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Mateo Manaure [Venezuela] Suelos de mi tierra |
Nuestro Partido es uno de los
pocos, si no es quizás el único partido de la Internacional, que puede ofrecer
un éxito semejante en una situación tan difícil como la que se ha creado en
todos los países, especialmente europeos, en relación con la relativa
estabilización del capitalismo y el relativo afianzarse de los gobiernos
burgueses y de la socialdemocracia, que se ha convertido en una parte cada vez
más esencial del sistema burgués. Hay que decir, al menos entre paréntesis, que
es precisamente por crearse una situación tal y en relación con las
consecuencias que ha tenido no sólo entre las amplias masas trabajadoras, sino
también en el seno de los partidos comunistas, por lo que se debe afrontar el
problema de la bolchevización.
La fase actual de los
partidos de la Internacional
La crisis que atraviesan todos los partidos de la I.C. desde
1921 hasta hoy, es decir, desde el periodo caracterizado por una disminución
del ritmo revolucionario, ha mostrado cómo la composición general de los
partidos no es muy sólida ideológicamente. Los propios partidos oscilaban con
desviaciones a menudo muy grandes desde la derecha hasta la extrema izquierda
con graves repercusiones sobre toda la organización y con crisis general en las
relaciones entre los partidos y las masas. La fase actual que atraviesan los
partidos de la Internacional está caracterizado en cambio por el hecho de que
cada uno de éstos se ha estado formando a través de la experiencia política de
estos últimos años y se ha consolidado un núcleo fundamental que determina una
estabilización leninista de la composición ideológica de los partidos y asegura
que aquellos no serán ya afectados por crisis y oscilaciones demasiado
profundas y amplias. Planteando así el problema general de la bolchevización
tanto en el dominio de la organización como en el de la formación ideológica,
el Ejecutivo ampliado ha afirmado que nuestras fuerzas internacionales están
unidas hasta el punto resolutivo de la crisis. En este sentido, el Ejecutivo
ampliado es un punto de llegada y la comprobación de los grandes progresos
conseguidos en la consolidación de la base organizativa e ideológica de los
partidos; es un punto de partida en cuanto tales progresos deben ser
coordinados, sistematizados, esto es, deben hacerse conciencia difundida y
operativa en toda la masa.
Para algunos aspectos, los partidos revolucionarios de la
Europa occidental solamente hoy se encuentran en las condiciones en que los
bolcheviques rusos se encontraban ya al final de la formación de su partido. En
Rusia no existían antes de la guerra las grandes organizaciones de
trabajadores, que en cambio han caracterizado todo el periodo europeo de la II
Internacional antes de la guerra. En Rusia, el Partido, no sólo como afirmación
teórica general, sino también como necesidad práctica de organización y de
lucha, asumía en sí todos los intereses vitales de la clase obrera, la célula de
fábrica y de calle guiaba la masa tanto en la lucha por las reivindicaciones
sindicales como en la lucha política para el derrocamiento del zarismo. En
cambio, en la Europa occidental más bien se viene constituyendo una división
del trabajo entre organizaciones sindicales y organizaciones políticas de la
clase obrera. En el campo sindical se fue desarrollando con ritmo
crecientemente acelerado la tendencia reformista y pacifista; es decir, se fue
intensificando cada vez más la influencia de la burguesía sobre el
proletariado. Por la misma razón, en los partidos políticos la actividad se
desvió cada vez más hacia el campo parlamentario, esto es, hacia formas que no
se distinguían en nada de las de la democracia burguesa. En el periodo de la
guerra y en el de la posguerra inmediatamente precedente a la constitución de
la Internacional Comunista y a la escisión en el campo socialista, que llevaron
a la formación de nuestros partidos, la tendencia sindicalista-reformista fue
consolidándose como organización dirigente de los sindicatos. Se ha llegado así
a determinar una situación general que precisamente pone también a los partidos
comunistas de la Europa occidental en las mismas condiciones en que se
encontraba el Partido bolchevique en Rusia antes de la guerra. Observemos lo
que ocurrió en Italia. A través de la acción represiva del fascismo, los
sindicatos llegaron a perder, en nuestro país, toda eficiencia tanto numérica
como organizativa. Aprovechando este situación, los reformistas se apoderaron
completamente de su mecanismo central discurriendo todas las medidas y las
disposiciones que pueden impedir a una minoría formarse, organizarse,
desarrollarse y hacerse mayoría hasta conquistar el centro dirigente. Pero la
gran masa quiere, y con razón, la unidad y refleja este sentimiento unitario en
la organización sindical tradicional italiana: la Confederación General del
Trabajo. La masa quiere luchar y quiere organizarse, pero quiere luchar con la
Confederación General del Trabajo y quiere organizarse en la Confederación
General del Trabajo. Los reformistas se oponen a la organización de las masas.
Recordemos el discurso de D´Aragona en el reciente congreso confederal en el
que afirmó que no más de un millón de organizados deben constituir la
Confederación. Si se tiene en cuenta que la misma Confederación sostiene ser el
organismo unitario de todos los trabajadores italianos, esto es, no solamente
de los obreros industriales y agrícolas, sino también de los campesinos y que
en Italia éstos son por lo menos 15 millones de trabajadores organizables,
parece que la Confederación quiere, por su programa, organizar un quinceavo, es
decir, el 7,5 por ciento de los trabajadores italianos, mientras nosotros
queremos que en los sindicatos y en las organizaciones campesinas se pueda
organizar el 100 por ciento de los trabajadores. Pero si la Confederación
quiere por razones de política interna confederal, esto es, para mantener la
dirección confederal en manos de los reformistas, que solamente el 7,5 por
ciento de los trabajadores italianos estén organizados, esto exige también -por
razones de política general, para que el Partido reformista pueda colaborar
eficazmente en un gobierno democrático burgués-, que la Confederación en su
conjunto tenga una influencia sobre la masa desorganizada de los obreros
industriales y agrícolas, y quiere impidiendo la organización de los
campesinos, que los partidos democráticos con los que contempla colaborar
mantengan su base social. A tal propósito maniobra especialmente en el campo de
las Comisiones internas que son elegidas por toda la masa de los organizados y
desorganizados. La Confederación, pues, quisiera impedir que los obreros
organizados, con excepción de los de tendencia reformista, presenten lista de
candidatos para las Comisiones internas, quisiera que los comunistas, también
donde son mayoría en la organización sindical local y entre los organizados de
determinadas fábricas, voten por disciplina la lista de la minoría reformista.
Si este programa organizativo reformista fuera aceptado por nosotros, se
llegaría de hecho a la absorción de nuestro Partido por parte del partido
reformista y nuestra única actividad sería la actividad parlamentaria.
La tarea de las
"células"
Por otra parte, ¿cómo podemos luchar contra la aplicación y
la realización de tal programa sin producir una escisión que de ningún modo
queremos producir? Para conseguir eso no hay otra vía de salida que la
organización de las células y su desarrollo en el mismo sentido que se
desarrollaron en Rusia antes de la guerra. Como fracción sindical, los
reformistas nos impidieron, poniéndonos en la garganta la pistola de la
disciplina, centralizar las masas revolucionarias tanto para la lucha sindical
como para la lucha política. Es evidente en tal caso que nuestras células deben
trabajar directamente en las fábricas para centralizar en torno al Partido a
las masas, impulsándolas a reforzar las Comisiones internas donde existan, a
crear comités de agitación en las fábricas donde no existan Comisiones internas
y donde éstas no realizan sus tareas, impulsándolas a querer la centralización
de las instituciones de fábricas como organismos de masa no solamente
sindicales, sino de lucha general contra el capitalismo y su régimen político.
Ciertamente que la situación en que nos encontramos es mucho más difícil que
aquella en que se encontraron los bolcheviques rusos, ya que nosotros debemos
luchar no sólo contra la reacción del Estado fascista, sino también contra la
reacción de los reformistas en los sindicatos. Precisamente porque es más
difícil la situación, más fuertes deben ser nuestras células tanto organizativa
como ideológicamente. En todo caso, la bolchevización por lo que ha reflejado
en el campo organizativo es una necesidad imprescindible. Nadie osará decir que
los criterios leninistas de organización del Partido sean propios de la
situación rusa y que sea un hecho puramente mecánico su aplicación a la Europa
occidental. Oponerse a la organización del Partido por célula significa estar
aún ligado a la vieja concepción socialdemocrática, significa encontrarse
realmente en el terreno de derecha, esto es, en un terreno en el que no se
quiere luchar contra la socialdemocracia.
La no intervención de
[Amedeo] Bordiga en Moscú
Sobre todos estos asuntos no existe hoy ninguna discordancia
entre el conjunto de nuestro Partido y la Internacional, y por ello las
discrepancias no podían verse reflejadas en los trabajos de la Comisión
italiana, que se ocupó solamente del problema de la bolchevización desde el
punto de vista ideológico y político con especial atención en la situación
creada en nuestro Partido. El camarada Bordiga había sido insistentemente
invitado a participar en los trabajos del Ejecutivo ampliado. Este hubiera sido
su deber, puesto que había aceptado en el V Congreso formar parte del Ejecutivo
de la I.C.. Tanto más obligado estaba el camarada Bordiga a participar en los
trabajos por cuanto él, en un artículo -cuya publicación aun él mismo la
subordinó a la aprobación del ejecutivo de la Internacional- había asumido en la
cuestión Trotsky una actitud radicalmente contraria no solamente a la del
Ejecutivo de la Internacional, sino también contraria a la asumida
prácticamente por el mismo Trotsky. Es absurdo y deplorable desde todo punto de
vista que el camarada Bordiga no haya querido participar personalmente en la
discusión de la cuestión Trotsky, no haya querido conocer directamente todo el
material sobre el asunto, no haya querido exponer sus opiniones y sus
informaciones en un debate internacional. Ciertamente no es con estas actitudes
como se puede demostrar tener la cualidad y las dotes necesarias para plantear
una lucha que debería prácticamente tener como resultado un cambio, no sólo en
la dirección, sino también de personas en la dirección de la Internacional Comunista.
Los cinco puntos de
Lenin para un buen Partido Bolchevique
Lo Comisión que debiera haber discutido especialmente con el
camarada Bordiga, en su ausencia ha fijado la línea que el Partido debe seguir
para resolver la cuestión de las tendencias y de las posibles fracciones que de
ellas pueden nacer, es decir, para hacer triunfar en nuestro Partido la
concepción bolchevique. Si examinamos la situación general de nuestro Partido
atendiendo a las cinco cualidades fundamentales que el camarada Lenin ponía como
condición necesaria para la eficiencia del Partido revolucionario en el periodo
de la preparación revolucionaria, a saber:
1) todo comunista debe ser marxista (nosotros hoy diremos:
todo comunista debe ser marxista-leninista);
2) todo comunista debe estar en primera línea en la lucha
proletaria;
3) todo comunista debe despreciar los ademanes
revolucionarios y las frases superficialmente rojas, es decir, debe ser no sólo
un revolucionario, sino también un político realista;
4) todo comunista debe estar siempre subordinado a la
voluntad de su Partido y debe juzgar todo desde el punto de vista de su
Partido, esto es, que debe ser sectario en el mejor sentido que esta palabra
puede tener;
5) todo comunista debe ser internacionalista.
Si examinamos la situación general de nuestro Partido a la
vista de estos cinco puntos, observamos que, si puede afirmarse para nuestro
Partido que la segunda cualidad forma uno de sus rasgos característicos, no
ocurre lo mismo con los otros cuatro puntos.
Falta en nuestro Partido un profundo conocimiento de la
doctrina del marxismo y por consiguiente, también del leninismo. Sabemos que
esto se halla relacionada con la tradición del movimiento socialista italiano,
en cuyo seno faltó toda discusión teórica que interesase profundamente a las
masas y contribuyese a su formación ideológica. Sin embargo, también es verdad
que nuestro Partido no contribuyó hasta hoy a superar tal estado de cosas y que
más bien el camarada Bordiga, confundiendo la tendencia reformista a sustituir
una genérica actividad cultural en la acción revolucionaria de las masas con la
actividad interna del Partido encaminada a elevar el nivel de todos sus
miembros, hasta el completo conocimiento de los fines inmediatos y lejanos del
movimiento revolucionario, contribuyó a mantenerlo.
El fenómeno del
"extremismo"
Nuestro Partido ha desarrollado bastante la disciplina, es
decir, que todo miembro reconoce su subordinación al conjunto del Partido, pero
no puede decirse lo mismo por lo que respecta a las relaciones con la I.C., es
decir, por lo que concierne a la conciencia de pertenecer a un Partido mundial.
En este sentido, solamente hay que decir que el espíritu internacionalista no
se practica mucho en el sentido general de la solidaridad internacional. Esta
era una situación existente en el Partido Socialista y que se reflejó en
perjuicio nuestro en el Congreso de Liorna. Persistió en parte bajo otras
formas con la tendencia suscitada por el camarada Bordiga a reivindicar
especiales títulos de nobleza al calificarse de secuaces de una llamada
"izquierda italiana". En este campo, el camarada Bordiga ha creado
una situación similar a la creada por el camarada Serrati después del II
Congreso (de la Internacional Comunista, en 1920. Nota del MIA) y que
llevó a la exclusión de los maximalistas de la I.C. Propugna una especie de
patriotismo de partido que rehúsa encuadrarse en una organización mundial. Pero
la debilidad mayor de nuestro Partido es la que señala Lenin en el punto
tercero: el gusto por los ademanes revolucionarios y por las superficiales
frases rojas es el rasgo más relevante, no de Bordiga mismo, sino de los
elementos que dicen seguirlo. Naturalmente, el fenómeno del extremismo
bordiguiano no se sostiene en el aire. Tiene una doble justificación. Por una
parte está relacionado con la situación general de la lucha de clase en nuestro
país, es decir, al hecho de que la clase obrera es la minoría de la población
trabajadora y que se halla concentrada predominantemente en una sola zona del
país. En tal situación, el Partido de la clase obrera puede ser pervertido por
las infiltraciones de las clases pequeño-burguesas, que aun teniendo intereses
contrarios como masa a los intereses del capitalismo, no quieren, sin embargo,
conducir la lucha hasta sus últimas consecuencias. Por otra parte, ha
contribuido a consolidar la ideología de Bordiga la situación en que vino a
encontrarse el Partido Socialista hasta Liorna y que Lenin caracterizó también
en su libro El extremismo, enfermedad infantil del comunismo: "En un
partido donde hay un Turati y hay un Serrati que no lucha contra Turati, es
natural que surja un Bordiga". No es natural, sin embargo, que el camarada
Bordiga se haya cristalizado en su ideología aun cuando Turati ya no está en el
Partido. Evidentemente, el elemento de la situación nacional era preponderante
en la formación política del camarada Bordiga y había cristalizado en él un
estado permanente de pesimismo sobre la posibilidad de que el proletariado y su
partido pudiesen salir inmunes de las infiltraciones de la ideología
pequeño-burguesa sin la aplicación de una táctica política extremadamente
sectaria, que hacía imposible la aplicación y la realización de los dos
principios que caracterizan el bolchevismo: la alianza entre obreros y
campesinos y la hegemonía del proletariado en el movimiento revolucionario
anticapitalista. La línea a adoptar para combatir estas debilidades de nuestro
Partido es la de la lucha por la bolchevización. La acción a emprender debe ser
predominantemente ideológica, pero debe convertirse en política por lo que
respecta a la extrema izquierda, es decir, la tendencia representada por el
camarada Bordiga, que del fraccionalismo latente pasará necesariamente al
fraccionalismo abierto y en el Congreso tratará de cambiar la dirección
política de la Internacional.
La cuestión de las
tendencias
¿Existen otras tendencias en nuestro Partido? ¿Cuál es su
carácter, qué peligro pueden representar? Si examinamos desde este punto de
vista la situación interna de nuestro Partido, debemos reconocer que éste no
sólo no ha alcanzado el grado de madurez política revolucionaria que se resume
en la palabra "bolchevización", sino que no ha alcanzado tampoco la
completa unificación de las varias partes que confluyeron a su composición. A
ello ha contribuido la ausencia de todo debate amplio, que desgraciadamente ha
caracterizado a nuestro Partido desde su fundación. Si tenemos en cuenta los
elementos que en el Congreso de Liorna se declararon por la Internacional
Comunista, podríamos observar que de las tres corrientes que constituyeron el
P.C.: 1) los abstencionistas de la fracción Bordiga; 2) los elementos agrupados
en torno a L´Ordine Nuovo y a Avanti! de Turín; 3)
elementos de masa que seguían al grupo que llamaremos Gennar-Marebini, esto es,
los secuaces de las figuras más características de la capa dirigente del
Partido Socialista unidas a nosotros, solamente dos, es decir, la
abstencionista y la de L´Ordine Nuovo-Avanti! turinés, habían antes
del Congreso de Liorna debatido los problemas esenciales de la Internacional
Comunista y habían, por consiguiente, adquirido una cierta capacidad de
experiencia política comunista. Pero estas corrientes, si lograron tener
mayoría en la dirección del nuevo Partido Comunista, no constituían la mayoría
en la base. Además, de estas dos corrientes una sola, la abstencionista, hasta
1919, es decir, dos años antes de Liorna, había tenido una organización
nacional, había creado entre sus adherentes determinada experiencia
organizativa de partido, pero en el periodo preparatorio se había ocupado
exclusivamente de cuestiones internas de partido, de la específica lucha de las
fracciones, sin haber tenido en su complicada travesía experiencia política de
masa, fuera de las cuestiones puramente parlamentarias.
La corriente constituida en torno a L’Ordine
Nuovo y el Avanti! piamontés, no había promovido una fracción
nacional, ni siquiera una verdadera fracción en los límites de la región
piamontesa en la que se hallaba inserta y en la que se había desarrollado. Su
actividad había sido predominantemente de masa; los problemas internos de
Partido fueron por ella sistemáticamente vinculados a las necesidades y las
aspiraciones de la lucha general de clase de la población trabajadora
piamontesa y especialmente del proletariado de Turín: es decir, al dar a sus
componentes una mejor preparación política y una capacidad mayor a cada uno de
sus miembros de base para guiar los movimientos reales, los puso en condiciones
de inferioridad en la organización general del Partido. Si se exceptúa el
Piamonte, la gran mayoría de nuestro Partido vino a constituirse por los
elementos que en Liorna se quedaron con la I.C., porque con la I.C. se quedaron
toda una serie de compañeros de la vieja capa dirigente del Partido Socialista
como Genneri-Marabini, Bombaci, Misiano, Savadir, Graziadei, etc.: sobre esta
masa, que en sus concepciones no se diferenciaban nada de los maximalistas, se
insertaron los grupos abstencionistas locales dándole la forma de la
organización del nuevo Partido. Si no se tuviera en cuenta esta formación real
de nuestro Partido, no se comprendería la crisis que ha atravesado ni tampoco
la situación actual. Por la necesidad de lucha sin cuartel que se impuso a
nuestro Partido desde su origen, que coincidió con el desenfreno más furioso de
la reacción fascista, y por lo que se puede decir hoy que toda nuestra
organización fue bautizada con la sangre de nuestros mejores camaradas, las
experiencias de la Internacional Comunista, es decir, no solamente del Partido
ruso, sino también de los otros partidos hermanos, no llegaron hasta nosotros y
no fueron asimiladas por la masa del Partido sino irregular y episódicamente.
En realidad, nuestro Partido se encontró aislado del conjunto internacional,
tuvo que desarrollar su ideología desaliñada y caótica únicamente sobre la base
de nuestras experiencias nacionales inmediatas; se creó en Italia una nueva
forma de maximalismo. Esta situación general se ha agravado este año con el
ingreso en nuestras filas de la fracción terciinternacionalista. La debilidad
que nos caracterizaba existía en forma aún más grave y peligrosa en esta
fracción que vivía desde hace dos años y medio en forma autónoma en el seno del
Partido maximalista, creando así vínculos internos entre sus adherentes que
debían prolongarse igualmente después de la fusión. Por otro lado, también la
fracción terciinternacionalista, durante dos años y medio, fue absorbida
completamente por la lucha interna con la dirección del Partido maximalista,
lucha que fue predominantemente de carácter personal y sectaria, y sólo
episódicamente trató las cuestiones fundamentales tanto políticas como
organizativas.
La bolchevización
Es evidente, pues, que la bolchevización del Partido en el
campo ideológico no puede tener solamente en cuenta la situación que resumimos
en la existencia de una corriente de extrema izquierda y en la actitud personal
del camarada Bordiga. Debe abordar la situación general del Partido, es decir,
debe plantearse el problema de elevar el nivel técnico y político de todos
nuestros camaradas. Es cierto que, por ejemplo, existe también una cuestión
Graziadei, o sea, que debemos basarnos sobre sus recientes publicaciones para
mejorar la educación marxista de nuestros camaradas combatiendo las
desviaciones llamadas científicas en aquellas sostenidas. Sin embargo, nadie
puede pensar que el camarada Graziadei represente un peligro político, es
decir, que sobre la base de sus concepciones revisionistas del marxismo puede
nacer una vasta corriente y por consiguiente una fracción que ponga en peligro
la unidad organizativa del Partido. Por otra parte, no hay que olvidar que el
revisionismo de Graziadei lleva a un apoyo a las corrientes de derecha que,
aunque sea en estado latente, existen en nuestro Partido. La entrada en éste de
la fracción terciinternacionalista, o sea, de un elemento político que no ha
perdido muchos de sus caracteres y que como se ha dicho ya, mecánicamente
tienda a prolongar además de su existencia como fracción en el seno del Partido
maximalista los vínculos creados en el Partido precedente, pueda indudablemente
dar a esta potencial corriente de derecha cierta base organizativa, planteando
problemas que en modo alguno podemos descuidar. Aún no es posible que nazcan
fuertes divergencias sobre esta suerte de estimaciones; las cuestiones que
hemos esbozado y que nacen de la composición originaria de nuestro Partido,
plantean predominantemente problemas ideológicos fuertemente vinculados a dos
necesidades: 1) a la necesidad de que la vieja guardia del Partido absorba la
masa de nuevos adherentes llegados al Partido después del caso Matteotti y que
han triplicado los efectivos del Partido; 2) a la necesidad de crear cuadros
organizativos del Partido que se encuentren en situación no sólo de resolver
los problemas cotidianos de la vida del Partido, bien como organización propia,
bien en su relación con los sindicatos y las otras organizaciones de masa, sino
que sean también capaces de resolver los más complejos problemas relacionados
con la preparación de la conquista del poder y el ejercicio del poder
conquistado.
El peligro de derecha
Se puede decir que potencialmente existe en nuestro Partido
un peligro de derecha, que está relacionado con la situación general de país.
Las oposiciones constitucionales, aun cuando históricamente han dimitido de sus
funciones desde que rechazaron nuestra propuesta de crear el Antiparlamento[1], siguen
aún viviendo políticamente junto a un fascismo consolidado. Puesto que las
pérdidas sufridas por la oposición han reforzado nuestro Partido, pero no lo
han hecho en la misma medida en que se ha consolidado el fascismo, que tiene en
sus manos todo el aparato estatal, es evidente que en nuestro Partido, frente a
una tendencia de extrema izquierda, que cree llegado en todo instante el
momento de pasar al ataque frontal al régimen, que no puede disgregarse por las
maniobras de la oposición, podrá nacer, si no existe ya, una tendencia de
derecha, cuyos elementos desmoralizados por el aparente superpoder del partido
dominante, desesperando de que el proletariado pueda rápidamente hacer caer al
régimen en su conjunto, empezarán a pensar que sea mejor táctica la que lleve,
si no directamente a un bloque burgués-proletario para la eliminación
constitucional del fascismo, por lo menos a una táctica de pasividad real, de
no-intervención activa de nuestro Partido, que permite a la burguesía servirse
del proletariado como masa de maniobra electoral contra el fascismo. Todas
estas posibilidades y probabilidades, el Partido debe tenerlas en cuenta a fin
de que su justa línea revolucionaria no sufra desviaciones.
El Partido, aunque ha de considerar el peligro de derecha
como una posibilidad a combatir con la propaganda ideológica y con medios
disciplinarios ordinarios siempre que se demuestre necesario, debe, sin
embargo, considerar el peligro de extrema izquierda como una realidad
inmediata, como un obstáculo al desarrollo no sólo ideológico, sino político
del Partido; como un peligro que debe ser combatido no sólo con la propaganda,
sino también con la acción política, porque inmediatamente lleva a la
disgregación de la unidad también formal de nuestra organización, porque tiende
a crear un partido en el Partido, una disciplina contra la disciplina del
Partido. ¿Quiere esto decir que nosotros queramos llegar a una ruptura con el
camarada Bordiga y con los que se dicen sus amigos? ¿Quiere decir que queremos
modificar la base fundamental del Partido con la que se constituyó en el
Congreso de Liorna y que se conservó en el Congreso de Roma? Ciertamente,
absolutamente, no. Pero la base fundamental del Partido no era un hecho
puramente mecánico: aquella se había constituido sobre la aceptación
incondicional de los principios y la disciplina de la I.C. No somos nosotros
quienes hemos puesto a discusión estos principios y esta disciplina; no se
puede, pues, buscar en nosotros la voluntad de modificar la base fundamental
del Partido. Por otra parte, hay que decir que para el 90 por ciento, si no más
de sus miembros, el Partido ignora la cuestiones que han surgido entre nuestra
organización y la Internacional Comunista. Si, esencialmente después del
Congreso de Roma, el Partido en su conjunto hubiera estado en condiciones de
conocer la situación de nuestras relaciones internacionales, no estarían éstas
ahora en las condiciones de confusión en que se encuentran. En todo caso,
queremos afirmar con energía, para que se descubra el triste juego de algunos
elementos irresponsables que parece encuentran su felicidad política irritando
las llagas de nuestra organización, que consideramos posible llegar a un
acuerdo con el camarada Bordiga y pensamos que tal sea también la opinión del
propio camarada Bordiga.
El planteamiento de
la discusión
En esta dirección general es en la que nosotros consideramos
que debe plantearse la discusión por nuestro Congreso. En el periodo que hemos
atravesado desde las últimas elecciones parlamentarias, el Partido ha conducido
una acción política real que ha sido compartida por la gran mayoría de nuestros
compañeros. Sobre la base de esta acción, el Partido ha triplicado el número de
sus adherentes, ha desarrollado de modo notable su influencia en el
proletariado hasta el punto de que se puede decir que nuestro Partido es el más
fuerte entre los partidos que tienen una base en la Confederación General del
Trabajo.
Se ha conseguido en este periodo plantear concretamente el
problema fundamental de nuestra revolución: el de la alianza entre obreros y
campesinos. Nuestro Partido, en una palabra, se ha convertido en un factor
esencial de la situación italiana. En este terreno de la acción política se ha
creado cierta homogeneidad entre nuestros camaradas. Este elemento debe seguir
desarrollándose en la discusión del Congreso y debe ser una de las
determinantes esenciales de la bolchevización. Esto significa que el Congreso
no debe concebirse sólo como un momento de nuestra política general, del
proceso a través del cual nos ligamos a las masas y despertamos nuevas fuerzas
para la revolución. El núcleo principal de la actividad del Congreso debe ser
visto, por consiguiente, en las discusiones que se desarrollarán para
establecer por qué fase de la vida italiana e internacional atravesamos, es
decir, cuáles son las relaciones actuales de las fuerzas sociales italianas,
cuáles son las fuerzas motrices de la situación, cuál fase de la lucha de
clases es la actual. De este examen se derivan dos problemas fundamentales: 1)
cómo podemos desarrollar nuestro Partido de manera que se convierta en una
unidad capaz de conducir el proletariado a la lucha, capaz de vencer y vencer
permanentemente. Este es el problema de la bolchevización; 2) qué acción
política real debe seguir desarrollando nuestro Partido para lograr la
coalición de todas las fuerzas anticapitalistas guiadas por el proletariado
(revolucionario) en la situación dada para hacer caer el régimen capitalista en
un primer tiempo y para constituir la base del Estado obrero revolucionario, en
un segundo tiempo. Es decir, debemos examinar cuáles son los problemas
esenciales de la vida italiana y cuáles las soluciones que favorecen y
determinan la alianza revolucionaria del proletariado. El Congreso deberá al
menos preparar el esquema general de nuestro programa de gobierno. Esta es una
fase esencial de nuestra vida de Partido.
Perfeccionar el instrumento necesario para la revolución
proletaria en Italia: he aquí la tarea más importante de nuestro Congreso, he
aquí el trabajo al que invitamos a todos los camaradas de buena voluntad que
anteponen los intereses unitarios de su clase a las mezquinas y estériles
luchas de fracciones.
Nota
[1] Propuesta
hecha por el grupo parlamentario comunista en octubre de 1924, en la que
invitaban a los partidos de la coalición del Aventino a reunirse juntos en una
asamblea que funcionara como Parlamento opuesto al Parlamento fascista, que
legislara y que fuese un instrumento que sirviera para aunar en torno a sí a
las masas populares antifascistas.
Escrito: 1925 / Primera Edición: L´Unitá, 3 de
julio de 1925
Digitalización: Aritz
Esta Edición: Marxists Internet Archive, año 2001
Digitalización: Aritz
Esta Edición: Marxists Internet Archive, año 2001