
Un líder incomprendido.
Lejos de los problemas históricos que padeció Trotsky con Stalin, Slavoj Žižek incide en que “el judío errante” de la
“revolución permanente” no ha tenido lugar ni en el socialismo realmente
existente anterior a 1990 ni en el capitalismo realmente existente posterior a
1990. Los ideales que propugnaba siempre han estado desvirtuados, ya sea por la
campaña de desprestigio llevada a cabo por Stalin o por las malas
interpretaciones posteriores. Fiel reflejo de ello se da en los denominados ex
trotskistas que apoyaron a Bush en la Guerra contra el Terror y difundieron una
visión domesticada de la figura de Trotsky como un libertario antiburocrático.
Defensor de la
dictadura del proletariado. Frente a la democracia parlamentaria que surge
en Occidente, Trotsky propone la auténtica democracia del pueblo, pero… ¿Por
qué denominarla dictadura del proletariado? Según Žižek , es fundamental este
concepto como opuesto a otra(s) forma(s) de dictadura. Sólo a través de la
“dictadura del proletariado” manifestada en los soviets salen a la luz las
verdaderas opiniones de los trabajadores, sin embargo, a través de las
democracias parlamentarias se pasiviza demasiado a las masas y cede la
iniciativa del aparato de poder estatal (es decir, a las altas clases
sociales).
Una visión lacaniana
de Trotsky. No podía ser de otra manera, el filósofo esloveno aplica el
psicoanálisis en el discurso del líder soviético. En este sentido, Žižek encuentra una diferencia sustancial en cómo la
figura de Lenin influye de forma tan distinta en Trotsky y en Stalin. En
Trotsky, Lenin continúa vivo allí donde siguen existiendo personas que luchan
por la misma idea. En Stalin, Lenin se convierte en un obsceno espíritu
artificialmente mantenido con vida como un instrumento del poder.