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El último cóndor @ Alejandro Obregón [Colombia] |
“Quien quiera hoy día combatir la mentira y la ignorancia y
escribir la verdad, tiene que vencer, por lo menos, cinco obstáculos. Deberá
tener el valor de escribir la verdad, aun cuando sea reprimida por doquier; la
perspicacia de reconocerla, aun cuando sea solapada por doquier; el arte de
hacerla manejable como un arma; criterio para escoger a aquellos en cuyas manos
se haga eficaz; astucia para propagarla entre éstos. Estos obstáculos son
grandes para aquellos que escriben bajo la férula del fascismo, pero existen
también para aquellos que fueron expulsados o han huido, e incluso para
aquellos que escriben en los países de la libertad burguesa”. Bertold
Brecht / “Cinco obstáculos para escribir la verdad”, en El arte y la política,
Editorial Nueva Nicaragua, Managua, 1985, pp. 222-223.
“¿No tienes enemigos? ¿Cómo que no? ¿Es que jamás dijiste la
verdad, ni jamás amaste la justicia?” Santiago Ramón y Cajal,
citado en Eduardo Galeano, Los hijos de los días, Siglo XXI Editores, Buenos
Aires, 2012, p. 386.
El término Pensamiento Crítico puede resultar siendo una
abstracción y hasta tener un carácter t autológico, si no se precisa qué se
entiende por tal denominación. Una abstracción que puede convertirse en un mero
enunciado, que se repite sin mucho cuidado. Una tautología porque en rigor todo
pensamiento que amerite tal nombre debería ser crítico con todo lo existente y
consigo mismo. Pero como hoy se han entronizado en el mundo entero un conjunto
de banalidades propias de un pensamiento único, un pensamiento sumiso y un
pensamiento abyecto, adquiere sentido hablar de pensamiento crítico, no sólo
para diferenciarse de estas formas sino para rescatar la esencia de una
reflexión que no se quede en la mera contemplación, aceptación o apología de
todo lo existente. En ese orden de
ideas, y de manera algo esquemática, intentaremos precisar cuáles serían en
nuestro sentir y entender las características del pensamiento crítico, que se
encarna, por supuesto, en hombres y mujeres de carne y hueso, quienes son los
pensadores y las pensadoras críticos.
1
Es un pensamiento histórico: El sistema capitalista se
presenta a sí mismo como el fin de la historia, el mejor de los mundos, una
realidad insustituible sin pasado ni futuro y la realización plena del presente
perpetuo, que siempre gravita sobre lo mismo: sobre la producción mercantil y
el consumo exacerbado. Ni antes ni después del capitalismo se concibe la
existencia de otras formas de organización social, porque todo se sujeta al
endemoniado ritmo de la pretendida “destrucción creadora”, que promete un reino
eterno, aquí en la tierra, de opulencia y derroche. Para que todas estas
falacias se impongan se hace necesario cortar los vínculos de los seres humanos
con la historia, o mejor dicho, negar que nosotros somos seres históricos, que
estamos anclados al mismo tiempo en el pasado, el presente y el futuro, y que
en el pasado relucen los destellos de proyectos y alternativas de los vencidos
que iluminan el futuro, para que el presente no aparezca como una fatalidad que
tenemos que aceptar y contra la cual nada podemos hacer. Por eso, se ha
impuesto la amnesia y el olvido, para que aceptemos que siempre ha existido y
existirá el capitalismo, sin que podamos concebir otras formas de organización
social y otras maneras de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza.
Para enfrentar esos prejuicios sobre la eternidad del
presente capitalista, la historia debe ser un instrumento indispensable de
análisis y reflexión que nos ayude a recuperar otras perspectivas, que nos
recuerdan que el capitalismo es sola una relación social históricamente
constituida, que no representa ni mucho menos el fin de la historia. El
conocimiento histórico nos ayuda a comprender que el presente actualmente
existente es el resultado de procesos complejos en donde, entre muchas
alternativas, se impuso, a menudo con la violencia y la irracionalidad, solo
una de ellas. En breve, el pensamiento crítico se sustenta en aquella célebre
propuesta de Pierre Vilar de pensar históricamente, para ubicar, localizar,
relativizar, fechar, explicar, comprender y contextualizar todos los procesos
existentes, incluyendo al capitalismo.
2
Es un pensamiento radical:
Para develar la injusticia y la desigualdad se hace necesario ir a la
raíz misma de los fenómenos, con la finalidad de explicar sus causas
fundamentales. Esto es lo que quiere decir el término radical, hurgar en el
transfondo de los procesos, y no quedarse prisionero en el mundo de las
apariencias. Un pensamiento radical supone escudriñar sin concesiones en los
mecanismos que mantienen la dominación, la explotación y la opresión, llamando
a las cosas por su nombre, y desmontando las falacias ideológicas que se
emplean para encubrir con eufemismos la dura realidad. Por supuesto, la
radicalidad del pensamiento no es una cuestión puramente lingüística o
retórica, puesto que la misma utilización de ciertos conceptos (como
capitalismo, imperialismo, clases sociales, desigualdad) implica la adopción de
un punto de vista, que tiene consecuencias prácticas, en la vida de las
personas que asumimos ese tipo de crítica radical.
3
Es un pensamiento anticapitalista: En sentido estricto, en la actualidad un
pensamiento radical tiene que ser anticapitalista, porque durante dos décadas
se nos anunció que el mercado perfecto se había hecho realidad tras la
desaparición de la Unión Soviética y su imposición garantizaba el crecimiento
ilimitado y la satisfacción, vía consumo, de las necesidades de todos los
habitantes del planeta. Estas mentiras han quedado hechas añicos por la crisis
capitalista que se ha extendido por el mundo desde el 2008, en la que se ha
evidenciado que el costo de la crisis la pagan los trabajadores, y los pobres,
como lo estamos viendo en la Unión Europea, modelo por excelencia del
triunfalismo capitalista, pero que hoy hace agua por todos los costados y que
sitúa al mundo en la peligrosa disyuntiva fascista de la década de 1930. Si las
cosas son así y se ha hecho palpable que el capitalismo en lugar de contribuir
a solucionar los problemas de la humanidad los tiende a agravar con su lógica
mercantil, basada en el lucro y el crecimiento ilimitado, es necesario volverse
a plantear una propuesta que vaya más allá del capital.
4
Es un pensamiento abierto: Para ser radicalmente
anticapitalista es indispensable apoyarse tanto en las más diversas tradiciones
revolucionarias como en el conjunto de las ciencias y las artes. El pensamiento
crítico precisa del dialogo permanente con diversos legados emancipatorios que
se han ido construyendo durante varios siglos en distintos lugares del planeta,
entre los que sobresale el pensamiento de Marx y sus seguidores más lúcidos, el
anarquismo, el ecologismo, el feminismo, el indigenismo y todo lo que ayude en
el propósito de reconstruir una agenda de lucha contra el capitalismo y el
imperialismo. Así mismo, como nos lo han enseñado los grandes pensadores de
nuestra América y de otros continentes (como José Carlos Mariategui, Antonio
Gramsci, George Lukacs), la reflexión crítica se enriquece en un dialogo
fecundo con las ciencias y la técnica, un intercambio necesario para afrontar la
crisis civilizatoria a la que nos ha conducido el capitalismo y en la cual
todos estamos inmersos. Porque esa crisis no se comprende al margen de los
impactos nefastos y contradictorios de las tecnociencias, lo que obliga a tener
unos mínimos rudimentos sobre las mismas, que permitan esbozar una distancia
crítica y mucha mesura y circunspección.
5
Es un pensamiento que cuestiona la idea optimista de
progreso: Tras constatar los costos contradictorios de la filosofía de
progreso, con todo su cortejo de muerte y destrucción, es pertinente cuestionar
al progresismo, en todas sus variantes, y en especial el culto a la
tecnociencia, por todas las implicaciones prácticas que tiene. Hoy, cuando se
ha impuesto la razón instrumental y se ha generalizado el fetichismo de la
mercancía que alienta la lógica irracional de producir para consumir en un
círculo vicioso cada vez más destructivo, se torna urgente problematizar los
proyectos progresistas que se sustentan en el tener sobre el ser, en la
cuantificación abstracta propia de la mercancía despreciando el valor de uso,
en la idea de consumir hasta el hartazgo como sustituto del buen vivir en
condiciones dignas. La crítica a la filosofía del progreso es indispensable
para abandonar las ilusiones sobre las soluciones técnicas como forma de
resolver los problemas que ha generado el capitalismo (como los trastornos
climáticos o la destrucción de los ecosistemas), y volver a priorizar las
soluciones sociales y políticas. Por todos los avatares de los fallidos
proyectos anticapitalistas del siglo XX y de la tragedia ambiental y humana que
se vive en China, ya no es posible seguir rindiendo culto al Progreso. Esto,
desde luego, resulta una idea poco popular por la imposición generalizada del
consumo de artefactos tecnológicos en la vida cotidiana, pero que necesita
plantearse para estudiar a fondo las consecuencias nefastas de la ampliación a
algunos reducidos sectores de la población del modo estadounidense de
producción y de consumo, frecuentemente aplaudida como la máxima expresión de
progreso, y que destruye a la naturaleza y a los pobres.
Hay que decirlo, esto no supone el abandono ni de la ciencia
ni de la técnica, como frecuentemente lo sostienen quienes creen que criticar
al progreso es rechazar por completo la modernidad y retroceder a la época de
las cavernas. Más bien de lo que se trata es de rescatar lo mejor de la
modernidad para pensar en construir otro tipo de civilización ecosocialista.
6
Es un pensamiento ecologista y antipatriarcal: La
destrucción ambiental se ha generalizado en el planeta, y Colombia no es la
excepción, y más ahora con las locomotoras de la minería y el libre
comercio. El ecocidio avanza de manera
incontenible al ritmo de la expansión capitalista por los cinco continentes,
como lo demuestran las cada vez más frecuentes catástrofes sociales, que
resultan de la destrucción de la naturaleza y de la mercantilización de los
bienes comunes. Esto obliga a atender, mediante la reflexión analítica, el
estudio de los límites ambientales del capitalismo y los peligros que eso
entraña para grandes porciones de la población, en primer lugar los más pobres.
Se necesita de una nueva sensibilidad que incorpore a la crítica
anticapitalista, que ha estudiado a fondo la contradicción capital-trabajo, una
crítica de similar importancia que dilucide la contradicción
capital-naturaleza, y que involucre a todos los sujetos sociales afectados por
esta segunda contradicción. En consecuencia, el pensamiento crítico requiere
ser profundamente ecologista, en una perspectiva que sea un complemento
indispensable del anticapitalismo.
Al mismo tiempo, dados las notables contribuciones teóricas
de diversas corrientes del feminismo, en consonancia con el sometimiento de la
mayor parte de las mujeres, es prioritario que el pensamiento crítico asuma el
cuestionamiento del patriarcado y de todos sus componentes de opresión y de
marginación de la mitad del género humano.
7
Es un pensamiento nacionalista e internacionalista a la
vez: El capitalismo realimente
existente y sus ideólogos, entre los que sobresalen los neoliberales, se han
encargado de construir un falso dilema: ellos presentándose como los
globalizadores por excelencia, abjuran de todo lo relacionado con lo nacional,
como propio del atraso y de la barbarie. Esto lo han hecho con la finalidad de
justificar la entrega de la soberanía de los países y el regalo de los bienes
comunes que se encuentran en sus territorios, todo a nombre de una pretendida
modernización global. Al mismo tiempo, como respuesta a ese universalismo
abstracto, otros portavoces del capitalismo han suscitado feroces guerras
xenófobas en varios continentes, que han suscitado la xenofobia y la limpieza
étnica.
Contra ese falso dilema –entre el universalismo abstracto y
el chovinismo nacionalista-, el pensamiento crítico debe y tiene que
reivindicar otro tipo de nacionalismo, junto con el internacionalismo. No se
puede abjurar de lo mejor de la configuración nacional en nuestra América,
máxime en estos tiempos de la vergonzosa desnacionalización que han impulsado
las clases dominantes en estos países, como se patentiza en Colombia. Esto no
supone reivindicar ni mucho menos un trasnochado patriotismo barato, propio de
la mentalidad retrograda de los terratenientes y ganaderos de Antioquia y otras
regiones de este país. Quiere decir, por el contrario, postular un nacionalismo
cosmopolita, basado en la máxima de José Martí: “Patria es humanidad”. Como
quien dice, que estemos asentados en nuestro territorio, pero para comprender
mejor el mundo relacionarnos en forma más adecuada con los otros países, y no
creernos ni mejores ni peores que los demás. Ese internacionalismo, además, es
urgente tanto para recuperar las mejores tradiciones de lucha de los dos
últimos siglos en nuestra América, como para solidarizarnos y compartir las
utopías de los oprimidos del mundo entero.
8
Es un pensamiento anticolonialista y antiimperialista: Por reivindicar lo mejor de lo nacional y lo
mejor del mundo, el pensamiento crítico es, tiene que serlo, anticolonialista y
antiimperialista, porque hoy se ha reforzado el colonialismo, que había sido
seriamente debilitado en la década de 1960 con la extraordinaria lucha de
liberación nacional que adelantaron los pueblos africanos y asiáticos, cuya
gesta hizo gravitar la historia universal entrono a lo que por entonces se
llamaba el Tercer Mundo. Esta epopeya anticolonialista generó imperecederos
aportes intelectuales al pensamiento universal, representados en la obra de
Franz Fanón, Walter Rodney, Amílcar Cabral o Aimé Césaire. Como ha quedado en
evidencia hoy, el colonialismo en realidad nunca desapareció, sino que más bien
se encubrió bajo otros mantos y emergió con toda su fuerza en las últimas
décadas, asumiendo el viejo discurso eurocéntrico con la retórica de la
globalización. Esta nueva conquista, la colonización externa, en el caso de
nuestra América, viene acompañada de ese otro fenómeno que existe en este
continente desde hace cinco siglos, pero del que poco se habla, del
colonialismo interno, agenciado por las clases dominantes para mantener sus
privilegios a costa de la exclusión, discriminación y explotación de indígenas,
afrodescendientes y mestizos pobres.
La nueva colonización es también, como siempre lo fue,
cultural, y ahora académica, porque de los centros hegemónicos de la cultura
universitaria se imponen nuevas modas intelectuales, que desdicen y niegan de
lo propio de la realidad de nuestro continente, de sus procesos de lucha y de
sus propios proyectos culturales, para implantar un lenguaje artificial e
impostado, elaborado para congraciarse con los nuevos imperialistas y sus mandarines
intelectuales. En consecuencia, el pensamiento crítico debe estar atento a
beber de lo más diversas fuentes, pero sin caer en las tentaciones de la
novedad y de las modas efímeras, impuestas desde Nueva York o desde Paris.
9
Es un pensamiento que reivindica a los oprimidos de todos
los tiempos y a sus luchas: El pensamiento crítico pretende develar los
mecanismos de explotación y opresión en el presente, apoyándose en una visión
histórica en la que emergen los sujetos que se han rebelado contra las diversas
formas de dominación en diversas épocas. El conocimiento de los procesos
históricos señala que incluso en las peores condiciones, como en la época de la
esclavitud moderna, que perduró cuatro siglos (entre 1500 y 1890), hubo
protestas, sublevaciones y rebeliones, propias de lo que puede llamarse la
hidra de la inconformidad de los plebeyos. Cual hidra mitológica que renace
aunque se le destruya la cabeza, lo mismo ha sucedido en diversos momentos de
la historia del capitalismo, cuando a pesar de la tortura, persecución y
asesinato de líderes y dirigentes populares, la protesta de los subalternos
reaparece una y otra vez. Estudiando las luchas de los vencidos, se alimenta el
fuego de la inconformidad en el presente, porque aquéllos nos acompañan desde
la posteridad, con la memoria de sus acciones, de acuerdo al postulado de
Walter Benjamin de no pedir “a quienes vendrán después de nosotros la gratitud
por nuestras victorias sino la rememoración de nuestras derrotas. Ese es el
consuelo: el único que se da a quienes no tienen esperanza de recibirlo” 1 . En
resumen, el síndrome de Espartaco basado en el lema “Me rebelo, luego existo”,
debería sintetizar la rememoración de los que han luchado en todos los tiempos,
un componente indispensable del pensamiento crítico.
10
Es un pensamiento comprometido y no meramente
contemplativo: Los enormes problemas
que afronta el mundo actual, agravados todavía más en nuestro continente por la
dependencia y servilismo de las clases dominantes, requieren tanto de una
reflexión seria y rigurosa, como del involucramiento de esa reflexión con los
problemas de la gente común y corriente. En pocas palabras, se trata de que el
pensamiento se encarne en sujetos concretos para devenir en praxis
transformadora, a la luz de los problemas específicos que afronta la mayor
parte de la población. No estamos hablando de una instrumentalización
artificial de las ideas, que abjure de la importancia de la reflexión y que
desprecie el trabajo intelectual, sino de la necesidad de vincular, de alguna
manera, esas reflexiones con los problemas reales de la gente. Me gusta
reivindicar nuestra actividad como propia de los trabajadores del pensamiento,
como lo hacia Julio Antonio Mella cuando decía: “Intelectual es el trabajador
del pensamiento. ¡El trabajador!, o sea, el único hombre que a juicio de Rodó
merece la vida, es aquel que empuña la pluma para combatir la iniquidades, como
los otros empuñan el arado para fecundizar la tierra, o la espada para libertar
a los pueblos” 2 . Si situamos la elaboración de pensamiento
crítico como un trabajo, y no como una refinada actividad especulativa al
margen del mundo real, tendremos más oportunidad de vincularnos con el resto de
trabajadores, incluyendo a los que con sus manos laboran la tierra o fabrican
las cosas. Así podríamos declarar, a nuestra actividad como una artesanía del
pensamiento, una artesanía que genera productos intelectuales que, directa o
indirectamente, deben tener alguna utilidad para la gente.
Por otra parte, el pensamiento crítico no abjura de sus
compromisos y por eso sabe que es perseguido y reprimido, porque pretende
encarnar otro proyecto de mundo y de sociedad, que resulta insoportable para
los detentadores del poder y la dominación en nuestro tiempo, donde quiera que se
encuentren. El pensamiento crítico hace suya la consigna del filósofo de
Tréveris, su undécima tesis: “Los filósofos se han limitado a interpretar el
mundo, de lo que se trata es de transformarlo”.
En ese mismo sentido, el pensamiento crítico además de estar
comprometido con los pobres y desvalidos, es un pensamiento alternativo, porque
con ellos busca elaborar propuestas anticapitalistas, planteando que otro mundo
es posible y necesario, si no queremos que el capitalismo sea el fin de la
historia en el sentido literal de la palabra, si dejamos que nos destruya a
todos y a nuestro planeta.
11
Es un pensamiento universitario y extrauniversitario al
mismo tiempo: La universidad pública ha sido una conquista de las sociedades
latinoamericanas, conquista lograda con mucho esfuerzo y con el sacrificio de
estudiantes y de profesores. Durante mucho tiempo se ha buscado que esta
universidad fuera un espacio democrático y popular, lo que efectivamente se
logró en algunos países de la región, México es el principal ejemplo. En los
demás, a pesar de los obstáculos, la universidad pública ha sido durante algún
tiempo el faro intelectual que alumbraba con ideas y proyectos transformadores,
que incidieron fuera de los campus universitarios. Ahora estamos asistiendo a
la transformación de la Universidad Pública en un mercado educativo que vende
servicios y quiere convertir a profesores y estudiantes en oferentes y clientes
de combos mcdonalizados. Para hacer realidad ese propósito es indispensable
erradicar de los campus a todos aquellos que cuestionen, critiquen y duden, ya
que la universidad de la ignorancia requiere profesores, estudiantes y
funcionarios obedientes y sumisos. En concordancia, la consigna de los
mercaderes de la educación es erradicar el pensamiento crítico del mundo
universitario, so pretexto de que no es ni útil ni rentable. Esa es la
situación que hoy afrontamos de manera directa todos los que hemos hecho de la
universidad pública nuestro proyecto de vida. Es necesario, entonces, defender
ese territorio democrático de los embates del capital nacional y extranjero,
para preservar la libre exposición y discusión de ideas, proyectos y propuestas
para construir naciones y sociedades justas e igualitarias.
Puesto que el mundo universitario solamente representa a un
ámbito reducido de la población y grandes problemas de la sociedad son asumidos
por organizaciones populares, que construyen sus propios instrumentos
analíticos, es necesario que el pensamiento crítico se relacione con esos
proyectos y esas luchas, para que aprenda de ellas y se nutra de esas
experiencias, a las que luego podrá realimentar en forma dialógica. Es decir,
el pensamiento crítico también se construye fuera de los espacios
universitarios, en la calle, en la plaza pública.
12
Es un pensamiento digno: Para terminar, deben mencionarse
las implicaciones éticas del pensamiento crítico, lo cual está relacionado con
los intereses que representa, con las fuerzas sociales de las que aprende, se
nutre y a la vez alimenta, y a los valores que defiende. Al respecto, la
dignidad es una de sus características distintivas. Por dignidad entendemos
muchas cosas, entrelazadas y complementarias: la independencia de criterio; la
libertad de critica; la insubordinación; la defensa de los desvalidos; el
valorar a las cosas por lo que son y no por su precio monetario; asumir los
costos y las consecuencias de lo que se dice sin hacer concesiones ni traficar
con los principios morales; no arrodillarse ni subordinarse a los amos y
poderosos, a cambio de retribuciones, o reconocimientos formales, que buscan la
claudicación; y, mantenerse al lado de los oprimidos sin importar que eso
implique la marginación y la criminalización. El pensamiento digno no se vende
por unas cuantas migajas, no se desmorona ante las lisonjas y halagos
interesados de los mercachifles del saber y de la investigación, no se
subordina a los dictados de la figuración mediática propia de la sociedad del
espectáculo, no escribe ni diserta sobre aquello que proporcione dinero y fama,
no negocia con el saber como si fuera una mercancía, no se cotiza en la bolsa
de valores del arribismo intelectual. Quienes cultivan el pensamiento crítico
caminan con rectitud con la frente bien en alto, por un sentido acendrado de
dignidad, y no como le sucede a los portavoces de la mentalidad sumisa, por
desgracia la vasta mayoría que, como lo afirma el dramaturgo italiano Darío Fo,
“andan erguidos porque la mierda les llega hasta el cuello”.
Notas
1. Citado en Michael Lowy, Walter Benjamin, aviso de
incendio. Una lectura de las tesis “sobre el concepto de historia”, Fondo de
Cultura Económica, Buenos Aires, 2005, pp. 135.
2. Julio Antonio Mella, “Intelectuales y tartufos”, en
Escritos revolucionarios, Siglo XXI Editores, México, 1978, p. 44.
Texto leído
en el evento En defensa del pensamiento crítico, realizado el miércoles 9 de
mayo de 2012 en la sede de la Universidad Pedagógica Nacional.