
Sea lo que fuere y sin perjuicio de reconocer que hay
progreso, aunque moderado, en lo que llamamos derechos humanos, quien se
interese por conocer la realidad triste que convive con el mundo ordenado en el
que nos sentimos vivir, puede hacerlo.
Y esto también es progreso, porque ha habido momentos en que el horror se multiplicaba, pero no había un muro donde llorar u orar ni manera de saber qué pasaba en el pueblo vecino. Y el que sabía, sabía también que debía callar.
Y esto también es progreso, porque ha habido momentos en que el horror se multiplicaba, pero no había un muro donde llorar u orar ni manera de saber qué pasaba en el pueblo vecino. Y el que sabía, sabía también que debía callar.
Juan Forn, escritor que mora entre los médanos de Gesell, se
ocupó (Ver
Gramscimanía) […] de llamar la atención acerca de un libro de edición
argentina, cuyo autor es el sueco Sven Lindquist. Encuentra motivo en el hecho
de que fue traducido por Carlos Kristensen, periodista y docente patagónico y
publicado por la UBA. No era traductor de oficio y le llevó mucho tiempo
completar el trabajo. Cuando entraba en imprenta, Kristensen murió.
El libro se titula "Exterminad a todos los
salvajes" y es un relato sobre la explotación de los nativos en el Congo
belga. Es allí donde hace conocer el testimonio del sacerdote Edward Sjablom
sobre el látigo de piel de hipopótamo, con cuatro ramales. El colono europeo
castigaba a sus servidores hasta caer rendido de cansancio. Los servidores,
entonces, se esmeraban por revivirlo. La escena se repetía una y otra vez.
Se sabe.
Forn se detiene en una frase de Lindquist que aparece al
comenzar y al concluir su relato. Dice así: "Lector, ya sabes lo
suficiente. Yo también lo sé. No es conocimiento lo que nos falta. Lo que nos
falta es el coraje para darnos cuenta de lo que ya sabemos y sacar
conclusiones". Kristensen puso lo que le quedaba de vida para que también
sus compatriotas supiésemos, aunque difícilmente haya un hombre que ignore el
horror que puede provenir de otro hombre. Ahora, dice Forn, hay también una
edición española.
La intención de Forn
se encamina a una reflexión acerca de las motivaciones del torturador. Trae,
por eso, el recuerdo de estas palabras de Gelman, que pertenecen a una
evocación que nuestro poeta hace de su padre. Dice: "¿Qué castigabas
cuando me castigabas a mí?"
Piénsenlo quienes todavía creen que "la letra con
sangre entra". Mi propósito, en esta columna va por otro lado. Hallé estas
referencias en el empeño por entender el momento actual de la minería, para
saber a qué atenerme con respecto al problema que hoy se agita en nuestro país.
Coltán
En ese empeño, di con la palabra coltan o coltán. Supe que
es el nombre de un mineral raro, cuyas mayores reservas están en el antiguo
Congo Belga, el escenario de un horror que han narrado Lindquist y muchos otros
literatos (incluso, ahora, Vargas Llosa, en su último libro). El coltán consta
de columbita y tantalita. De ahí se saca el tantalio que es esencial para la
industria electrónica (teléfonos celulares, computadoras, pantallas de plasma,
cámaras digitales, satélites artificiales...). El coltán es el material que
permite que los electrónicos sean cada vez más delgados y pequeños. Su precio
de mercado, el precio del coltán, ha aumentado sideralmente.
Entonces, ¿le va bien al viejo Congo Belga, ahora llamado
República Democrática del Congo?
No le va nada bien, aunque sí a algunos nativos. Primero
voltearon al presidente Mobutu, en l997. En seguida entraron tropas de Uganda y
Ruanda. El ejército de Ruanda se quedó para garantizar la extracción y traslado
de coltán. El costo en vidas de los combates es estimado en cinco millones y
medio de muertos. Los congoleños que buscan y sacan el coltán, sufren la
agresión de minerales radiactivos. Ganan unos dólares más que los mineros de
metales tradicionales. Viven menos. Se dice que los Bush impulsaron la penetración
de Ruanda y que figuran entre los grandes beneficiarios de ese mineral. A
cambio, occidente ha puesto como modelos de administración a los regímenes de
Ruanda y Uganda. Las multinacionales de occidente se reparten (y disputan) la
ganancia. Francia fue desplazada al caer Mobutu. Alemania está entre las
ganadoras. China trata ahora de hacer pie financiando un ejército congoleño.
Ahora, pues, lo sabemos. Sabemos que cada celular remite a
la sangre de más de cinco millones de congoleños por la guerra que no cesa. No
es conocimiento lo que nos falta.
Jotavé
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http://www.laarena.com.ar/opinion-mas_eficaz_que_el_latigo_de_piel_de_hipopotamo-70804-111.html |