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Imagen: Bolívar Echeverría |
La posición de Bolívar Echeverría (Riobamba, 1941- México
D.F., 2010) con relación a la filosofía y las ciencias sociales se define, a lo
largo de su obra, en torno a lo que él denomina discurso crítico. En la
conferencia pronunciada en la UNAM el 13 de abril de 2010, pocos días antes de
su muerte, el propio Echeverría insistía sobre esta cuestión decisiva en su
pensamiento y con la coherencia ética que le caracterizó. En esa ocasión, había
sido invitado como Profesor Emérito de la UNAM, a pronunciarse sobre lo que hoy
podía entenderse por filosofía y sobre las tareas de la filosofía, y también a
contestar algunas preguntas acerca de su relación personal con la filosofía.
“Hoy se requiere recuperar esa capacidad del discurso crítico de Marx, de borrar estos compartimentos tan usados por el positivismo para separar la filosofía, la economía, la antropología, etcétera. Estos compartimentos son artificiales y obstaculizan hablar de la cosa misma porque están recortando un objeto y separándolo de otro o construyendo forzadamente otros objetos a partir de uno que es el mismo. De ahí que surgiera esta Babel que han sido las ciencias sociales durante todo el siglo XX, con aquellas grandes discusiones para establecer cuál es la diferencia entre la sociología y la antropología, entre la antropología y la economía, etcétera, todos estos discursos metodológicos que son tan pedestres desde la perspectiva de un discurso que es capaz de carcomer todo, de meterse en todo, que no respeta barreras ni delimitaciones.”
Lo primero que sorprende en este pasaje es la insistencia en
la recuperación del discurso crítico de Marx, justamente hoy, a inicios
del siglo XXI. Tal insistencia se vincula con la cuestión fundamental en
sentido político y ético de nuestra época: la continuidad de las luchas
anticapitalistas, de lo que en Marx aparece como idea de la revolución. A lo
largo de su obra se advierte esta posición de Echeverría. Lo que anima su afán
teórico, por decirlo de alguna manera, se articula en torno a esta cuestión
política. Sin embargo, se debe tener presente que Echeverría aborda esta
cuestión política con un impulso crítico sobre las formas políticas que
derivaron del marxismo en el siglo pasado, en especial después de la derrota
del movimiento revolucionario en Europa occidental y de la deriva de la
revolución bolchevique. Echeverría reivindica lo que él considera la
continuidad del discurso crítico de Marx, en el Lukàcs de Historia y
consciencia de clase, en Rosa Luxemburgo, Korsch, Benjamin, Lefèbvre, Kosik, es
decir, en pensadores que están por fuera de lo que se llamó marxismo soviético
(no solamente el estalinismo, sino el “marxismo-leninismo”).
La decisiva importancia que tiene Marx para la actualidad
radica en su crítica del sistema capitalista y por consiguiente de la crítica a
la ciencia que surge de ese sistema, en primer lugar, la crítica de la economía
política. Echeverría llamó la atención en varias ocasiones sobre la
imposibilidad de que pudiese existir en rigor una “economía política marxista”.
Esto va contra la condición misma del discurso crítico, revolucionario, de
Marx. No es casual que El capital lleve como subtítulo Crítica de la economía
política. Me parece que esta cuestión es de suma importancia, en especial en
los contextos académicos, pues una forma de parálisis de los efectos críticos
del pensamiento de Marx (como acontece también con el discurso crítico de otros
pensadores) radica en la reducción de ese discurso a una serie de teorías
asociadas: economía marxista, sociología marxista, antropología marxista,
materialismo histórico, dia-mat, etc. En esta reducción actuaron juntos el
aparato académico liberal, otorgando espacio para la “libre expresión” del
marxismo en el campo académico, como también los seguidores del marxismo
soviético (y de sus extensiones latinoamericanas, cualquiera sea su
denominación política).
Pero el pensamiento crítico no solamente proviene de Marx.
En cierto modo, es una línea que nos llega desde los griegos, desde Sócrates,
Platón, Diógenes, nos dice Echeverría. Es una actitud dentro de la teoría. Para
Echeverría, como para buena parte de los pensadores contemporáneos, la
filosofía tuvo su acabamiento en el idealismo alemán, en el sistema hegeliano.
De hecho, ni Marx, ni Nietzsche, ni Kierkegaard, ni Heidegger, ni Wittgenstein,
para citar a los que quizá sean los mayores pensadores después de Hegel, se han
reivindicado como filósofos. Por el contrario, desde distintas perspectivas y
con distintos propósitos emprendieron la crítica o la deconstrucción de la
filosofía. Echeverría señala otra vía del discurso crítico: Freud. Y se pueden
agregar nombres, Horkheimer, Adorno, etc. El pensamiento crítico pone en
cuestión las construcciones sistemáticas, científicas, al menos en el modo moderno,
ilustrado o positivista, de entender la cientificidad.
De otra parte, el discurso crítico cuestiona la construcción
de los objetos mismos de las ciencias sociales y humanas. Hay algunos aspectos
que conviene tomar en consideración en este cuestionamiento: ¿cuál es el
“objeto” que se pone ante nosotros y nos demanda el conocimiento? ¿Son las
clases, los grupos sociales, los estados, las naciones? ¿Los mercados, las
crisis, la división internacional del trabajo, los términos de intercambio?
¿Las formas culturales, las formas simbólicas, los mitos? ¿Los procesos o las
estructuras? ¿Las estructuras sociales de larga duración, las coyunturas?… A mi
parecer, para Echeverría hay un “objeto”, el sistema mundo capitalista, que
debe ser comprendido de modo complejo, por fuera de los recortes de las
ciencias sociales, y sin embargo, precisamente por su complejidad, atendiendo a
sus componentes diversos. No se trata ya de separar el análisis de clases de
los estudios etnológicos, ni la historia de la sociología o la economía de los
procesos culturales. Se trata de pensar la complejidad histórica de modo
complejo, y más allá de las disciplinas.
Cuando se examina el curso que sigue la elaboración teórica
de Echeverría, se advierte su extraordinaria aprehensión de los resultados de
las distintas disciplinas teóricas, justamente para sacar esos resultados de su
ámbito disciplinar, para contraponerlos con los obtenidos en otras regiones de
las ciencias sociales o de las ciencias humanas. Mucho antes de que se pusiera
de moda la recurrencia académica a los estudios transdisciplinarios, Echeverría
ya iba más allá de las disciplinas, pero bajo el presupuesto de que esa
borradura de las fronteras era posible por la condición crítica del discurso. A
este respecto, puede servir de ejemplo uno de sus primeros libros, Definición
de la cultura, en el que encontramos una “síntesis” de los desarrollos de la
semiología, la lingüística, la etnología, el psicoanálisis y, por supuesto, de
la filosofía, la literatura y la historia del arte. Solo la contrastación entre
proposiciones teóricas de estas disciplinas posibilita pensar un concepto de
cultura que integre un esfuerzo por comprender la peculiaridad de lo humano,
las funciones de la cultura en las sociedades, su diversidad, sus dimensiones,
los ritmos temporales distintos.
Esta misma actitud en teoría permitirá finalmente a
Echeverría alcanzar los puntos más altos de su pensamiento: su comprensión de
la enajenación capitalista, sus tesis sobre la modernidad y la diversidad de
sus formas (capitalistas), esto es, los cuatro ethe: clásico, romántico,
barroco y realista; las tesis sobre el ethos barroco, que marcaría la historia
de Europa latina y sobre todo de América latina, la comprensión del mestizaje.
Echeverría se esforzó por comprender la actualidad, y cómo en la actualidad
actúan las formas de resistencia, de oposición al capitalismo, en la vida
cotidiana. Y lo hizo desde América latina, desde el contexto intelectual que le
ofreció México, que le brindó la UNAM. Ahora nos corresponde acoger ese
pensamiento crítico para darle continuidad, lo que implica, entre otras tareas,
asumir el diálogo con el discurso de Echeverría, esto es, comprenderlo,
interpretarlo, debatir con él, mantenerlo vivo, en movimiento.
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Revista Enfoques (Abril, 2012) Universidad Central del Ecuador
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