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Foto: Karl Marx @ Carlos Tovar (a) “Carlín” |
Especial
para Gramscimanía
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El impulso a pensar un marxismo con predominancia
estratégica, así como ciertos debates en la bolgósfera de izquierda (o
marxista), nos llevaron a una reflexión general sobre el “estatus” de la teoría
marxista y también a (re) lecturas de algunos aportes de los “gramscianos
argentinos” (sobre los que se hicieron algunas reflexiones acá, acá y acá).
Ciertas divisiones en los análisis y en las hipótesis con
pretensiones “científicas” que separan la economía de la política, o ambas de
la lucha de clases, nos indujeron a pensar el lugar que ocupa la teoría en el
propio pensamiento de Marx y sus continuadores. Oscar del Barco, a quien criticamos acá por sus
reaccionarias posiciones actuales, realizó algunas definiciones pertinentes
sobre esta cuestión, cuando todavía no había roto con el marxismo.
Partiendo de una crítica a la epistemología burguesa, Del
Barco, recupera de Marx el combate teórico contra la ciencia burguesa,
elaborado en el mismo acto que realiza su “crítica” de la filosofía, del
derecho o de la economía política.
¿Es el marxismo una
ciencia, una filosofía de la historia, una epistemología?
Es aquí donde Del Barco describe con lucidez la concepción
de Marx, que parte de pensar la relación entre conocimiento y realidad o entre
teoría y práctica, y culmina en la relación entre teoría y movimiento obrero.
Las Tesis sobre Feuerbach dejan más que claro la jerarquía
de la práctica como criterio de verdad y de conocimiento.
Antes de los conceptos y de las categorías, la experiencia
del hombre y su interrelación con la naturaleza, es decir, su experiencia y su práctica llevan
a la necesidad de una generalización conceptual.
Antes de la teoría o de la crítica marxista, el
proletariado, su misma presencia como lo otro odiado y a la vez necesario para
al Capital, y luego su irrupción violenta y combativa, son el elemento crítico,
opuesto y disruptivo, donde está la génesis de la teoría.
En su artículo “La clase obrera y el nacimiento del
marxismo” Göran Therborn afirma:
“La experiencia de la
lucha de clases proletaria se da de frente contra la razón y contra la ciencia
burguesa. La crítica de Marx, no puede entenderse sin esa savia vital de la
lucha de clases. En Inglaterra fue el momento del chartismo, el primer
movimiento proletario en la historia que alcanzara el nivel de una organización
a nivel nacional. En Francia, el año de 1831 vio la primera insurrección
proletaria, protagonizada por los obreros de la seda de Lyon. Aunque fue
aplastada, muy pronto la siguió otro levantamiento, y también en Francia se
estableció un movimiento de la clase obrera. Con la revuelta de los tejedores
de Silesia en 1844, el proletariado alemán hizo su propia entrada en el
escenario político. En resumen, el periodo de formación del socialismo
científico fue precisamente aquel en el cual el proletariado de las mayores
naciones europeas elevó su áspera y apremiante voz”.
Del Barco analiza la famosa “Introducción a la Crítica de la
Economía Política” de 1857 y dice: “El marxismo, entonces, sería la crítica
teórica determinada, que tiene como base o punto de partida la perspectiva
histórica de las clases oprimidas, un conocimiento interesado (político) que no
apunta a un presunto conocimiento objetivo (neutral) sino que se encuentra
inserto estratégicamente en las luchas concretas que tienen a transformar en un
sentido revolucionario la sociedad: es un conocimiento que en lugar de quedarse
en el concreto-de-pensamiento (ciencia burguesa) vuelve al primer concreto, a
“la sociedad”, encarnado en la acción política y con el objetivo de
transformarla. Teniendo en cuenta, por último, está posición-de-clase y este
objetivo-de-clase no son algo externo al conocimiento sino que lo conforman
dando origen a un nuevo estatus de lo teórico, como forma de las clases
oprimidas al que Marx denominó crítica” (Oscar del Barco, “El Otro Marx”/Milena
Caserola-2008).
Del Barco describe el carácter de este texto (y de los
Grundrisse) y los sitúa históricamente motorizados por la crisis capitalista
que despegaba nuevamente en 1857 (casi 10 años después de 1848). Allí un Marx,
que muchos no dudarían en calificar de “exagerado derrumbista” trabaja
acelerada y hasta desordenadamente a causa del “rápido y convulso precipitarse
de los acontecimientos” (muchas noches hasta las cuatro de la madrugada,
confiesa en una de sus cartas). En el marco de la posible llegada del “diluvio”,
escribe “en la perspectiva del hundimiento, en apariencia inminente, del
capitalismo, más que en la perspectiva de la permanencia inmutable del sistema
económico burgués” (aquí Del Barco cita a Humberto Curi).
Toda esta cuestión viene a cuento de plantear que el
marxismo es una superación de esa escisión entre economía, política y lucha de
clases.
Y llama la atención como esa escisión se sostiene y
amplifica con persistencia en muchos de los debates actuales. Se sorprenderían
los “derrumbistas permanentes” (basados en la “pura objetividad”), como los
“desarrollistas permanentes” (que se obnubilan con las posibilidades de
superviviencia del capital), si descubrieran que tienen más elementos en común
de lo que ellos mismos creen, empezando por la negación de la reflexión en
torno a la estrategia.
El conocimiento o la teoría participa del combate y el
combate le da a la teoría un estatus de verdad-de-clase y de superación de la
“ciencia” y su objetividad que tiene los límites-de-clase y es expresión ideológica
de una realidad social reificada o fetichizada.
Partimos de dar por hecho que se sobreentiende que esto no
tiene nada que ver con esa vulgarización interesada, de las concepciones
estalinistas de “ciencia proletaria”, “arte proletario” etc etc.
El cambio epocal que se da con el surgimiento del
imperialismo, la Gran Guerra y la Revolución Rusa y que los marxistas clásicos
definieron como época de guerras, crisis y revoluciones o de “actualidad de la
revolución” o de “etapa superior” en términos leninianos, no se reduce a un
cambio económico (“estancamiento absoluto de las fuerzas productivas”), sino
para plantearlo en términos de Marx, es un concepto “crítico”. En la exposición
o descripción del capitalismo imperialista y la nueva época, se muestran la
agudización de sus contradicciones, el dominio de los monopolios, las mayores
disputas interestatales, agudización de la lucha de clases y también el aumento
cualitativo de la tensión entre las fuerzas productivas y las relaciones
sociales, sobre todo el estado nacional. Lo que empuja las tendencias al
estancamiento.
Cualquiera que eche una mirada no “(des)apasionada”, sino
“(a)pasionada” sobre la historia del siglo XX y sus tragicidad, sus dos guerras
mundiales e innumerables guerras regionales, sus cientos de revoluciones con
hitos enormes como el propio Octubre o la Revolución China, los procesos
revolucionarios a la salida de la primera guerra o a la salida de la segunda,
sus mega-crisis desde la del 30 en adelante, el fenómeno aberrante del estalinismo;
comprueban la verdad de esas definiciones.
¿Cómo puede “explicarse” la supervivencia del capitalismo
solo basándose en un reduccionismo métrico
de cálculo positivista sobre el (discutible) desarrollo de las FFPP y
sus indicadores de pretendida verdad científica?.
¿Cómo pueden dejarse de lado los combates proletarios y sus
avances extraordinarios y sus no menos extraordinarios retrocesos?
No hay forma de “explicar” la estabilización capitalista
luego de auge de pos-Revolución Rusa, haciendo “abstracción” de la derrota
sobre todo de la revolución alemana. No puede explicarse el boom, haciendo
“abstracción” de la crisis del 30 o la Segunda Guerra y mucho menos haciendo
“abstracción” de la traición del estalinismo a los procesos revolucionarios que
desató en la inmediata pos-guerra. Y el neo-liberalismo no puede entenderse si
se hace “abstracción” de la esclavización del proletariado chino o del este de
Europa. Y esto solo para dar unos ejemplos. En algún lugar (no recordamos bien
donde) Trotsky se burla de este tipo de método de “abstracción” en sus debates
con el estalinismo y les dice algo así como “podemos salir a pasear desnudos en
enero (invierno) por Moscú, haciendo abstracción del frío y la policía, aunque
dudo que el frío y la policía hagan abstracción de nosotros”
Y es aquí donde entra el problema de la estrategia y su
arte, de las necesarias lecciones de los combates proletarios que conforman un
elemento unido y clave, aunque específico del programa y de la teoría. La
“savia vital” de la lucha de clases y las grietas que abren los enfrentamientos
interestatales o las crisis como posibilidades para la acción obrera. ¿Quiénes
son nuestros tejedores de Lyon o de Silesia sobre los que se elabora nuestra
crítica en el presente?
El retorno de la cuestión estratégica, no es casual que esté
ligado al retorno de los combates de clase, incluso con características
clásicas en las calles de Grecia, el Estado Español o Egipto. Recuperar esa
pasión y el compromiso de Marx por la lucha de clases o por las posibilidades
que abren las crisis, es parte de la superación de la ciencia con pretendida
licencia de marxismo, hacia una teoría que forme parte de la “maquinaria de
guerra” del proletariado.
La Tesis XI, puede encontrar su sinónimo casi literario,
pero no menos profundo, en ese Marx de
la Crítica a la Filosofía del Derecho, que sentenciaba que “la crítica no es
una pasión del cerebro, sino el cerebro de una pasión”.
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