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Foto: José León Tapia |
Especial para Gramscimanía |
Está
suficientemente demostrado que la lengua es la mayor potencia del hombre para
realizarse. Bien vale la pena que encuentre su justo desarrollo colectivo,
social, sin atender a intereses extraños y menguados. La misma paz de nuestro
mundo espacial, de nuestro mundo cibernético, depende en gran parte del poder
persuasivo de la lengua, utilizada en su alta misión vinculatoria y salvadora.
En ese sentido, Novalis, citado por Serrano Poncela (1971), afirmaba que: ...la
poesía es el arte de construir la salud trascendental: el poeta, por
consiguiente, es y debe ser el médico trascendental. Y es precisamente uno de
estos médicos, un artífice, un alquimista de la palabra quien hoy nos ocupa:
José León Tapia Contreras (Barinas, 1928-2007), narrador, historiador,
cronista, testigo de su época y de su entorno, pedagogo, periodista, biógrafo,
fabulador, ensayista, crítico, curioso, pero sobre todo poeta… quien nos ha
dejado una obra a través de la cual intenta reencontrar el misterio de la
inconformidad, en donde subyace el enigma de lo humano.
En sus obras asume José León Tapia la defensa
irreductible del oficio de escritor, y nos revela que es un hombre viviendo en
permanente estado de creación, descubriéndose como un poeta que sostiene la
dignidad absoluta de la palabra, contra toda concesión a lo primario, a lo
inmediato, a lo fácil, a lo formal, a lo promiscuo. Hay en sus obras,
ardorosamente fundidos, la fuerza instintiva de la frase y, a ratos, un cauce
subterráneo que lo emparenta con el símbolo. El autor hurga, con férrea
voluntad, una atmósfera de llamas levantada en torno suyo, mientras cuenta y
canta sin detenerse en dudas o vacilaciones, con un claro y preciso tono
discursivo que eleva el texto a la categoría de paradigma. Sus libros están
escritos en limpia prosa, pero el poeta atisba desde los arrecifes del verso y,
valiéndose de las imágenes y de los símbolos, navega hacia los niveles más
profundos de su psiquis, alcanzando, en último grado, la disposición momentánea
del Yo, para lograr, como lo quería Lautreamont: ...una especie de exaltación
angélica a través de la cual el alma entrevé los esplendores situados más allá
de la tumba.
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Foto: José León Tapia |
El
autor, con entereza, con tesón y energía que sólo explican un elevado ardor,
recorre los más recónditos lugares de nuestra geografía (con preferencia por la
llanura desolada), buscando en los ríos, en los caminos, en los lugares de los
acontecimientos y, fundamentalmente, en la nostalgia, en los recuerdos y en las
consejas de los sobrevivientes, la huella viva de esos protagonistas olvidados,
quienes cabalgaron sobre la tierra venezolana su aventura libertaria, en el grado diverso de la claridad y firmeza de sus
principios y de la conciencia de sus objetivos. En toda esta obra asistimos al
singular poder descriptivo del autor, su garra de narrador, el estilo – aunque
tradicional -, dotado asimismo de la inagotable fascinación de la novela de
aventuras. Una exaltación del personaje libertario, un retorno al candor de la
naturaleza, que actúan, por debajo del deleite y la desenvoltura impresos a la
fábula, como afilada crónica de imputación. Todo lo cual convierte a estas narraciones,
fábulas, rapsodias, anécdotas, leyendas en una afinada suma de estructuras en
donde el testimonio, la confesión, el recuento, la poesía, el drama y la
historia, son pliegues a través de los cuales se filtra el mito, generador de
los saberes provenientes del amor y la nostalgia: atmósferas múltiples que
concretan el espacio poético de una endurecida selva poblada de sentidos, cuyo
relato es indagación y marcha, una senda ficcional y existencial que rememora
el itinerario de la imagen, del vértigo, de la locura, de la música, del
cuerpo, de las inmensidades cálidas de la geografía venezolana: espacios que
reflejan la naturaleza precaria y poética de la cual nacen las pulsiones y las
esperanzas. Tal vez por eso ha dicho José Carlos De Nóbrega (2008) que: El
decir poético del discurso narrativo de este curandero de cuerpos y almas es
indiscutible, de honda raigambre oral, popular y humanista; parte de la
problemática y maravillosa convivencia con los fantasmas de su pueblo y de su
personal memoria, sin un llorón apego necrológico, pero sí en tanto lucha
insomne que nos aferra a la vida que nos bendice y ennoblece.

Éste
es un libro autobiográfico que recoge los años de infancia y juventud del
autor, así como sus primeras luchas de médico con vocación de servicio social,
y su periplo existencial, profesional y literario. Hay aquí historias
familiares, historias de la ciudad (algunas veces Barquisimeto, otras Caracas,
pero, casi siempre, Barinas), historias fantásticas de muertos y aparecidos,
historias de personajes, de sucesos insólitos, referencias a sus obras
cardinales. Todo salpicado con el ingenio y la gracia de seres sencillos que
disfrutaban llevando de la mano a un niño, para acompañarlo en su
descubrimiento del mundo. Pero la constante es la reflexión del autor sobre su
entorno socioeconómico y sobre los valores de su gentilicio.
En
estas páginas denotamos rasgos definitorios de toda su obra, tales como: la
densidad, la profundidad, el compromiso militante y ese subterráneo temblor
lírico expresado en una palabra, en un giro sintáctico, en una atmósfera de
tensión, en la descripción de un suceso, en la narración de un acontecimiento
real o fabulado, en una copla, en un verso. Es el halo que las circunda, el
puente de comunicación con las formas literarias, su verificación de
interdependencia con respecto a la historia, la pedagogía, la sociología, el
uso doctrinario del lenguaje. Por supuesto: el autor no se ha propuesto ser
lírico: es una condictio que viene dada como una gracia espiritual, especie de
toque último de dedos que perfecciona los textos elevándolos de categoría:
barniz que contribuye a dotarlos de eficiente finalidad, sumergiendo a los
lectores en cierto temple afectivo que les hará porosos a los textos,
apresándoles mejor en su orbe y tensando su sensibilidad. Porque el lugar puede
construirse, los problemas provocan a la intervención y, además, la realidad
permite pocas alternativas. Es posible encontrar argumentos nuevos y mejores
para criticar el conformismo frente a lo realmente existente como si fuera lo
único posible; la celebración erotizada del poder; la placidez autosatisfecha e
indiferente; el cinismo, que antes se usó como arma de la crítica a los
poderosos y hoy parece ejercerse únicamente sobre los progresistas.
En
esta obra observamos otra de las constantes en los textos de José León Tapia:
profundizar en los acontecimientos de la Historia de Venezuela (y de la propia
historia personal) para entresacar alguna anécdota, algún personaje, alguna
gesta (por insignificante que ella sea) para,
a partir de allí, edificar sus páginas, en un maravilloso deambular
desde las pinceladas hasta el detalle: desde la historia menuda, enfoca la Gran
Historia, para llenarla de vivacidad, de cuadros, de dramas. El autor nos
coloca como lectores frente a un gran mapa en donde podemos leer los signos del
desplazamiento, la destrucción y la construcción de ambientes, personajes y
acontecimientos, en una técnica literaria que pone en diálogo las perspectivas
del tiempo narrado, tanto desde el punto de vista ficcional como
histórico.
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Foto: Calle de Barinas |
En
estos textos, José León conserva el frescor de la dicción espontánea, sin
arreglos cultos, iniciado en sus textos precedentes y que es el leit-motiv de
toda su obra. Allí está la vigilia perenne, la fidelidad severa y profunda
expresada en su realismo alucinante. Lentos y exquisitos personajes fantasmales
enriquecen estas páginas, a través de los cuales el autor revela un acento de
afiebradas búsquedas interiores. En estas páginas, la voz de José León deviene
renovada y lúcida, asentada y equilibrada en una base coherente, en donde el
quehacer narrativo se reviste de cierta altivez creadora y va dejando al
impulso severo de la imagen un pensamiento lógico, ceñido a las luminosas
secuencias anecdóticas. Predomina un cuadro social contemporáneo, con un
lenguaje enumerativo, tipificante y clasificatorio, puesto al servicio de un
inventario de hombres, objetos, modas y costumbres. Aquí está la confesión
dolorosa de su autor sobre su participación, como protagonista, de la historia
del ejercicio de la medicina en su Barinas natal, narrada, como es su
costumbre, por fragmentos o pequeñas historias, las cuales tienen su desenlace
en los mismos paisajes y escenarios de sus obras anteriores.
En
estas páginas, el ritmo de la prosa y el colorido de las imágenes proceden de
la entera vida sensitiva del autor, y el matiz poético de sus palabras está
definido por el rescate del profundo pozo de la memoria colectiva y la
intervención del hilo que tienden otras obras suyas, las cuales facilitan su
expresión, desnudando y dándole existencia a su voz melancólica. En tal sentido
es emblemático el fragmento final de la obra:...Nunca he tratado de hacer
literatura sin un basamento real donde inspirarme, pues no me han interesado
las abstracciones de estilo, géneros literarios, experimentalismos de lenguaje,
todo tan de moda en la crítica literaria (...) No entiendo esa literatura donde
se impone sólo la palabra, como instrumento de arte (...) Narro con el mismo
lenguaje con que me expreso en la conversación cotidiana (...) A este encanto
en el relato debo muchos lectores y la satisfacción de una discreta resonancia
que ha vencido el vacío dejado por mi vida de médico que durante años colmaba
mis inquietudes (...) Queda para la posteridad, mi romántica concepción del
ejercicio profesional y el orgullo de haber iniciado en la ciudad de mis
ancestros la cirugía moderna (...) Además, el alma de mis escrituras, que tal
vez tarde más tiempo en olvidarse.
Referencias
bibliográficas
De
Nóbrega, J. C. (2008). Una aproximación heroica de Julio Rafael Silva Sánchez a
la obra de José León Tapia. Disponible en: http://salmoscompulsivos.blogspot.com/2008/html.
Consultada: 10/10/08.
De
Ríquer, M. (1987). Historia de la literatura universal. Barcelona: Planeta.
Fortini,
F. (1962). El movimiento surrealista. México: Unión Tipográfica
Hispano-Americana.
Serrano
Poncela, S. (1971). La literatura occidental. Caracas: Ediciones de la
Biblioteca de la UCV.
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Julio R. Silva Sánchez |
El presente trabajo es un fragmento del prólogo a la obra Vencido por la nostalgia, de José León Tapia (Caracas, 2008, El Centauro, Ediciones, 139 páginas).