
Esta crisis presenta aspectos diversos y múltiples.
Señalamos ante todo la lucha que se ha reanimado, en torno al gobierno entre
fuerzas adversarias del mundo plutocrático y financiero, para la conquista por
parte de unos y la conservación por parte de los otros de una influencia
predominante en le gobierno del Estado. A la oligarquía financiera, que se
halla a la cabeza de la banca comercial, se contraponen las fuerzas que en un
tiempo se agrupaban en torno a la fracasada banca de descuento y hoy tienden a
reconstituir un organismo financiero propio que debería desplazar la
predominante influencia de la primera.
Su consigna de orden es "constitución de un gobierno de reconstrucción nacional", con la eliminación del lastre (se entiende los patrocinadores de la actual política financiera). Se trata en sustancia de un grupo de aprovechados no menos nefastos que los otros, que bajo la máscara de la indignación por el asesinato de Matteotti y en nombre de la "justicia", van hacia el abordaje de las cajas del Estado. El momento es bueno, y naturalmente no hay que dejarlo escapar.
Su consigna de orden es "constitución de un gobierno de reconstrucción nacional", con la eliminación del lastre (se entiende los patrocinadores de la actual política financiera). Se trata en sustancia de un grupo de aprovechados no menos nefastos que los otros, que bajo la máscara de la indignación por el asesinato de Matteotti y en nombre de la "justicia", van hacia el abordaje de las cajas del Estado. El momento es bueno, y naturalmente no hay que dejarlo escapar.
Desde el punto de vista de la clase obrera, el hecho más
importante es, sin embargo, otro y precisamente es enorme la repercusión que
los acontecimientos de estos días han tenido en las clases medias y
pequeño-burguesas: se precipita la crisis de la pequeña burguesía.
Si se tiene en cuenta el origen y la naturaleza social del
fascismo, se comprenderá la importancia enorme de este elemento que viene a
resquebrajar las bases de la dominación fascista. Este imprevisto y radical
desplazamiento de la opinión pública, polarizándose en torno a los partidos de
la llamada "oposición constitucional", pone a estos partidos en
primera fila de la lucha política: deben darse cuenta, como algunas capas de la
misma clase obrera, de la necesidad y de las condiciones que tal lucha impone.
En el campo obrero no ha faltado la inmediata repercusión de
este desplazamiento de fuerza: el proletariado tiene hoy la sensación de no
estar ya aislado en la lucha contra el fascismo, y esto, unido al inmutable
espíritu antifascista que lo anima, determina en su ánimo la convicción de que
la dictadura fascista podrá ser abatida, y dentro de un periodo de tiempo
bastante más corto de lo que se había pensado en el pasado. El hecho de que la
revuelta moral de toda la población contra el fascismo en la clase obrera se ha
manifestado con paros parciales, como forma enérgica de la lucha; el haber
sentido la necesidad y haber considerado posible bajo ciertas condiciones la
huelga general nacional contra el fascismo, demuestra que la situación va
cambiado con una rapidez imprevista. Quien tenga dudas a este propósito, que
vaya con los obreros y verá cómo se acogen los melancólicos comunicados de la
Confederación General del Trabajo implorando la calma, en los que se define
como "elementos irresponsables" y "agentes provocadores"
cuantos hacen propaganda para la acción: este lenguaje estábamos habituados
cierto tiempo a leerlo en los comunicados policiales...
De la actitud y de la conducta de los diversos partidos
dispuestos hoy en el frente de la lucha antifascista se puede en seguida hacer
una primera afirmación: la impotencia de la oposición constitucional. Estos
partidos, en el pasado, con la oposición al fascismo tendían evidentemente a
atraer hacia sí a la pequeña burguesía y en parte a aquellas capas de la
burguesía que, viviendo al margen de la plutocracia dominante, padecen en parte
las consecuencias de su predominio absoluto y aplastante en la vida económica y
financiera del país. Aquéllos tienden hacia sistemas menos dictatoriales de
gobierno. Estos partidos pueden hoy decir que han logrado su objetivo, que
constituye para ellos la premisa para conducir a fondo la lucha contra el
fascismo. Su acción, sin embargo, que en la situación actual debería tener un
valor decisivo, se muestra incierta, equívoca e insuficiente. Refleja en su
sustancia la impotencia de la pequeña burguesía para afrontar por sí sola la
lucha contra el fascismo, impotencia determinada por un complejo de razones, de
las que deriva también la actitud característica de estas capas eternamente
oscilantes entre el capitalismo y el proletariado.
Estas cultivan la ilusión de resolver la lucha contra el
fascismo en el terreno parlamentario, olvidando que la naturaleza fundamental
del gobierno fascista es la de una dictadura armada, a pesar de todos los
adornos constitucionales que trata de aplicar a la milicia nacional. Esta, por
otra parte, no ha eliminado la acción del escuadrismo y de la ilegalidad: el
fascismo en su verdadera esencia está constituido por las fuerzas armadas que
operan directamente por cuenta de la plutocracia capitalista y de los agrarios.
Abatir al fascismo significa en definitiva aplastar definitivamente estas
fuerzas, y esto no se puede conseguir sino en el terreno de la acción directa.
Cualquier solución parlamentaria resultará impotente. Cualquiera que sea el
carácter del gobierno que de tal solución pudiera derivarse, se trate de la
recomposición del gobierno de Mussolini o de la formación de un gobierno
llamado democrático (lo que por otra parte es bastante difícil), ninguna
garantía podrá tener la clase obrera de que sus intereses y sus derechos más
elementales se vean asegurados, aun en los límites que permite un Estado
burgués y capitalista, mientras aquellas fuerzas no sean eliminadas.
Para conseguir esto, es menester luchar contra aquellas en
el terreno en el que es posible vencer en serio, es decir, en el terreno de la
acción directa. Sería una ingenuidad confiar esta tarea el Estado burgués,
aunque sea liberal y democrático, ya que no vacilará en recurrir a su ayuda en
el caso de no que se sintiese bastante fuerte para defender el privilegio de la
burguesía y mantener sujeto al proletariado.
De todo esto se deriva la conclusión de que una oposición
real al fascismo puede ser llevada solamente por la clase obrera. Los hechos
demuestran cuánto corresponde a la realidad la posición asumida por nosotros
con ocasión de las elecciones generales, oponiendo a la oposición
constitucional la "oposición obrera" como la única base real y eficaz
para derrocar al fascismo. El hecho de que fuerzas no obreras convergen en el
frente antifascista no cambia nuestra afirmación según la cual las clase obrera
es la única clase que pueda y deba ser el guía dirigente en esta lucha.
La clase obrera debe encontrar, sin embargo, su unidad en la
cual encuentra toda la fuerza necesaria para afrontar la lucha. De aquí la
propuesta del Partido Comunista a todas las organizaciones proletarias para una
huelga general contra el fascismo, de aquí nuestra actitud frente a los
impotentes lloriqueos socialdemócratas.
Escrito: 1924 / Primera Edición: L’Unità, 2 de
Julio de 1924.
Digitalización: Aritz
Esta Edición: Marxists Internet Archive, año 2001
Digitalización: Aritz
Esta Edición: Marxists Internet Archive, año 2001