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@ David Ho |
El mercantilismo, que caracteriza intrínsecamente al
capitalismo, se ha inoculado en todos los ámbitos de la existencia del sujeto.
Una prueba de ello lo encontramos en las relaciones interpersonales, tal y como
lo formuló magistralmente Manuel Cruz en su premiado ‘Amo luego existo’. En
particular, éstas se rigen por una lógica de la mercancía (la pareja, el amigo,
el padre, la madre se caracterizan por el hecho de tener un determinado valor
de uso –ofrecen apoyo emocional, material….- pero también por tener un valor de
cambio –nadie puede considerar a su pareja o amigo, hoy en día, como un ser
insustituible, dotado de una especificidad e inconmensurabilidad radical- que,
como poco, debería parecernos inquietante.
El sujeto, tal y como afirmaba Herbert Marcuse, ha
introyectado a la perfección las leyes que fundan el desarrollo del
procedimiento capitalista. Expresado de otra forma, la lógica del capitalismo,
gracias a diferentes factores que ahora no pueden elucidarse, ha conseguido
constituirse en la forma específica que tiene el individuo para estructurar su
percepción de la realidad.
La cuestión es mucho más profunda de lo que se piensa: el individuo, que se ha ido apropiando de esa lógica de una forma inconsciente, desde su más tierna infancia, hasta pasar a ser su forma lógica de percibir el mundo, adolece de otros marcos representativos para poder comprender y configurar su realidad.
La cuestión es mucho más profunda de lo que se piensa: el individuo, que se ha ido apropiando de esa lógica de una forma inconsciente, desde su más tierna infancia, hasta pasar a ser su forma lógica de percibir el mundo, adolece de otros marcos representativos para poder comprender y configurar su realidad.
Este es su gran triunfo, tal y como aseveraba Marcuse: el
sistema capitalista ha cortocircuitado todo intento de crítica radical y, por
consiguiente, destructiva para con ella, al convertirse en la forma
arquetípica de percibir, de entender, de
estructurar la realidad. Dicho en otras palabras, cualesquier discurso que
pretenda efectuar una crítica radical del proceder capitalista, se encuentra
ante la encrucijada de que se fundamenta en el propio sistema que crítica. El
discurso crítico cae en las redes capitalistas porque nunca ha salido de ella.
De ahí que toda tentativa de pensamiento crítico se desvanece al ser
considerada como un mero acto de rechazo parcial, pose, pataleta, ya que jamás
será radical.
La lógica del sistema ha conseguido burocratizar de tal
manera la existencia del sujeto, que impregna por completo su manera de interpretar
y estructurar su realidad y, por consiguiente, determina cualesquier tipo de
discurso. Este es el gran éxito: que un sistema meramente económico ha
conseguido convertirse en una forma de estructurar la realidad y, por
consiguiente, se ha erigido en una actitud, en un rasgo que define al sujeto.
No obstante, el darse cuenta de una situación determinada ya
es un signo de la capacidad que tenemos para poder trascenderla, tal y como
formuló Freud. Por ese motivo, mejor nos vendría si asumiésemos que, hagamos lo
que hagamos, el dinero, la plusvalía, el valor de cambio, de uso, el interés,
la competencia y demás categorías que configuran la constelación interpretativa
del capitalismo, nos determinan. De esta manera, podríamos ver las cadenas que
nos aprisionan, pero, de forma simultánea al advertirlas, también emergería la posibilidad de observar
su forma, su materia y, por ende, su posibilidad de volatilizarlas como
instancias opresivas.
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http://www.elplural.com/2012/04/30/critica-cercenada-la-victoria-del-capitalismo |