“… toda la historia de la humanidad ha sido una historia de
lucha de clases, de lucha entre explotadores y explotados, entre clases
dominantes y clases oprimidas".
Ulises
Muschietti
Hace poco más o menos un mes se cumplieron 164 años de la
publicación del Manifiesto Comunista, la más sencilla, la más breve y la más
inacabable de las obras de Marx. Ni él ni Federico Engels habían llegado a los
treinta años cuando en 1848 pusieron sus firmas al pie de ese, el más
formidable panfleto de la historia.
En el librito se alojaba una tesis nueva, vigorosa,
deslumbrante: "Esta tesis
afirma que en cada época histórica -sintetizó Engels cuarenta años
después- el modo predominante de producción económica y de cambio y la
organización social que de él se deriva necesariamente, forman la base sobre la
cual se levanta, y la única que explica, la historia política e intelectual de
dicha época. Que, por tanto, toda la historia de la humanidad ha sido una
historia de lucha de clases, de lucha entre explotadores y explotados, entre
clases dominantes y clases oprimidas".
La historia demostró después que aquello que Marx
vislumbraba como más o menos inminente – el entierro del dominio de la
burguesía por el proletariado revolucionario – estaba lejos de suceder. El
fantasma del comunismo recorría Europa, como afirmaban los autores del
Manifiesto, pero todavía no había llegado la hora de que ese fantasma saliera
de los sótanos de las monarquías restauradas o de las repúblicas conservadoras.
Nadie podría nunca, de todas maneras, describir la obra
histórica de la burguesía capitalista como lo hicieron Marx y Engels en un
párrafo inigualable: “Todo lo sólido se
desvanece en el aire... Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida
a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas
partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes. Mediante
la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a
la producción y al consumo de todos los países". Como puede verse, lo
que ellos describían en 1848 no era otra cosa que lo que ahora conocemos con el
pomposo nombre de globalización.
El historiador británico Eric Hobsbawm escribió hace unos
veinte años que Marx era para él lo que los japoneses llaman un sensei: “Un maestro intelectual con el que se ha
adquirido una deuda imposible de pagar”. Un gran poeta y militante, Bertold
Brecht, escribió a su vez a mediados del siglo XX una sentencia que, tal vez,
llegaba más allá que cualquier definición de las ciencias sociales: “Él pensaba dentro de otras cabezas, y en la
suya, otras cabezas lo pensaban”.
Título
original: “Marx pensaba en otras cabezas”
http://veintecargas.blogspot.com/2012/03/marx-pensaba-en-otras-cabezas.html
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