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Foto: Miguel Manzanera Salavert |
Especial para Gramscimanía |
MANZANERA SALAVERT, Miguel: El periplo de la razón. El
racionalismo musulmán en la Edad Media. Sevilla, Fénix Editora, 2011. ISBN: 978-84-939261-4-4,
263 pp.
Este libro aborda uno de los grandes mitos de la historia:
la creencia generalizada de que el pensamiento racional tiene su origen en el
mundo grecolatino, sin conexión alguna con las grandes civilizaciones
medievales. El Renacimiento, uno de los grandes hitos de la Historia –eso es
indudable- se nos presenta como un renacer de la sabiduría clásica, olvidada
durante la oscura época medieval. En esta premisa falsa, se sustenta todo el
pensamiento eurocentrista y la supuesta superioridad indoeuropea.
A mí siempre me pareció sospechosamente falsa la idea de que
el Renacimiento saltara diez siglos atrás para beber directamente de las
fuentes antiguas. Realmente, lo que hizo fue tomarla de la sabiduría islámica y
judía que habían mantenido vivo durante siglos el racionalismo. Como afirma el
autor del libro, la gran revolución científica del Renacimiento no se puede
explicar sin las aportaciones de la ciencia islámica, especialmente entre los
siglos VII y XII de nuestra era.
Sin embargo, la exclusión de la ciencia islámica y judía de
los orígenes del racionalismo occidental no fue casual, sino que supuso un
intento –logrado por cierto- de falsear conscientemente la Historia para
fundamentar la superioridad de Occidente. Ese ha sido uno de los pilares del
llamado choque de civilizaciones, utilizando los términos de Samuel P.
Huntington.
El gran merito de la obra del profesor Manzanera consiste en
haber demostrado, con un análisis minucioso, que la conexión entre el
racionalismo renacentista y el antiguo se hizo a través de la sabiduría judía
y, sobre todo, islámica. De esta forma, se le otorga la importancia vital que
tuvo el islam y, muy particularmente, la brillante civilización de Al-Andalus,
en la configuración del racionalismo moderno y contemporáneo.
La dialéctica, es decir, el diálogo entre distintos puntos
de vista, surgió en la Grecia clásica, donde además se desarrollaron avances
científicos en áreas como la lógica, la política, la metafísica, la ética o la
biología. Todos estos conocimientos, junto a la razón misma, se extendieron
durante la época helenística, cuando Alejandro Magno creó un efímero imperio
que se extendía desde Egipto al río Indo. Por tanto, fue entonces cuando todo
ese saber clásico se extendió por una buena parte de las civilizaciones
mediterráneas. La Biblioteca de Alejandría es un buen ejemplo de ese saber, con
epicentro en el norte de África y en oriente próximo. Unos siglos después, fue
Al-Andalus la que experimentó un extraordinario desarrollo no sólo agrícola y
artesanal sino también científico. Y es que en esos territorios la ciencia
aristotélica se perpetuó durante siglos. Los sabios musulmanes bebieron
directamente de las fuentes clásicas, dando un nuevo impulso científico en
materias muy variadas como la filosofía, la astronomía, la geografía, la
medicina, las matemáticas, la biología, la lógica, etc. Como bien demuestra
Miguel Manzanera, el pensamiento racional no sólo no se perdió en el medievo
–como sostiene la historiografía tradicional- sino que al menos en el
Mediterráneo oriental aumentó considerablemente su acervo.
El Islam contribuyó de manera decisiva en esa expansión del
racionalismo, dado el ambiente de tolerancia que vivió en sus primeros siglos.
De hecho, se trató de una herejía tolerante, que no tuvo dificultades para
extenderse por territorios donde la población estaba harta de la rigidez
dogmática del cristianismo. No olvidemos que el cristianismo, que había nacido
como una religión revolucionaria que defendía el amor al prójimo, no tardó en
alejarse en la praxis de estos ideales para convertirse en una institución de
poder. Eso fue aprovechado por el Islam que permitía –y contra lo que pueda
pensarse, todavía permite- una mayor libertad de conciencia, al menos en
cuestiones dogmáticas. Ello creó un caldo de cultivo idóneo para el desarrollo
del pensamiento y de la investigación científica, especialmente hasta el siglo
X o XII d. C. Desde esa fecha, también en el seno del Islam se generó una gran
intransigencia, probablemente provocada por la lucha feroz con el cristianismo,
que terminó afectando al racionalismo. Sobrevivió en Al-Andalus, pero ese
enorme saber desapareció en parte con la Reconquista, que supuso una verdadera
tragedia en términos científicos y culturales. No olvidemos las quemas de
libros decretadas por orden del cardenal Cisneros a principios del siglo XVI,
así como las persecuciones y expulsiones de judíos primero y de musulmanes.
El libro, en definitiva, otorga un papel destacado a los
filósofos, pensadores y científicos, no sólo islámicos, sino también judíos e,
incluso, chinos e hindúes. El Renacimiento bebió directamente de ellos, por lo
que es oportuno decir que el racionalismo actual es heredero no sólo del
pensamiento grecolatino sino también de la cultura oriental, especialmente de
la islámica. Dicho de otra forma, el Renacimiento fue posible gracias a la
asimilación del saber oriental por parte de occidente. La sabiduría islámica
actuó de puente entre el racionalismo grecolatino y el moderno.
A mi juicio estamos ante un gran libro, pues desmonta uno de
los grandes mitos de la cultura occidental. La Historia se ha construido
durante siglos en base a mitos y creo que es hora ya, en pleno siglo XXI, de
desmontarlos y de conocer la verdad.