
Especial para Gramscimanía |
Tal como habíamos anticipado en nuestra última entrada, en
esta oportunidad, veremos cómo Gramsci elabora una crítica despiadada al modo
en que en el Ensayo Popular se trata el tema de la “realidad del
mundo exterior”.
Desde la primera proposición, Gramsci deja sentado su
desacuerdo con el modo en que se plantea el tema. “Toda la polémica contra la
concepción subjetivista de la realidad, con la ‘terrible’ cuestión de la
‘realidad objetiva del mundo exterior’ se plantea mal, se lleva peor y es en
gran parte fútil y ociosa.” (p. 31) Para Gramsci tanto el desarrollo del
problema en el manual como en la ponencia que Bujarin realizara en el II
Congreso Internacional de Historia de la Ciencia y la Tecnología de Londres,
responde más a un “prurito de pedantería intelectual” que a una necesidad
lógica a la hora de explicar o dar cuenta de los principales problemas del
materialismo histórico.
Pero más que nada, la cosa es futíl, de poca
importancia, por el hecho de que ninguna persona común anda por la vida
preguntándose sobre la existencia o no del mundo externo, para el lego éste es
real y ya. Dicho de otro modo, desde el sentido común se cree en la objetividad
del mundo exterior.
Gramsci sostiene que dicha creencia tiene su origen en la
religión. Como enseñan las religiones, precisamente, el mundo, la naturaleza,
el cosmos, fueron creados por dios antes de la creación del ser humano. Por lo
tanto, el hombre ya encontró el mundo creado. Esta creencia ha trascendido la
religión y se ha incorporado al sentido común estando presente aún cuando el
sentimiento religioso ha desaparecido. Criticar el subjetivismo desde este lado
implica un peligroso retorno al sentimiento cuasi-religioso. Gramsci sostiene
que incluso la iglesia católica[1] en pos de
criticar las posiciones idealistas subjetivistas hace uso de una crítica
similar. En realidad, el subjetivismo, que Bujarin insinúa tiene un origen
religioso por haber sido expuesto por el arzobispo Berkeley su primer gran
exponente leyendo una relación lineal entre la función del intelectual y su
obra, más que una concepción religiosa, es una forma de pensar que se encuentra
lejos del dogma y es criticado por el dogma.
“El reproche que debe hacerse al Ensayo Popular es haber presentado la concepción subjetivista tal como aparece según la crítica del sentido común y haber elegido la concepción de la realidad objetiva del mundo exterior en su forma más trivial y acrítica, sin sospechar siquiera que se puede hacer a ésta la objeción de caer en el misticismo, como efectivamente se ha hecho.” (p. 34)
Para el marxista italiano el eje de la cuestión pasa por
otro lado. Más bien lo que habría que preguntarse es cómo puede ser que en el
sentido común la pregunta por la realidad del mundo exterior cause más que
admiración por la reflexión filosófica, una carcajada o lisa y llanamente, la
burla cruel. Para Gramsci, la cuestión muestra a las claras la distancia que
existe entre el representante intelectual de la alta cultura y las masas
populares y su saber cotidiano; del abismo que existe entre el lenguaje de la
filosofía, “una suerte de jerga que
produce el mismo efecto que el lenguaje de Arlequín” y el lenguaje popular.
El filósofo de la praxis debe buscar el significado de esa burla, el por qué de
la pregunta y la indagación de parte del intelectual y la risa de parte del
lego. El subjetivismo, al sostener que el mundo es una creación del espíritu,
no ve que el hombre como ser social sobre la base de las relaciones sociales de
producción en pos del desarrollo de las fuerzas productivas elabora todo una
súper-estructura ideológica relacionada dialécticamente con la base
estructural. La explicitación de esto de por sí anularía toda discusión
sobre la inmortalidad del cangrejo o el sexo de los ángeles.
A continuación, Gramsci sostiene que no obstante lo
expresado, el filósofo de la praxis debe hacerse cargo de la crítica al
subjetivismo y al solipsismo apuntando a los más importantes exponentes de esta
tradición a los cuales debe impugnar mediante el desarrollo de los principales
aspectos de su filosofía de la praxis o al menos, tomar de su obra algunos
aspectos parciales y los valores instrumentales si los hubiera. En realidad,
Gramsci está pensando en Hegel. Para el marxista italiano, desde la filosofía
de la praxis se debe demostrar que el subjetivismo ocupó un lugar importante en
la historia de la filosofía como crítica a la filosofía de la trascendencia
(aquí se rescata nuevamente el valor del hegelianismo) y la metafísica ingenua
del materialismo filosófico.
Por otro lado, hay que conceder que de algún modo los
hombres creamos el mundo pero no como sostiene el subjetivismo sino por medio
de la praxis. Para Gramsci y siguiendo en esto a Engels y por supuesto a Marx
lo objetivo (del mundo exterior o de cualquier otra cosa) es lo humanamente objetivo,
lo cual es equivalente a históricamente subjetivo. Lo objetivo significa, desde
esta perspectiva, universal subjetivo.
“El hombre conoce objetivamente en la medida en que el conocimiento es real para todo el género humano; pero este proceso de unificación histórica se produce con la desaparición de las contradicciones que constituyen la condición de la formación de los grupos y del nacimiento de las ideologías no universales concretas, pero que el origen práctico de su sustancia hace inmediatamente caducas. Existe por tanto, una lucha por la objetividad (por librarse de las ideologías parciales y falaces) y esta lucha es la misma que se libra por la unificación cultural del género humano. Lo que los idealistas [podríamos decir hegelianos, JAGD] llaman espíritu no es un punto de partida sino un punto de llegada, el conjunto de las súper-estructuras en devenir hacia la unificación concreta y objetivamente universal y no ya un presupuesto unitario…” (p. 35)
Para Gramsci, la forma de conocimiento que más ha contribuido
a unificar el “espíritu” a universalizarlo es la ciencia natural de su época.
“Es la subjetividad más objetivada y universalizada concretamente”. (p. 35) En
esto Gramsci es, por así decirlo, muy engelsciano. El experimento científico
además de iniciar una revolución en las ciencias y marcar el paso de un modelo
antiguo al modelo moderno de cientificidad es un hito en la relación del hombre
con la naturaleza. El experimento científico marca el comienzo en la dialéctica
hombre-naturaleza y es clave para comprender cómo se da la transformación de la
misma para el desarrollo de las potencialidades humanas. “El científico-experimentador es también un obrero, no un pensador
puro, y su pensar es controlado continuamente por l práctica y viceversa, hasta
que se forma la unidad perfecta entre la teoría y la práctica” (p. 36);
esto es la praxis.
En definitiva, sólo conocemos la realidad en relación con el
hombre. Realidad fuera del hombre es igual a misticismo. Por demás debe siempre
ponderarse el costado histórico. Por ejemplo, los puntos cardinales no
existirían de no ser por el hombre, por las convenciones culturales, esto es
histórico-sociales de los seres humanos. No tiene sentido pensar en la
existencia de dos puntos en el espacio si no es por la necesidad que el hombre
tiene de pensarlos, necesidad que es una necesidad práctica. Es más… “sin pensar en la existencia del hombre no
se puede pensar que se piensa, no se puede pensar en general en ningún hecho o
en ninguna relación que sólo existan cuando existe el hombre”. (p. 37)
No se puede comprender la filosofía de la praxis sin antes
comprender que la verdad y la objetividad se dan en la práctica, sin comprender
rigurosamente el concepto de praxis, sin comprender las diferencias que existen
entre ella y el idealismo y materialismo clásicos, algo claramente expuesto por
Marx en sus dos primeras Tesis sobre Feuerbach. “No es exacto que en la
filosofía de la praxis la idea hegeliana haya sido sustituida por el concepto
de estructura como afirma Croce [aquí Gramsci cuestiona la idea de la inversión
de la filosofía de Hegel que llevaría a cabo Marx para elaborar el materialismo
histórico, JAGD]La idea hegeliana se resuelve tanto en la estructura como en
las súper-estructuras y todo el modo de concebir la filosofía ha sido
historificado, es decir, se ha iniciado un nuevo modo de filosofía, más
concreto e histórico. (p. 38)
En la próxima oportunidad nos encargaremos del juicio de las
filosofías del pasado y de la relación entre la inmanencia y la filosofía de la
praxis.
Nota
[1] Gramsci dice
que es el modo de proceder de los Jesuitas, los neo-escolásticos que
intentaron absorber el positivismo utilizando un razonamiento como el que
sigue: “Los idealistas son los que creen
que este campanario existe solamente porque tu lo piensas; si tu no pensases,
el campanario dejaría de existir”.