos chinas), Taiwán, Tailandia, Singapur, Brasil, y por
supuesto Europa. En tanto que su deuda interna (9 trillones), es en su mayoría
con corporaciones y capitales financieros extranjeros.
Los países en crisis económica: Japón (en caída libre desde
el desastre atómico) y la mayor parte de Europa incluyendo a Gran Bretaña,
Francia e Italia, usarán esa deuda para tratar de limitar sus propias crisis
terminales. Países de gran especulación financiera como Tailandia y Singapur la
utilizarán para canjearla por otros fondos más redituables, o menos redituables
pero más seguros.
Los países imperialistas emergentes: China y Brasil, usarán
sus palancas de la deuda en sus manos para controlar o reemplazar la moneda de
cambio internacional, el dólar norteamericano, y sojuzgar la productividad – y
el mercado – de EEUU a sus propios planes.
La combinación de la utilización de la deuda para la cura de
la crisis en Europa, el canje por otros fondos financieros en Oriente y la
presión de países como China y Brasil puede terminar con los restos del capital
financiero norteamericano. El dólar como moneda de intercambio internacional
estaría llegando a su fin, lo que daría como resultado el surgimiento de una
nueva oligarquía financiera internacional no controlada por los viejos
imperialismos en caída, sino por los emergentes.
Los tres principales y más grandes bancos del mundo son
chinos: 1. Industrial & Commercial Bank of China ostenta un capital de
US$170 billones, con 381 mil empleados en el mundo. 2. China Construction Bank
con un capital de US$130 billones y 295 mil empleados. Este banco tiene el 16,6%
del Bank of América. 3. Bank of China es uno de los que más ha crecido (en 2007
no figuraba entre los 20 bancos más grandes del mundo) con un capital de US$120
billones. Si como se teme, los siguientes bancos van a la quiebra o son
adquiridos por capitales de origen Chino, brasileño u otros, el desastre para
EEUU y Europa sería inminente, cerrando su ciclo como potencias imperiales
superlativas:
El HSBC, que tiene un capital de US$70 billones, y que cayó
al cuarto puesto del ranking, después de haber estado entre los tres más
grandes del mundo. Tiene más de 312 mil empleados y está en la mira para ser
adquirido o absorbido por otros.
JPmorgan Chase (fusión del JP Morgan & Co. y el Chase
Manhattan) tiene un capital de US$60 billones. Sin embargo, recibió US$25
billones gracias al plan de rescate del gobierno norteamericano pero no ha
logrado estabilizarse y se halla en la zona amarilla.
Mitsubishi UFJ Financial acumula un capital de US$48
billones y tiene 85 mil empleados; y algunos expertos anticipan que será la
próxima explosión nuclear, esta vez financiera, del Japón.
Banco Santander, el único banco europeo, cuenta con un
capital de US$45 billones y 140 mil empleados en el mundo. Pero su suerte está
atada a la crisis económica profunda de España, Grecia y el Euro.
Goldman Sachs, también con ayudas de US$10 billones del
gobierno de Estados Unidos, tiene un capital de US$40 billones y 30 mil
empleados y está en la misma dinámica que mostró Lehman Brothers un par de años
antes de su quiebra.
Wells Fargo tiene un capital de US$38 billones (otro con
ayuda del gobierno norteamericano) con US$25 billones y una plantilla de 282
mil empleados que es el sostén de la economía del Oeste y centro de los EEUU,
pende de un hilo para su adquisición extranjera o su crisis.
Por detrás de estos bancos están surgiendo otros, como los
tres principales bancos brasileños encabezados por el Banco Nacional de
Desarrollo (BNDS) y más bancos chinos que esperan unirse a los tres primeros de
este origen en el futuro más o menos cercano.
El resto de la economía de EEUU y Europa depende entonces
del desplome de uno o más de estos bancos: JP Morgan, Wells Fargo, Santander,
Mitsubishi UFJ Financial o Goldman Sachs, etc. Nadie especula con que no
sucederá de ninguna manera, sino cuándo sucederá. Un final bastante posible en
los próximos años… o meses.
Con el cambio de guardia de la oligarquía financiera
internacional, deviene el fin de los viejos imperialismos (EEUU, Europa) y la
consagración de nuevos, pero más débiles, con pies de barro: Brasil, China...
apoyados primariamente en el bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica) que ya encabezan economías regionales en Latinoamérica, partes de
Asia, África, el Este de Europa y partes de Europa Occidental...
El fin del mercado hegemónico
EEUU, hasta ahora, a pesar de su creciente proceso de
desindustrialización junto con la dirección del capital financiero mundial,
dominaba al mundo. Debido de alguna manera a que el mercado interno de su país
le aseguraba el apetito de ventas de todos los países del mundo. Sus más de 300
millones de habitantes consumían la mitad de lo que se gasta en el mundo, desde
energía, a bienes manufacturados; desde alimentos a turismo. Ese mercado atraía
inversionistas, le permitía extorsionar a otros países por cuestiones políticas
o económicas y utilizar su moneda, el dólar, como instrumento de cambio
internacional. Eso se está acabando, terminando así con el segundo pilar de
sostenimiento del imperio.
El bloque BRICS supera los 3.000 millones de habitantes
entre los cuales los productos elaborados por ellos dominan y entre quienes los
productos de Europa y EEUU han disminuido sustancialmente.
Es una población desigual, con cerca de un 60% en el límite
de la pobreza y con algunos sectores sociales en la simple subsistencia. Pero
el ascenso del bloque en la economía internacional ha venido acompañado por un
ascenso en el consumo de cerca de 1.200 millones de personas que,
potencialmente, superan o superarán en breve al consumo norteamericano.
Progresivamente, irán convirtiéndose en el centro del
consumo mundial, o al menos en su locomotora, ayudados en parte por su
crecimiento propio y en buena medida por el descenso del consumo en los EEUU
debido a la crisis.
Esto preocupa a los imperialistas norteamericanos en grado
sumo. El mismísimo Secretario de Defensa de EEUU, León Panetta, en una fábrica
de armamentos norteamericana declaró: “Nos enfrentamos a amenazas por parte de
poderes emergentes: China, India y otros de los que siempre hemos sido
conscientes. Intentamos asegurarnos de que siempre tenemos la suficiente fuerza
de protección en el Pacífico para que sepan que no vamos a ninguna parte”.
Por razones diplomáticas luego se le trató de bajar los
decibeles a este discurso agresivo y se intentó cambiar el sentido de palabras
claramente expresadas, por otras en que se decía que la preocupación de esos
países era hacia si mismos. La corrección sólo hizo resaltar aun más el miedo
de EEUU en relación a los llamados “países emergentes”
El día que el mercado de los BRICS y sus regiones de
influencia superen al consumo de EEUU en el mundo, día cercano por cierto, se
habrá desplomado la segunda pata sobre la que se sostiene el imperio, ya que
perderán la carta del juego geopolítico, junto al poderío militar y el capital
financiero (también en descenso hacia el final) los cuales han mantenido a los
EEUU en el epicentro de la hegemonía mundial de la postguerra.
La Tercera Pata: El Imperio no puede permanecer en pie
perdiendo guerras
Dejemos de lado la propaganda. Las guerras tienen objetivos
concretos. Si no se obtienen esos objetivos, se pierden, aunque parezca que se
ganan algunas batallas.
Según cifras oficiales el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York causó 2,752 muertes; en
contraste, datos recopilados por el Instituto Watson de Estudios
Internacionales de la Universidad de Brown revelan que por cada persona que
murió el 11 de septiembre del 2001 han muerto 100 en Irak y en Afganistán,
llegando a más de 225 mil en total. Una
cifra conservadora si se le compara con la estimada por Opinion Research
Business. Según esta empresa londinense, tan solo en Irak, entre marzo y agosto
del 2007, el número de muertes superó 1 millón de personas.
Aunque se reporta que solo 6 mil soldados han muerto en
estas dos guerras, se cuentan más de 550 mil miembros del ejército que
resultaron discapacitados —y la muertes
entre el personal de los contratistas militares que han participado en la
guerra, como Blackwater, no han sido contabilizadas.
Por lo menos 137 mil civiles han muerto en Afganistán, Irak
y Pakistán como “bajas secundarias” del conflicto armado, cifra que podría ser
muy superior a la que da la Universidad de Brown. Además de los muertos y
heridos, muchísimas personas, al menos 7.8 millones, han perdido sus hogares en
esos países de Medio Oriente.
El costo de las guerras ha sido un gran robo al bolsillo de
los trabajadores de EEUU y el mundo
Aunque muchos de los costos económicos de la guerra son casi
irrastreables, enterrados en diferentes presupuestos, muchos de los cuales
escapan al escrutinio público o superan la capacidad de contabilidad; ya se han
pagado 3.2 billones de dólares.
El costo de estas guerras ascenderá al menos a 4 billones en
el siguiente año. Entre los gastos absurdos de las guerras se cuenta los 20 mil
millones de dólares que se han gastado en aire acondicionado, particularmente
en el combustible para hacer llegar y mantener funcionado el AC (Aire
Acondicionado) que vuelve soportable la condición climática para las tropas
estadounidenses acantonadas en territorios de Afganistán e Irak en donde se
superan los 50° C.
Que este gasto en específico sea 4 veces más que el
presupuesto anual de las Naciones Unidas, nos demuestra de la total demencia
que la guerra trae consigo. Asimismo, la guerra de Estados Unidos ha causado
serios daños en el medio ambiente de estos países. Irak, una de los países con
mayor historia y riqueza cultural, ha sido prácticamente destruido.
Sumemos a estos billones de dólares los casi 30.000 millones
de dólares que ha invertido el gobierno de EEUU en “medidas de seguridad” para
protegerse de ataques terroristas, la construcción de cárceles en 20 países,
incluyendo Guantánamo, Cuba para encerrar ilegalmente y torturar a sospechosos
y habremos descubierto otra de las causas de la actual crisis económica que
conmueve al país.
Solo victorias a lo Pirro
Pirro reinaba en Epiro en el año 281 a C. cuando la ciudad
de Tarento le solicitó ayuda contra Roma. Pirro acudió con 25.000 hombres y enfrentó
al cónsul Valerio Levino. Los elefantes, que los romanos aún no conocían,
decidieron la batalla y las legiones, diezmadas, dejaron sus posiciones al fin
de la jornada. Pero, al amanecer, Pirro comprobó sus propias bajas: más de
4.000 hombres y sus mejores jefes muertos; su caballería puesta en fuga “Otra
victoria como ésta y estoy perdido” se quejó amargamente a sus generales. Desde
entonces “una victoria a lo Pirro”, expresa un contrasentido. Se aplica a
cualquier éxito cuyo costo es tan elevado que equivale a un fracaso.
Pirro eventualmente tuvo que retirarse de Italia y fue
posteriormente derrotado en varias ocasiones hasta que durante un combate en el
interior de la ciudad de Argos, recibió el impacto de una teja arrojada por una
anciana, y fue asesinado mientras se hallaba inconsciente por el golpe. Un
destino similar y una muerte igualmente absurda parece amenazar al imperio
norteamericano.
Los ejércitos de EEUU no encontraron y destruyeron las
“armas de destrucción masiva” que fueron a buscar en Irak, ni terminaron “la
misión de aniquilar al Talibán y al-Qaeda” que anunciaron al invadir
Afganistán. Si algo consiguieron EEUU y sus socios fue meterse en dos pantanos
sangrientos.
Dominando a Irak tampoco consiguieron utilizar eficazmente
su potencial petrolero; ni lograron mediante la ocupación en Afganistán
garantizar la exclusividad del transporte de gas transcontinental. Estos
objetivos, digamos estratégicos, no les fueron concedidos.
La propaganda imperial también dijo, como consuelo de tontos,
que las invasiones se daban para garantizar el triunfo de la “democracia
occidental” en esos países. No sólo consiguieron que gobiernen títeres con
cierta autonomía, reaccionarios hasta el hueso, sino que han expandido la
influencia de los gobiernos y movimientos teocráticos en el Norte de África, el
Medio Oriente y al Oriente de Rusia; o sea todos los supuestos enemigos de la
“democracia” promovida por EEUU.
Los EEUU no pueden ganar guerras asimétricas (Irak,
Afganistán, la lucha contra el terrorismo, etc.) sino que fortalecen en el
sentido estratégico a sus enemigos. No pueden declarar guerras contra
competidores como Europa o los “emergentes” porque sería liquidar el poco
capital geopolítico que les queda, amén de ponerse definitivamente al margen
del resto del mundo. De más está decir que, por primera vez, todo intento
policial en el exterior le ha costado tanto dinero a EEUU que ha revertido el
famoso lema “si quieres ganar dinero, haz una guerra.”
Ni siquiera se atrevieron a liderar las operaciones contra
Libia recientemente. Lo tuvieron que hacer Francia, Italia y Gran Bretaña.
La tercera pata de sostén del imperio, la hegemonía militar
mundial y el poder de policía de la civilización humana, sufre de parálisis
irresoluble, crónica. El Imperio puede aun golpear y matar, desangrar pueblos
enteros y cometer genocidio. Lo que no puede ya es ganar históricamente.
La perdida de la hegemonía “nacional”, la desintegración
El fundamento histórico de la existencia de EEUU primero, de
país imperialista después y de imperialismo hegemónico de la postguerra se basó
en un presupuesto de hierro grabado como consigna en todos lados: “A Nation
under God”, una nación unificada y poderosa que respondería solo a Dios, es
decir a nadie, por sus acciones.
Desde sus comienzos buscó – a hierro y fuego cuando debió,
con migajas de la explotación de otros países cuando le fue posible y con una
poderosa maquinaria ideológica de la burguesía en todo momento – lograr la
disciplina, el lavado colectivo de cerebro y el apoyo de todos sus habitantes
(y pueblos sometidos) para su crecimiento hacia el “destino manifiesto” de ser
la potencia “No. 1” del planeta.
Con la crisis terminal que ahora le acomete, EEUU está
amenazado por la desintegración, vía la separación de todas sus partes
componentes, unidas antes por el pegamento del imperio, la violencia y la
captación.
EEUU se fundó sobre la conquista de los pueblos originarios
y su masacre sistemática. La importación de esclavos africanos y su
súper-explotación en los sembrados y luego en las incipientes fábricas. La
importación de inmigrantes, europeos, chinos, latinoamericanos… para atarlos a
las minas y fábricas, a la construcción de ferrocarriles y a los sembradíos y
servicios. En ese orden. Todos ellos fueron obligados al inglés, a la religión
cristiana y a servir en los ejércitos de expansión imperial.
Mientras sus colonos y soldados marchaban al oeste
despojando a los originarios de sus tierras y a México de la mitad de su
territorio, compraban a los españoles, franceses y rusos grandes territorios a
precios de bicoca (Florida, Alabama y Louisiana, California, Nuevo México,
Texas, Alaska... no serían hoy parte de los EEUU si no fuera por la manu
militari y los juegos de tahur y compraventa de retazos, todos métodos
utilizados por la ascendente clase dominante del país.)
Por sobre todos esos componentes sociales desde la
“importación” de nativos cautivos, la burguesía “americana” impuso la asimilación,
la captación, el asesinato, la represión, la super explotación, el control
social de sus derechos, la influencia cultural y la ideología y algún reparto
de las migajas de la expoliación de los recursos, propios y ajenos...
Mantuvo cierta “homogeneidad” nacional, una cultura “común”
y la influencia de una conciencia imperialista simplista y brutal que dicta
“todos nos beneficiamos de alguna manera aquí, de los que aplastamos y
dominamos... allá.”
A eso lo llamaron de distintas maneras en distintas épocas:
destino manifiesto, líderes del mundo libre, portadores del garrote y la
zanahoria, América para los Americanos (de EEUU)...
Hoy vuelven a la escena las viejas disputas ocultas debajo
de dos siglos de dominación ideológica. Provienen de la síntesis reaccionaria
por la negativa: hay que desembarazarse de negros, latinos, inmigrantes,
jóvenes díscolos, sindicalistas...
Y la respuesta que se obtiene es una revalorización de los
valores propios de los ex esclavos, de los inmigrantes que quieren ser otra
cosa que siervos de la gleba, trabajadores que piensan cada vez más, que ante
la pérdida de todo, más vale luchar… jóvenes sin futuro dispuestos a hacerse
uno ellos mismos...
En forma individual todavía, no como clase o clases de la
sociedad, se unen y ocupan el espacio público. Pero la psicología de su
revuelta es social aunque no lo sepan ni lo pronuncien a viva voz, y sus
reclamos que son una larga lista de quejas sin prioridaes o un enfoque claro,
aunque quieran el regreso del pasado, se hacen imposibles ante la crisis,
propulsándolos hacia delante... Es una potente fuerza social que tiende a
disgregar a los que gobiernan y unir a los que están sometidos, aunque el
establishment diga exactamente lo contrario.
La derecha, el Tea Party, los grandes jefes de las finanzas
echarán la suficiente nafta al proceso de descontento como para lograr una
conflagración... Los “moderados” del sistema serán las víctimas también de este
avance de la derecha porque para enfrentar la “disgregación” no habrá, como han
dicho todos los totalitarismos del mundo, lugar para los tibios o los que
duden.
Los inmigrantes mexicanos verán renacer sus sueños de una
patria propia en los territorios robados. Millones de indocumentados tomarán el
camino de la lucha para lograr ser reconocidos, para que desaparezca su
invisibilidad. Tomarán lo que hasta ahora han solicitado inútilmente. Los
negros encontraran en la rebelión social la venganza contra la supresión de su
cultura y el encierro en los ghethos. Los trabajadores mirarán a la propiedad
social como la salvación del trabajo que el capitalismo no les provee. Los
jóvenes comprenderán que su propio destino no deben esperarlo de los poderosos
sino forjarlo con la lucha.
En toda crisis se da una polarización peligrosa
Está claro que las patas de sostén del imperio crujen o se
quiebran o potencialmente lo harán en un tiempo históricamente breve. Pero al
imperio hay que ayudarlo a caer y a la nueva sociedad que se levante sobre sus
cenizas hay que construirla.
En una crisis de la magnitud que aqueja a los EEUU y Europa
está dado que cada clase, con algunas excepciones que solo confirman la regla
general, luchará sin cuartel para evitar ser quien pague los platos rotos.
En esta disputa entre las clases, feroz y sin cuartel,
llevan en un principio las de ganar quienes controlan el aparato del estado,
con su poder coercitivo, fuerzas represivas y cortes judiciales y además tienen
sus organizaciones políticas como máquinas aceitadas para la acción.
La burguesía no sólo controla los gobiernos y busca ponerlos
a su disposición contra otras clases a quienes culpa e incita también a atacar,
bajo su servicio, a las más explotadas: la clase obrera y los sectores
populares. Esta crisis no es diferente en eso, excepto que, en los EEUU es
mucho más peligrosa que en otros países, por ejemplo Europa.
Aquí no hay sindicatos con tradición de lucha, ni partidos
reformistas, ni direcciones políticas que busquen el apoyo de masas. Mucho
menos existen – tampoco las hay en Europa – organizaciones revolucionarias con
seguidores e influencia significativos.
La polarización se da entre un estamento social muy bien
organizado y disciplinado, las fuerzas del conservadurismo y la extrema derecha
que encuentran en el Tea Party, parcialmente en el Partido Republicano y aun en
el Partido Demócrata, las palancas organizativas necesarias para emprender la
ofensiva contra los trabajadores, los jóvenes y los sectores sociales
oprimidos.
Estos, por su lado, no tienen nada parecido, solo una
voluntad masiva demostrada por los que luchan y ocupan. Su poderosa negativa a
aceptar los destinos que les quiere imponer el sistema sólo es conmensurable a
la debilidad de su organización para expresarlo. Siempre es una lucha desigual,
pero ésta es más desigual que otras. Es enfrentar a un peso pesado en buen
estado y entrenamiento, con un peso mosca con los pies atados.
Debemos comprender, porque hemos experimentado sus
vivencias, el cinismo y el escepticismo de los trabajadores, jóvenes e
intelectuales, que todos los individuos que hoy protestan y se rebelan contra
las iniquidades del sistema, contra todo tipo de organización, particularmente
contra los partidos, con precisión los de la izquierda, le están diciendo al
resto de la sociedad que hay una alternativa a la desmoralización y la entrega.
Sin embargo todavía tienen que comprender que no son los “partidos” en general
los que les han fallado, sino “ciertos” partidos en particular. Por lo que la
tarea sigue siendo la de construir partidos nuevos y legítimos.
Este potente y progresivo movimiento, que ha ocupado
puertos, ciudades, inmovilizado transportes, hecho oír su voz y que busca
estentóreamente un mensaje, debe aun encontrar su propia voz, su propio
programa y su propia organización para hacer frente a la polarización de la
derecha que ya se le enfrenta. Esto presupone pasar de la organización del
individuo, al de la clase o clases explotadas por el sistema.
No es cuestión de estar contra la organización por las
experiencias pasadas, sino tener en cuenta aquellas, para crear algo nuevo.
No se puede dejar un movimiento a la deriva dependiendo de
los individuos, sino que estos deben organizarse en sus ámbitos de estudio, de
trabajo, en sus comunidades. No participar como individuos sino como dirigentes
de un grupo, como facilitadores de la organización de otros. Para ello hace
falta organización.
No se puede desperdigar los esfuerzos del conjunto siguiendo
mil, diez mil objetivos de otros tantos individuos, sino elegir cuidadosamente
los objetivos, consignas y programa que teniendo en cuenta las necesidades de
los trabajadores y los oprimidos, sean a su vez sus prioridades. Para eso hace
falta organización.
No se puede depender de quien grita más, o quien aguanta más
una larga reunión de discusión o quien tiene una iniciativa individual sobre el
terreno. Es necesario ubicar un método democrático para tomar decisiones y una
forma de actuar en conjunto con estrategias y tácticas con fines determinados
que nos acerquen a nuestros objetivos. Para eso, hace falta organización.
Manifestarse en el espacio público tiene su propósito, pero
no cumple con una estrategia de cambio radical. Los que trabajan deben detener
la producción, los que estudian las universidades y colegios, los que viven en
comunidades hacer fortalezas en sus barrios.
Sólo un movimiento organizado que controle las formas y los
espacios de producción fabril e intelectual puede tener un impacto duradero en
la política nacional e internacional. El desgaste, el tiempo y el paulatino
desinterés público o de la prensa son los enemigos de las acciones que no
cumplen con el objetivo de controlar la sociedad en donde se produce.
Es inútil plantearle al sistema que se democratice y
reforme, porque él nos ha traído a la situación de crisis actual. Hay que crear
una alternativa de gobierno de los que trabajan, los que resisten y luchan.
Para eso, hace falta organización.
Hay que dar vuelta a la situación y volverla desfavorable
para la derecha organizada y el centro que duda y flaquea. Es necesario
fortalecer nuestro polo de la polarización. Para eso, es de vida o muerte para
el movimiento la organización. Sin ella, trabajamos a favor del fortalecimiento
del polo opuesto.
Por sobre las cosas, no se debe repudiar o abstenerse de la
política, porque si no nos encargamos de ella como el vehículo para el cambio,
la política se ocupará de nosotros en manos de la derecha. De la peor forma.
Entonces, hagamos avanzar el movimiento lo más rápida, eficiente y radicalmente
posible. Convirtámoslo del crítico feroz del sistema, al que éste le teme, en
su enterrador. Construyamos nuevas organizaciones revolucionarias que sean
capaces de llevar esto a cabo.■
Nuestra Propuesta de
Programa / Un Programa para Luchar
• No podremos volver a donde estábamos, la crisis no lo
permitirá. EEUU y Europa se hunden como imperios, que no arrastren a sus
pueblos con ellos.
• Hay que avanzar hacia un sistema nuevo, democrático,
socialista.
• Nacionalización de la banca, el comercio exterior y las
grandes empresas bajo control de sus trabajadores.
• Eliminación de todos los subsidios a los bancos,
millonarios y grandes empresarios.
• progresivos a las grandes fortunas y grandes propiedades.
• Prohibición de todo despido, ejecución hipotecaria y
desalojo.
• Que los fondos
disponibles para programas de reactivación económica sean distribuidos y
administrados por comités electos de los trabajadores y el pueblo.
• Expropiación de empresas y negocios que despidan y su
entrega a los trabajadores para que funcionen bajo su control. Lo mismo con las
grandes propiedades que echen a sus inquilinos.
• Papeles y legalidad para todos los inmigrantes. Ni
Republicanos, ni Demócratas. Nada con los partidos de los grandes capitales que
nos trajeron la crisis.
• Organización contra la represión y la extrema derecha. Si
tocan a uno, tocan a todos.
• Recuperación de los sindicatos para que lideren el
movimiento bajo direcciones democráticas y combativas. ¡Abajo la burocracia
sindical!
Para construir el movimiento:
• Organizarse en cada lugar de trabajo o vivienda. Movilizarse
a las marchas y concentraciones como grupos, no como simples individuos.
• Que estos grupos participen de las movilizaciones pero
organicen también en sus lugares de trabajo y comunidades.
• Ocupación de los centros de producción (grandes fábricas y
comercios) y de asistencia masiva para servicios (escuelas, hospitales,
universidades, etc.) y establecimiento de comités democráticos de
administración.
• Funcionamiento democrático y votación de las propuestas.
• Establecimiento de una coordinación estatal, nacional e
internacional.
• Que gobiernen los trabajadores, los rebeldes, los que
resisten, los que luchan!