
Luis Roca
Jusmet
Especial para Gramscimanía |
Nietzsche escribe en fragmentos, fragmentos que hieren, que
socavan las creencias habituales, que son intempestivas y que hacen pensar.
Afortunadamente el filósofo alemán no construye un sistema y podemos quedarnos
con lo que queramos de todo lo que dice.
Me gustaría hablar de la ética, la moral y la política según Nietzsche. Pero antes voy a definir los tres términos de la manera que me parece hoy más fecunda. En primer lugar hay que decir que la diferencia entre ética y moral aparece de manera confusa. En algún contexto se utilizan como sinónimos y en otros se considera que la ética es la reflexión crítica sobre la moral. El uso que yo le daré es el de considerar la ética como arte de la vida, recuperando un sentido antiguo que en la filosofía contemporánea recupera Michel Foucault.
Me gustaría hablar de la ética, la moral y la política según Nietzsche. Pero antes voy a definir los tres términos de la manera que me parece hoy más fecunda. En primer lugar hay que decir que la diferencia entre ética y moral aparece de manera confusa. En algún contexto se utilizan como sinónimos y en otros se considera que la ética es la reflexión crítica sobre la moral. El uso que yo le daré es el de considerar la ética como arte de la vida, recuperando un sentido antiguo que en la filosofía contemporánea recupera Michel Foucault.
La ética es, por tanto, algo singular, la manera como cada
cual da una orientación a su vida a través de unas determinadas prácticas. pero
que sea singular no quiere decir que sea privado sino que se basa en la
autonomía individual en un marco social. La moral tiene que ver, en cambio, con
las obligaciones internas, a los límites que nosotros mismos nos ponemos con
respecto al otro. Finalmente la política hace referencia al gobierno de la
sociedad a través de las instituciones. Tiene que ver con la realidad del poder
y con el ideal de la justicia.
Empecemos por la política. Nietzsche niega reiteradamente
que tenga una posición política en el sentido convencional de la palabra,
aunque el año 1888, al borde ya de la locura, anuncia a su amigo el teólogo
Overbeck una futura declaración política ( que en todo caso nunca realizará).
Lo que sí podemos hacer es articular lo que hay de políticamente significativo
en Nietzsche, Si analizamos el contexto en el que se mueve Nietzsche
comprobamos que ya existen las primeras semillas de los movimientos
nacionalistas y antisemitas que cristalizará históricamente en el
nacionalsocialismo. Estos círculos tienen miembros destacados muy próximos a
Nietzsche que le presionan reiteradamente para que se adhiera explícitamente al
grupo del que forman parte. Vienen del que fue su editor hasta el año 1844,
Enst Schmeitzner y sobre todo de su hermana, Elisabeth y del marido de esta, el
dirigente antisemita Bernhard Förster. Nietzsche no solo no cederá sino que se
manifestará activamente en contra de este movimiento, como pone claramente de
manifiesto la carta que envía a su hermana en diciembre de 1887 expresándole la
repugnancia que le produce este partido antisemita. En Ecce Homo, testamento
personal y filosófico de Nietzsche éste ya manifiesta que considera a su
hermana, que entregará personalmente a Hitler el bastón de su hermano ya muerto
y manipulará sus escritos póstumos, como pura escoria. Nietzsche está
preocupado porque no se confundan sus ataques al judeocristianismo con el
antisemitismo emergente en aquellos momentos en Alemania y se dedica a criticar
explícitamente a los alemanes y a sus proclamas nacionalistas. Si repasamos la
obra de Nietzsche constatamos que el único cambio radical de su obra es el paso
del entusiasmo a la decepción por la cultura alemana de su época, liderada por
Schopenhauer y Wagner. En El origen de la tragedia confía en que esta sea capaz
de regenerar la cultura trágica nacida en la Grecia presocrática. Pero como
constatará en Ecce Homo aquello fue una ilusión, ya que pronto se dará cuenta
que tanto Wagner como Schopenhauer no son más que nuevas manifestaciones del
nihilismo más decadente. La postura de Nietzsche sí es cada vez más europeísta
y menos chovinista.
Lo que más bien plantea Nietzsche en su propuesta no es una
opción política sino una transformación de valores que podríamos considerar,
con algunas reservas, como cultural. Ahora bien, Nietzsche sí que ilustra a
nivel sociopolítico sobre quién estaría del lado de los valores que defiende y
quién en contra. En este sentido el libro más sistemático de Nietzsche, que es
la Genealogía de la Moral nos muestra unos ejemplos que son bastante inquietantes
para un lector de izquierdas. En este libros plantea que la historia de la
humanidad es la historia de la lucha de los nobles contra los siervos. Si bien
su definición de aristocracia es planteada en términos de carácter, que sería
el de la persona libre, generosa, feliz y creativa si que en algún momento
identifica estos valores con los de la nobleza aria, romana o feudal. Y no solo
esto sino que nos plantea un análisis tan preciso como reaccionario de la
Revolución francesa. La nobleza francesa del S.XVIII es la mejor expresión de
los valores que defiende y Napoleón un claro ejemplo de lo que él entiende por
superhombre. En este punto no hay ambigüedades: el lenguaje de Nietzsche no es
metafórico, lo que defiende es coherente con su posición aristocrática y su
odio a la democracia. Este odio a la democracia representa el desprecio por dar
el poder, la capacidad de decisión a cualquiera y aquí Nietzsche coincide con
uno de sus principales adversarios, que es Platón. Por otra parte Nietzsche
plantea que el anarquismo y el socialismo son versiones desacralizadas del
cristianismo, en la medida que lo que defiende este es una moral igualitaria.
La antropología de Nietzsche tiene como núcleo duro su concepción jerárquica
del hombre y esta significa que los hombres son constitucionalmente diferentes
y que esta diferencia lo es de grado, es decir que los divide en superiores e
inferiores. Y este constitucionalismo tiene un carácter biologista, ya que cada
cual nace con una naturaleza que lo sitúa cualitativamente en el lugar que le
corresponde (y aquí coincide otra vez con Platón).
Me parece aquí que es interesante analizar una línea de
influencia de Nietzsche sobre la izquierda francesa ( que se inicia con Georges
Bataille y que continuará con Michael Foucault y Gilles Deleuze) y también en
autores contemporáneos del país como Pere Saborit. Bataille escribe el año 1944
Sobre Nietzsche, que tiene un carácter especialmente significativo, ya que lo
hace en plena ocupación alemana, cuando se le asocia claramente con el nazismo
de Hitler. Bataille intentará recuperar a Nietzsche desde una lectura inédita,
en la que planteará lo siguiente: 1) Nietzsche nunca tuvo una actitud política
desde su desilusión juvenil con Wagner. La propaganda pangermanista y antisemita
le asqueaba. 2) Nietzsche no era un predicador ni quería seguidores. No
exhortaba a la lucha, no era propagandístico. Estas afirmaciones son, como
hemos dicho al principio ciertas y por tanto desvinculan a Nietzsche del
nazismo hitleriano. Pero lo que defiende Bataille de Nietzsche es 1) El
carácter benéfico de la guerra , que según él, es común con Proudhon y Marx,
como emancipación de la humanidad de las servidumbres morales del pasado. 2)
Paradójicamente a lo anterior, el carácter cultural y nomilitar del mensaje de
Nietzsche. Aquí encontramos un elemento fundamental que es un cierto culto a la
violencia y a una lucha radical contra la moral burguesa. Este culto a la
violencia es el que liga a Nietzsche con el fascismo original de Georges Sorel
y más tarde, Benito Mussolini, Hay aquí un fondo común que hará que Walter
Benjamín, que aún siendo admirador protegido de Bataille en París, le
advirtiera con una gran dureza: “Usted trabaja para el fascismo”. Y lo decía
precisamente porque lo que combatía Benjamín (como podemos leer en sus
Iluminaciones) era el culto a la guerra y el esteticismo de la violencia.
Precisamente en este grupo influenciado por Nietzsche estaba no solo Bataille sino
también Ernst Jünger. Y aunque éste nunca fue un nazi sí manifiesta en su época
juvenil esta ética y estética fascista (en el sentido amplio de la palabra) de
fascinación por la violencia, por la destrucción redentora. El Jünger juvenil
formulará en su texto clave El Trabajador que la Movilización total que creará
el Orden nuevo oscurecerá la diferencia entre la revolución y la reacción.
Ideología confusa que ya sabemos cómo acabará: en un movimiento aparentemente
anticapitalista y radical que no será sino un nuevo rostro de las formas
políticas del capitalismo. Lo que atacan, tanto Bataille como Jünger, aunque
sea desde perspectivas diferentes ,es la moral burguesa y todos el sistema de
valores a él vinculado Pero la historia del capitalismo nos muestra que esta
moral burguesa es solo una de sus máscaras. Porque como nos ha mostrado Zizek
la ideología actual del capitalismo tiende a ser cada vez más la de la
transgresión. Pero aquí volvemos a la crítica anterior: este hombre libre
y soberano que propone Nietzsche no es cualquiera, es una minoría
aristrocrática. Aquí hay que abandonar los aspectos románticos y heroicos que
plantean la revolución como una experiencia estimulante basada en el exceso y
la transgresión que llevaría al peor callejón sin salida de un izquierdismo
esteticista. Si continuamos por la línea abierta por Bataille nos encontramos
con otras dos figuras muy potentes que son Michael Foucault y Gilles Deleuze.
Foucault, con sus contradicciones, tiene una clara trayectoria de intelectual
de izquierdas y es uno de los responsables de situar a Nietzsche como maestro
de la sospecha junto a Marx en Freud. Esta idea, compartida con Paul Ricoeur,
abrió en su momento un punto de vista interesante pero es inaceptable en los
términos de tópico en que se ha mantenido. En todo caso tanto como Foucault
como Deleuze son pensadores muy potentes y creativos que han hecho una lectura
singular de Nietzsche. Pero Nietzsche defiende la emancipación de una minoría
en un contexto jerárquico donde dominan los fuertes. Es evidente que la
supuesta democracia en la que vivimos es tremendamente jerárquica, ya que hay
una oligarquía burocrática en el Estado y en los partidos que es quién toma las
decisiones políticas. ero en todo caso lo que no podemos negar es la postura
política antiigualitaria de Nietzsche, es decir, antidemocrática y
antisocialista.
Hablemos de la moral. Hay en Nietzsche un carácter
intempestivo que se manifiesta en la crítica contra el humanismo
moralizante y hipócrita de su época. Vale la pena recuperar porque este
moralismo tiene hoy una actualidad en la forma de consenso y de corrección
política. Y la corrección política es hoy la ideología del capitalismo porque
justamente lo que hace es ocultar los conflictos, los antagonismos radicales de
la propia sociedad con un discurso bienpensante es importante cuestionar
críticamente su lenguaje. Lo que pasa con la palabra jerarquía, por ejemplo, es
muy significativa, ya que en una sociedad como la nuestra en la que se van
profundizando las desigualdades y se consolidan las élites de todo tipo es un
término que resulta incómodo mencionar. Negándolo no es que eliminemos la
realidad sino su posibilidad de transformación, ya que para cambiar algo
primero hay que aceptarlo como real. Pero la negación de la moral, de cualquier
moral, por parte de Nietzsche me parece peligrosa e inaceptable. Podemos
cuestionar una moral como la cristiana, que se fundamenta en la compasión y la
culpa. Pero la culpa y la compasión son sentimientos morales que hay que
mantener, igual que la indignación porque sin ellos no hay moral posible. me
parece que son el respeto y el reconocimiento del otro los únicos principios
morales universales pero estos deben existir. No puedo renunciar a la moral
como la dimensión hacia el otro. La ética sin moral de Nietzsche le lleva a una
apología del poder sobre el otro y, en ocasiones, de la crueldad.
Pero quiero reivindicar aquí la ética de Nietzsche,
sin su ausencia de la moral, sin su política reaccionaria. ¿ es posible ? Por
supuesto que sí, es la filosofía fragmentaria, no sistemática. La ética de la
que hablo es la ética trágica y creativa que nos propone Nietzsche. Es su
apuesta por la vida, aceptando su finitud, es decir la muerte. Aceptando el
dolor, del que no podemos escapar, y que asumimos por necesidad. No deseamos
morir ni tampoco sufrir pero queremos vivir y sabemos que la vida conlleva la
muerte y el dolor. Lo que queremos es el placer (más profundo que el dolor,
dice Nietzsche, porque quiere permanecer). Sabemos que el mejor placer es el
que surge de la propia creación y que la propia vida debe ser una obra de arte.
No se trata de esteticismo, se trata de desarrollar nuestra singularidad,
nuestra capacidad, de inventar nuestra vida. Es lo único que tenemos, lo que
más queremos. Pero yo lo quiero con los otros. Como el tercer Foucault, que tan
brillantemente ha descrito este trabajo sobre sí mismo. A Foucault no le gusta
la moral, le basta con la ética y la política. Pero una ética que considere a
los otros, una política que sea justa. Así está bien, con Nietzsche pero
también contra Nietzsche.