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@ Adam Quest |
Especial para Gramscimanía |
Los primeros de carácter solidario, presentan la exigencia de que todo ser humano tenga los recursos suficientes para desarrollar su vida en plenitud. En un momento en que grandes capas de la población española y europea se hunden en la miseria, se hace necesario remediar la situación de los más pobres. Se deben resolver las situaciones desesperadas por razones humanitarias, pero sobre todo para evitar conflictos sociales y catástrofes mayores: es de sobra conocido que sólo una sociedad justa y solidaria puede vivir reconciliada y en paz. La actual deriva capitalista puede conducirnos a catástrofes similares a las que acontecieron en la primera mitad del siglo XX.
La segunda clase de razones son de índole
económica, y contemplan la Renta Básica como un instrumento para el desarrollo
social, superando las estructuras económicas del capitalismo.
Voy a centrarme en estos últimos, fundándome en la crítica marxista. La actual crisis económica, que era previsible desde los parámetros del materialismo científico, muestra las debilidades del sistema de mercado y sólo se resolverá aboliendo el liberalismo económico. Sin embargo, podemos afirmar que la civilización capitalista he entrado en una fase terminal por causa de la crisis ecológica, que podemos vislumbrar para el siglo XXI; ésta pone la superación del capitalismo sobre el horizonte histórico de la humanidad actual. Es dentro de ese contexto que debemos pensar la Renta Básica en sus efectos sobre el orden social y el desarrollo histórico.
Voy a centrarme en estos últimos, fundándome en la crítica marxista. La actual crisis económica, que era previsible desde los parámetros del materialismo científico, muestra las debilidades del sistema de mercado y sólo se resolverá aboliendo el liberalismo económico. Sin embargo, podemos afirmar que la civilización capitalista he entrado en una fase terminal por causa de la crisis ecológica, que podemos vislumbrar para el siglo XXI; ésta pone la superación del capitalismo sobre el horizonte histórico de la humanidad actual. Es dentro de ese contexto que debemos pensar la Renta Básica en sus efectos sobre el orden social y el desarrollo histórico.
¿Qué papel jugará la Renta Básica y cómo puede
aplicarse para superar el sistema de la explotación del trabajo y la tierra,
avanzando hacia la emancipación humana?
Una objeción típica a la Renta Básica es que sin estímulos para el
consumo, los trabajadores no querrán trabajar.
Como consecuencia no se producirán bienes económicos y entraremos en una
espiral de inflación y pobreza, generalizadas y cada vez mayores. Subyace a este argumento una visión alienada
del trabajo humano, pero incluso así tiene la ventaja de mostrarnos una
estructura básica del modo de producción capitalista. Como muestra Marx en su análisis de la
economía política capitalista, los empresarios llevan a los trabajadores a las
fábricas con el látigo del hambre.
Quiere decir esto que la carencia de recursos para sostener su vida, la
absoluta desposesión a la que se ven sometidos los proletarios, constituye la
más poderosa coerción para obligarles a ponerse a disposición de los
empresarios, vendiendo su fuerza de trabajo en el mercado a cambio de un
salario.
Imaginemos que no existe esa coerción. ¿Qué instrumento podría utilizar el
empresario –o una clase dominante equivalente- para explotar a los
trabajadores? ¿El más puro
autoritarismo, la disciplina más férrea, el fascismo más atroz? Bajo la dictadura franquista en España, donde
el mercado de trabajo estaba severamente limitado porque los trabajadores
tenían casi garantizado el puesto de trabajo de por vida, el control de la
clase trabajadora se hacía mediante su encuadramiento en los sindicatos
fascistas a través de una fuerte represión social, como bien se recordará. Este ejemplo nos lleva a pensar que la
propuesta de Renta Básica –que va más allá de la garantía del trabajo al prover
de los bienes necesarios para la vida-, nos coloca frente a una disyuntiva
histórica. La superación del
capitalismo, ¿nos llevará a un nuevo sistema de clases? ¿Cómo podríamos garantizar la producción
económica? ¿Tendríamos que volver a una
especie de esclavismo, donde el amo sostiene la vida del esclavo en propio
interés? ¿O bien se podría progresar más
allá de la sociedad capitalista hacia un modo de producción fundado en la
abolición de las clases sociales?
Creemos que la Renta Básica debe constituir un
mecanismo de desarrollo social hacia una economía alternativa en una sociedad
más justa, tal vez la piedra angular de una economía socialista
postcapitalista. Pero, ¿bajo qué
condiciones debe articularse para poder jugar ese papel revolucionario? No se trata sólo de reivindicar la Renta
Básica como un derecho fundamental de la ciudadanía, que garantice las
necesidades básicas a todos los miembros de la sociedad, sino de ir más lejos,
comprendiendo sus efectos sociales y previendo sus aplicaciones posibles e
imposibles, deseables o bien indeseables.
Desde el marxismo concebimos la economía como una ciencia, capaz de
servir a los objetivos de la emancipación humana. De otro modo, queriendo implantar de buena fe
una renta de estas características, podríamos acabar en un rotundo fracaso que
nos hiciera retroceder hacia estadios más bárbaros todavía –y no sería la
primera vez que pasase algo así.
Propongo un breve análisis del papel económico
que la Renta Básica habría de jugar en una sociedad socialista. En primer lugar, señalar que el tipo de
racionalidad instrumental propia del socialismo es inversa a la racionalidad
capitalista. El capitalismo se rige por
el criterio de eficacia, la multiplicación de las mercancías en el constante
crecimiento de la producción. El
incremento del PIB es condición indispensable del buen funcionamiento de la
economía de mercado, y el sistema entra en recesión desde el momento mismo en
que deja de crecer. Pero cuando el
desarrollo de la civilización industrial moderna está alcanzando los límites
del planeta Tierra, se hace necesario transformar en profundidad el sistema
económico si es que la humanidad debe sobrevivir en el futuro.[1]
En cambio, el socialismo deberá fundarse en la
eficiencia, es decir, en el ahorro de los medios utilizados para conseguir el
bienestar humano. El modelo de ese
futuro puede ser la República de Cuba, que ha sido capaz de alcanzar un
importante desarrollo humano manteniendo la sostenibilidad de su economía.[2] Por poner un ejemplo, mientras que un médico
capitalista es un trabajador altamente cualificado, que tiene unas
remuneraciones elevadas para gastarlas en llevar un alto nivel de vida
consumiendo a tenor de sus rentas, el médico cubano realiza misiones médicas en
todo el mundo por unos rendimientos salariales muy modestos, que son índice de
un nivel de consumo muy austero. Las
utilidades producidas por el médico cubano son similares, o incluso mayores, a
las producidas por el médico que ofrece sus servicios en el mercado; pero el
coste es mucho menor.
Dejo de lado, momentáneamente, el problema de la
libertad, que se plantea de modo diferente en ambos sistemas. Antes debemos aclarar un concepto que se ha
introducido en el texto: subrayo la palabra ‘utilidades’. Proviene del liberalismo progresista del XIX,
pero concuerda con los fundamentos marxistas del análisis económico. A mi
juicio ese concepto debe orientar las investigaciones económicas para la
superación del capitalismo; viene expuesto en la sección primera, volumen
primero, de El Capital de Marx, titulada ‘Mercancía y Dinero’. Se estudia aquí la distinción entre valor de
uso y valor de cambio. Mientras que la economía
de mercado se basa en el valor de cambio, realizado a través del dinero y contabilizado
por unidades monetarias, el análisis económico nos descubre el valor de uso
como auténtico significado de la producción humana. Buena parte de las anomalías que produce la
economía capitalista, deriva de estar centrada exclusivamente en el factor
mercado y el valor de cambio, ignorando que el dinero es un instrumento para el
bienestar humano, no el objetivo de la producción. La producción económica es
creación de valores de uso para la vida humana, pues queremos trabajar para
vivir bien, y no para la valorización del capital.
En la contabilidad económica de la ciencia
mercantil, el valor de uso desaparece en virtud del valor de cambio –del mismo
modo, que el capital parece producir la riqueza sustituyendo al trabajo en el
imaginario colectivo-. Los precios, como medida del valor económico de las
mercancías, determinan los procesos económicos independientemente del valor de
uso. El dinero y sus flujos se convierten
en agentes fundamentales de la producción, desvalorizando el trabajo humano y
sus capacidades creadoras. Con el
fetichismo de la mercancía se nos aparece la riqueza como un fruto del dinero y
el mercado, y no como el producto del trabajo humano o como disponibilidad de
la naturaleza terrestre. Pero la actual
evidencia no muestra que el hiperdesarrollo de los mecanismos de intercambio en
el mercado –dinero, capital financiero y comercial, instrumentos crediticios,
etc.-, es responsable de habernos traído hasta esta situación
insostenible.
El dinero no se come, no calienta, no abriga, no
viste, etc., sólo sirve para adquirir los objetos que se comen, calientan,
abrigan, visten, etc. Por tanto una
Renta Básica, que no es más que dinero, no resuelve los problemas de la vida
cotidiana: lo que la gente necesita para
vivir está producido por el trabajo humano, o bien generado gratuitamente por
la naturaleza, y lo que necesitamos es una organización justa de la producción
y la distribución de los valores de uso; en caso contrario, los ciudadanos
podrían encontrarse con una Renta Básica formulada en términos monetarios con
la que no se podría comprar nada, porque no habría nadie para producir los
valores de uso que se pueden adquirir con ella.
Así que debemos profundizar más en estos
conceptos para comprender qué tipo de Renta Básica podrá resolver el problema
de alcanzar un nuevo modo de producción.
Como se ha señalado, una economía alternativa tendrá que fundarse en la
producción de valores de uso. Los teóricos
de la Economía del Bienestar, que predominó en los países desarrollados durante
los años centrales del siglo XX, recurrieron al concepto de ‘utilidad’ (de
Bentham y Stuart Mill), explicando con éste la producción económica de la
época, que combinaba la regulación económica del mercado con la intervención
del Estado. Las utilidades representan
la producción económica del sector público, que no se rigen por la ley del
beneficio en los intercambios mercantiles.
Sin embargo, esa reforma de la economía de mercado no abolió el
desarrollo insostenible a largo plazo que caracteriza al capitalismo:
explotación de los trabajadores y de la tierra, imperialismo y distribución
injusta de la riqueza, destrucción de la vida en el planeta tierra, etc. Los mecanismos básicos del Estado del
Bienestar continuaron siendo los mismos que los del mercado liberal, y el
beneficio capitalista privado constituyó una condición imprescindible para el
buen funcionamiento del sistema. Por eso
cuando llegó la depresión –por causa de la primera crisis de petróleo en los
años 70- y los beneficios empresariales disminuyeron, comenzó el
desmantelamiento de la Economía del Bienestar que dura hasta nuestro días.
Por tanto, una teoría económica que tome en
cuenta los valores de uso ya ha existido en la economía desarrollada, aunque
sea de forma incompleta. Y además
también existen sectores económicos en los que predomina la producción de
valores de uso sobre la producción de valores de cambio. Fijémonos por un momento en el papel de las
mujeres en nuestro sistema social. Por
el mero hecho de ser mujer asume una serie de actividades –que bien podrían
catalogarse de trabajos-; éstas forman parte de su personalidad y no son
remuneradas por el mercado: cuidado de la familia, atención a ancianos y
enfermos, preparación de alimentos, limpieza del hogar, creación de un ambiente
agradable para la vida cotidiana, educación primaria y socialización de los
hijos, etc. En resumen, toda la
reproducción de la fuerza de trabajo, gastada en la producción económica, está
encomendada a las mujeres y se realiza de forma gratuita. Es verdad que se puede considerar que esa
actividad económica está incluida en el salario de los varones; pero no deja de
ser cierto que esos valores de uso no están mercantilizados en el capitalismo.
La producción de valores de uso por la fuerza de
trabajo femenina en la sociedad patriarcal, es un ejemplo de una economía,
llamada doméstica, que si bien está subordinada al orden del sistema
capitalista, no depende directamente del mercado, ni del dinero y el valor de
cambio. ¿Podría generalizarse esta
forma de producción económica a gran escala, para constituir un modo de
producción alternativo al capitalismo?
¿Cuáles serían las condiciones para que se pudiera desarrollar tal forma
económica? Tenemos que añadir lo obvio: que
la sociedad ejerce un grado de violencia sobre las mujeres, para que asuman el
rol que tienen asignado. Como sucede en
casi todas las instituciones sociales, este sector de la economía combina la
coacción y el consenso entre los estímulos para la actividad productiva. Las investigaciones realizadas bajo el
paradigma feminista bien pueden arrojar luz sobre esta cuestión.
La producción de valores de uso fue también el
eje de la planificación económica socialista en los países de la antigua órbita
de la URSS. Aquí se plantearon varios
problemas, unos teóricos –la complejidad del cálculo matricial necesario para
coordinar la producción a gran escala-, y otros prácticos –la rigidez de las
estructuras burocráticas encargadas de organizar la producción, como
consecuencia de la aparición de una capa social privilegiada de burócratas y
directores de empresas socialistas, una nueva clase social en definitiva-. La garantía que ofrecía el sistema de tener
cubiertas las necesidades básicas, poseyendo los bienes necesarios para el
desarrollo de la vida individual, dependía de un régimen tiránico e
relativamente ineficaz. La superación
del reino de la necesidad no conducía al reino de la libertad. Y el desarrollo del marxismo en ese contexto
estuvo deformado por los condicionamientos políticos de aquellas sociedades.
Tenemos, por tanto, algunas experiencias que nos
pueden ayudar a entender lo que buscamos: una forma de producción de utilidades
o valores de uso, que sea independiente del mercado y sus valores de
cambio. En todas ellas hemos podido
percibir la existencia de algún tipo de coacción o restricción de la libertad,
y debemos preguntarnos si existe alguna forma de eliminar esa coacción a través
del desarrollo de la consciencia personal o de clase, es decir, de la dimensión
social del ser humano. En la
reivindicación de la Renta Básica late un contenido utópico que nos promete
alcanzar el Reino de la Libertad, superando el Reino de la Necesidad. Pero no podemos ilusionarnos con promesas
vanas, sino entender los verdaderos procesos históricos que nos hacen avanzar
en la liberarión humana.
El problema de la libertad es complejo. La ideología liberal que impulsa el
desarrollo capitalista, interpreta la libertad como actividad económica
mercantil sin coerciones, libertad para los empresarios. Es un concepto de libertad que no puede
interesar a la clase trabajadora, que por el contrario se ve sometida a una
explotación capitalista; la Renta Básica ofrece una libertad económica muy
superior a los trabajadores, pero deja sin resolver el problema de la
organización del trabajo. Como demuestra
la experiencia histórica, la enorme complejidad de la división del trabajo en
las sociedades desarrolladas no se resuelve con buenas intenciones. La propuesta comunista exige un avance moral
de la humanidad al tiempo que se desarrollan las capacidades tecno-científicas
y productivas: un desarrollo de la
conciencia humana en los valores de la solidaridad y la justicia, una mayor
responsabilidad personal, mejores formas de comunicación, publicidad y
transparencia social, información científica contrastada, etc. Para ello hace falta también un desarrollo de
las instituciones sociales, que sean capaces de satisfacer todas esas condiciones
de complejidad, y además superar las estructuras jerárquicas en la organización
social, caminando hacia lo que algunos autores han denominado
‘hiper-complejidad’.
Caminar hacia una nueva economía socialista,
tiene como condición subordinar la economía monetaria de los intercambios a las
necesidades cotidianas de las gentes. Constituir una economía fundada en el
valor de uso, será al mismo tiempo rebajar la importancia transcedente del
dinero en la economía capitalista. Es
aquí donde aparece la Renta Básica como un mecanismo para yugular la fuerza del
mercado, en una de sus principales ramas: el mercado de fuerza de trabajo,
donde los trabajadores encuentran empleo a sus habilidades a cambio del salario
para poder vivir. Eso significa que los
trabajadores ya no tengan que trabajar acuciados por el hambre. Gracias a disponer de los recursos necesarios
para la satisfacción de sus necesidades básicas, los trabajadores ya no
necesitarán vender su trabajo a un capitalista que les pague el salario establecido. Los propietarios del capital pierde una de
sus principales herramientas de dominación.
Más todavía; establecer la Renta Básica será un
intento de transformar el dinero, que es hoy en día el símbolo y la medida del
valor de cambio, en una unidad de cuenta que represente los derechos ciudadanos
al disfrute de los valores de uso fundamentales para la vida humana. Al distribuir el dinero entre los ciudadanos,
destruye su función de medio para el intercambio de mercancías y el
sometimiento de los trabajadores desposeídos.
Simplemente contabiliza los derechos económicos que cada ciudadano
tenemos por el mero hecho de serlo: alimentación, vivienda, vestido, educación,
cultura, salud, seguridad, etc. Sirve de
ese modo al objetivo de establecer una ciencia económica no capitalista y una
producción fundada en la creación de valores de uso, al mismo tiempo que el
mercado pierde su fuerza coactiva para someter a los trabajadores a la cadena
de la producción explotadora.
Es claro que la producción económica debe seguir
para que la humanidad pueda sobrevivir. Y no es tan difícil imaginar que los
ciudadanos produzcan los bienes que necesitan gracias a una capacidad consciente
fundada en la cooperación y la solidaridad social. Tal vez en los primeros momentos sea
necesario algún grado de coacción social para garantizar la producción de
valores de uso. Pero el factor que nos conducirá a una sociedad más justa,
consistirá en apreciar más a los seres
humanos y menos al dinero.
Notas
[1] Como dice José Iglesias
en su libro Consumo y crecimiento,
no. Capitalismo, tampoco. Interpretación crítica sobre el decrecimiento y el
consumo responsable,
no se puede poner a dieta a la
bestia capitalista. Es necesario
encontrar otro modo de producción, cuya forma de desarrollo sea sostenible
ofreciendo un verdadero futuro para la humanidad.
[2] El Informe Planeta Vivo, de ADENA-WWF, señalaba en el 2008 que Cuba es el único país
del mundo en mantener un alto desarrollo humano –según los parámetros de la
ONU-, siendo al mismo tiempo sostenible ecológicamente –según los parámetros de
ese Informe-. En un Informe
Planeta Vivo más reciente 2010 se muestra como la recienta evolución de la
economía cubana hacia el mercado, aumenta el desarrollo humano, pero la saca
fuera del marco de la sostenibilidad.