
La revolución pasiva tanto en su carácter de categoría de
análisis histórico, como cuando es la base del análisis político, se refiere
específicamente a una fase o época histórica determinada.
Para Gramsci significa que una misma categoría adquiere
contenido diferente según la clase y, por tanto, la fase histórica que explica,
y según si se trata del ascenso de una clase o su crisis: las hegemonías
burguesas y proletaria, son en esencia distintas en sí, y su contenido es otro,
según si con ello se habla de la fase de ascenso o decaimiento de la clase en
cuestión.
El fondo gnoseológico de este historicismo, es la afirmación
de Marx en el sentido de que ninguna sociedad desaparece sin haber agotado sus
posibilidades de desarrollo y que ninguna nueva surge sin que existan para ello
las condiciones materiales.
Es este contexto que la revolución pasiva intenta
explicar y por ello se refiere más estrictamente a la fundación del nuevo estado
burgués o “modernización del estado”, por una parte, o a la crisis e intentos
de adaptación a ella por parte de la burguesía en la fase actual del
capitalismo avanzado (fascismo y americanismo), por la otra.
Partiendo de los “cánones” de Marx (1859) antes citados, la
revolución pasiva se constituye en la teoría de transición gramsciana y con
ello contribuye a un enriquecimiento extraordinario del marxismo. Es con base
en ella que Gramsci desarrolla su teoría de la revolución adecuando su
“actualidad” a la situación histórica concreta (de esta fase del capitalismo).
Además, es también a partir de la teoría de la revolución pasiva como teoría de
la transición que Gramsci elabora su teoría del estado, teoría de la hegemonía
y las bases de una nueva estrategia, la guerra de posiciones. La teoría
gramsciana en su totalidad, construida a través de las categorías de revolución
pasiva, hegemonía, príncipe moderno, etcétera, es un intento de respuesta a la
pregunta que la filosofía de la praxis y el movimiento obrero se plantean
constantemente: “cómo nace el movimiento a partir de una determinada estructura
económica”. En otras palabras, cuál es la relación, en una época histórica
determinada por la ampliación del estado, la socialización de la producción, la
crisis y la irrupción de las masas organizadas, entre las clases y la lucha por
el poder.
La revolución pasiva explica el sustrato “estructural” que
define la lucha de clases a esta altura de desarrollo del capitalismo: define
la época de una nueva guerra entre las clases, un nuevo proceso revolucionario
que es la construcción de un nuevo bloque histórico, de una nueva relación
entre estructura y superestructura.
La revolución pasiva como caracterización, en fin, del
proceso de transformación de dos épocas distintas, de ascenso y declinación
históricos de la burguesía, es la clave para entender las demás categorías
gramscianas. Profundizando en ella se hace posible comprender tanto el sentido
filosófico, la metodología, como el significado teórico del pensamiento
gramsciano.
La revolución pasiva es también clave de interpretación de
los Cuadernos de la Cárcel, porque engloba y de alguna manera
resume ambos aspectos inseparables del pensamiento gramsciano: la teoría
del estado como teoría de la historia y de la política al mismo tiempo. La
relación entre lo lógico y lo histórico que es inherente a la teoría de la
revolución pasiva, el historicismo absoluto convierte a las categorías gramscianas
en instrumentos de análisis histórico-político del proceso social real.
La teoría de la
historia
El núcleo de la teoría de la historia como teoría de la
revolución pasiva, consiste en términos generales en el análisis del
surgimiento, formación y desarrollo del estado moderno (burgués-capitalista).
Este proceso de formación del estado moderno se identifica
con lo que Lenin llama el ciclo de las revoluciones burguesas: revoluciones
tanto en sentido amplio como en el estrecho. Y esta formación del estado es concebida
por Gramsci también como lucha de clases, en una determinada época, en la que
la subversión de las relaciones sociales resulta en una nueva formación
económico social.
La observación de varios procesos revolucionarios de la
burguesía, de su ascenso y consolidación en el poder, lo lleva a la conclusión
(igual que a Lenin) de que, en principio, ha habido dos tipos de
manifestaciones de este mismo proceso en Europa. El estudio de este proceso de
acceso al poder de la burguesía, reviste importancia política extraordinaria en
el pensamiento gramsciano porque, para él, el modo como ha sido conducido y los
caracteres que ha adquirido, son los que han determinado el carácter mismo, los
que han condicionado las particularidades de la burguesía como clase, a lo
largo de toda su existencia; por lo tanto, son importantes políticamente a la
nueva clase porque le describen correctamente el tipo de enemigos a vencer y
sus peculiaridades clasistas.
Es así, como ya se dijo, que la teoría del estado como
teoría de su formación y caracteres actuales, en cuanto función productiva de
las clases, se convierte en el centro de su teoría de la historia y de la
política a la vez. El estado como resultado del movimiento histórico-político y
síntesis de la relación entre las clases, eje de toda la reflexión gramsciana,
es también índice de las raíces leninistas de su pensamiento político para el
que rige también la primacía de la política y la centralidad de la cuestión del
estado en la teoría revolucionaria.
El jacobinismo: el modo clásico de formación del estado
burgués y es el proceso revolucionario francés de 1789. Este es “clásico” y
universal en el sentido de que constituye una ruptura, un parteaguas en la
historia de occidente, que la divide en dos épocas distintas. Es también
clásico porque “ha creado una mentalidad”, por haberse constituido en una nueva
concepción del mundo que inaugura una nueva civilización. También es clásico
por el radicalismo único de los jacobinos que no ha sido superado por ninguna
otra historia nacional.
La fuerza de la burguesía francesa en contraposición a
otras, se expresa de manera directa o inmediata en el hecho que ella contó con
intelectuales orgánicos que interpretaron y teorizaron sus intereses, sus
vicisitudes de hacerse estado, su manera de someter a las demás clases. De
Hobbes a Rousseau, del absolutismo a la democracia directa, el desarrollo de la
filosofía y la teoría política burguesa, se corresponden exactamente al
desarrollo y a las exigencias de la nueva clase.
La fuerza de la burguesía clásica, tiene su razón de ser en
la historia económica de este país y se expresa directamente, se traduce en el
hecho de una relación directa, orgánica con los intelectuales que hacen que el
nuevo estado surja sobre la base de una reforma intelectual y moral; en la
conformación de una voluntad nacional-popular. Así se hace posible una
revolución radical, hasta las raíces, que abarca desde la reforma agraria, la
participación de las masas en la vida estatal (nuevas leyes) hasta las nuevas
concepciones filosóficas que no solamente expresan, sino muchas veces
anticipan, las necesidades del desarrollo de la clase.
El nuevo estado es impuesto por el terror jacobino, por las
nuevas leyes (constituciones, derechos del hombre, etcétera), por las guerras
napoleónicas que difunden los nuevos principios a nivel europeo. Gramsci
analiza la revolución francesa y el estado surgido de ella, encontrando en él
la forma clásica, sin embargo única, de conquista de poder: un estado en el que
habría el justo equilibrio entre estructura y superestructura, entre potencia
económica de la clase y forma de estado; entre sociedad civil y sociedad
política. En otras palabras, la burguesía francesa como clase subalterna fue
capaz de conquistar la hegemonía antes aún de llegar al poder: supo ser clase
dominante con respecto a las viejas clases y dirigir el vasto movimiento de las
demás que supo encabezar.
La clasicidad de este movimiento deviene del hecho que la
conquista del poder viene a ser consecuencia madura no sólo de la potencia
económica de la clase, sino también del proceso de formación de una voluntad
nacional-popular, que a su vez fue resultado de una profunda reforma
intelectual y moral que la afirma en la historia (Racionalismo, enciclopedia,
ilustración, etcétera).
La culminación más soberbia de este proceso sería el
jacobinismo, la dirección más radical que hace avanzar a la burguesía “más
allá” de lo que podría permitirse como clase. Serán el Thermidor y las derrotas
internacionales, las que habrán de obligar a la revolución francesa volver de
este “más allá” a su justo tiempo.
El valor histórico de los jacobinos “fundadores del nuevo
estado” y “encarnación del Príncipe de Maquiavello”, estaría dado por el hecho
que fueron capaces de dar fisonomía estatal a la burguesía; por hacer que ésta
pudiera rebasar sus intereses “corporativos” y su expansión fuera la de la
sociedad en su conjunto, elevando a la masa de la nación a un grado más alto de
civilización y cultura, acorde con las exigencias de las nuevas fuerzas
productivas.
La clasicidad de la revolución francesa, en cuanto que “crea
una mentalidad” consiste sobre todo en la fundación de un estado con la
participación de las masas. Esta clasicidad encontrará una verificación —a un
nivel más alto en otro espacio histórico: con los bolcheviques, quiénes con
justa razón, se reclamarán los herederos históricos de los jacobinos.
Revolución pasiva
como alternativas al jacobinismo
Como ya se dijo, el “modelo” jacobino, no fue tal. Creó, sí,
una mentalidad pero no fue repetido en la historia nacional de los demás países
europeos. Estos siguieron pautas que si fueron determinadas por él, tuvieron
otro carácter. La formación del estado burgués en todos los demás casos sigue
caminos distintos al jacobino, aunque conserva los mismos fines. Estos
“distintos caminos” en su esencial repetibilidad constituirán el “modelo” de
formación del estado burgués que Gramsci llama “revolución pasiva” o
revolución-restauración.
En la revolución pasiva parecería que se invierten
los principios marxistas del desarrollo histórico: la estructura o base
económica de la sociedad no tiene la fuerza del caso francés y es al contrario
impulsada por las superestructuras (intelectuales-estado).
No es inversión de los términos, sin embargo; de lo que se
trata es de una relación no lineal; se trata de una relación mucho más
compleja, en la que la tendencia estructural del desarrollo es débil,
pero no inexistente y donde el papel de las superestructuras es más
visible, más decisivo desde los inicios de la formación del estado. La
debilidad estructural de la nueva clase implica precisamente que
los principios del 89, “la mentalidad francesa”, son introducidos por
la capa afín a la nueva clase y no por ésta misma. En este caso, los intelectuales
no sólo son los portadores de los nuevos principios que desarrollarán la base y
por tanto á la sociedad en su conjunto, sino que además se identifican con el
estado; son parte de la “clase política” que gobierna al estado. Y ya veremos
más adelante con qué consecuencias políticas. También veremos por qué en este
caso Gramsci no habla de la “organicidad” de los intelectuales, como en
Francia, con respecto a la burguesía, sino del oficio que ellos han creído
tener”.
En esta vía de transición al capitalismo que sin ser la
clásica, sí es la más universal, por frecuente, los intelectuales (el
estado, las superestructuras) no han hecho más que obedecer a un
movimiento, a una tendencia universal que no por débil, fue inexistente, ni
mucho menos. El estado que surgirá igualmente será resultado de la
afirmación de una clase en la producción.
Es por una “astucia de la razón”, dice Gramsci, que los
intelectuales adquieren una autonomía inversamente y proporcional a la fuerza
de la burguesía como clase económica y por ello su carácter de “casita”, sus
manifestaciones grandilocuentes, su especifica psicología, su
autosuficiencia, su creencia de ser ellos los que dirigen el estado
creando además a la sociedad.
La revolución pasiva es la “superación” nacional de un
proceso que es internacional; proceso que en su conjunto es de
revolución-restauración; la revolución pasiva pertenece al término restauración
de la unidad. Y es por ello, que la filosofía que la nutre y “vivifica”, es la
filosofía idealista que concibe al estado como generador del proceso histórico,
encarnación del espíritu absoluto y el desarrollo como automovimiento de la
idea o de los intelectuales que la encarnan.
La revolución pasiva
La edición crítica de los Cuadernos permite constatar, entre
otras muchas cosas interesantes con respecto a la complejidad del pensamiento
gramsciano, el hecho de que los temas centrales —entre ellos el de la
revolución pasiva, que Gramsci aborda en la cárcel, aparecen desde el primer
Cuaderno y se van profundizando y estudiando desde todos los puntos de vista
(de la historia, la filosofía y de la política) a medida que avanza en su
elaboración teórica.
El rigor de su metodología es posible constatarla tanto a un
nivel general, si se consideran los tres grandes niveles generales, los tres
aspectos desde los que se estudia al marxismo (-filosofía, historia, política)
como en cada uno de los conceptos con los que Gramsci innova al marxismo: la
revolución pasiva es también estudiada y profundizada a lo largo de los
Cuadernos, desde los tres puntos de vista centrales. Por esta vía, siendo un
“criterio de interpretación histórica”, termina siendo base fundamental de
análisis político.
La revolución pasiva es ejemplar en el sentido de que prueba
de manera concreta el “ritmo” del marxismo gramsciano, como unidad entre los
niveles históricos, filosóficos y político de la investigación. Es por ello
además, que ha sido necesario, para entender su teoría de la historia, exponer
su concepción más general del marxismo como filosofía de la praxis, como unidad
teórica entre historia, filosofía y política.
En este sentido del “ritmo” del pensamiento gramsciano,
verificable en los Cuadernos en su conjunto y en cada uno de los conceptos
centrales por separado, se ha creído útil (antes de establecer al final el
contenido universal de la teoría de la revolución pasiva como criterio o modelo
de interpretación histórica) analizar de modo sistemático una de las notas más
esenciales sobre el tema: se trata de la nota (&61) “Punto para un ensayo
crítico sobre las dos Historias de Croce: Italia y Europa”. Esa nota forma
parte del Cuaderno 10, 1932-1935:LA FILOSOFÍA DE B. CROCE n; pp. 1358-1362. A
su vez es ampliación y está construida sobre dos notas anteriores del Cuaderno
1; Una con el título “La concepción del estado según la productividad (función)
de las clases sociales”; y la otra con el título: “Relación histórica entre el
estado moderno francés nacido porla Revolucióny los otros estados europeos
modernos”, (pp. 132-134).
La reelaboración de estas dos notas en la del Cuaderno 10,
contiene los elementos más fundamentales de la teoría de la historia gramsciana
y con ello una de las innovaciones más importantes introducidas al marxismo:
con base en su metodología (ya explicada hasta aquí varias veces) que consiste
en el análisis interrelacionado de los niveles filosóficos, histórico y
político, Gramsci intenta comprender el fenómeno complejo del surgimiento y
formación del mundo burgués después de la revolución francesa; para ello va más
allá de la realidad empírica tal cual se presenta, aunque si parte de ella; lo
que hace es plantearse el problema de un hecho histórico surgido por una
tendencia estructural, de clase; e investigar el cómo esta tendencia se
concreta en un movimiento político que culmina en la fundación de un nuevo
estado, forma a su vez de un nuevo mundo productivo. Analiza; por lo tanto, la
conversión de una concepción del mundo (filosofía) inherente a una tendencia de
las clases, en historia en acto, en política.
De los elementos fundamentales en los que se centra la
investigación destacan tres aspectos que Gramsci desarrollará tanto en esta
nota (aunque de modo resumido) como en todas las demás en relación a este tema.
Estos temas son: 1. el significado histórico de la revolución francesa y en
relación a ésta, la fundación de los estados modernos y 2, el papel de los
intelectuales en su relación con el estado; las intelectuales como supuesta
“encarnación de absoluto” que impulsa el devenir social. Todo esto para
plantear la pregunta de si de este análisis de la fundación del estado moderno
como reflejo y reacción de la revolución francesa, se podrá extraer algún
“canon de interpretación histórica”.
En otras palabras, la preocupación de Gramsci es ver si de
la reflexión sobre la filosofía política de una historia determinada, se podrán
verificar ciertas leyes tendenciales que permitirán la comprensión del carácter
de las clases y del estado actual.
El primer hecho relevante a examinar, será la revolución
francesa misma como explosión “con mutación radical y violenta de las
relaciones sociales y políticas”. Ligado a lo anterior, un segundo elemento
sería la oposición creada en los otros países y la difusión de ésta
por los “poros” de clase en toda Europa. Un tercer elemento importante a
considerar en este orden de cosas, será la guerra de Francia primero
para defenderse, para no ser “sofocada” y después para constituir una hegemonía
“con tendencia a formar un imperio universal”.
Si estos son los elementos que hay que tomar en cuenta del
lado del estado francés en su relación con los demás estados: del lado de éstos
suceden “mutaciones” que resultan en el surgimiento de los estados modernos,
mutaciones que serán expresadas en los siguientes elementos históricos y que
constituirán el núcleo de la revolución pasiva; o sea, del modo como en esos
países se trastoca el viejo orden y se establece uno nuevo, no a la
manera plebeya de los jacobinos.
En primer lugar estarían las insurrecciones
nacionales contra la hegemonía francesa; las guerras a través de
las cuales nacen los estados modernos por “oleadlas*’ sucesivas y
pequeñas, “pero no por explosión revolucionaria como aquella original
francesa”. Guerras que permiten a las burguesías ascendentes, lo que en Francia
se llevó a cabo de manera natural: la alianza de las masas campesinas y
urbanas, cuestión vital para el acceso de la nueva clase al poder.
Pero las oleadas sucesivas no son pequeñas revoluciones sino
procesos que consisten de una combinación de luchas de clases
con “intervenciones desde lo alto” estilo monarquía iluminada
y guerras nacionales; prevaleciendo estos dos últimos hechos”.
Lo característico de este proceso de modernización del
estado será la combinación de las guerras de defensa o liberación nacional
(Independencia) protagonizadas por la burguesía a la cabeza de las masas, con
las intervenciones desde el aparato estatal mismo y no tanto las luchas de
clases internas, como en Francia, que sin embargo, siguen siendo el trasfondo
del proceso. Estas últimas encuentran “contextos elásticos”
“tipo restauración que es por demás la forma política adecuada” que
permite a la burguesía llegar al poder sin rupturas espectaculares, sin el
aparato de terror francés”. Esto es tanto más vital para la nueva clase ya que
su debilidad no le permite, ni mucho menos, liquidar o eliminar físicamente a
las viejas clases, sino que se limita a degradarlas a “castas”, a fracciones de
ella (determinadas por el capital).
También esta parte meramente histórica de la nota concluye
con la pregunta de si la repetición de esos hechos no hará posible hacer surgir
algún canon de interpretación histórica general. Y también a propósito de esto
y en nota al margen, Gramsci plantea el problema metodológico de modo más
amplio: la imposibilidad precisamente de “pensar” a la historia como simple
“historia nacional”, sin tomar en cuenta el hecho que en la realidad no hay tal
y que lo que Hegel llamó “espíritu del mundo que se encarna en las distintas
naciones” no es más que la manera de plantearse “metafóricamente” el hecho
cierto de que la historia es total y universal, en cuanto tendencia del
desarrollo social que adquiere formas concretamente nacionales.
De ahí en adelante la nota está dedicada a caracterizar al
estado y al papel de los intelectuales. Para empezar, Gramsci excluye la
posibilidad de pensar al estado como relación lineal entre clases y poder:
afirma la imposibilidad de pensar al estado mecánicamente “como
función productiva de las clases”. Aunque es cierto que el estado moderno no
puede ser más que la formaconcreta de un sistema de producción, esto no es
suficiente para su entendimiento ya que hay que tomar en cuenta las relaciones
de fuerza internas y externas del país dado, así como su posición geopolítica.
Si en la revolución francesa el impulso a la renovación
revolucionaria proviene de las necesidades propias de la clase
económica que culmina en la explosión del 89 y en la expansión del imperio; en
la revolución pasiva, el impulso viene dado por “fuerzas progresistas escasas”
e insuficientes per se, pero que tienen un altísimo potencial ya que
representan la tendencia general y cuentan con una situación internacional
favorable.
Cuando el desarrollo económico no es el del caso francés,
cuya represión artificial lleva a la explosión, y cuando “el impulso al
progreso no está ligado a un desarrollo del tipo francés, sino que es reflejo
del desarrollo internacional que manda a la periferia sus corrientes
ideológicas nacidas sobre la base del desarrollo productivo propio de los
países más progresivos”, entonces el grupo portador de las nuevas ideas no es
el económico sino la capa de intelectuales y la concepción del estado “del que
se hace la propaganda, muda de aspecto: éste es concebido como una cosa en sí,
como un absoluto racional”. Así aun cuando ahora también el estado sigue siendo
la forma concreta del modo de producción, pero los
intelectuales los impulsores de su formación con base en ideas que son
resultado del desarrollo internacional y no de las fuerzas locales, y ellos
constituyen además el personal gobernante, este estado se concibe como un
absoluto.
En la revolución pasiva los intelectuales unifican filosofía
(concepción del mundo) y política (estado). Hay “traductibilidad” entre los principios
que encarnan los jacobinos “(política) y la concepción del estado de la
filosofía idealista (filosofía) en una misma historia universal.
En la revolución pasiva, los “jacobinos” serán los
intelectuales que “recogen y elaboran teóricamente los reflejos de la más
sólida y autóctona vida del mundo. . . “La influencia del papel de los
intelectuales en este tipo de estado que se convertirá en el estado burgués sin
más, será determinante para la innovación de la teoría del estado que Gramsci
desarrolla en los Cuadernos.
De las particularidades antes señaladas en el análisis
filológico de la nota que precedió, particularidades históricas que presiden la
fundación de los estados nacionales, por relación a la revolución francesa,
Gramsci indaga una de las cuestiones fundamentales que caracterizan la esencia
de la revolución pasiva. A saber, cómo lo que es política (práctica) para la
clase deviene racionalidad para sus intelectuales: cómo esta capa ha llegado a
representar el papel activo de sujeto histórico en la constitución de la
burguesía. Por qué “astucia de la razón” han creído ser el motor de la
historia, la catarsis misma, el paso (de una clase social débil) del nivel
económico, al ético-político, al del estado. Qué proceso histórico sucedió para
que los intelectuales se pensaran asimismos como la pura racionalidad, la
síntesis de la historia; los factores, en tanto momento del espíritu,
conciencia y libertad del hecho real, demiurgos del mundo. Y concebir al estado
y asimismos como el absoluto racional en sí y para sí; la realización del
espíritu absoluto que en su devenir en espíritu mundano se materializa en las
naciones-estados que fundan sus sociedades civiles.
Esta indagación del problema de los intelectuales y su
relación con el estado posibilita a Gramsci el plantearse en concreto lo
central de su concepción de la historia y de extraer de ahí su método de
interpretación: la identidad de filosofía y política.
La importancia central de este proceso, del que surge el
mundo moderno en cuerpo y alma (y por ello su relevancia para la política
actual) induce a Gramsci a la investigación de la filosofía de la
restauración-revolución pasiva; o sea, de la filosofía de Hegel y sus
derivaciones nacionales que animaron y “vivificaron” el nacimiento del estado
moderno. Gramsci verifica en los hechos reales, cómo los que pretendiendo
encarnar en racionalidad lo que es práctica (política) para la clase
fundamenta], han jugado el papel y “creído tener por oficio” dotar a un
movimiento productivo, débil pero necesario en la historia, de una conciencia
de sí; abrogándose además la dirección moral e intelectual del proceso:
dirección que para ellos consiste en la fuerza de la razón, de la idea, del
espíritu, que funda y origina el movimiento real.
Los intelectuales de la restauración no podían sino haberse
elaborado en la historia como grupo especial y tener por filosofía precisamente
el hegelianismo. Este sistema les viene como anillo al dedo, ya que teorizó
especulativamente, como realización del espíritu, la historia de la humanidad
en general y al ascenso de la burguesía es especial, por la dialéctica de la
concreción —enajenación— superación de la enajenación —libre vuelo del
espíritu— y nueva concreción, hasta la culminación del advenimiento del
espíritu absoluto, racionalidad pura (capitalismo puro); concreción de los
tiempos y del espíritu en su forma más alta: el estado.
El hegelianismo de los intelectuales sería así en lo
especulativo (en filosofía) la traducción a realidades nacionales de los
principios jacobinos del 89 (política). Ayudando a nacer un movimiento que es
débil pero real, “traducen” la filosofía(concepción del mundo nuevo) en “norma
de conducta” por medio del estado, en política.
Gramsci explica la concepción de fondo de esta filosofía con
la de la dialéctica de la conservación —innovación— donde la tesis
(conservación) engloba a la antítesis (innovación) y realiza así las tareas de
ésta misma ya que al fin, sí es una revolución, y ello porque los
representantes de la antítesis, la pequeña burguesía jacobina, no pudo arrojar
todo su potencial al terreno de la lucha debido a su debilidad intrínseca y por
haber sido decapitada por el transformismo. El jacobinismo (antítesis) en la
revolución pasiva, no tiene proyecto nacional y está en desventaja frente a la
restauración (tesis) que si lo posee.
Si se tiene clara la concepción de la filosofía de la praxis
y de la historia implícita en ella: si el análisis filológico de un apunte
esencial sobre revolución pasiva hizo posible la comprensión del cómo se
relacionan historia, filosofía y política, quizás sea ahora oportuno y útil
repasar los elementos de la historia real que Gramsci considera
tienen un carácter de repetición y regularidad y por tanto de necesidad
histórica y, con ello, son elementos de leyes tendenciales a través
de las cuales se puede interpretar la historia nacional, en cuanto historia de
la formación del estado burgués.
Durante la revolución pasiva las masas se expresan
por medio de sublevaciones esporádicas, anárquicas, sin unidad ni autonomía con
respecto a las clases dominantes; a estas sublevaciones “elementales” de las
masas, los grupos dirigentes responden con un reformismo atemperado, por
“pequeñas dosis”, que moderniza al estado y evita a toda costa la participación
en él de las masas; la modernización del estado y de la sociedad se efectúa
legalmente, “desde arriba”. Los fines de la revolución burguesa que son los
mismos del jacobinismo se consiguen por otros medios; por medios reformistas,
sin el cadalso ni la reforma agraria.
Por encima de las luchas entre viejas clases dominantes y la
nueva clase en ascenso, la lucha que determinará el tipo de
estado que de aquí surgirá es la lucha que se lleva entre las dos
tendencias o corrientes políticas que participan en la renovación
revolucionaria. Por una parte, una especie de “jacobinos”, “apóstoles
iluminados” que sin embargo, no disponen de un proyecto a largo plazo, y sobre
todo no tienen conciencia de los fines del adversario; cuestión ésta última que
decidirá su derrota. Por otra parte, está la tendencia moderada, los
liberales conservadores que cuentan con la ventaja de poseer un proyecto de
estado y de sociedad a fundar; que son conscientes no sólo de los propios fines
y tareas sino también de los del adversario. Esta es la tendencia que vencerá,
haciendo suyos los fines de la primera, quitándole el filo jacobino;
concediendo espacio a las viejas clases, eliminando cualquier intento de
experiencia estatal de las masas: haciendo la revolución sin
revolución, la revolución pasiva.
Otro elemento regular en la revolución pasiva es el papel y
la función del estado;la debilidad estructural de la nueva clase y la no
participación unitaria de las masas en su propio nombre, implica un tipo de
modificaciones de las relaciones sociales a través de un “esquema político”, a
través del aspado (las superestructuras). El estado aquí se erige en
“clase dirigente” en el partido de ella, por la necesidad de la burguesía
ascendente de “disponer de una fuerza nueva, independiente de todo compromiso y
condición que devenga en arbitro nacional”. Para ello, en Italia por ejemplo,
sirvió la monarquía, la monarquía iluminada, el estado de Piamonte con
funciones de partido de la burguesía. La lucha por la renovación no es dirigida
por la clase como tal, sino por el estado, con toda su fuerza política y
militar. El estado sustituye a la clase y por eso tiene carácter de partido;
ejerce una hegemonía limitada a la clase en su conjunto y no a las demás
clases: “dictadura sin hegemonía”. Ausencia de alianza con las masas, ausencia
de reforma intelectual y moral, ausencia de una voluntad nacional-popular que
transforma al estado a la manera jacobina.
El “documento histórico” más claro de este proceso de
formación del estado es el transformismo, o sea, la incorporación
“molecular” al gobierno conservador y moderado de los intelectuales aislados y
los grupos enteros de radicales y demócratas de la tendencia opuesta; gobierno
que se caracteriza por una adversión a la participación popular a la vida
estatal; por el conservadurismo, por las reformas hechas con base en la
dictadura sobre todas las demás clases subalternas y en una hegemonía limitada
a la propia clase nada más.
El transformismo efectúa una radicalización dosificada del
grupo moderado y un empobrecimiento del radical, estableciendo así un
equilibrio entre ambas tendencias en el gobierno estado; estado que por su
actividad legislativa, “desde arriba” introduce las transformaciones en las
relaciones sociales en su conjunto, “sin rupturas espectaculares, sin el
aparato de terror francés”.
El transformismo constituye una prueba de la fuerza hegemónica
del grupo dirigente en el estado, en los niveles intelectuales, moral y
político. Absorbe por todos los métodos posibles los elementos más activos de
los aliados y sobre todo de los enemigos; logra la decapitación y el
aniquilamiento de estos últimos, por un periodo muy largo. Transformismo
es el proceso de elaboración de una clase dirigente dentro del contexto
fijado por los conservadores haciendo que la dirección política se
convierta en un “aspecto de la función de dominio” por medio de la absorción de
las élites de los grupos enemigos.
Es así como se forman los intelectuales orgánicos del
capitalismo, en ausencia de una reforma intelectual y moral previa; es el
método a través del cual se funda el estado burgués en condiciones de
revolución pasiva y a través del cual se cumple la exigencia (universal) en el
desarrollo de las clases, de que éstasantes de ser dominantes- pueden y deben
ser dirigentes: exigencia que en este caso de revolución pasiva significa
que la hegemonía requerida es limitada a la propia clase.
El transformismo es el método por excelencia del devenir
estado de unía clase débilque necesariamente debe excluir a las masas y aliarse
a las viejas clases para llegar y mantenerse en el poder. Es el proceso
político e ideológico que resume y ejemplifica la revolución pasiva como lucha
entre dos tendencias renovadoras del estado. Es la concreción de un
proyecto de formación del estado moderno por la asimilación de todo radicalismo
en una sola tendencia moderada en el aparato estatal. Esta última, será la
vencedora porque posee un proyecto de estado que corresponde a la situación
concreta del país y de la clase (es consciente de su debilidad) y porque conoce
los fines del adversario y por tanto puede asimilarlo.
Si en la dialéctica de la revolución restauración
(revolución pasiva), los moderados son la tesis entienden muy bien que para no
dejarse superar deben de desarrollarla hasta incorporar una parte de la
antítesis (los radicales). Ellos son la tesis que sabe desarrollar todas sus posibilidades
de lucha hasta “acaparar los sedirnientos representativos de la antítesis”, la
cual no supo unirse a las masas con un programa radical (reforma agraria). Los
moderados pusieron en práctica la idea correcta que consiste en que “todo
miembro de la oposición dialéctica debe buscar a ser todo él mismo, a arrojar
en la lucha todos sus ‘recursos’ morales y políticos propios, ya que sólo así
se tiene superación real”.
A diferencia de los radicales, los moderados están
conscientes que las condiciones en las que se desempeñan (el atraso nacional y
la correlación de fuerzas internacionales), no permiten una lucha jacobina; son
realistas porque son conscientes de la debilidad de la clase que representan;
de la necesidad de un estado que impulse las nuevas fuerzas productivas y que
este estado no puede surgir de manera “natural” y espontánea a partir de éstas
últimas. Su concepción corresponde, por lo tanto, al desarrollo real y de ahí
su idea peculiar de la dialéctica histórica como conservación-innovación, donde
suponen que la tesis debe ser conservada por la antitesis para evitar la
destrucción del proceso: “El error filosófico (de origen práctico) de tal
concepción consiste en que en el proceso dialéctico se presupone
“mecánicamente” que la tesis deba ser “conservada” por la antítesis para no
destruir el proceso mismo, que por tanto viene “previsto”.
A través de este tipo de “racionalismo”, estos intelectuales
se conciben (como ya se explicó) los árbitros y mediadores de las luchas
políticas reales y el “oficio que han creído tener” consiste precisamente en
que se creen así mismos, la “catarsis”, el momento ético-político, la síntesis
del proceso dialéctico mismo: “Tal modo de concebir la dialéctica es propia de
los intelectuales, los cuales se conciben asimismos como los arbitros y
mediadores de las luchas políticas reales, aquellos que personifican la
catarsis, la síntesis que ellos “manipulan” especulativamente en su cerebro,
dosificando los elementos arbitrariamente (o sea pasionalmente)”.
Lo que no perciben, sin embargo, los actores principales de
la revolución pasiva es que en realidad “si es cierto que el progreso es
dialéctica de conservación e innovación y la innovación conserva el pasado,
superándolo, es también cierto que el pasado es cosa compleja, un complejo de
vivo y muerto, donde la elección no puede ser hecha arbitrariamente, a priori,
por un individuo o corriente política”.
De esta manera queda explícito como el modelo de análisis
gramsciano de los fenómenos sociales consiste en una compenetración de los tres
niveles del conocimiento (histórico, filosófico y político). La revolución
pasiva, lejos de ser un programa de acción (que sí lo fue para los
fundadores de los estados nacionales después de la revolución francesa) es un criterio
de interpretación válido y rico en posibilidades en cuanto agota todos los
aspectos de una investigación de la realidad y unifica análisis histórico con
análisis político. La revolución pasiva como modelo de
investigación realiza así lo que Gramsci llamó “traductivilidad” de los
lenguajes científicos. Lo que es más: se podría decir que la complejidad
misma del pensamiento gramsciano es un conjunto de lenguajes científicos que
continuamente se “traducen” y sobreponen uno al otro, siendo que él Gramsci,
expresa “en” racionalidad lo que en la vida de la clase es política
(práctica)”.
Sin embargo, la revolución pasiva no es un simple criterio
de interpretación histórico-política. El estudio de los Cuadernos y la
elaboración de este trabajo nos llevan a concluir que esta categoría es el
centro tanto en cuanto que es elsustrato lógico e histórico como en cuanto
es punto de unión teórico de las principales categorías de la
reflexión gramsciana. Esta categoría que se constituye una teoría, en el
sentido de las dos vertientes del conocimiento social (el histórico y el
político) incluye en sí y puede ser analizada en los tres
niveles conceptuales) de la “traductibilidad” gramsciana. Ello se hace
posible si prestamos la atención a una de las más importantes notas sobre el
tema en donde Gramsci, una vez más, cita el prólogo de Marx (de memoria): “El
concepto de “revolución pasiva” debe ser rigurosamente deducido de los dos
principios fundamentales de ciencia política: 1. que ninguna
formación social desaparece mientras las fuerzas productivas que se
desarrollaron en su interior encuentran aún posibilidades de ulteriores
movimientos progresivos; 2. que la sociedad no se plantea objetivos para cuya
solución no se hayan dado ya las condiciones necesarias, etcétera. Se entiende
que estos principios deben primero ser desarrollados críticamente en toda su
importancia y depurados de todo residuo de mecanicismo y fatalismo”.
El significado de la revolución pasiva en relación a los
principios marxianos del 59, nos parece que se puede desentrañar en la
siguiente dialéctica: la revolución pasiva engloba y explica lostres
momentos en los que se unen historia y política (desarrollo social y actividad
humana):
1. La afirmación de
que ninguna sociedad desaparece antes de haber agotado sus posibilidades de
desarrollo, representaría la tesis. Ello supone que una sociedad, en
tanto no ha desarrollado todas las formas de vida que contiene en potencia
(tendencialmente) tiene carácter expansivo, que hay en ella aún posibles
desarrollos posteriores.
2. El hecho de que ninguna formación surge sin que para ello
existan bases materiales o (lo que es lo mismo), el hecho que los hombres sólo
se proponen lo que es tendencialmente existente, representa la
antítesis. Ello a su vez supone que una sociedad podría ser subvertida aún
antes de haber desarrollado todas sus formas de vida, si existen por lo menos
los gérmenes que portan sus antagonismos a su anulación histórica; en tanto que
estos antagonismos serían una de las formas de vida contenidas en la propia sociedad.
Y ambas cuestiones se sintetizan en el principio (tercero) del 59,
que Gramsci cita y analiza infinidad de veces en los Cuadernos.
3. Los hombres adquieren conciencia de los conflictos de la
estructura y de la necesidad de resolverlos en el nivel de las ideologías. Esta
sería la síntesis, la unidad dialéctica de historia y política a través de la
filosofía.
La consecuencia es que las sociedades no se desarrollan de
manera automática, ni porque los hombres se lo proponen simplemente. Se eliminan
así el fatalismo y el voluntarismo. Para la transformación, a estas alturas de
desarrollo, son necesarios los gérmenes materiales inherentes al funcionamiento
social, ligados a la existencia de una fuerza “permanentemente organizada” que
se aplica en la formación de la conciencia colectiva que opera en sentido
contrario al de las fuerzas que se aplican (y que también son inherentes al
funcionamiento social) a su conservación.
Estos tres principios son los que indican el contenido de
“las relaciones de fuerza o análisis de situaciones” de la ciencia
política de Gramsci. Si ellos explican, en términos generales el sentido
de la teoría de la historia como teoría de la revolución pasiva, con mayor
razón nos parece que sirven de punto de partida y punto de unión de
los conceptos de la teoría de la política o teoría del estado, que es la que da
sentido a toda la reflexión de la cárcel.
Jorge Gantiva / Gramsci,
América Latina y la revolución pasiva