
Hemos demostrado ya que no existe una tercera filosofía, y
que el no ser consecuente con el materialismo determina que se adopte una
posición idealista, o bien una mezcla de idealismo y materialismo. El sabio
burgués, en lo que concierne a sus estudios y en el nivel de la experiencia, se
comporta como un materialista. En efecto, para contribuir al desarrollo de las
ciencias, es necesario trabajar y experimentar con la materia, y si se adopta
el punto de vista idealista que postula la materia como una creación de nuestro
espíritu, entonces, su experimentación será Inútil. Por lo mismo, existen muchas
clases de sabios.
Los sabios materialistas que son, a la vez, consecuentes y
conscientes, como por ejemplo los que trabajan en la URSS y en los otros países
socialistas y también capitalistas.
Los sabios que son materialistas sin saberlo, es decir, la
mayoría de ellos; porque no es posible aplicarse al desarrollo de la ciencia
sin admitir la existencia de la materia. Y entre estos últimos, hay que
diferenciar, a su vez:
(a) Los que comienzan a adherir al materialismo, pero no son
consecuentes con esta filosofía, porque no quieren ser Identificados como
tales. Y ellos son los agnósticos, que Engels llamó “materialistas
vergonzantes”.
(b) Quienes son materialistas en el laboratorio y en el
nivel de la experiencia, pero no lo saben y no son consecuentes. Fuera del
ámbito de la investigación y de su trabajo, son idealistas, religiosos y
creyentes.
Estos últimos son los que no han podido ordenar sus ideas, o
tal vez no lo hayan deseado expresamente, y suelen vivir en permanente
contradicción con ellos mismos. Practican una división tajante entre su trabajo
científico y sus concepciones filosóficas. Son “sabios”, y si bien no niegan
expresamente la existencia de la materia, suponen que no es necesario conocer
la naturaleza real de las cosas, lo cual se trata, sin duda, de una actitud muy
poco científica. Y a pesar de ser “sabios”, admiten sin prueba alguna la
existencia de cosas imposibles. (Tal es el caso de Pasteur, de Branly, y de
tantos otros que eran creyentes; mientras que el sabio, si acaso es consecuente
con los principios científicos que
aplica en su trabajo, deberá abandonar las creencias religiosas). La ciencia es
incompatible con la religión, y se oponen de un modo absoluto.
2. Segundo aspecto de
la cuestión
El materialismo y la acción. El materialista, tal como ya lo
hemos precisado, es quien aplica de un modo consecuente los principios de su
filosofía y debe hacerlo siempre de modo correcto. Por ello, si el materialista
es consecuente, debe aplicar dicha filosofía a la acción. Por lo tanto, ser materialista en la práctica implica obrar
en conformidad con los principios
filosóficos, considerando la realidad como el factor primero y
fundamental; y al pensamiento como un factor de un segundo orden.
Veamos ahora las actitudes de quienes consideran en primer
término el pensamiento, y que son idealistas sin saberlo:
(1) Se llama individualista a quien vive como si estuviera
solo en el mundo, replegado en su interior, y para quien el mundo exterior sólo
existe para sí mismo. Lo importante para el individualista es su propio
pensamiento, y en definitiva se trata de un idealista, un solipsista. El
individualista es egoísta, y el egoísmo se opone en un todo al materialismo,
porque aquél considera el mundo sólo con arreglo a sí mismo.
(2) Quien aprende guiado por el solo placer de aprender, por
lo general, no suele mostrar mayores dificultades para asimilar toda clase de
conceptos, pero los retiene para sí mismo y le otorga al pensamiento un papel
fundamental. El idealista vive replegado sobre sí mismo, y apenas le interesa
el mundo exterior para vivir vuelto hacia sí mismo. El materialista, en cambio,
se encuentra abierto a la realidad, al mundo exterior; por ello, quienes tienen
facilidad para aprender y se aplican al estudio del marxismo deben transmitir a
los otros lo que han aprendido.
(3) Aquellos que refieren todo a sí mismos, y que por esta
razón sufren una deformación idealista. Por ejemplo, si en una reunión se han
dicho cosas desagradables para su punto de vista, dirá que la reunión ha sido
mala. Sin embargo, no debe procederse de ese modo, es necesario juzgar la
reunión con arreglo a la organización, a los fines que se pretendían alcanzar,
y no con relación a uno mismo.
(4) El sectarismo tampoco constituye una actitud materialista.
El sectario es quien pretende imponerle al resto su propia concepción de las
cosas; volvernos a encontrar aquí al idealista, ya que le concede al
pensamiento una importancia fundamental, tanto desde el propio punto de vista
como el de la secta a la que pertenece.
(5) El doctrinario, aun habiendo alcanzado una comprensión
acabada de la filosofía materialista, puede transformarse en un idealista si es
que vive recluido en sus textos y se contenta con sólo repetir fórmulas sin
aplicarlas a la realidad. El doctrinario le concede una Importancia fundamental
a los textos, a las ideas, y por lo general, el doctrinario suele ser también
un sectario.
Así, pretender que la revolución sea una cuestión relativa
al pensamiento, y que explicando a la clase trabajadora la necesidad de la
revolución, ésta debe entenderla de una vez para siempre; y en caso contrario,
si no se comprende, entonces no vale la pena hacer la revolución, constituye
sin duda una actitud sectaria y no una actitud materialista.
Ahora bien, cuando esta necesidad no suele ser comprendida,
debernos analizar e investigar las causas por las que se produce tal
incomprensión. Debemos evaluar el impacto que produce la propaganda adversa
desplegada por la radio y los diarios burgueses, y procurar dar a entender
cuáles son nuestros propósitos valiéndonos de diarios, folletos, o asistiendo a
las escuelas, etc.
En efecto, proponer proyectos sin tener en cuenta las
condiciones de la realidad, y hacer recaer en ellos toda la importancia,
constituye una actitud idealista, ya que no considera de qué modo deben
llevarse a cabo los proyectos, y si éstos son realizables. Y quienes se
encuentran en una actitud crítica
permanente sin proponer ningún remedio, y quienes carecen de un sentido crítico
hacia sí mismos, son materialistas inconsecuentes.
El texto
anterior es una transcripción de una parte del pensamiento de George Politzer
expresada en el texto “Principios Elementales de la Filosofía” escrito en
Francia entre 1935 – 1936. Es en algún sentido un texto considerado como panfletario
(para su momento estaba muy bien que así lo haya sido) y contiene un valor apreciable por si
claridad y sencillez.