
El reflotado diferendo argentino-británico sobre la posesión
de las Islas Malvinas encaja cómodamente en el actual clima de confrontación
internacional.
Algunos rasgos políticos en esta disputa alcanzan a revelar
la degradación de los estados, como si fueran dos repúblicas de menor calibre.
Esta vez, el “gesto bananero” ha sido más pronunciado en el Reino Unido de
David Cameron con una agresividad emulando a la Argentina de Galtieri de 1982,
agregando un ingrediente más grotesco -tipo Entertainment Channel- con la
visita a las islas del Príncipe William.
Cuesta creer que todo esto hay que tomarlo en serio y
precisamente hay que darle toda la seriedad posible porque se trata de
políticos ultra neoconservadores como el Primer Ministro Británico puestos en
el ápice de la toma decisiones para el uso de poderío bélico nuclear.
Desde el desbande la Ex URSS y aún más atrás, desde la
Segunda Guerra, muy poco se ha avanzado en hacer de este mundo una entidad más
estable y de menos confrontación.
Mientras el centro argumental en la confrontación de la
guerra fría clásica (1945-1990), se sustentaba sobre dos ejes antípodas como
paz y hecatombe nuclear, en la supuesta nueva era estos ejes han sido
reemplazados por democracia y libre mercado, dos entes en apariencia
complementarios.
A pesar de esta complementariedad la situación global es más
inestable que antes. El casi medio siglo de tensión y el fin de la amenaza
soviética al capitalismo han servido poco para modificar la naturaleza perversa
del poder (internacional en este caso) en donde prima la ley del más fuerte y
con la carta bélica nuclear si fuera posible.
Por el contrario, esta ley de facto se ha exacerbado hasta
límites inconcebibles como se comprueba desde la intervención de la OTAN en los
Balcanes, pasando por las guerras en Afganistán e Irak hasta la actual
situación de confrontación que involucra a EEUU, Israel, Siria e Irán, y a la
cual se le agrega este “viejo pastelito” británico en Las Malvinas de su
sempiterna alcurnia imperial.
El episodio ha servido además para constatar una vez más que
el nivel actual de intervencionismo (colonial) o de alineamiento por una u otra
potencia no difiere del que existía durante la guerra fría del período 1945-
1991. Los estados de menor potencia son incapaces de recuperar y mantener
grados superiores de autonomía.
Ante esta situación, el cuadro de degradación de los estados
no se identifica porque no hay un “espejo” donde mirarse. Los sistemas
políticos que sustentan a los estados y sus administradores muestran síntomas
del desgaste por las décadas de funcionamiento poco ético.
Es así que el grado de confrontación interna en las naciones
o entre naciones, se muestra como el punto más álgido de la crisis del modelo
de estado liberal concebido en las democracias occidentales y al cual la mayor
parte de las naciones del mundo dicen adscribir bajo distintas formas de
gobernanza.
En la actualidad, los conflictos de beligerancia extrema o
violencia armada dentro de las naciones o entre naciones que estallaron al
finalizar la guerra fría, bordean el medio centenar. EEUU ha estado en guerra
14 de los 21 años desde el fin de la guerra fría.
Treinta de ellos estallaron al finalizar la guerra fría y
cerca de 20 en el nuevo milenio (GlobalSecurity.org ). Las cifras oficiales de
la OTAN son más conservadoras. Por guerra mayor la ONU define conflictos
militares o armados que producen 1.000 víctimas fatales por año en batallas.
El clima de confrontación no es solo en el plano de
integridad territorial o soberanía, es también en el económico y cultural. La
idea es prevalecer sobre el otro estado-nación y si fuera posible aplastarlo o
someterlo como si fuera una colonia. La postura de Alemania para someter a
Grecia con el expediente comunitario revela un neocolonialismo envuelto en una
pátina de sofisticación política. Es un paradigma para observar.
Frente al cuadro de inestabilidad internacional se cruzan
temas como la incesante pobreza, la destrucción del eco sistema con el
calentamiento del planeta y el exacerbado bilateralismo en las relaciones
comerciales, particularmente en ámbitos regionales con menores posibilidades de
integración.
La forma fragmentada de cómo están siendo colocados estos
temas en las naciones, impide establecer agendas que aborden el cuadro mayor de
los desequilibrios a nivel de las relaciones internacionales que inciden en la
generación de los conflictos.
En el proceso, emerge con nitidez que el objetivo central en
esta fase de la globalización ha sido determinado por la sustentación económica
de los regímenes políticos amparados por el modelo liberal que conocemos, y
queda claro que para establecer un nuevo orden de equilibrio internacional y
asegurar la paz mundial este expediente ha sido unilateral e insuficiente.
Este clima de confrontación expone a una clase política
dominante – posicionada por el gran capital internacional- que ha demostrado
por los resultados hasta ahora, tener una destreza inferior a la que estaba
llamada a ofrecer para intermediar en estas crisis. Como que fueran
constructores o mantenedores de empresas más que de naciones.
Las crisis repartidas desde Mindanao en Filipinas, Assam en
India pasando por la caldera en la franja del Sur del Asia Central hasta el
norte de África y que ahora penetran en el Hemisferio Occidental Sur con la
disputa por la Islas Malvinas, llevan todas el sello de una degradación y
crisis en los estados.
El impacto político de las futuras tragedias en el caso de
decantarse situaciones como el bombardeo israelí a Irán para desmontar su
programa nuclear, el apoyo de la OTAN a los rebeldes para derribar el régimen
en Siria, así como la existencia de una base de la OTAN en las Islas Malvinas,
puede gravitar más que la necesidad de indagar las causas subyacentes de los
conflictos, el tema verdadero.
Con los actuales procesos de cambio de régimen en diversas
partes del planeta sucede algo parecido. El ojo se concentra en el impacto
hacia donde se inclina la balanza del poder, sobre quién o quiénes se hacen
cargo. Con este enfoque se extravía el problema remanente del colonialismo que
no se supera como síndrome, ni en el Occidente colonizador – el ejemplo de Gran
Bretaña de mantener Las Malvinas bajo su posesión- ni en las zonas alteradas
por las intervenciones coloniales del pasado.
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http://www.argenpress.info/2012/02/proposito-de-las-malvinas-el-clima-de.html |