
¿Qué es para nosotros el marxismo? Nos parece interesante
para responder a esta pregunta tomar en cuenta una discusión que hace poco
tiempo realizamos en el PTS de Argentina, en un seminario donde debatimos sobre
el marxismo de Trotsky, y voy a citar algunas de las conclusiones de ese
seminario (Entrevista a Emilio Albamonte: seminario sobre la táctica y la
estrategia en la época imperialista).
Allí llegábamos a la conclusión de que podemos pensar una
definición de qué es el marxismo a partir de cuatro componentes. “Por un lado,
el marxismo como “concepción del mundo”, cuyo fundamento más general es la
dialéctica materialista.
Es decir, la dialéctica rescatada por Marx su cautiverio idealista y vuelta hacia mundo de la materia, para la cual ni Dios, ni el Espíritu Absoluto, ni ningún demiurgo de la Historia pueden ni tienen nada que hacer”. Donde, como plantearon Marx y Engels en La Ideología Alemana, no es LA HISTORIA (con mayúscula) la que haga nada, sino que son los hombres y mujeres concretos, de carne y hueso, los que hacen la historia.
Es decir, la dialéctica rescatada por Marx su cautiverio idealista y vuelta hacia mundo de la materia, para la cual ni Dios, ni el Espíritu Absoluto, ni ningún demiurgo de la Historia pueden ni tienen nada que hacer”. Donde, como plantearon Marx y Engels en La Ideología Alemana, no es LA HISTORIA (con mayúscula) la que haga nada, sino que son los hombres y mujeres concretos, de carne y hueso, los que hacen la historia.
“Por otro lado, el marxismo es una crítica científica a la
economía política y a través de ella a los fundamentos del capitalismo, cuya
sistematización fundacional fue realizada por Marx en El Capital.” Y también es
una crítica a la teoría política, del derecho y del Estado burgués, cuestión
que luego fue enriquecida y desarrollada por los “marxistas clásicos” del siglo
XX, como Lenin en su obra “El estado y la revolución”, y también por el otro
gran marxista ruso del siglo XX, León Trotsky, con sus análisis del fascismo,
la burocratización de la URSS, los gobiernos nacionalistas de izquierda en AL
en los años 30, etc. “A su vez, el marxismo es una teoría de la revolución que
partiendo de las conclusiones más avanzadas de su época de surgimiento, a
mediados del siglo XIX, condensa la experiencia histórica de más de 160 años de
lucha de la clase obrera moderna.” Con cada experiencia histórica, a partir de
la lucha viva entre las clases, el marxismo se enriquece. Así Marx “aprendió”
de la Comuna de Paris, y los marxistas “clásicos” del siglo XX aprendieron de
la revolución de 1905 y de la propia revolución rusa, nuevas lecciones que van
reactualizando la teoría. Porque la teoría marxista no es un dogma, escrito una
vez y para siempre, sino una relación entre la teoría y la práctica histórica
de la lucha de los explotados.
“Acá llegamos a un cuarto aspecto del marxismo, que se
relaciona más con el arte que con la ciencia, un arte que a diferencia de otros
no actúa sobre una materia inerte sino sobre las relaciones humanas buscando la
destrucción de ciertas relaciones y la construcción de otras nuevas.”
Estrategia y táctica. Mientras la táctica es equiparable a las batallas
parciales en una guerra, la estrategia es el arte de conducir esas batallas
para conseguir la victoria, para conseguir el objetivo final, que no es otro
que el comunismo.
Para finalizar: “Estos cuatro componentes, el marxismo como
concepción del mundo, como crítica a la economía política y a la teoría
política, como teoría de la experiencia del proletariado, y como arte de la
estrategia, tienen para nuestra definición de marxismo una unidad
inescindible.” Para nosotros el marxismo es justamente esta unidad. Ahora bien,
si nosotros ahora decimos que “Marx vuelve”, es porque en las últimas décadas
se habló de la “muerte de Marx”. Y esto es así porque durante los últimos 30
años producto de la derrota y desvíos de los procesos revolucionarios de los
años 70, de la ofensiva neoliberal de los años 80 y sobre todo después de 1989
(con la caída del muro y de la ex URSS), se impuso lo que podemos llamar una
verdadera restauración, ideológica, política, y cultural. Una restauración
conservadora, neoliberal, y posmoderna. En este marco se multiplicaron los
ataques al marxismo, a la idea de revolución y más en general a toda idea de
transformación social basada en la acción colectiva. Se impusieron los valores
más individualistas y escépticos de toda la historia, la del “sálvate a ti
mismo y no te preocupes por los demás”, donde el único valor se encontraba en
el consumo, en el mercado, en la moda, en tener y tener cada vez más nuevos
productos. Y todo esto sucedió bajo el abrigo de la extensión de regímenes
democráticos, de unas democracias capitalistas degradadas, donde los partidos
políticos capitalistas actuaban directamente al servicio de los grandes
mercados y del capital. Y estas democracias degradadas se dieron al mismo
tiempo que crecieron los niveles de la explotación y degradación social de la
mayoría de la clase trabajadora, la precarización del trabajo, junto con altos
índices de desocupación y la proliferación exponencial de la pobreza en gran
parte del mundo.
Una cuestión central es que basados en la caída de los
estados obreros burocratizados del este en 1989, los capitalistas aprovecharon
para decir que lo que había caído era el “socialismo”, que se demostraba el
“fracaso del marxismo”, y que no había más alternativas al capitalismo. Así se
asentó toda esta ofensiva reaccionaria. Es muy importante señalar entonces que
si algo ayudó a que se impusiera ese triunfalismo capitalista, fue el papel de
la nefasta burocracia estalinista y los partidos comunistas, que expropió lo
que había sido una enorme revolución y la transformó en una dictadura
burocrática, que en oposición a toda la teoría marxista inventó algo que llamó
“la teoría del socialismo en un solo país”, y que se convirtió en garante de la
traición de la revolución en los países centrales, llegando a hacer cosas
increíbles, como el pacto Hitler Stalin en 1939. Una burocracia que liquidó la
democracia obrera de los soviets que era el programa de los revolucionarios,
para imponer un régimen de partido único y poder unipersonal, que implementó
métodos de policía contra todos los disidentes y opositores, que para imponerse
asesinó a gran parte de los antiguos dirigentes del partido bolchevique, los
expulsó y recluyó en campos de concentración, o los envió al exilio, como a
León Trotsky, quien había sido junto con Lenin uno de los máximos dirigentes de
la Revolución Rusa, y a quien finalmente en 1940 asesinó un enviado
estalinista. Una burocracia que fue la que creo esa versión de un marxismo
dogmático y rígido.
Luego volveremos sobre esto, pero es importante dejar
planteado desde el comienzo, que nosotros no pensamos que la caída de los
estados del este significara el fracaso del marxismo, porque la burocracia
soviética fue lo contrario de la teoría y la práctica de los marxistas
revolucionarios.
Volviendo a la actualidad, entonces, el carácter histórico
de esta crisis capitalista, como planteábamos anteriormente, ya está
produciendo conmociones a todos los niveles, a nivel económico, social y
político. Por lo que también empiezan a entrar en crisis las ideas que hasta
ahora sustentaban el orden capitalista, las ideas que hasta ahora parecían
hechas de piedra. Vamos a tomar hoy para el debate algunas de las ideas
neoliberales con las que atacaron al marxismo, y mostrar cómo, contra toda esta
ideología capitalista, a comienzos del siglo XXI se muestra no solamente que
Marx tenía razón, sino también que el marxismo tiene más actualidad que nunca.
En primer lugar dijeron que no iba a haber más crisis
capitalistas, que había llegado el fin de la historia (un intelectual llamado Fukuyama
se hizo famoso con estas tesis) porque el capitalismo era un sistema armónico
con el que podía ir beneficiándose de forma creciente toda la humanidad…ya
vemos como les fue con este “pronóstico”, que se derrumbó más rápido que las
acciones de la bolsa. Marx explicó que el sistema capitalista genera sus
propias crisis, porque encierra contradicciones que no puede resolver. Por un
lado una producción cada vez más social, que se extiende a todo el planeta, la
llamada globalización, pero en contradicción con una apropiación cada vez más
restringida y privada de esa riqueza social, y en contradicción también con los
intereses de los estados nacionales capitalistas, que quieren defender cada uno
a sus propios monopolios. El capitalismo va generando en un polo a una minoría
cada vez más rica, y en el otro polo a millones de empobrecidos. Un sistema que
produce y produce sin considerar las necesidades sociales, sino solamente las
ansias de ganancias privadas, produciendo desastres ecológicos y sociales.
Otra cosa que dijeron es que se había alcanzado una nueva
armonía del orden mundial, y que no había más “imperialismo”, que eso era cosa
del pasado. Hasta algunos teóricos de la izquierda se dejaron encandilar por
esta idea, como Toni Negri, hablando del fin del imperialismo. Pero poco
después de que publicara su libro “Imperio” fue desmentido por la propia
realidad, en el año 2001 se producen los atentados del 11 de septiembre y la
posterior respuesta de Bush, con la guerra de Irak y de Afganistán, donde hasta
el día de hoy siguen las tropas norteamericanas y europeas, mostrando que se
volvía a las “viejas prácticas imperialistas” de ejércitos de ocupación, y
guerras por el petróleo y el poder imperial.
Otro ejemplo de la acción del imperialismo es el papel de
las empresas norteamericanas y europeas en América latina, por ejemplo, donde
se quedaron con la mayoría de las empresas que fueron privatizadas en los años
90, con la colaboración directa de las burguesías y los gobiernos
semicoloniales que se ubicaron como sus “socios menores”, a cambio de espejitos
de colores o por dos céntimos, y que durante todos estos años expoliaron los
recursos naturales de AL, como el petróleo, el gas o la minería, provocando
desastres no sólo sociales, sino también ecológicos, irreversibles.
Hace unos días, el ejemplo de lo sucedido con la
nacionalización parcial del 51% de Repsol, por parte del gobierno de argentina,
y la reacción inmediata en defensa de los intereses de los empresarios por
parte del gobierno español, es otra muestra de que sigue en pie imperialismo. Rajoy,
el PSOE y el rey dicen que defienden Repsol porque defienden una empresa
española y los intereses de toda España. Hasta los de CCOO y UGT salieron en su
defensa. Pero los intereses de Repsol no tienen nada en común con los
trabajadores y el pueblo español. Es una empresa capitalista asociada a los
grandes bancos, como la Caixa (dueña de un 10% de la empresa) o el BBVA y el
Santander, además de fondos de inversión extranjeros, todos responsables de la
crisis capitalista que hoy vivimos y los que quieren seguir descargando sobre
los trabajadores.
Lenin definió a comienzos del siglo XX al imperialismo como
la fase superior del capitalismo, donde se fusionan los intereses industriales
con los capitales de los grandes bancos, donde se forman los grandes monopolios,
y donde estos monopolios se unen a sus estados imperialistas para defender sus
intereses, a costa de otros países que sojuzgan, los países semicoloniales.
Lejos de lo que quisieron hacernos creer muchos
intelectuales al servicio de los capitalistas, seguimos viviendo en la fase
imperialista del capitalismo. Una época que los marxistas definieron como una
época de crisis, guerras, y revoluciones. Esta es la época en que se desarrolló
el marxismo llamado de la “tercera generación”, de Lenin, de Trotsky, de Rosa
Luxemburgo, una época diferente a la de Marx y Engels. Porque aunque en su
época se dieron procesos revolucionarios como la comuna de Paris, donde los
obreros franceses tomaron “el cielo por asalto” y se armaron y crearon una
comuna obrera en Paris durante casi tres meses, -que luego fue derrotada con
una represión sangrienta-, decía que aun así, en su época las revoluciones y
las guerras y las crisis fueron más bien momentáneas y excepcionales, mientras
el capitalismo todavía iba a encontrar una forma de crecer, extendiéndose al
mundo entero, anunciando su fase imperialista. En este sentido el pronóstico de
Marx y Engels, que creían que verían llegar la revolución y el socialismo en su
propia época se mostró equivocado, aunque fuera correcto para el fututo que no
llegaron a vivir. Porque llegado el siglo XX, lo que antes era excepción se
convirtió en regla, y vimos en el siglo XX la repetición, a escala cada vez más
grande y más brutal, de las crisis y las guerras, como la crisis del 30, la
primera y la segunda guerra, donde murieron más de cientos de millones de
personas, etc. Pero también esta fue la época de las revoluciones, de la
revolución rusa, donde los trabajadores conquistaron el poder y pusieron en
marcha el primer intento de construir el socialismo, una revolución que en sus
primeros días otorgó la tierra a los campesinos, puso las fábricas bajo control
de los trabajadores, otorgó a las mujeres el derecho al divorcio y al aborto y
puso en marcha planes para liberar a las mujeres del trabajo doméstico (
mostrando ser en este aspecto más adelantado que cualquier otro estado del
momento), separó la iglesia del estado, se planteó llevar el teatro, el cine y
la cultura a las masas trabajadoras, otorgó el derecho a la autodeterminación
de las nacionalidades oprimidas por el viejo imperio de los zares, y se propuso
llevar adelante la revolución internacional. Una gran revolución, que tuvo que
enfrentarse primero a la guerra civil y a la invasión de los ejércitos
imperialistas, luego al aislamiento por el retroceso de la revolución en
Europa, y que finalmente fue expropiada por la nefasta burocracia estalinista.
Pero que aun así insufló de valor y energías revolucionarias a obreros de todo
el mundo.
Pero no solo fue la revolución rusa, sino que todo el siglo
XX estuvo cruzado por intentos revolucionarios, como la revolución española, la
revolución boliviana del 52, la revolución cubana, la china, la revolución de
los claveles en Portugal, y muchas otras. En este sentido, los últimos 30 años,
donde no hubo grandes crisis ni revoluciones, fueron la excepción en la
historia del capitalismo. Y hoy pareciera que estamos volviendo a épocas de
“normalidad” capitalista, o sea, donde las crisis y la lucha de clases vuelven
a estar en el centro de la escena.
Otro de los ataques que lanzaron contra el marxismo fue que
la clase obrera no existía mas, llegaron a hablar de la desaparición del
proletariado. Y si no había más clase obrera, ¿quién iba a ser el sujeto del
cambio revolucionario? Se propusieron “nuevos movimientos sociales” en su
remplazo. El feminismo, el ecologismo, los movimientos campesinos, o los
movimientos juveniles. Sobre esta cuestión podemos adelantar por lo menos
varias cuestiones.
En primer lugar, que la clase obrera no desapareció se
demuestra en cada huelga general que están realizando los trabajadores en
Europa los últimos años. Pero aún más, lejos de “desaparecer” la clase obrera a
nivel mundial ha crecido enormemente en número, extendiéndose a países como
China, la India, Brasil, al sudeste asiático, a zonas que anteriormente eran
mayormente rurales. Ahora bien, hay algunos intelectuales que pueden decir,
está bien, la clase obrera existe, no se puede negar, pero es una clase que no
tiene conciencia de lucha, que está fragmentada, dividida, o con sectores
“aburguesados”, dicen, que como viven consumiendo y consumiendo, no les
preocupa más nada. Este escepticismo respecto a la potencialidad revolucionaria
de la clase obrera está basado, desde ya, en las últimas décadas de reacción
ideológica y política, y en derrotas concretas de la clase obrera, de las que
ya hablamos. Pero sobre la conciencia de la clase obrera tenemos que decir que
la conciencia no está hecha del mismo material que las vigas del ferrocarril,
sino que la conciencia cambia, pega saltos, avanza y se conmociona cuando las
cosas que venían siendo de un modo cambian. Y hoy es la propia crisis
capitalista la que está planteando las bases objetivas para ese cambio en las
conciencias, como en los que se movilizaron el 29M, o los que empiezan a ver
que no hay otra salida que luchar. No hay todavía una conciencia revolucionaria
ni mucho menos, pero la crisis abre el horizonte para que esos cambios en la
conciencia puedan empezar a suceder mucho mas rápidamente. Y acá se juega
también el papel de las direcciones sindicales, de los partidos, de los
colectivos, de las ideologías que entran a la batalla por influenciar a
sectores de los trabajadores y la juventud.
Pero además de esta cuestión hay otra. Y es que la lucha de
clase obrera no tiene por qué ser contradictoria con la de las mujeres, los
movimientos por la libertad sexual, la lucha contra el racismo o los
movimientos juveniles. Por el contrario, conseguir una liberación integra y
efectiva de las mujeres, de los pueblos oprimidos, de los sectores
discriminados por su sexualidad, etc, solo podrá ser posible de terminar con
este sistema basado en la explotación y la opresión, que es el capitalismo. Y
es la clase obrera el sujeto, no el único, sino el que puede ocupar un lugar
central en esta pelea, junto al resto de los sectores oprimidos. Frente a los
que dicen que la lucha de la clase obrera no va más, o quieren oponerla a los
nuevos movimientos sociales, nosotros consideramos que es necesario retomar una
estrategia, que es la de la alianza obrera y popular, bajo hegemonía de los
trabajadores, para llevar adelante una lucha anticapitalista y revolucionaria.
Como vemos los postulados más reaccionarios han entrado en
crisis, y esto abre un nuevo campo para las ideas anticapitalistas. Y entonces
los marxistas tenemos mucho que decir.
En primer lugar, hay un debate planteado con los que frente
a la crisis quieren repetir las viejas fórmulas de reformas o “parches”, de
humanizar el capitalismo o “regularlo”. Son ejemplos de este tipo de propuestas
IU en EE o Melenchon en Francia. Plantean que hay que conseguir “regular” o
“controlar” al capital financiero internacional. En realidad es una vieja
discusión que se reabre. Ya a principios del siglo XX la revolucionaria polaca
rosa Luxemburgo escribió un trabajo llamado “¿Reforma o revolución?” donde
desarrolló un debate muy importante con un teórico del partido socialdemócrata
alemán, Bernstein, que decía que “el fin no es nada, el movimiento lo es todo”.
Lo que quería decir era que el fin, el socialismo, no importaba tanto como el
ir consiguiendo sucesivas reformas dentro del propio capitalismo. Y que la
forma de ir llegando al socialismo pasaba por conseguir más diputados en el
parlamento, formar mas cooperativas obreras, genera más puestos sindicales,
aumentos de salarios, etc. Bernstein apoyaba su teoría revisionista del
marxismo en que a fines del siglo XIX y comienzos del XX en Alemania y algunos
países europeos la clase obrera había podido conseguir algunas mejoras importantes.
Pero lo que no veía era que esas reformas que conseguía la clase obrera en los
países centrales eran a costa de la superexplotacion de los proletariados de
las colonias y las semicolonias. Y al mismo tiempo, que no se iban a mantener
eternamente, que no iban a ir aumentando progresivamente, sino que en realidad
las propias burguesías imperialistas iban a recortar con la mano derecha lo que
habían concedido, obligadas por la lucha obrera, en el período anterior. Es que
Bernstein era de esos que pensaba que el capitalismo había superado sus crisis,
por medio del surgimiento de los grandes monopolios, que se podrían coordinar a
escala global y entonces invitar las crisis. RL, en cambio, sostenía que en la
época de los monopolios el capitalismo iba a llevar a crisis más graves
todavía, como grandes pulpos peleando entre sí, lejos de evitarlas. Y que los
planteos reformistas de Bernstein eran como pretender endulzar el mar de las
miserias capitalistas con cucharadas de medidas reformistas, como pretender
curar una enfermedad terminal con aspirinas. El estallido de la gran guerra en
1914 mostró que la que tenía razón en ese debate era la revolucionaria polaca,
y no el viejo teórico alemán, y la clase obrera europea no sólo perdió
muchísimas de las conquistas del período anterior, sino que se destruyó a si
misma, enfrentándose en la guerra imperialista, para defender intereses que no
eran propios sino de sus burguesías.
Volviendo al debate actual, en nuestra época que sigue
siendo la del dominio de los grandes monopolios, lo ilusorio es pretender
“convencer” a los capitalistas de buena manera de que “redistribuyan” un poco
de sus ganancias. Ya vemos cómo ellos no dudan en recurrir a la represión cada
vez más violenta para defender sus ganancias, como estamos viendo el EE con el
aumento de la escalada represiva de las últimas semanas. Por lo que detenerse a
pelear por reformas es hoy la alternativa más utópica que se puede tener, y lo
más realista, en cambio es ver la necesidad de una lucha de fondo
anticapitalista, y revolucionaria. En este sentido es que nosotros vemos hoy
que “Marx vuelve”, y estos son los debates que tenemos que comenzar a dar. Y
llegado este punto, para finalizar, me gustaría plantear algunas conclusiones:
1) Que no peleamos por la vuelta de un marxismo cualquiera,
sino de un marxismo revolucionario, con predominancia estratégica. Un marxismo
que se plantea la unidad de la teoría y la práctica, y en ese sentido,
retomamos el marxismo de Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo y Trotsky.
2) Que al día de hoy la clase obrera comienza a intervenir
en la lucha contra los planes de austeridad en Europa, y participa de procesos
más revolucionarios como en Egipto, pero aún así todavía arrastra el peso de
las derrotas de los últimos 30 años. Pero que la historia del siglo XX estuvo
plagada de revoluciones, que la potencialidad y la creatividad de la clase
obrera es inmensa, y que sin dudas en los próximos años, como consecuencia del
agravamiento de las condiciones de vida de millones de trabajadores en todo el
mundo, van a repetirse nuevas situaciones revolucionarias.
3) Que nosotros luchamos para retomar la idea del comunismo,
no como una idea abstracta, sino como un objetivo político que no debe
olvidarse por cada lucha parcial. Pero pensamos el comunismo no en la versión
estalinista, deformada y burocrática, sino como la lucha por terminar con toda
opresión y toda explotación, una sociedad sin clases y sin estado. El objetivo
de los marxistas es completamente libertario en este sentido, opuesto a cualquier
tipo de regimentación, opuesto al modelo estalinista, y para conseguirlo es
necesario avanzar con procesos revolucionarios y estados obreros transicionales
a nivel internacional, logrando superar al capitalismo y poniendo todas las
conquistas productivas al servicio de las grandes mayorías.
4) Que por todo esto nuestra perspectiva es de marxistas
militantes… Porque es necesario construir organizaciones de revolucionarios
conscientes que se preparen para esta perspectiva. Desde Clase contra clase
estamos por la construcción de un partido revolucionario en el Estado español,
y somos parte de la FT-CI junto a PTS de argentina, PTR chile, Bolivia, etc. Y
en este momento estamos construyendo en común la agrupación No Pasaran junto a
jóvenes combativos y revolucionarios, aun cuando muchos de ellos no sean
marxistas, pero estamos haciendo una experiencia y dando una pelea en común. Y
desde aca aprovechamos para llamar a todos los trabajadores antiburocráticos y
combativos, y a los jóvenes que quieren unirse a los trabajadores, a los que
vean que es necesario pasar de la indignación a la lucha consiente por la
revolución, a que se sumen con nosotros en esta pelea, los invitamos a sumarse
a No Pasaran.
Ponencia de
Josefina Martínez, integrante del Instituto del Pensamiento Socialista “Karl
Marx” de Argentina, en el seminario “La crisis capitalista y la actualidad del
marxismo”
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