![]() |
Vladimir Ilich Lenin @ David Levine |
Vladímir Ilich Uliánov, mejor conocido como Lenin es, sin
duda, uno de los grandes personajes de la historia de la humanidad, y quizás,
la figura histórica más relevante del siglo XX. Si las revoluciones liberales
que dieron origen a los Estados Unidos, a la república francesa y a la
independencia de los países de la América Nuestra, entre otros, figura por
derecho propio como el factor fundamental en la creación del mundo moderno, la
Revolución Bolchevique que dirigió con precisión quirúrgica Lenin nos permitió,
tanto a él como a la humanidad entera, atisbar la realización futura de una
utopía fantástica, la del mundo posible del porvenir. Aclaremos y deslindemos:
a Lenin se le debe la realización impresionante de la Revolución Soviética,
pero no así la construcción del estado soviético, hechura malograda de Stalin
tras la muerte prematura de Lenin.
No soy historiador, mas acabo de terminar la lectura de una
novela alucinante, Lenin. Barcelona: Ediciones B, 1988, 655 págs., escrita por
Alan Brien.
Brien (Sunderland, 1925-2008) era un periodista inglés que sirvió en la fuerza aérea inglesa en la Segunda Guerra Mundial y vivió perseguido por la imagen de Lenin desde la edad escolar. Aunque inicialmente me desalentó la estructura de diario, y el punto de vista en primera persona me pareció demasiado pretencioso, tuve que rendirme ante la riqueza de detalles acumulados que consiguen que el lector sienta vivir, de cerca, casi respirar, a este personaje inaudito que se convierte poco a poco en un amigo íntimo del lector.
Arranca con la muerte del padre, en 1886, cuando contaba con 16 años. Como se ha señalado muchas veces, el arresto y la ejecución de su hermano mayor, Sacha (Aleksandr), por intentar un magnicidio contra el zar Alejandro III, determina finalmente su rumbo por la vida, y también de toda su familia.
Brien (Sunderland, 1925-2008) era un periodista inglés que sirvió en la fuerza aérea inglesa en la Segunda Guerra Mundial y vivió perseguido por la imagen de Lenin desde la edad escolar. Aunque inicialmente me desalentó la estructura de diario, y el punto de vista en primera persona me pareció demasiado pretencioso, tuve que rendirme ante la riqueza de detalles acumulados que consiguen que el lector sienta vivir, de cerca, casi respirar, a este personaje inaudito que se convierte poco a poco en un amigo íntimo del lector.
Arranca con la muerte del padre, en 1886, cuando contaba con 16 años. Como se ha señalado muchas veces, el arresto y la ejecución de su hermano mayor, Sacha (Aleksandr), por intentar un magnicidio contra el zar Alejandro III, determina finalmente su rumbo por la vida, y también de toda su familia.
La novela está dividida en seis partes. La primera, titulada
“Simbirsk”, se ocupa del joven Uliánov cuya vida tras la muerte del padre,
funcionario del zar, queda marcada por el arresto y la ejecución de su hermano
mayor de orientación anarquista. La segunda parte, “Petersburgo”, decanta el
inicio de su labor conspiratoria mientras toma los exámenes libres que lo
licenciarán en Derecho, el estudio a fondo del marxismo, y el aprendizaje a que
es sometido para burlar a la Ojrana, la policía política del zar, y el arte del
clandestinaje. Aunque apenas ha llegado a la mayoría de edad, ya se le acomoda
el apodo de Starik, el Viejo, y ya ha optado entre administrar los bienes
familiares, por una parte, y la lucha antizarista y en pro de las
reivindicaciones del proletariado por la otra parte. Por el resto de su vida,
Lenin estará consagrado totalmente a la causa de una revolución que es, más que
nada, promesa, sueño, utopía. Aunque ya había iniciado la publicación
clandestina de Iskra en el exilio, será con ¿Qué hacer?, publicado ya con el
seudónimo de Lenin apenas iniciado el siglo XX, que su fama se expandirá como
el rayo por toda Europa. Llega, ya en Londres, Trostky, a su vida, aunque no
constituirán sino hasta el 1917 el dúo terrible que parirá casi sin sangre la
Revolución del 25 de octubre, cuando este último se haga finalmente
bolchevique.
A lo largo de la
novela el lector asiste con creciente sorpresa a la manera como se va
configurando poco a poco la revolución victoriosa. 1917 no fue una explosión
súbita gestada espontáneamente, sino la científica toma o gestión de los
factores que la hicieron posible, dirigido todo por Lenin desde el exilio
–escribía incluso los discursos de los líderes de la Duma y del soviet de
Petersburgo– a pesar de los numerosos reveses que tuvo que enfrentar a lo largo
de su vida, incluso por parte de sus camaradas. El número de camaradas crece al
principio muy lentamente. Pero iniciada la crisis que destronó al zar a
principios de 1917, el número de bolcheviques –no de meros simpatizantes, sino
de militantes comprometidos con la revolución– crece de manera astronómica
semana tras semana no sólo en Petersburgo, sino por toda Rusia. En enero de
1917 el partido contaba apenas con 5 mil miembros, pero en febrero eran ya 24
mil, en abril 100 mil, y los delegados al sexto congreso celebrado a fines de
junio ya sumaban 177 mil. Además de Trostky, vemos la llegada a la vida de
Lenin de toda la camada de personajes auxiliares de la revolución, desde
Plejanov, Zinoviev, Kamenov, Stalin, Bujarin, Rosa Luxemburgo, hasta Navia, su
camarada-esposa, y su amor verdadero, Inessa.
El lector asiste asimismo al desarrollo de conceptos y de
estrategias, de coyunturas y de situaciones; desde el desviacionismo al
revisionismo; las internacionales; la estructura política; los mencheviques y
bolcheviques; la política de los dobles agentes que producirá casos
extraordinarios como el de Malinovsky; la creación de Pravda; la posición de
los intelectuales; el flujo y reflujo revolucionario del campesinado; la
democracia socialista; el nacimiento del comunismo; la Primera Guerra Mundial;
la política de pan-tierra-paz; el prolongado encierro clandestino y las
numerosas corrientes políticas que se cruzan hostiles tras la caída del zarismo
y que entronizan a Kerensky. Aunque la toma del poder y del Palacio de Invierno
transcurrió casi con toda normalidad el 25 de octubre, la violencia estalló
poco después, desde el interior y desde el exterior. La gran guerra continuaba
y las potencias enemigas de Alemania no querían que Rusia se retirara, de modo
que tuvo que enfrentar una revolución sin ejército, la agresión combinada de
los alemanes por el oeste, ingleses y norteamericanos por el norte, franceses
en el sur, y los japoneses, aparte de los ejércitos zaristas y los cosacos
blancos antibolcheviques. Entonces es que se crece la figura histórica de
Trotsky al frente del nuevo ejército rojo. Con este surge la figura del
comisario político que debía vigilar los actos de militares de alto rango
reclutados para la revolución de los ejércitos del propio zar.
El pronóstico de que la guerra desataría la revolución en
Alemania y otras partes de Europa no se materializó, de modo que Rusia se vio
forzada a construir la sociedad socialista en un solo país. No hay que llamarse
a engaño. A Lenin se le identifica con una locomotora, con un hombre de hierro,
dadas las inmensas dificultades que tuvo que enfrentar y la mucha sangre que
finalmente corrió. Pero hay que tener en cuenta que toda revolución implica
necesariamente, y por definición, una oposición violenta y la necesidad de
prevalecer a toda costa, tal como ha ocurrido en todos los procesos
revolucionarios de la historia. Una revolución no es un turno en un gobierno
burgués, sino una transformación radical en un medio repleto de fuerzas
contradictorias y encontradas.
Lo que resta de la novela biográfica se limita de manera
mucho más breve a las ejecutorias de Lenin al frente del estado soviético. Y,
dentro de esa parte, a la manera como lentamente se quiebra su salud a partir
de la tensión, y de un trabajo diario tan prolongado e intenso que, en una
ocasión, advierte que si llegan a ejecutarlo, por favor, no lo despierten.
Sufrió un accidente que le afectó un ojo antes de la revolución. Luego, un
atentado contra su vida deja tres proyectiles instalados en su cuerpo, uno de
ellos en el cuello, muy cerca de la columna en septiembre de 1918. Finalmente,
la serie de derrames que se inician en mayo de 1922, luego en ese diciembre, y el
tercero en agosto de 1923. La muerte sobreviene en enero de 1924.
He hecho una breve relación del tronco de una biografía que
el autor ofrece robusta de ramas, hojas y flores. Mucho hay que aprender de
este libro aunque hayamos leído la biografía que escribió Trostky o la de
Francisco Díez del Corral, o los famosos tres tomos de la biografía de Trotsky
escrita por Deutscher y traducida por nuestro José Luis González. Como Brien,
confieso la fascinación que ejerce sobre mí, desde mi juventud, la Revolución
Rusa y el propio Lenin. En el plano individual, se trata de un hombre que podía
leer, dictar, escribir y escuchar simultáneamente, y que poseía un vocabulario
de 37,600 palabras. En el plano sociopolítico e histórico, se trata de un
proceso que cuajó augurios de primaveras y la posibilidad de concretar las
utopías.
Llueven las sorpresas en esta versión de la vida de Lenin.
Entre ellas, la manera detallada como fue sistemáticamente construida la
revolución desde el exilio en el país más grande del planeta, y gobernado por
el zar con una de las autocracias más poderosas y terribles; la operación
quirúrgica y pacífica de la toma del poder, sólo posible por el respaldo
mayoritario del pueblo de Petersburgo; la defensa del carácter profundamente
democrático de la jefatura de Lenin, más votado que ningún otro gobernante en
el planeta e incapaz de hacer cumplir una decisión que no hubiera sido
ratificada por los organismos del partido, desde el Comité Central hasta el
Consejo de Comisarios del Pueblo; la manera como para los campesinos se escinde
la lucha bolchevique de la lucha comunista y el asunto de los kulags; la
atención constante de Lenin a las quejas de los ciudadanos; el desarrollo de un
“humanismo absoluto” que se basa en la abolición de todas las opresiones y
tiranías, y la negativa a hacer la guerra a los individuos; su resuelta
negativa al culto a la personalidad; su inversión del decir ordinario sobre los
fines y los medios al concluir que precisamente es sólo el fin lo que puede
justificar el medio; su certeza de que “nunca se toma una decisión acertada sin
haber sobrevivido antes a una batalla contra el error”; su determinación de
encerrar en prisión a todo revolucionario que no cuidara de sí mismo; su lucha
desesperada contra la burocratización y el caso insólito de la compra de carne
francesa enlatada; su lucha por la glasnot –apertura, franqueza– y la
perestroika –reconstrucción, reorganización– que hizo famoso mucho después al
último líder soviético, Gorbachov.
No obstante, el abismo más dramático que enfrentó fue el
temor de haber realizado una revolución prematura, llegando muy temprano, antes
de tiempo, al salto histórico más grande, ineludible y necesario de la
humanidad. Una cita de Engels lo atormenta:
“El peor destino posible que puede tocarle a un líder de un partido extremista es verse obligado a apoderarse del gobierno en una época en que el momento no es aún maduro para el dominio de la clase que él representa y poner en práctica las medidas que el dominio de esa clase requiere... Así, invariablemente, se encuentra a sí mismo impulsado en un dilema. Lo que puede hacer contradice todas sus posturas previas, sus principios y los intereses inmediatos de su partido, y lo que debería hacer no puede hacerse [...] Quienquiera que se halle en tan precaria situación está irrevocablemente condenado a la perdición.”
Ése fue el agónico conflicto que enfrentó Lenin en sus
últimos años cuando se ufanaba en construir los cimientos de un estado sumido
en el caos y contrariado por camaradas que se apartaban de los principios de la
democracia marxista. Su gran logro histórico fue la extraordinaria Revolución
Rusa que dio por primera vez en la historia el poder a los oprimidos y
explotados del sistema capitalista y abrió la oportunidad de cumplir la promesa
de igualdad social que incumplió la revolución liberal burguesa. En ese
sentido, en el libro, se le compara al Moisés que guía a su pueblo a la tierra
prometida, la contempla de lejos, pero se ve impedido de entrar en ella. La
Revolución Rusa, y el auge del movimiento proletario europeo, jugó un papel
importante en el desarrollo del fascismo, en los eventos que desembocaron en la
Segunda Guerra Mundial, pero más aún, en las décadas de la posguerra, las
revoluciones en Asia, la Guerra Civil Española, la descolonización del planeta,
la Guerra Fría, la Revolución Cubana y el medio siglo de Distensión que siguió
a la Era Atómica.
El gran mérito
histórico de Lenin fue abrir la puerta al futuro de una humanidad sin clases en
la que el principio de IGUALDAD proclamado por la Ilustración y por las
revoluciones americana y francesa, hallara la manera de materializarse. Lenin
abrió la puerta imposible a la realización de la utopía, y la consagración de
la primavera.
El centenario de la
Revolución Rusa está a sólo cinco años de distancia. El sesquicentenario del
natalicio de Lenin se cumple en el 2020. Y el centenario de su muerte en el
2024. Para mí, estas fechas, suponen un compromiso inalienable. Parece
innegable el efecto que tuvo la caída de la Unión Soviética en la historia, si
a ella, a su presencia, obedeció el mundo bipolar que ansioso de frenar las
reivindicaciones obreras y populares en el mundo capitalista optó por un estado
de bienestar que otorgó conquistas laborales y concesiones del estado a los
sectores más desafortunados y despojados. Justo con la caída de la Unión
Soviética arreció la reconquista del capital en todos los frentes,
retrocediéndolo todo en ruta al estado de situación anterior a la evolución que
se caracterizó por la explotación salvaje.
En medio de un mundo en agonía, acosado por las fuerzas
“malignas” –término hostosiano– del neoliberalismo que estrangula
económicamente a todos nuestros países, oscurece el pensamiento, azuza brotes
fascistas por todas partes, agrede y destruye naciones enteras, retrocede el
bienestar social y el marco de derechos a formas neofeudales, los aniversarios
de Lenin serán el oasis de las oportunidades que la historia le ofrece a la
humanidad para encontrar su camino. Un nuevo mundo es posible, es cierto, pero
sólo en el socialismo.
![]() |
http://www.claridadpuertorico.com/content.html? |