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Albert Camus por David Levine |
César Águila Cázarez
En el Hombre rebelde (1951), Albert Camus
intenta aceptar la realidad del momento la cual considera que es un crimen
lógico, y examinar precisamente sus justificaciones, es decir, un esfuerzo para
comprender su tiempo. Se propone proseguir, ante el asesinato y la rebelión,
una reflexión comentada en torno al suicidio y a la noción de lo absurdo. El
sentimiento de lo absurdo, cuando se pretende ante todo extraer de él una regla
de acción, hace al asesinato por lo menos indiferente y, por consiguiente,
posible.[1] Es esta
la causa de su interés por esos temas, puesto que si no se cree en nada, si
nada tiene sentido y no podemos afirmar valor alguno, todo es posible y nada
tiene importancia, con lo cual queda justificado cualquier acción hecha por
el hombre, sea o no justa.
La conclusión última de razonamiento absurdo será el rechazo
del suicidio y el mantenimiento de esa confrontación desesperada entre
interrogación humana y silencio del mundo. En este caso, el suicidio sería el
fin de dicha confrontación y el razonamiento absurdo negaría sus propias
premisas.
El hombre rebelde será aquel que dice que no, aunque negar no significa renunciar y con su negación es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento, con lo cual, afirma la existencia de una frontera. Así, el movimiento de rebelión se apoya en el rechazo categórico de una intrusión juzgada intolerable y en la certidumbre confusa de un buen derecho. La rebelión va acompañada de la idea de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna parte, razón.[2]
El hombre rebelde será aquel que dice que no, aunque negar no significa renunciar y con su negación es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento, con lo cual, afirma la existencia de una frontera. Así, el movimiento de rebelión se apoya en el rechazo categórico de una intrusión juzgada intolerable y en la certidumbre confusa de un buen derecho. La rebelión va acompañada de la idea de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna parte, razón.[2]
El movimiento de la rebelión lleva al hombre más allá de
donde estaba en la simple negación y ahora pide que se le trate como igual.
Para alcanzar su fin, el hombre rebelde pone la parte de sí mismo que quiere
hacer respetar por encima de lo demás y lo proclama preferible a todo; de ésta
rebelión, según Camus, nace la conciencia, por lo cual, el rebelde quiere serlo
todo, identificarse totalmente con ese bien del que ha adquirido conciencia. La
muerte de un hombre en el movimiento de la rebelión significa que se sacrifica
en beneficio de un bien del que estima que sobrepasa a su propio destino.
Aunque es importante saber que la rebelión no nace sólo, y forzosamente,
en el oprimido, sino que puede nacer también ante el espectáculo de la opresión
de que otro es víctima.[3] Esto
supone la identificación con otro individuo y hace notar que este movimiento no
es en su naturaleza, egoísta.
El rebelde se niega a que se toque lo que es él, lucha por
la integridad de una parte de su ser, no trata de conquistar sino de imponer.
Es por esto que la rebelión se limita a rechazar la humillación sin pedirla
para los demás, aceptando incluso el dolor para uno mismo, a fin de que la
propia integridad sea respetada. En el movimiento de la rebelión no se elige un
ideal abstracto, rebasa el resentimiento y revela lo que hay que defender
siempre en el hombre, su libertad. El problema de la
rebelión sólo adquiere sentido dentro del pensamiento occidental.
En el mundo de lo sagrado no se encuentra el problema de la
rebelión porque no se encuentra en él ninguna problemática real, pues todas las
respuestas han sido dadas de una vez, por lo tanto, el hombre rebelde está
situado antes o después de lo sagrado, dedicado a reivindicar un orden humano
en el que todas las respuestas sean humanas. De este modo toda
interrogación, toda palabra, es rebelión, mientras que en el mundo de lo
sagrado toda palabra es acción de gracias.[4] Con
esto, Camus plantea que el problema de la rebelión depende del hecho de que las
sociedades enteras se han distanciado de lo sagrado. ¿Se puede, lejos de
lo sagrado y de sus valores absolutos, encontrar la regla de conducta? Tal es
la pregunta que plantea la rebelión.[5] La respuesta
que da Albert Camus es que ese valor es la rebelión misma, la solidaridad de
los hombres se funda en el movimiento de la rebelión y a partir de este
movimiento, el individuo tiene conciencia de ser colectivo, el individuo es
sacad de la soledad y al rebelarse encontrará su ser, para afirmar “me rebelo,
luego somos”.
Dentro del movimiento de la rebelión, Camus hace una
distinción y precisa la rebelión metafísica, es decir, el movimiento por el
cual un hombre alza contra su condición y la creación entera. Es metafísica por
discutir los fines del hombre y la naturaleza. La rebelión metafísica es
la reivindicación motivada de una unidad dichosa contra el sufrimiento de vivir
y de morir. Al mismo tiempo que rechaza su condición de mortal, el rebelde
se niega a reconocer la posibilidad de vivir en la condición que tenga. El
rebelde desafía la autoridad de Dios, no la niega, le habla de igual a igual
mediante una polémica animada por el deseo de vencer, lo cual lleva al hombre
rebelde a derribar el trono de Dios para fundar, al precio del crimen si es
necesario, el imperio de los hombres.
La rebelión, no se imagina sino contra alguien y la historia
de la rebelión en el mundo occidental es inseparable de la del cristianismo
puesto que Cristo vino a la tierra a resolver dos problemas, el mal y la
muerte, que son precisamente los problemas de los rebeldes.
Aparece el rebelde romántico al exaltar al individuo y al
mal sin tomar el partido de los hombres sino el propio partido. El rebelde se
inclina al dandismo, una nostalgia de una moral, con lo cual busca regresar a
la relación con Dios. El romanticismo desafía ante todo la ley moral y
divina[6]. Pero el
hombre rebelde abandona poco a poco el mundo del parecer por el hacer, en el
que va a empeñarse enteramente.
Hasta aquí, Camus expone las bases de la actitud rebelde del
hombre, seguirá desarrollando a lo largo de su obra con mayor profundidad este
tema pero me parece que hasta lo presente, se puede apreciar con claridad los
motivos, características y alcances del movimiento rebelde, una lucha constante
por salir de la opresión, tanto social, como religiosa y moral, para liberarse
de toda atadura y mediante la lucha constante, encontrar sus propios valores de
conducta. El movimiento de rebelión no es propio del tiempo de Camus, ya venía
desarrollándose desde siglos a tras, sin embargo, lo que hace Albert es
evidenciarlo ante los movimientos que iban surgiendo tanto en Francia como en
todo el mundo.
Bibliografía
CAMUS, Albert, El hombre rebelde, ALIANZA-LOZADA,
Madrid, 1986, p 5-68.
Notas
[1] CAMUS, Albert, El
hombre rebelde, ALIANZA-LOZADA, Madrid, 1986, p. 11.
[2] Ibid., p 21.
[3] Ibid., p.25.
[4] Ibid., p. 29.
[5] Ibid., p. 30.
[6] Ibid., p.65.
[2] Ibid., p 21.
[3] Ibid., p.25.
[4] Ibid., p. 29.
[5] Ibid., p. 30.
[6] Ibid., p.65.