
David Harvey / Rebel Cities: From the Right to the
City to the Urban Revolution [Ciudades rebeldes: del derecho a la
ciudad a la revolución urbana], Verso, Londres, 2012
La creciente urbanización del globo es motivo de frecuente
debate y preocupación, lo cual resulta irónico, pues rara vez ha habido una
época menos preocupada por cómo crear ciudad como polis positiva, activa,
colectiva, en lugar de un hormiguero atomizado, accidental. Los pelmazos del
libertarismo aclaman sin sentido crítico la expansión urbana descontrolada, la
megavilla miseria o la megaciudad, dependiendo de la ocasión, y la izquierda
ambientalista parece aterrada ante la ciudad y todo lo que implica. El geógrafo
David Harvey, ha sido
durante mucho tiempo una excepción a ambos casos.
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La reelaboración que hace Harvey de la teoría política
marxista sitúa a la ciudad en lugar primero y principal, en lo que se refiere a
su posición como generadora de acumulación de capital, por oposición, digamos,
a la fábrica. Esto se justifica con un argumento económico en torno a la
importancia para el capitalismo de la tierra, la renta y la especulación antes
que la producción; de todos los ensayos de este libro, es el más hecho a medida
para los iniciados.
No es este el caso de su frecuente recurso a la Comuna de
París de 1871, breve experimento socialista de autogobierno de la clase obrera
suprimido de modo sangriento. Este recurso no proviene del sentimiento sino de
su pertinencia. Los comuneros formaban "un tipo de proletariado muy
diferente de aquel al que la izquierda otorgaba un papel de vanguardia".
Al igual que los trabajadores de hoy, se "caracterizaban por su
inseguridad, por empleos temporal y espacialmente difusos, y por ser muy
difíciles de organizar sobre la base del puesto de trabajo". Esto tiene
sus propios peligros, por supuesto: la comuna, como hace notar, fue un intento
de "socialismo, comunismo o anarquismo en una ciudad", que podía ser
hambreada y destruida. Sus notas sobre movimientos contemporáneos como las
asambleas populares de Porto Alegre tienen esto en cuenta. Así pues, ¿cómo
conectar las diversas luchas metropolitanas?
Para Harvey, hay dos adversarios principales de la
organización. Uno, el partido de vanguardia del leninismo, es un problema tan
lejano que pierde poco tiempo en despacharlo. Vuelve, sin embargo, una y otra
vez a la crítica del "horizontalismo", "fetiche de la forma
organizativa" que con excesiva frecuencia se queda en
lo-pequeño-es-hermoso, una preocupación casi narcisista con el proceso y la
interacción personal en la acción a amplia escala, algo que "puede
funcionar en el caso de pequeños grupos, pero (resulta) imposible en la escala
de una región metropolitana, y no digamos ya para los 7.000 millones de
personas que habitan la Tierra". Este rehuir formas de organización que no
se den en un plano cara a cara va generalmente de la mano con "fuertes
dosis de nostalgia por el érase-una-vez una economía supuestamente moral de la
acción común". Para Harvey, la izquierda debe ser moderna y urbana o
seguirá siendo impotente.
El localismo a una escala más municipal es analizado por
medio de algunas agudas observaciones sobre el rediseño neoprusiano de Berlín,
una re-planificación conservadora que, para Harvey, borra el potencial que
presentaba la posición de la ciudad entre Este y Oeste, por no mencionar las
aportaciones posibles de su población turca. Hay aquí una refrescante voluntad
de ajustar cuentas con la política urbana posterior al 68; los movimientos de
conservación urbana son descritos como doncellas de la
"gentrificación", de modo que Michael Bloomberg [magnate y alcalde
republicano de Nueva York] puede sin ironía hablar de "construir como
Robert Moses [el más influyente y controvertido de los urbanistas neoyorquinos
del siglo XX] , teniendo en mente a Jane Jacobs" [lo contrario de Moses:
urbanista crítica, activista y organizadora social], a saber, crear un paisaje
de acumulación de capital y limpieza de clase que no es ya de masas y
modernidad sino que procede mediante el tradicionalismo urbano, a escala
pequeña y discreto. La izquierda no ha aprendido adecuadamente, según Harvey,
que "la política neoliberal favorece tanto la descentralización
administrativa como la maximización de la autonomía local". Como
respuesta, se entretiene en las propuestas del anarquista Murray Bookchin de
una asociación de municipalidades democráticas, un "confederalismo"
que se asemeje a cientos de Comunas de París.
Pero, ¿cómo llegar a ese punto? Rebel Cities contiene
notas breves sobre tres posibles alternativas en el presente. En su vívida
presentación de China establece una oposición entre la ciudad de Shenzhen, que
se mueve hacia un liberalismo extremo de libre mercado, y la de Chongqing, que
obliga a pagar impuestos al capital privado que sufraguen la vivienda municipal
y los programas sociales. Pero esto reproduce una "elección polarizada
entre el Estado y el mercado", en el que ninguno de ellos es democrático.
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Owen Hatherley |
Owen
Hatherley, afilado crítico de arquitectura y urbanismo, es
autor de Militant Modernism (Zero Books, 2009); A Guide to the
New Ruins of Great Britain (Verso, Londres, 2010) y Uncommon (Zero
Books, 2011) sobre el grupo "pop" británico Pulp.