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Andy Warhol / Red Lenin |
Felipe Cuevas
Con motivo del reciente Congreso “Sólo Lenin” realizado en
la ciudad de Maracay, tuvimos la oportunidad de expresar algunas ideas
cultivadas a través de los años de nuestra formación popular abrazando el
pensamiento y acción de este gran revolucionario ruso, tiempo que nos marcó
pero sin dejarnos llevar por el estigmatismo que por todas partes persigue a
los revolucionarios para que se marginen o renuncien a sus ideales; sino de
retarlo como recalcan muchas gentes consecuentes que se han atrevido a romper el
cerco en el tema de la teoría revolucionaria. Proponemos entonces estas líneas
para el estudio de Lenin en las condiciones de la Venezuela Bolivariana, pero
también de revolucionarios anteriores y posteriores a él.
De Lenin contamos con una amplia difusión de sus trabajos
políticos, teóricos, polémicos, propagandísticos, formativos. También existen
sistematizaciones, apreciaciones, estudios, biografías, enfoques, comentarios y
mil cosas más para dilucidar su obra y su inserción en la historia de la lucha de
clases. Entre unos y otros, media la distancia del hecho y su interpretación.
No podemos contentarnos con adquirir noción de lo que hizo y dijo, ya que aún
siendo sustancial el estudio de su obra, resulta insuficiente para comprenderla
cabalmente, como tampoco sería satisfactorio quedarnos únicamente con las
interpretaciones, debido a que estas suelen estar enclavadas en distintas
tendencias, clases, grupos y posiciones en contextos concretos tan dinámicos
respecto de su dependencia de otros factores, como cambiantes en la historia.
De donde resulta que todavía queda por poner en claro cada contribución para
entenderlo y asimilarlo, unas se rechazan radicalmente (sistematización vs
síntesis), otras intentan complementarse (intelectualismo-criticismo), unas
sólo sustraen aquello que a su fin resulta provechoso (por ejemplo, retomarle
una forma de profundizar el análisis, sin lo organizativo, o viceversa, lo
organizativo sin el análisis), suele suceder también en otras visiones que no
están interesadas en rescatar nada de las demás. Este es un primer problema
para asimilar a Lenin, la complementariedad entre el aprendizaje de su obra y
su mejor ubicación en el escenario histórico social. Tratándose de su
asimilación plena, cada uno de estos dos aspectos, la obra y sus balances,
aporta al propósito, aunque la dependencia de una matriz resulta clara, lo
cardinal es conocerlo en su tinta, al conocerlo y tomar conciencia hacemos
parte de ese balance, pero definitivamente un balance o juicio sin tomar
contacto con su obra da pie al prejuicio o la religiosidad.
Tan polémico es Lenin como sus interpretaciones en vista de
la inmersión de toda su concepción sobre el gran teatro de la lucha de clases,
develándose sumamente atrayente, a sabiendas de que toda su obra es valiosa
para el desenvolvimiento del proceso revolucionario de los pueblos. Pero nos
estamos adelantando, cien años de lucha de clases mundial y Lenin el
revolucionario vive polemizando sobre sí al tiempo que vive sembrando debate
sobre la sociedad. Así sólo Lenin es un decir, una puntualización
para sustentar y canalizar la discusión de la teoría revolucionaria al
conocimiento de lo que se mueve alrededor de éste eminente teórico tan
multifacético y tan abocado a tareas concretas. Con todo, mujeres y hombres,
clases y sectores no estamos en condiciones de evitar que nuestras
apreciaciones también sean ecos de interpretación a raíz de fenómenos concretos
de las batallas en que estamos inmersos. Esto indispensablemente forma parte de
una dialéctica sabiamente manejada en él para poner en sintonía importantes
leyes revolucionarias de interpretación-acción dentro del contexto de una
sociedad dividida que se enmarca en el conflicto; dialéctica cuyos estruendos
de batalla se reproduce constantemente elevando lo dicho y hecho por nuestro
camarada, que es maestro en esta forma. No hay nada negativo en ello salvo si
se descontextualiza a Lenin y se le hace decir cosas que jamás sustentó; lo
importante es lograr centrarnos en aprovechar al máximo sus enseñanzas y
experiencias.
La obra de Lenin habla por sí misma si se la contrasta con
la realidad de su época y con la realidad actual, naturalmente unos aspectos
sólo serán ecos del pasado, en tanto que otros serán verdaderos llamados que
parecieran escritos hace unas horas para la urgencia del momento, y otros más
constituyen líneas trazadas por debajo de sus contextos para subrayar la
continuidad de tareas, acciones y procesos de la lucha general. Sin teoría
revolucionaria no puede haber práctica revolucionaria nos dice, tal es una
de las grandes resonancias que encontramos, por emplear el ejemplo más común
aunque no siempre atendido, ya que es un reclamo a la clase proletaria, los
pueblos y revolucionarias(os). Así mismo todo estudio que aporte al
conocimiento de Lenin, que profundice, exponga o le inscriba cierta organicidad
a su obra, nunca dejará de ser valioso para los pueblos que ansían recoger los
mejores frutos de sus experiencias. Solemos pelear contra las interpretaciones
porque se apoyan a ciertos fines, nos parezcan apropiados o no, mientras
existan clases y luchas, el conflicto de este tipo siempre será una manera de
apropiarnos, sintetizar e incluso actualizar las perspectivas sobre Lenin tanto
como de asimilar su obra directamente.
Aceptamos el papel que cada forma de trazar la obra de Lenin
tiene, aún encontrando motivos sobre los cuales diferir, existen aspectos que
resaltan distintos panoramas de los que hoy intentamos apropiarnos, así se
constituyan por los elementos más álgidos de la polémica histórica y cuanto se refiera
a interpretaciones confrontadas. Hoy con tanta agua corrida, sin pretender
conciliación alguna, nos atrevemos a resaltar que las partes en disputa,
trascendidas a campos de batalla ideológica-política reclaman atención para
rescatar lo que aquí y allá se enfatizó, en espera de nuevas síntesis. Las
síntesis más brillantes, las profundizaciones más amplias, las acotaciones más
demarcadas, todo ello es necesario, no se trata de sustraerse de lo que les
movió, sino de valorar lo mejor posible su razón y su importancia en el
complejo de la teoría y la práctica, así como sus limitaciones para recuperar
otras profundidades. No para caer en una especie de pragmatismo contra las
parcelas teóricas, sino a modo de apreciar claramente la naturaleza de Lenin para
la revolución descontaminándonos de los aspectos de la polémica que aún
sustentando su importancia, no permiten dicha asimilación, que en política
revolucionaria diferencia los resultados de entre la formación de la secta de
hecho, el partido deformado y el partido de verdad. Tampoco pretendemos
detenernos en este asunto, nuestro propósito ha sido despejar la preocupación
excesiva por cuanto se diga de este gran fundador comunista, finalmente también
estamos para hablar de él.
Después de esto, aún puede ser complicado asimilar a Lenin,
los detalles, las puntualizaciones, las discordancias, las críticas, las
interpretaciones sobre sus planteamientos; saltan por doquier. Nos acompañan
para bien y a veces para mal, pero discernirlas o ponerse de acuerdo es tan
necesario como romper el cerco para que prenda en el seno del pueblo,
inexcusablemente, sin pretextos, bajo cualquier dificultad o condición, hay que
estudiar a Lenin con urgencia, buscando con ansia las claves de su propia
visión. Lenin es un legado de los albores de tiempos revolucionarios que no
terminan, tiempos que ahora nos presentan las cosas de un modo, ahora de otro;
en esa apropiación es que la tarea se convierte en una verdadera batalla
intelectual del pueblo. Cuánto se enaltezca dicho legado depende directamente
de cuánto el proletariado y los pueblos del mundo logren hacerlo suyo en la más
rica y eficaz de sus definiciones. Ojo crítico, cuidarnos del endiosamiento lo
mismo que del ultraje en torno a Lenin es parte de todo este paso a su reconstitución.
Tenemos otras nuevas preocupaciones, hay cinco rubros más
que debemos evitar: la abstracción forzada, el misticismo, la manipulación, la
fraseología revolucionaria y la confrontación al absurdo:
La abstracción forzada. Es el peligro del dogmatismo
consistente en generalizar cualquier planteamiento de Lenin para toda ocasión.
Interpretar sus escritos de forma imprecisa sin atender los contextos, que ya
encierran un aporte a la lucha de clases, para desprender conclusiones
prácticas de todo color, sea defendiéndolas o rechazándolas como muy a menudo
suelde suceder con la valoración de la obra ¿Qué hacer?, la idea del
partido revolucionario, sus posiciones sobre la democracia proletaria y la
planificación estratégica. Si bien lo certero de Lenin es su atención a la
lucha revolucionaria contra el capitalismo imperialista, las formas que ésta
cobra y cobró, varían, algunas propuestas de debate se pueden aplicar otras no
según el proceso de cada país. La conciencia se forma lentamente, ciertamente
existen periodos en que ésta se acelera y adelanta rápidamente, pero lo
importante es que la conciencia se forme sobre la vida concreta de los pueblos
y sus revolucionarios donde sus líneas revolucionarias se observen y practiquen
con centralidad. Puede requerirse más persuasión o resolución, más educación o
experiencia concreta, variando definitivamente los esquemas, no así la visión
de los problemas del combate.
El misticismo. Va asociada al anterior inciso, adquiere su
peculiaridad en que solemos hacer de Lenin sólo un símbolo o icono, nos
llenamos con expresar que comulgamos con sus ideales, como cuando aseveramos
con religiosidad que “estamos con el proceso”, pero difícilmente atinamos a
armonizar una visión de los fenómenos que nos arrebatan la vida. Se dice que es
producto de la contaminación del sistema, lo que sea que fuere, por cuanto
también se asocia a un modus vivendi marginal; los pueblos y los
revolucionarios debemos actuar sobre lo concreto, debemos apreciar aquí a Lenin
en cuanto a orientación de lucha, tan objetiva como directamente práctica. Que
los hechos y las palabras se fusionen como en su vida nos dio el ejemplo, el
leninismo se asimila y asume en nuevos contextos de lucha, sin estos, no cabe
hablar de verdadera consecuencia, sino de misticismo radical, el marxismo en
Lenin bolchevique no es un catecismo, ni mucho menos una serie de dogmas para
medir. Este otro ejemplo el del bolchevismo practicado a base de palabrería
mística para ocultar poderes anodinos trae escasos resultados, recicla modos de
existencia circunstanciales, pero no aterriza la identidad del bolchevismo aún
variando su aplicación como forma de llevar a cabo la gran obra revolucionaria
de elevar conciencia, organizar tareas, formar revolucionarias y
revolucionarios, cultivar el espíritu de clase y sus solidaridades, remover a
los explotados a la condición clasista colectiva, orgánica y de vanguardia.
La manipulación. Toda manipulación es ya una apropiación
limitada, con intereses parciales. A Lenin se le apropia así sólo desde “puntos
de vista”, según la cátedra, según el grupo, según un objetivo, aquí en
Venezuela hemos visto inclusive que se le asimilaba para golpismos y alianzas
con la ultraderecha embaucando a sectores del pueblo. Consideremos sin estar de
acuerdo en que algunas de esas formas aportan un granito de arena, pero su
problema, con o sin intención, es que precisamente al hacerlo de esa forma,
degradan, desarticulan y descomponen la naturaleza continuadora de Lenin como
totalidad del pensamiento y la praxis revolucionaria. En esa tendencia
reduccionista que aconteció desde el resquebrajamiento del bloque soviético y
las agudas divergencias del movimiento comunista internacional, así como se
perdió mucho de la apreciación global de Lenin, también se nos presenta la
oportunidad de su recuperación, de poner el ojo a toda apreciación exclusivista
sobre algún rasgo de Lenin, que sin dejar de ser oportuno, guarda los secretos
de un mundo dividido.
La fraseología revolucionaria. Reducir a Lenin a un listado
de frases, agarrarse de estas para “hacer política” es sin duda un gran
problema a afrontar, quien se asuma o por lo menos se afiance en el estudio de
Lenin se va a encontrar con una selva de frases pomposas, de revoltijos de
consignas que pocas veces se concretarán en una acción según Lenin orquestada,
reflexionada y colectivizada. A pesar que es uno de los problemas ferozmente
combatidos por Lenin, al margen del estudio de sus causas, la fraseología
revolucionaria se presenta también en su estudio. Con justificada razón una
gran cantidad de intelectuales acusaron la fraseología como un falso
pensamiento revolucionario, inadaptable a las condiciones latinoamericanas,
aunque la fraseología no es el leninismo en sí, con mucho es simplemente una
vulgarización de éste.
La confrontación al absurdo. El intento de contrastar a Marx
o a Lenin con algunos de los más eminentes próceres de las revoluciones de
independencia (Bolívar, Hidalgo) y las posteriores luchas en el radio de acción
de América Latina sin duda adquirió formas absurdas, perdiéndose el sentido
histórico de los hechos y con esto los aportes en distintos planos. Bajo el
intento de elevar la visión revolucionaria se optó por denigrar lo nuestro, por
resaltar nuestros constantes tropiezos o en contraparte por resaltar lo nuestro
sin una crítica seria, por constituirse un campo de disputa entre el llamado
eurocentrismo y el latinoamericanismo. Una burda aplicación del principio de
contradicción no ha permitido que se asimile plenamente la historia de las
luchas de clases de América milenaria y latina. Entre los revolucionarios hubo
un verdadero campo de disputa respecto de la apreciación necesaria de nuestras
luchas al punto que se priorizó en la confrontación de las distintas
posiciones, la derivación a cuestionarse, a crearse supuestos enemigos entre
las distintas posiciones, tendencias y sus formas de asimilar a Lenin, de esta
suerte llegamos a puntos en que formas de lucha concretas fueron rechazadas por
tirios o troyanos bajo la consideración ideologizada de no estar a tono con la
interpretación del leninismo, del marxismo o del revolucionarismo propio. En
Lenin muy por el contrario encontramos uno de esos finos tejidos que asumiendo
las tendencias e historias nacionales de lucha se les logra empujar al
desarrollo marxista y la consecuencia socialista. De nada sirve insistir que
todo vino de fuera y que las malas influencias nos dislocan el pensamiento (se
decía en unos medios que todo fue culpa de la tercera internacional), de ahí
hay que recoger sólo una parte de verdad, ligándola al sentido en que nuestra
percepción de la teoría, nuestras pertenencias de clase, las condiciones del
sistema de relaciones sociales en nuestros países y nuestras experiencias
disparan una forma de disputar no siempre a tono con los temas y circunstancias
que reclaman cierta puntualización, conocimiento del contexto y mucha
reflexión.
Otras amenazas se ciernen, como el hecho de que sucumbamos a
las experiencias inmediatas, el inmediatismo político y las condiciones que
orillan a que sólo se aprecie una parte de la obra, a que adquiramos retazos de
Lenin en el supuesto de que sean suficientes y los hechos no exijan más. Claro
está que los hechos bien contemplados siempre exigen más, si además se
contempla la perspectiva futura, agarrarse a todo ello de manera constante es
un poderoso aliciente para asimilar a Lenin. Por ejemplo, los hechos de la
Venezuela chavista de hoy sentencian la importancia de la organización del
pueblo, sus posibilidades, su oportunidad; sin embargo, ver mediatizada la
organización a las circunstancias es un peligro real, ahí en ese detalle
resalta uno de los valores del leninismo.
Podemos combatir bien y tenazmente contra unas u otras
amenazas del momento, trazar el cumplimiento de pequeñas tareas, mas si no
logramos empaparnos y empapar del sentido de la crítica revolucionaria
leninista sobre la sociedad, difícilmente vamos a romperla, en algún momento
sus actos suprimirán aquellos esfuerzos o simplemente por obra y gracia de sus
relaciones establecidas adquirirá una dinámica burguesa más afinada. Los
revolucionarios en esa condición quedaríamos muy mal respecto del cumplimiento
de nuestros fines, pasaríamos por buenos radicales y malos practicantes de los
principios revolucionarios. Lenin no se llevaba la lucha en paz, toda su labor
es muestra palpable de resistencia contra el estatus en todos los ámbitos
posibles u obligados en que debía y debe contrastarse el carácter
revolucionario de un movimiento social.
Ante nosotros se presentan estos pasajes de la línea
leninista, lo clasista, lo organizativo, lo crítico, lo revolucionario, lo
objetivo, lo amplio y lo específico. En el contexto de su formación y lucha,
con todas sus semejanzas y desemejanzas de la realidad actual, se acrisolaron estos
principios de compromiso con la transformación social para cimentar una de las
grandes experiencias de masas sobre la sociedad libre. De su armonización se
desprendieron importantes aportes que hoy gustamos asimilar para entender y
actuar mejor en la vida social. Con estas herramientas Lenin pretendió crear
conciencia sobre su tiempo, sobre la inevitable lucha de los explotados y
oprimidos por el poder, por conducirnos hacia una sociedad comunista emancipada
de todo tipo de relación de coerción, control y dominación social. Lenin el
marxista buscó vertebrar el conocimiento de la realidad social para la práctica
revolucionaria, contrastó las experiencias y carencias con las necesidades de
corto y largo aliento en esa lucha colosal contra el zarismo, la democracia
burguesa en su cuna, el imperialismo, la guerra civil y la todavía más profunda
lucha interior por construir el socialismo. Combatió la fe y la credulidad para
hacer prevalecer la conciencia crítico-revolucionaria de clase. Algunos,
críticos de Lenin se empeñaron en su tiempo por exigir un Lenin apegado al
estudio de lo que Marx se puso como temas centrales en su vida, tanto más se
dice de Marx por no centrarse en los temas como Lenin, pero esos desenfoques
del contexto, así como los reclamos frente a posiciones de estos dos grandes
pensadores en situaciones específicas; nos alertan de las interpretaciones de
por sí ya afincadas en prejuzgar sobre la base de otras vivencias sin
molestarse en los planos en que trabajaron ambos revolucionarios, y todo para
presionarnos para ponernos a decidir entre Lenin y el momento, cuando esta
“elección” es incompatible con el punto de vista revolucionario.
Nos encontraremos con muchos puntos comunes, así también
indudablemente con las apreciaciones válidas sobre el cambio correlativo de
diversos postulados teórico-prácticos. Uno de tantos, de lo más primordial
sobre la marcha de la lucha revolucionaria es el tema de las relaciones
masas-partido o partido-masas, entre el sentido revolucionario organizado y las
clases potencialmente revolucionarias. La naturaleza de las clases sociales
oprimidas bajo el capitalismo (y de no tan nuevos sectores sociales), varía a
tal grado que da pie a teorizaciones sobre su importancia, sobre las
posibilidades generales para todos los componentes populares de asimilar las
ideas de Lenin y de luchar por estas. Puede detallarse al máximo ese campo, los
grandes problemas acarreados y la insolubilidad en que han quedado en la
historia, mas siempre queda el margen entre lo propiamente posible de organizar
y la naturaleza de una organización revolucionaria lo más fiel y centrada en su
misión de clase.
Ayudar a visualizar el fondo revolucionario de la teoría y
práctica de Lenin en un mundo en que uno afronta tantas interpretaciones,
correcciones, rechazos, santificaciones es una finalidad de quienes reivindican
el pensamiento de Lenin. A modo de recordatorio sobre su obra debemos subrayar
el papel que jugaron sus trabajos y sus labores. De esto cabe destacar:
La cuestión de los mercados, escritos contra el populismo,
El desarrollo del capitalismo en Rusia, trabajos organizativos con el corolario
del ¿Qué hacer?, escritos tácticos revolucionarios, Materialismo y
empiriocriticismo, El imperialismo fase superior del capitalismo, Las tesis de
abril, El Estado y la revolución, la autodeterminación de las naciones,
visualización de las tareas en la construcción del socialismo. Y una colosal
pléyade de trabajos en que desenmascara día tras día, año tras año, al
capitalismo, las clases explotadoras, el oportunismo, el revisionismo y el
imperialismo. Paso a paso fue forjando las armas del proletariado organizado y
sus aliados.
A la par discurre su práctica militante: trabajo con obreros
por difundir el marxismo y organizar sus reivindicaciones y luchas, ligar los
grupos de revolucionarios, articular una prensa y propaganda revolucionaria,
fundir los grupos superando su espíritu, admitir la necesidad de una
organización centralizada con dirección firme y homogénea, aplicar y
transformar tácticas al calor de la lucha, levantar cabeza para reorganizar
nuevas batallas, afirmar la perspectiva revolucionaria tras la revolución de
febrero de 1917, conducir al proletariado al poder, iniciar la obra socialista,
direccionar el movimiento proletario, campesino, popular, comunista mundial.
De ello hay quienes sacaron por conclusión un Lenin
ofuscado, un Lenin para quien todo es organización, acción y directrices, pero
esto es simplificar tendenciosamente su vida y su obra. Lo que resalta por
contraste es sin duda uno de los ejemplos más connotados en la historia de la
humanidad, muestra de entereza, contundencia y consecuencia revolucionaria. La
marcha de los acontecimientos vio alumbrar un mundo nuevo, un hombre nuevo, una
sociedad libre que hoy a la distancia se tiene claro fue revertida, lo que abre
muchos capítulos de debate revolucionario. Entre ellos, que conciernen a Lenin,
está el de las supuestas insuficiencias teóricas en sus análisis, el
desconocimiento que debió tener de algunos precedentes teóricos en Marx y
Engels (manuscritos y la ideología alemana), la imposibilidad histórica de
percibir otros aspectos de la lucha de clases, el carácter ruso como elemento
local y limitado para impulsar el socialismo y la revolución mundial, eso y más
en los ámbitos filosóficos, económicos, políticos.
Independientemente de las interpretaciones que esas otras
obras hayan encontrado desde su primera aparición a la actualidad,
probablemente haya algo de razón en todo, la cuestión es que pierde el enfoque
en el cumplimiento de aquello que siempre sólo siembra las bases del futuro, no
las establece nunca definitivamente, el interés por dichas obras vino a la par
con el desarrollo de la ideología dominante como nuevos impedimentos a la
organización de los y las explotadas y oprimidas. La enajenación, lo mismo que
la conciencia está sugerida y propuesta en las posiciones de Lenin, en los
planos que correspondían en una época y condiciones, jamás quedaron al margen
ni relegados. No existe teoría ni práctica que pueda rematar finalmente la
experiencia humana, tal es el arte que el propio Lenin fecundó quizá recogiendo
aquellas palabras de que la vida es lucha, que la teoría es sólo guía para
la acción, que el marxismo nos dio una meta fundamental. No se
pretende aquí exculpar los errores de un revolucionario, los errores habidos
son también parte de la obra, los tropiezos al igual que las limitaciones
juegan su rol, revelan la ineluctable complementariedad de éste revolucionario
en una colectividad, un tiempo y unas circunstancias con las cuales bregar. Así
también por muestra encontraremos en la literatura internacional
cuestionamientos sobre las polémicas y formas de sustentarlas o manejarlas por
los bolcheviques (Lenin entre ellos a su cabeza), conflictos de una Rusia
preñada de revolución, de divergencias, de clases y sectores en contradicción,
manejos parciales de la lucha, posicionamientos, enemistades en el candor de
abonar a la gran tarea destellos de conciencia, organización y consecuencia
¿Qué sociedad no ha pasado por esto? ¿Puede al menos Venezuela excluirse de la
intensidad del debate sobre sus problemas sociales o de su propia lucha de
clases? ¿Cabe recuperar el aspecto de la naturaleza del Estado burgués tan
firmemente despellejado por Lenin?
La efervescencia del movimiento popular, vamos, del proceso
general en Venezuela; llama a la lectura de Lenin, a una lectura lo más amplia
posible, a una difusión sumamente extensa de su obra, porque remarca y
esclarece el sentido que se quiere dar al proceso en esa condición
revolucionaria que se viene esbozando. Quizá más que tratarse del nombre
meramente de Lenin en lo que más hay que insistir es en el centro de su
discurso, en el golpe decisivo, determinante a asestar al capitalismo, y eso es
una premisa leninista por sobre todas las cosas. En la agitación
obrera, o más propiamente en la agitación proletaria, enarbolar a Lenin a raíz
de resurgir en la palestra, es una necesidad, también aquí lo más provechoso
resulta de recoger y proyectar todo aquello que Lenin puntualiza de dicha
labor. El debate de las ideas para organizar y despejar la lucha, que es
recogido en tantos actos, particularmente requiere de ese aporte revolucionario
que le proporciona nuestro Lenin. A diario afluyen militantes, lo que menos se
quiere es dogmatizar, hay que refrescar las bases del leninismo, hay que
recrear a Lenin en nuestra realidad latinoamericana. Recorrer a Lenin cual cuadras
llaneras, extensa y profusamente. El estudio individual y colectivo de sus
obras se hace obligado, ello es obligado mayormente dentro de la amplitud del
difundirlo y enraizarlo, es tan importante y serio que ya requiere atención
especial superando las viejas estrecheces marginales, desgastantes y poco
contextualizadas en que antes esta labor debía darse por razones obvias ya
superadas.
Lenin es patrimonio de los pueblos, el bolchevismo, el
leninismo inmanente también aún en la complicación de todos sus debates. Es
importante proyectar su conocimiento para engrosar la conciencia revolucionaria
del proletariado, los campesinos, los sectores populares y la juventud. Toda su
experiencia revolucionaria no debe quedar relegada al espíritu de cofradías,
menos de mafias, no puede ser dislocada en academias anestésicas, hoy por hoy
el máximo provecho y baluarte del leninismo está en la calle, en el seno de las
luchas sociales, es ahí donde debe afincarse y desarrollarse hacia todos los
demás espacios, es tan así que academias y universidades recurren con mayor
frecuencia a talleres, círculos de estudio, debates “extracurriculares” para
acercar a Lenin.
La estrategia de desgaste-desarticulación que el
imperialismo, los monopolios, la burguesía y esos portentosos representantes de
la oligarquía financiera venezolana (Gustavo Cisneros, con sus 4,2 mil millones
de dólares, en la propiedad de TV y minería de oro, junto a Lorenzo Mendoza,
ostentando una fortuna de 3,4 mil millones de dólares, en la
producción-comercialización de alimentos y cerveza), verdaderos saqueadores y
explotadores que promueven contra el proceso; sólo puede ser paralizada por un
pueblo plenamente consciente de su condición social. En contraposición
requerimos resistir y asumir la estrategia de ofensiva leninista por el
socialismo tal cual especialmente se pronunció en sus célebres tesis de
abril.
Así entonces tenemos en el recuento de los hechos varios
temas de importancia en la asimilación del leninismo: clase de vanguardia,
movimiento espontaneo, organización revolucionaria de masas, partido de nuevo
tipo, condiciones del capitalismo, alianzas de clases, tareas inmediatas,
táctica, Estado, Imperialismo, autodeterminación de las naciones, democracia
popular y proletaria, socialismo. En todos ellos se anotan observaciones que
parecieran presentar envejecidos los postulados, pero ya en la breve impresión
sobre cada uno de éstos se observa qué tan actual y conveniente resulta cada
uno de los temas en el desarrollo del proceso y sus distintos momentos. Mas
debemos ir a lo concreto, media un siglo entre la formulación y práctica de
Lenin y el momento actual; las transformaciones sociales, políticas,
económicas, estructurales y culturales son muchas por decir lo menos. No
obstante esa dictadura del capital que tanto solía desenmascararse, se amplió y
reforzó a una escala mundial sin precedentes, tanto más cabe decir de las
tareas revolucionarias pese al desprecio que estas suelen recibir de los
mediadores entre el capital y el trabajo. Algunas nociones se quiso
simplificarlas y eso dio motivo a posteriores formulaciones que cuestionaban
más que a Lenin en toda su posición, a las interpretaciones de éste, Negri
merece ese especial cuidado en sus reinterpretaciones donde la teoría leninista
del imperialismo es suplantada por una visión unilateral que desvirtúa el
contexto de la época resaltado por aquel. Así ocurre con muchos más teóricos
que por verdadero interés revolucionario o por propósitos ajenos a la
revolución tocaron parcialmente los acordes de la teoría leninista.
En el transcurso de los años se nos propusieron nuevas
formulaciones en intentos por actualizar o de plano tergiversar-revisar, mal
que bien estas van y vienen, dejan algo específico, se desgastan, resucitan o
se pierden en el tiempo, mas una virulenta vigencia de tesis centrales de Lenin
emergen incesantemente por ese terco encanto de los hechos. Lo mismo en la
apreciación de los fenómenos concretos del sistema, que en los procesos de
organización social y revolucionaria, tanto como en las premisas de formulación
subjetivizada respecto del comportamiento revolucionario, una y otra vez, como
ocurre con Marx en esos u otros temas, en esas u otras connotaciones; el
pensamiento específico de Lenin amasa toda una serie de percepciones claras.
Advirtamos con cuidado esta condición de irreductibilidad del esbozo leninista,
la realidad así constata sus rasgos como precisa; exige definiciones sobre la
base de sus propios fenómenos. Los aportes suscitados a lo largo del tiempo
quizá no contaron con todo el vigor que Lenin supo imprimir a su trabajo, pero
están ahí para recogerse y conseguir colectivamente aquellas visiones a trasluz
de la perspectiva cultivada por éste pensador en continuidad de la visión de
otros revolucionarios siguiendo el ejemplo de Marx y de Engels en la anterior
época. El discurso de Lenin se eleva y alcanza su fuerza al margen de toda
pretensión por hablar desde el púlpito del saber o mecanismos de poder; se
apoya en su propio sentido práctico y espíritu revolucionario de clase y en la
verdad social que lo permea.
Ahora, asimiladas las circunstancias precisas en que Lenin
vivió, las concepciones por él desarrolladas desbordan sobre la independencia
de clase, la acción de clase, el uso de todos los instrumentos posibles para la
lucha sin cuartel. Resurgen también los criterios con que trazó las líneas
imprescindibles de la práctica comunista: acción revolucionaria del
proletariado, los revolucionarios, la profesionalización de la tarea
revolucionaria, desprendimiento y entrega de los pueblos revolucionarizados,
crítica irreverente, desenmascarar las políticas de masas de la burguesía y sus
sindicalismos de control, combatir el sectarismo y dogmatismo que recrean las
condiciones generales del capitalismo en el seno de los explotados y oprimidos,
desenmascarar los sabotajes, contra los golpes de mano y los ajustes de
cuentas, la claudicación, la inconsecuencia, el reformismo, el revisionismo, el
burocratismo y sus castas, por la dignidad de los pueblos, intransigencia con
el enemigo de clase, los movimientos conductores, liderazgos consecuentes, los
pueblos y clases activas ejerzan su rol crítico con resultados concretos.
Buscar la verdad, comprender las relaciones pormenorizadas,
la realidad en su complejidad y definir una actitud consecuente es parte
integrante de la conducta comunista que Lenin influyó con fuerza. Así también
el problema de la espontaneidad y falta de continuidad en el estudio de la
teoría revolucionaria, es otra grande problemática que se padece, con justa o
injusta fundamentación en las urgencias de cada momento, pero que postergan la
discusión de las premisas revolucionarias. El estudio de Lenin, de los
revolucionarios y revolucionarias, de los diversos procesos y movimientos de la
lucha de clases es un asunto obligado a nivel popular, no creemos en difusiones
vulgarizadas, “acabadas” en que se nos entregue interpretaciones, sino de que
la discusión sea activa en el plano que se desarrolle. Tal cual es destacado
por la experiencia social, juzgar los acontecimientos, los momentos, las clases
y grupos sociales, sus expresiones políticas, los conflictos a izquierda y
derecha sobre esta base, no puede más que ser conveniente para el pueblo.
Las y los luchadores combaten primero en su sector de
origen, comienzan su militancia en pequeños grupos, corrientes o tendencias,
nada debe exigir una renuncia a ello sin la menor comprensión de su condición y
del necesario transitar hacia formas más avanzadas de organización; el
leninismo se propone asimilar ese tipo de experiencias, elevarlas al punto que
se constituya la política revolucionaria proletaria y popular. Bregar por la
teoría revolucionaria a través de Lenin y no sólo de él es labor destacada de
la lucha de clases, es tarea de los pueblos.
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