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Andy Warhol Red Lenin |
En todas las religiones, no solo al hombre sagrado, sino
también a sus ancestros se les atribuye una piedad extraordinaria. De la misma
manera, los artífices de la leyenda estalinista atribuyeron convicciones
revolucionarias no solo a Lenin desde su primera infancia, sino también a sus
padres. Una biografía oficial de Lenin, de 602 páginas, publicada bajo los
auspicios del Instituto de Marxismo-Leninismo, en Moscú, en el año 1960
(Vladímir Ilich Lenin, Biografía), describía al padre de Lenin como un educador
radical y progresista, y su casa en Simbirsk como una especie de club
revolucionario. «Alexander (el hermano mayor de Lenin) establecía el tono»,
mientras que Vladímir «participaba con frecuencia en la discusión, y con mucho
éxito».
Todo esto son tonterías. El padre de Lenin, Iliá
Nikoláievich Uliánov, no era un educador progresista. En 1869 le asignaron el
puesto de Inspector de escuelas en la pequeña ciudad de Simbirsk, en el Volga.
En 1874 le ascendieron a Director de escuelas para toda la provincia. Para entonces era un Consejero de Estado, condecorado con la Orden de Stanislav, primera clase, y se dirigían a él como Su Excelencia. Esto suponía que pasaba a formar parte de la nobleza de alto rango, en la posición cuarta de catorce, con estatus hereditario.
En 1874 le ascendieron a Director de escuelas para toda la provincia. Para entonces era un Consejero de Estado, condecorado con la Orden de Stanislav, primera clase, y se dirigían a él como Su Excelencia. Esto suponía que pasaba a formar parte de la nobleza de alto rango, en la posición cuarta de catorce, con estatus hereditario.
Estas dos fechas en el ascenso social de su padre (1869 y
1874) son significativas. Lenin las destaca en un artículo que escribió en 1901
(“Los perseguidores del zemstvo y los Aníbales del Liberalismo”1, en el cual
traza la historia de los esfuerzos zaristas contra el gobierno local, el
zemstvo), como las fechas en que, precisamente, la burocracia zarista actuó
contra tales órganos de autogobierno y acabó supervisando directamente la
educación pública. La posición de Iliá Nikoláievich en el ministerio de
educación, y su firme ascenso en la jerarquía social, no acaban de coincidir con
la imagen de un revolucionario, ni siquiera con la de un radical.
Lenin recordaba una vez que, cuando Alejandro II fue
asesinado en 1881, su padre se abrochó con tristeza su uniforme de oficial y
fue hasta la catedral de Simbirsk para llorar al autócrata. Fue una persona muy
devota, practicante del cristianismo ortodoxo griego hasta el fin de sus días,
y un partidario incondicional de la autocracia zarista. Por supuesto, no hay
razones para creer que el padre de un revolucionario siempre será un revolucionario.
Los fabricantes del culto fueron aún más lejos, atribuyendo
al mismo Lenin cualidades sobrehumanas. Según ellos, Lenin llegó al mundo
completamente equipado, y era un marxista y un revolucionario desde casi su
infancia. ¡Y de su cabeza calva brota y se despliega bien formado y listo el
partido que está destinado a dirigir y dar forma a la clase trabajadora en la
revolución! La realidad fue, sin embargo, muy diferente. Se necesitaron meses,
o de hecho años, de estudio y de reflexión hasta que el joven Lenin se
convirtió en un marxista. Primero tenía que romper con las ideas conservadoras
de su padre, y después con la perspectiva naródnik de su hermano mayor.
El 8 de mayo de 1887, Alexander Ilich Uliánov, el hermano
mayor de Lenin, fue ahorcado por haber planeado el asesinato del zar. Esto fue
un golpe terrible para el joven Vladímir, que por aquel entonces tenía
diecisiete años. Hasta ese momento no se le había ocurrido siquiera que su
hermano estaba interesado en asuntos políticos. Alexander era reservado,
introvertido, «siempre estaba meditabundo y triste». Escondió sus ideas
políticas a su familia, de manera que ni siquiera su hermana Anna, dos años
mayor que él —y que vivía también en Petersburgo cuando él se involucró en el
plan para asesinar al zar—, sabía nada en absoluto de sus ideas políticas. Unos
años después del suceso, en 1893, el socialdemócrata Lalayants interrogó a
Lenin sobre el complot. Lenin respondió: «Para mí, como para el resto de mi
familia, la participación de mi hermano en el asunto del primero de marzo fue
una absoluta sorpresa».2
La familia Uliánov estaba muy unida, y fue para no
involucrarles que Alexander mantuvo sus actividades políticas en secreto. Era
una persona excelente, parecido a su madre, «la misma extraña combinación»,
escribe Anna, «de firmeza extraordinaria y serenidad, con una sensibilidad, una
ternura y una honradez maravillosas: pero él era más austero y más resuelto, e
incluso más intrépido».
Vladímir, cuatro años menor que Alexander, siempre intentaba
emular a su hermano. Cuando le preguntaron si los cereales debían comerse con
mantequilla o con leche, él respondió: «Como los come Sasha*». Quería hacerlo
todo «como Sasha», excepto seguir su ejemplo político. Cuando, en el verano de
1886, Alexander regresó de San Petersburgo, donde estudiaba en la universidad,
para pasar las vacaciones con su familia, traía consigo varios volúmenes sobre
economía; entre ellos, El Capital de Marx. Según las memorias de Anna, Vladímir
no prestó ninguna atención a los libros que había traído su hermano, con quien
compartía habitación, y mucho menos se los leyó. En esa época, dice Anna,
Vladímir no mostraba ningún interés por la política.3
La ejecución de Alexander no solo tuvo que producir un
efecto permanente en él, sino que, además, con toda probabilidad le enfrentó a
una alternativa para sí mismo: o bien seguía los pasos de su hermano mártir y
se convertía en un naródnik y un terrorista, o se apartaba de la actividad
revolucionaria. Lo que nos cuentan los creadores de la leyenda estalinista es
que la decisión fue simple, y el dilema, de hecho, inexistente. Su versión dice
que Vladímir, al recibir la noticia de la ejecución de su hermano, exclamó:
«No, no seguiremos ese camino. Ese no es el camino a seguir».4
¡Tal se supone que fue la reacción de un joven de diecisiete
años, que había roto con sus creencias religiosas apenas unos meses antes, que
no había oído nunca el nombre de Marx, que no había leído ningún libro
prohibido, y que no sabía nada de la historia del movimiento revolucionario
ruso!
Su biógrafo Trotski, irónicamente, se pregunta a quién
dirigía Vladímir tales sabias palabras. Obviamente no era a su padre, que había
muerto un año antes, ni a Alexander, que acababa de perecer en el patíbulo.
Tampoco podía ser a su hermana Anna, que estaba en la cárcel; ni a su madre,
que había viajado hasta San Petersburgo para recorrer los ministerios y tratar
de salvar a su hijo. «¡Evidentemente», escribe Trotski, «Vladímir confió sus
reflexiones tácticas a Dimitri, que entonces tenía trece años, y a María, que
tenía nueve años!».
Si Lenin se hubiera decidido, en marzo de 1887, a seguir los
pasos de Sasha, a tomar otro camino de lucha revolucionaria o a apartarse
completamente de la política revolucionaria, su comportamiento en los seis años
siguientes parecería incomprensible: no se involucró en ninguna actividad
política; en cambio, se dedicó a estudiar.
A finales de junio de 1887, la familia Uliánov se trasladó a
Kazán, donde Lenin empezó sus estudios de derecho en la universidad. Sin
embargo, este período universitario fue breve, ya que por haber participado en
una manifestación estudiantil —aunque sin desempeñar ningún papel importante en
ella—, Vladímir, después de pasar una noche en la comisaría, fue expulsado de
la universidad y de la ciudad de Kazán. La razón era simple: era el hermano del
otro Uliánov. Vladímir y el resto de su familia se trasladaron entonces a
Kokúshkino, a unas treinta millas de Kazán, donde su madre tenía una finca.
En el otoño de 1888, la familia Uliánov pudo regresar a
Kazán, con la excepción de Anna, que había sido arrestada en marzo de 1887
después de ir a la habitación alquilada de Alexander. Entonces Vladímir se unió
a un círculo socialista del cual poco se conoce. Se componía de unos cuantos
estudiantes que leían juntos buenos libros e intercambiaban ideas sobre lo que
leían. El círculo más importante en Kazán era el liderado por N. E. Fedoséiev,
quien ya entonces era un marxista. Según Maksim Gorki, que entonces vivía en el
Volga y se movía en círculos radicales, Fedoséiev proclamó su apoyo al primer
tratado marxista importante de Plejánov, Nuestras diferencias, ya en 1887. El
grupo de Fedoséiev poseía una pequeña biblioteca ilegal e incluso una imprenta
clandestina. Mientras estaba en la ciudad, Vladímir entró en contacto con
algunos de sus miembros menos importantes.
Durante julio de 1889 se produjeron numerosos arrestos en
Kazán. No solo arrestaron a Fedoséiev y a los miembros de su círculo, sino
también a miembros del círculo al que pertenecía Lenin. Sin embargo, él no fue
detenido, ya que, afortunadamente, la familia Uliánov se había trasladado, el
día 3 de mayo, al pueblo de Alakáievka, cerca de Samara. El 11 de octubre se
trasladaron de nuevo, esta vez a la misma ciudad de Samara. Vladímir permaneció
allí hasta finales de agosto de 1893, momento en que se mudó a San Petersburgo.
El hecho de que Lenin estuviera dispuesto a permanecer cuatro años en la remota
ciudad de Samara es prueba suficiente de que no estaba todavía preparado para
comprometerse en la política activa, que aún estaba estudiando y tratando de
decidir qué dirección debía tomar. Samara no tenía apenas industria, y por lo
tanto, la clase trabajadora industrial prácticamente no existía. Tampoco tenía,
a diferencia de Kazán, una universidad, y en consecuencia, no había
estudiantes. En aquella ciudad no había, pues, ni descontento obrero ni
estudiantil.
Lenin necesitaba esos años para decidir si seguía los pasos
de Sasha o, si no lo hacía, qué camino tomaba. No hay duda de que el joven
Vladímir sentía atracción por el narodismo, por mucho que digan lo contrario
los artífices de la leyenda estalinista. Uno de sus compañeros de estudios,
arrestado junto a él en Kazán en 1887, describe cómo la mayoría de estudiantes
arrestados intercambiaban bromas ligeras. En algún momento alguien se dirigió a
Uliánov, que se había sentado un poco apartado y estaba sumido en sus
pensamientos, y le preguntó qué pensaba hacer cuando le dejaran ir. Uliánov
replicó: «¿En qué tendría que pensar? Mi hermano mayor ya me ha abierto el
camino».5
En Samara, Lenin buscó a veteranos del clandestino
movimiento terrorista y les interrogó detenidamente acerca de sus técnicas
conspiratorias. De esta manera adquirió conocimientos que después aplicaría en
la organización del Partido Bolchevique. Antes de que la fábrica de mitos
estalinista empezara a funcionar, salieron a la luz numerosas pruebas de que,
en su juventud, Lenin estuvo influenciado por el narodismo. Un testimonio de
tal influencia es V. V. Adoratski, el futuro director del Instituto
Marx-Engels-Lenin. Según él, en 1905 Lenin le dijo que estaba muy influenciado
por las ideas de los naródniks. Admitió que, durante 1888, había apreciado
mucho ese movimiento terrorista, y que tardó bastante tiempo en librarse de sus
ideas. «Durante sus últimos años en Samara, 1892-93, Lenin era ya un marxista,
aunque todavía había en él algunos rasgos relacionados con Naródnaya Volia
(esto es, una actitud especial hacia el terrorismo)».6
Muchos años después, en ¿Qué hacer? (1902), Lenin escribía:
Muchos de ellos [los socialdemócratas rusos] comenzaron a pensar de un modo revolucionario como los de Naródnaya Volia. Casi todos habían rendido pleitesía en su juventud a los héroes del terrorismo, y les costó mucho trabajo sustraerse a la impresión seductora de esta tradición heroica. Hubo que romper con personas que querían a toda costa seguir siendo fieles a Naródnaya Volia, y que gozaban de un gran respeto entre los jóvenes socialdemócratas.7
Krúpskaya, cuando cita este pasaje en sus memorias, añade
que representa un fragmento de la autobiografía de Lenin.
Lalayants, a quien se citaba antes, conoció bien a Lenin en
Samara, y detectó en él, en marzo de 1893, «ciertas simpatías por el terror de
Naródnaya Volia». También decía que tal inclinación fue una causa de conflicto
entre ambos. Cuando, en el otoño de 1893, Lenin quiso entrar en un círculo
socialdemócrata petersburgués, le examinaron detenidamente sobre la cuestión
del terrorismo, y se decidió que estaba demasiado favorablemente dispuesto
hacia él.8
Vladímir tuvo que adentrarse en un estudio largo y
exhaustivo, no solo porque el narodismo tenía raíces muy profundas, sino
también porque, como veremos más adelante, las líneas de demarcación entre el
narodismo y el marxismo no estaban claramente definidas para la juventud
radical de la época. Otra razón era que las ideas del marxismo ruso no habían
calado todavía en ningún movimiento obrero activo: solo eran, de momento, el
privilegio de unos cuantos intelectuales aislados.
Los principales libros de estudio de Vladímir fueron el
primer y el segundo volúmenes de El Capital de Marx (el tercer volumen no se
había publicado todavía). Los estudió con gran intensidad también más adelante,
a lo largo de su vida, y en ellos encontró una guía para su pensamiento y una
fuente permanente de ideas. Aprendió, tal como dijo más tarde, a “consultar” a
Marx. Durante el mismo período, estudió el periodismo radical ruso de las
décadas de 1860 y 1870, de manera que sus conocimientos sobre el narodismo eran
extensos. Más adelante sacaría un buen provecho de ellos, tanto en los debates
que sostendría con los naródniks como en sus primeros intentos como escritor
durante los años 1893-99. Como recordaría más tarde, nunca más volvería a leer
tanto como durante los años 1888-93.9
También realizó un riguroso estudio de material estadístico
sobre la economía nacional rusa, y escribió sus primeras monografías, con las
que quería arrojar un poco de luz sobre la situación social y económica rusas.
De los registros de la biblioteca de Samara de 1893, el único año del que
accidentalmente se han conservado, se puede apreciar que Vladímir no pasó por
alto ninguna publicación relevante, fueran compilaciones estadísticas oficiales
o estudios económicos realizados por los naródniks.10
Lenin necesitó años de estudio para decidir su posición
respecto al narodismo y al marxismo. La tragedia de su hermano le afectó
demasiado para tomar una decisión rápida. Empezó a estudiar El Capital de Marx
en algún momento de 1889, pero esto, en sí mismo, no significa que renunciara
al narodismo. Como veremos, los naródniks también estudiaban a Marx. Parece que
no fue hasta el año 1891 que Lenin descubrió las obras de Plejánov, «sin las
cuales uno no podía llegar a posiciones socialdemócratas», tal como indica
acertadamente Trotski11. En 1919, respondiendo a un cuestionario, Lenin dejó
claro que se había convertido en un socialdemócrata (en aquel tiempo, un
sinónimo de marxista) en 1893.12 En 1920, respondiendo a otro cuestionario, a
la pregunta de cuándo había empezado a tomar parte en el movimiento
revolucionario, escribió: «1892-93».13
La leyenda estalinista, que afirmaba que el joven Vladímir
decidió cuál era el camino correcto inmediatamente después de oír la noticia
sobre la muerte de su hermano, no solo es psicológicamente estúpida, sino
también un insulto a la integridad intelectual y emocional de Lenin, que
aparece como un monstruo: rígido, árido, muerto, incapaz de cambiar.
Su larga investigación sobre el narodismo fue necesaria, para
él, para evitar la tragedia de su hermano, quién, en la víspera del complot,
todavía dudaba de si había tomado el camino correcto.
En la última noche del año [1886], él [Sasha] todavía se
mostraba en contra del plan, diciendo que era absurdo, e incluso suicida,
comprometerse en cualquier actividad política antes de haber aclarado los
principios en los que debía basarse. Sentía la necesidad de más trabajo teórico
y de una definición más precisa de los objetivos y los medios […]. Pero
respondieron a sus escrúpulos con un reproche contundente: ¿vamos a quedarnos
sentados, de brazos cruzados, mientras nuestros colegas y amigos son
victimizados, mientras la nación entera permanece oprimida y aletargada?
Adentrarse ahora, decían, en la elaboración de principios teóricos significaba
rendirse. Cualquier necio puede hacer teorías: los revolucionarios deben
luchar. Hablaba, por supuesto, la voz de la inexperiencia y de la impaciencia,
la voz de la juventud. Pero el sentido del honor revolucionario de Alexander
era sensible a ella y, dejando de lado sus sensatas objeciones, acabó cediendo:
no, él no se quedaría sentado con los brazos cruzados.14
Las ideas de cada época están estrechamente conectadas con
aquéllas de la época precedente. El estado mental de Lenin en 1887 no puede
entenderse sin tener en cuenta las ideas de su hermano mayor: su desarrollo
intelectual debe verse como un flujo que tenía su origen en el legado naródnik
y que estaba muy vinculado con él. Para acatar la cuestión del narodismo y
decidir qué actitud tomar al respecto, Lenin, como haría cualquier científico
riguroso, no podía confiar en las opiniones de terceros: debía estudiar la
materia él mismo.
En realidad, necesitó un período de estudio mucho mayor que
la siguiente generación de marxistas rusos, a la que pertenecía Trotski. En
primer lugar, por supuesto, Trotski no tuvo la experiencia traumática de que
ahorcaran a su hermano por ser un terrorista naródnik. En segundo lugar, al ser
nueve años más joven que Lenin, Trotski entró en contacto con la política
revolucionaria mucho después, en 1896, cuando los marxistas ya estaban
involucrados de manera práctica en las huelgas de trabajadores, incluso en
huelgas masivas. Este no era el caso en 1887, cuando el movimiento marxista
consistía casi en su totalidad en cuatro o cinco exiliados, más un puñado de
estudiantes que de vez en cuando les prestaban apoyo. Pero incluso Trotski tuvo
que enfrentarse al narodismo. El primer grupo al que se unió en Nikoláiev se
componía de individuos que se consideraban naródniks y tenían unas nociones
bastante vagas sobre marxismo. Solo un miembro del grupo, una mujer joven
llamada Alexandra Sokolóvskaya, hija ella misma de un naródnik, decía ser
marxista. Trotski, al principio, se alineaba con los naródniks, y no fue hasta
después de unos meses de controversias en el círculo que Alexandra Sokolóvskaya
lo convirtió al marxismo. (Más tarde se casaría con ella y tendrían dos hijos.
El destino de los tres estuvo trágicamente entrelazado con el de Trotski).
Cuesta entender por qué Vladímir Ilich Uliánov, este hombre
serio y —como se vería en el futuro— activo, evitó todo compromiso político
durante cinco o seis años. Para explicar por qué decidió esperar, tenemos que
tratar de comprender la naturaleza del narodismo, la interrelación de las ideas
de los naródniks y las ideas marxistas, y las profundas pasiones que el
heroísmo de los primeros despertaba en los jóvenes radicales de la época.
Debemos entender, también, la alternativa ideológica al narodismo que
desarrolló por aquel entonces Plejánov, el padre del marxismo ruso. Finalmente,
el compromiso individual —en nuestro caso, el de Vladímir— se ve afectado no
solo por la pura razón, sino también por la interrelación de ideas y acciones.
De ahí que sea necesario conocer el estado real del movimiento obrero de la
época: cuántas huelgas hubo, y si los marxistas o los naródniks tuvieron en
ellas alguna influencia, etc. Para tratar todo esto adecuadamente
necesitaríamos mucho más espacio del que disponemos. De todas maneras, si no
conocemos las luchas intelectuales y políticas de la época, el desarrollo de
Lenin no es comprensible. Las raíces de su pensamiento se adentraban
profundamente en la tradición revolucionaria rusa de las dos generaciones
precedentes de naródniks, una tradición que, para él, culminaría en el martirio
de Alexander. Una excursión por el narodismo y el marxismo ruso es, por lo
tanto, inevitable. La evolución personal de Vladímir estuvo estrechamente
relacionada con la evolución de los intelectuales revolucionarios rusos y del
pequeño grupo de trabajadores revolucionarios. Su biografía política confluye
con la historia del movimiento.
Los naródniks
El narodismo era un movimiento radical que nació a mediados
del siglo XIX, en el tiempo de la Guerra de Crimea y la abolición de la
servidumbre (1861). Ganó influencia y renombre durante los años 1860-70, y
alcanzó su cénit con el asesinato del zar Alejandro II (1881), tras el cual
declinó rápidamente. Sin embargo, renació de sus cenizas en más de una ocasión.
Fue Herzen quien estableció, en los años 1850-60, los
fundamentos del movimiento. Según él, la base del socialismo sería sobre todo
el campesinado ruso. «El futuro, en Rusia, pertenece a los campesinos, tal como
en Francia pertenece a los obreros», escribía Herzen al historiador francés
Michelet en 1851.
Herzen creía que sería la comuna rural de propiedad
colectiva —la obshchina—, que había sobrevivido en Rusia, la que formaría los
fundamentos del socialismo, antes que la fábrica de propiedad colectiva. El
desarrollo capitalista, decía Herzen, podía evitarse en Rusia. Escribió a
Mazzini: «Yo creo que no puede haber una revolución, en este país, si no es una
guerra campesina», y después se refería a Yemelian Pugachióv, el líder de la
guerra campesina de 1773-75. Esa revolución alcanzaría de lleno «el despotismo
glacial de San Petersburgo». El estado sería destruido, y la revolución
conservaría la redistribución periódica de la tierra, tradicional en la Rusia
rural, con la intención de evitar que se formara una clase proletaria y que
hubiera hambre. Desarrollaría, también, una autoadministración interna. «¿Por
qué debería perder Rusia su comuna rural ahora, cuando se ha conservado a lo
largo de todo el período de desarrollo político del país, cuando ha permanecido
intacta bajo el pesado yugo del zarismo moscovita, y bajo la autocracia al
estilo europeo de los emperadores?».
Pero, ¿era capaz Rusia de llegar a esa revolución? Dos
factores apuntaban una respuesta afirmativa a la pregunta que se hacía Herzen:
la fuerza del campesino ruso, quien a pesar de una sucesión de despotismos
había conservado su humanidad, junto con un sentimiento de independencia y de
lejanía de la autoridad; y por encima de todo la vida espiritual e intelectual
de la Rusia moderna.15 Lo que se necesitaba, decía Herzen, eran revolucionarios
que dedicaran su vida al pueblo. En un llamamiento escrito que hizo a los
estudiantes en 1861, decía: «¡Al pueblo! […] Ese es vuestro lugar. […] Probad
que de vosotros no surgirán empleados, sino soldados del pueblo ruso».
N. G. Chernishevski llegó a conclusiones más extremas que
Herzen. El historiador del narodismo Franco Venturi ha descrito la relación
entre Herzen y Chernishevski como sigue: «Herzen creó el populismo, y
Chernishevski era el político del populismo: le aportó sus contenidos más
sólidos, y no solo aportó ideas al movimiento, sino que también inspiró su
curso principal de acción a través de sus brillantes actividades publicitarias,
llevadas a cabo entre los años 1853 y 1862».16
En julio de 1848, Chernishevski escribió en su diario que
«se sentía cada día más convencido por las ideas de los socialistas». Ya
sentía, entonces, la necesidad de traducir esas convicciones al ruso. ¿Qué
podían significar las palabras «revolución» y «socialismo» en su propio país?
Respondió que la única esperanza se encontraba en una revuelta campesina. «Lo
único que falta es unidad entre los diferentes levantamientos locales».17 Una
carta a Herzen, de autor anónimo pero que ciertamente expresaba los puntos de
vista de Chernishevski y su amigo N. A. Dobroliúbov, llamaba claramente a un
levantamiento campesino:
Evidentemente, se equivoca con respecto a la situación en Rusia. Los terratenientes liberales, los profesores y los escritores liberales le apaciguan con esperanzas acerca de los propósitos progresistas de nuestro gobierno. […] No debe olvidar ni por un instante que Alejandro II mostrará sus garras como hizo Nicolás I. Que no le engañen con habladurías sobre nuestro progreso. Estamos exactamente igual que antes. […] Que no le engañen con esperanzas, y no engañe usted a otros. […] No, nuestra posición es terrible, insoportable, y solo las hachas de los campesinos pueden salvarnos. Nada, aparte de esas hachas, servirá. Creo que ya le han dicho esto antes, y es absolutamente cierto. No hay otra manera de salvarnos. Ha hecho todo lo posible para alcanzar una solución pacífica del problema, pero ahora está cambiando de tono. Deje que su “campana” suene para la carga, no para el rezo. Llame a Rusia a las armas».18
Para Chernishevski —como para Herzen—, la obshchina era la
base del socialismo, pero él no idealizaba esta institución, que había sido heredada
de tiempos patriarcales: había que reavivarla y transformarla a través del
socialismo occidental. Para él, el mayor enemigo no era el capitalismo, sino el
atraso ruso: «las condiciones asiáticas de vida, el orden y la estructura
social asiáticos»; y su objetivo principal era el derrocamiento del régimen
político zarista.
En 1860 se formó en Petersburgo una pequeña organización
clandestina conocida como “Joven Rusia”. Su objetivo inmediato era «una
revolución sanguinaria e implacable, que cambiará radical y enteramente las
bases de la sociedad contemporánea», y se inspiraba en Chernishevski. En 1862,
Chernishevski fue arrestado y pasó más de dieciocho meses en la Fortaleza de
Pedro y Pablo. Entonces le enviaron a hacer trabajos forzados en Siberia, y allí
permaneció hasta 1883, año en que se le permitió irse a Astracán y, finalmente,
unos meses antes de su muerte en 1889, pudo volver a su ciudad natal, Sarátov.
En 1862-63 se formó Zemlia i Volia (Tierra y Libertad). Se
trataba de una colección dispersa de grupos compuestos principalmente de
estudiantes. El espíritu que guiaba al movimiento, incluso después de su
arresto, seguía siendo Chernishevski. Un resultado de la formación de Zemlia i
Volia fue el aumento de actos terroristas contra la autocracia. El 4 de abril
de 1866, un estudiante, Dimitri Karakózov, atentó contra la vida del zar.
Fracasó, y fue ejecutado, pero el suyo fue el primer acto de un drama
revolucionario que acabaría con el derrocamiento del zarismo medio siglo más
tarde.
La década de 1860, que había empezado con la liberación de
los siervos el 19 de febrero de 1861, se cerró con el confinamiento en
solitario de Niecháiev, una de las grandes figuras de la galería heroica del
narodismo, en la Fortaleza de Pedro y Pablo. Niecháiev había intentado crear
una sociedad muy cerrada de conspiradores, llamada «La venganza del pueblo»,
para dirigir una revuelta campesina. La iniciativa fracasó y no hubo ninguna
insurrección, pero los esfuerzos de Niecháiev se vieron recompensados con un
confinamiento en solitario en la cárcel.
Una segunda oleada del movimiento revolucionario empezó al
inicio de la década de 1870, y con ella el péndulo se desplazó en el sentido
contrario, distanciándose por completo de los métodos conspirativos de Niecháiev
(a ello ayudó la repulsión hacia el propio Niecháiev por haber organizado el
asesinato de uno de sus colaboradores). En su lugar, empezó entonces un
peregrinaje en masa de intelectuales hacia el campo para convertir a los
campesinos. Se puede deducir cuán amplio fue el movimiento si se tiene en
cuenta que, en 1874, 4.000 personas fueron encarceladas, interrogadas o como
mínimo acosadas por la policía.19
En ese período de 1874, llamado «el verano de la locura»,
cientos de miles de hombres y mujeres jóvenes:
[…] dejaron sus hogares, sus posesiones, su honor y sus familias, y se lanzaron al movimiento con una alegría, un entusiasmo y una fe que solo pueden experimentarse una vez en la vida y que, una vez perdidos, nunca más pueden recuperarse. No era todavía un movimiento político, sino algo parecido a un movimiento religioso, con la naturaleza infecciosa típica de tales movimientos. Aquellas personas no solo trataban de llegar a conseguir un determinado fin práctico, sino también de satisfacer un deber que sentían muy profundamente, una aspiración a la perfección moral.20
Pero el campesinado ruso resultó ser menos receptivo a las
ideas socialistas de lo habían creído los intelectuales revolucionarios. Tenían
grandes dificultades para comunicarse con los campesinos, quienes desconfiaban
mucho de ellos. Ocurría a menudo, incluso, que los intelectuales eran
entregados a la policía por las mismas personas a las que habían acudido a
ayudar.
El movimiento naródnik adquirió, entonces, experiencia
práctica, y como resultado de ello se tuvo que elaborar una política nueva. Si
los campesinos no estaban preparados para actuar, los revolucionarios tendrían
que hacerlo por su cuenta. Uno de los nuevos líderes, P. M. Tkachiov, escribía
unos años después, en 1879, sobre el «fracaso completo» del intento de
acercarse al pueblo, y añadía orgullosamente:
Nosotros fuimos los primeros en señalar que tal fracaso era inevitable; fuimos los primeros […] en implorar a la gente joven que abandonara ese desastroso camino antirrevolucionario y que regresara de nuevo a las tradiciones del trabajo revolucionario directo y a una organización revolucionaria combativa y centralizada [es decir, a las tradiciones de la tendencia de Niecháiev]. Y la nuestra no era la única voz que se alzaba en este sentido […]. Organizar combativamente las fuerzas revolucionarias, desorganizar y aterrorizar a las autoridades gubernamentales: esas han sido, desde el principio, las demandas básicas de nuestro programa. Y ahora, por fin, estas demandas empiezan a ponerse en práctica […]. Por ahora, nuestra única tarea es aterrorizar y desorganizar a la autoridad gubernamental.21
De modo que, después de intentar acercarse al pueblo, el
péndulo volvió de nuevo hacia el terrorismo. El 24 de enero de 1878, Vera
Zasúlich, una joven que actuó en solitario, disparó al general Trépov, el jefe
de la policía de Petersburgo, que había ordenado castigos corporales para el
prisionero Bogoliúbov. En mayo, el jefe de la Gendarmería de Kiev fue
asesinado. En agosto de 1879, Kravchinski mató al jefe de la Gendarmería rusa.
A diferencia de Vera Zasúlich, Kravchinski no estaba solo: era miembro de
Zemlia i Volia, que por aquel entonces ya era un grupo muy bien organizado y
disciplinado.
El 2 de abril de 1879, Alexander Sólovev, después de haber
informado personalmente a Zemlia i Volia de su intención de asesinar al zar
Alejandro II, pero sin la ayuda de esa organización, realizó su intento y
falló. Unas semanas después surgió de Zemlia i Volia una organización
terrorista activa, «Muerte o Libertad». El 1 de marzo de 1881 logró asesinar al
zar.
Pero las esperanzas de los revolucionarios se frustraron
amargamente: su acto no condujo a un levantamiento popular, sino a un
fortalecimiento de la autocracia y a la supresión de todas las actividades
revolucionarias durante muchos años. El coraje sobrehumano y la fortaleza moral
de los terroristas no fueron suficientes para derrocar al zarismo.
Los naródniks
«adaptan» el marxismo
Para entender el desarrollo del marxismo ruso hay que
entender la actitud de los naródniks hacia él. En 1848 y durante bastantes
años, las obras de Marx y Engels podían importarse legalmente, ya que, según el
censor, eran solo «una especulación abstracta» sin relevancia en Rusia.22 En
1872, el primer volumen de El Capital de Marx fue publicado en ruso (muchos
años antes de que se publicara en francés o en inglés), e inmediatamente se
vendieron 3.000 ejemplares. El comité ejecutivo de Naródnaya Volia escribía a
Marx en 1880: «¡Ciudadano! La clase intelectual y progresista de Rusia […] ha
reaccionado con entusiasmo a la publicación de sus obras académicas, que
reconocen científicamente los mejores principios de la vida rusa».
La descripción que Marx hacía de las atrocidades de la
acumulación primitiva de capital, de la revolución industrial en Inglaterra y
de la teoría de la plusvalía, su ataque a la división del trabajo y a la
alienación capitalistas, su crítica a la democracia parlamentaria «formal» de
los burgueses; todo ello fue interpretado por los naródniks como una indicación
de que había que impedir, con todos los esfuerzos necesarios, que el
capitalismo se desarrollara en Rusia. «Después de descubrir, a través de Marx,
el alto precio que se pagaba por el desarrollo capitalista, [los naródniks]
rehusaron pagar ese precio, y pusieron sus esperanzas en la supuesta
posibilidad de restaurar las formas arcaicas de vida social, adaptándolas para
que encajaran con las nuevas condiciones».23
Los naródniks no comprendieron, sin embargo, que para Marx
el capitalismo era progresista comparado con el feudalismo, y que la democracia
parlamentaria, aunque formal y limitada, era un paso adelante en contraste con
la autocracia. Con sus conocimientos de El Capital de Marx, los economistas
naródniks escribieron obras en las que probaban la posibilidad y la necesidad
de un desarrollo no capitalista en Rusia. El más original entre aquellos
economistas fue V. P. Vorontsov, que escribía bajo el pseudónimo “V. V.” En su
libro El destino del capitalismo en Rusia (1882), sostenía que el capitalismo
ruso, al ser tardío, no podía encontrar mercados externos para sus productos.
Al mismo tiempo, sus mercados interiores no estaban en expansión, sino al
contrario, se contraían, porque el capitalismo estaba arruinando a los
campesinos y a los artesanos y reducía su capacidad adquisitiva. El capitalismo
no podía ir más allá de la creación de las pequeñas islas de industria moderna
que eran necesarias para satisfacer la demanda de las clases más altas, ni
podía convertirse en la forma dominante de producción. Podía arruinar a
millones de campesinos y artesanos, pero no podía darles empleo ni permitirles
socializar la producción. Podía desarrollarse intensivamente a través de la
explotación del trabajo, pero no extensivamente, creando empleo. En los países
atrasados, en general, solo podía ser destructivo, una «parodia del
capitalismo», un «hijo ilegítimo de la historia». Existían, ciertamente, islas
de capitalismo en Rusia, pero se trataba solo de un producto artificial creado
por los esfuerzos del estado.
Aunque adaptaron el marxismo para su ideología, los
naródniks eran esencialmente socialistas utópicos. Viendo la inercia de las
masas rusas, y considerando, ellos mismos, que el socialismo era un ideal
deseable, no establecieron una relación causal real entre las masas del
presente y el futuro. N. K. Mijáilovski, uno de los teóricos del narodismo,
expresó este dualismo hablando de dos tipos de verdades: «la verdad verdadera»,
es decir, aquello que realmente es, y «la verdad de la justicia», es decir, aquello
que debería ser. El «mundo de aquello que debería ser, el mundo de lo verdadero
y lo justo», no tenía conexión alguna con el curso objetivo del desarrollo
histórico. La descripción que hizo Marx de las características principales de
los socialistas utópicos de su tiempo es válida para los naródniks. Su defecto
principal, decía Marx en el Manifiesto comunista, se debía al hecho de que «el
proletariado […] les ofrece el espectáculo de una clase sin ninguna iniciativa
histórica ni ningún movimiento político independiente»; todavía no habían
adoptado la perspectiva de la lucha de clases y, para ellos, el proletariado
existía sólo en el aspecto de ser «la clase que más sufría».24 Solo hay que
sustituir la palabra «proletariado» por «campesinado» para que la descripción
encaje perfectamente con los populistas rusos. De su posición utópica surgió el
concepto elitista del papel que debían jugar los intelectuales: eran ellos los
que construían la historia, y su tarea era dar forma a las masas inertes e
ignorantes.
De la misma manera que varios pueblos con diferentes niveles
de desarrollo económico pueden profesar una misma religión dándole cada uno un
contenido diferente, el «marxismo» de los intelectuales naródniks era distinto
del marxismo de un movimiento obrero. En una carta del 26 de febrero de 1895,
un Engels envejecido explicaba la grotesca combinación de “marxismo” y
narodismo:
En un país como el vuestro, en donde la industria moderna a
gran escala se ha injertado en la comuna campesina primitiva, y en donde, al
mismo tiempo, todas las etapas intermedias de la civilización coexisten unas
con otras; en un país que, por añadidura, ha sido encerrado por el despotismo
con una muralla china intelectual, uno no debería extrañarse de la aparición de
las combinaciones de ideas más increíbles y estrafalarias.25
No cabe sino estar de acuerdo con A. Walicki, autor de un
importante estudio sobre la filosofía social de los populistas, cuando escribe
que el populismo:
[…] fue una reacción rusa al capitalismo occidental, pero también al socialismo occidental: una reacción al capitalismo y al socialismo occidentales por parte de unos intelectuales democráticos, en un país rural y atrasado que se encontraba en una fase temprana de desarrollo capitalista. Y es comprensible que el populismo ruso clásico fuera, ante todo, una reacción al marxismo: después de todo Marx era, por aquel entonces, la figura más importante del socialismo europeo y, al mismo tiempo, el autor del libro con más autoridad sobre el desarrollo del capitalismo. No es de ninguna manera accidental que los inicios del populismo clásico y completamente formado coincidieran en el tiempo con la primera ola de difusión de las ideas marxistas en Rusia […]. Tampoco es exagerado decir que el encuentro con Marx fue de una importancia primordial para la formación de la ideología populista, la cual, sin Marx, hubiera sido distinta.26
Sin una buena comprensión de las relaciones estrechas
existentes entre el narodismo y el marxismo, es imposible llegar a entender las
dificultades a las que se enfrentaron los marxistas rusos que querían avanzar
dejando atrás el narodismo, obstáculos que Plejánov, el padre del marxismo
ruso, tardó años en superar, y que reaparecieron en el camino de su seguidor,
Vladímir Ilich Uliánov.
El heroísmo de los
naródniks
El análisis general y esquemático que hemos hecho de las
ideas de los naródniks en las décadas de 1860 y 1880 dista mucho de ofrecer una
visión precisa de la naturaleza del narodismo. La pasión extraordinaria con la
que los naródniks sostenían sus ideas les daba el coraje moral y la
determinación para enfrentarse a muchos tipos de peligros y sufrimientos:
cientos de ellos acabaron confinados en solitario en la Fortaleza de Pedro y Pablo,
en Siberia, o incluso en la horca.
No hay mejor testigo del heroísmo de los naródniks que el
escritor estadounidense George Kennan, a pesar de que, en un principio, se
había posicionado en su contra. Dado que Kennan había condenado públicamente a
los terroristas en 1882, las autoridades rusas le dejaron entrar de buen grado
en el país, y le permitieron visitar las cárceles y los campos de trabajos
forzados, con la esperanza de que su actitud negativa hacia los revolucionarios
rusos ayudaría a inclinar la opinión mundial a favor del gobierno ruso. Sin
embargo, después de pasar los años 1884-86 en Siberia, Kennan dijo lo siguiente
(en una carta citada por la señora Dawes en el número de agosto de 1888 de la
revista estadounidense The Century): «Lo que vi y aprendí en Siberia me
conmovió hasta lo más profundo del alma. Me abrió un mundo nuevo de
experiencias humanas, y elevó, en algunos aspectos, todos mis criterios
morales».
Conocí a personajes de un carácter tan verdaderamente
heroico y elevado como cualquiera que la historia haya destacado, y les vi
mostrar un coraje, una fortaleza, un sacrificio y una devoción por un ideal que
están mucho más allá de lo que yo me creo capaz de mostrar […]. Fui a Siberia
creyendo que los exiliados políticos eran una banda de fanáticos mentalmente
desequilibrados, que se dedicaban a lanzar bombas y a asesinar. Cuando me fui
de allí, besé a esos mismos hombres y me despedí de ellos con un abrazo, con
los ojos llenos de lágrimas.27
La represión de la década de 1880 fue terrible. Después del
asesinato de Alejandro II, el país parecía un cementerio: apenas había
resistencia. En 1883, Vera Figner, una de las figuras más admirables del comité
ejecutivo de Naródnaya Volia, fue arrestada. Un año más tarde, G. A. Lopatin,
que había mantenido un contacto estrecho con Marx y Engels mientras estaba en
el extranjero, regresó a Petersburgo para retomar las actividades terroristas,
pero fue también arrestado al cabo de poco tiempo. Con su detención, muchas
direcciones cayeron en manos de la policía, cosa que conllevó la eliminación de
lo que quedaba de Naródnaya Volia.
El último número del periódico Naródnaya Volia, que salió el
1 de octubre de 1885 —cuando el partido en sí mismo ya no existía—, esbozaba de
una manera muy sombría la moral de los intelectuales:
Una desintegración intelectual completa, un caos de opiniones absolutamente contradictorias sobre las cuestiones más elementales de la vida social […]. Por un lado, un pesimismo tanto personal como social, y por el otro, un misticismo socio-religioso […]. Había una marea de renegados de todo tipo. Los intelectuales más privilegiados proclamaban con franqueza que estaban hartos de los campesinos. ¡Es hora de vivir para nosotros! Los periódicos liberales y radicales, que iban apagándose, revelaban que el interés social descendía.28
Otra descripción del período viene de la pluma de Rosa
Luxemburg, que mientras estaba en la cárcel, durante la Primera Guerra Mundial,
escribió:
Después del asesinato de Alejandro II, un período de rígida desesperanza se impuso en toda Rusia […]. Los tejados de plomo [de las prisiones] del gobierno de Alejandro III albergaban el silencio del sepulcro. La sociedad rusa se dejó llevar por una resignación desesperanzada, contemplando ante ellos el fin de todas las ilusiones de reformas pacíficas, y el fracaso aparente de todos los movimientos revolucionarios.29
Característica de ese tiempo fue la defección de uno de los
líderes más importantes de los naródniks, Lev Tijomírov, que publicó, en Europa
occidental, una confesión que tituló Por qué dejé de ser un revolucionario
(poco después se convertiría en uno de los más fervientes defensores del
zarismo). Muchos otros ex-revolucionarios encontraron un profeta en Lev
Tolstói, el cual, a pesar de rechazar la abominación que suponía el zarismo,
predicaba la doctrina de la no-violencia. Las enseñanzas de Tolstói parecían
brindar apoyo moral a los desilusionados y pasivos intelectuales.
Dentro de la marea general de reacción, sin embargo, se
formaban pequeños remolinos. El más importante fue el complot de marzo de 1887,
en el cual Alexander Uliánov fue una figura central. Participaron seis
personas: tres de ellas, incluyendo a Uliánov, se consideraban miembros de
Naródnaya Volia; los otros tres decían ser socialdemócratas, aunque la
distinción entre una cosa y la otra no estaba nada clara.
El mismo Alexander había leído extensamente a Marx, pero
seguía siendo un naródnik, como puede verse con el programa que escribió para
el grupo: Programa de la Facción Terrorista del partido Naródnaya Volia. Vio la
fuerza revolucionaria principal no en el campesinado, sino en la clase
trabajadora industrial. El socialismo era «un resultado necesario de la
producción capitalista y de la estructura de clases capitalista».30 Sin embargo,
afirmaba el Programa, esto no excluye «la posibilidad de otra transición, más
directa, hacia el socialismo, en el caso de que hubiera condiciones especiales
y favorables en los hábitos del pueblo y en el carácter de los intelectuales y
del gobierno».
El capitalismo no era una etapa necesaria antes del
socialismo. Solo era necesario en aquellos casos en que «se deja que el proceso
de transición se desarrolle espontáneamente, cuando no hay una intervención
consciente por parte de un grupo social». El Programa reconocía la necesidad de
«organizar y educar a la clase trabajadora», pero esta tarea tenía que
postergarse, ya que la actividad revolucionaria entre las masas «con el régimen
político existente es casi imposible». La autocracia tenía que ser derrocada a
través del terror, para que la clase trabajadora pudiera entrar en la arena
política.
Este peculiar eclecticismo era un intento de combinar el
narodismo y el marxismo. Como mencionábamos antes, Alexander necesitaba tiempo
para aclarar sus ideas, pero no se lo concedieron. Lenin le dijo a Lalayants en
1893 que Alexander «se consideraba un marxista». Esto es, por supuesto, una
exageración. La tragedia de Alexander fue ser un hombre de la transición en un
período de transición. En sus trabajos sobre el pensamiento social ruso,
Ivánov-Razumnik, describiendo el carácter transicional de la década de 1880,
dice: «Antes que ellos estaba el narodnichestvo*, después de ellos el marxismo,
pero ellos mismos representaban un vacío ideológico».31
Plejánov rompe con
Zemlia i Volia
Como resultado de los zig-zags del grupo, durante los años
1878-1879 hubo una lucha interna en Zemlia i Volia, que dividía a los que
abogaban por la agitación de masas —acercarse al pueblo— y a los defensores del
terrorismo. El mayor defensor de la primera tendencia era Gueorgui
Valentínovich Plejánov.
En octubre de 1879, Zemlia i Volia había dejado de existir.
Los agitadores crearon una organización separada llamada Chiorni Peredel
(Redistribución Negra). El nombre significaba, literalmente, una distribución
igualitaria de la tierra entre la gente “negra”, es decir, los campesinos. Los
terroristas adoptaron el nombre de Naródnaya Volia, el cual, gracias al doble
significado de la palabra volia, quería decir «La voluntad del pueblo» y «La
libertad del pueblo».
Chiorni Peredel prácticamente nació muerta. «La
organización, desde el día de su creación, fue desafortunada», se quejaba
Deutsch, uno de sus fundadores, en sus memorias. «O. V. Aptekmán, el cronista
de Chiorni Peredel y uno de sus dirigentes, empieza su relato con estas
lúgubres palabras: “No fueron tiempos de fortuna aquellos en los que nació la
organización Chiorni Peredel. Dios no le dio vida, y después de tres meses,
expiró”».32
Como resultado de las actividades de un traidor dentro de la
organización, sus dirigentes, Plejánov, Axelrod, Zasúlich y Deutsch, se vieron
obligados a emigrar fuera de Rusia uno tras otro. Después de una serie de
redadas policiales, que resultaron en la confiscación de la imprenta del grupo
y en el arresto de casi todos los miembros que no habían salido del país, el
grupo prácticamente dejó de existir. Sin embargo, Chiorni Peredel estaba
destinado a jugar un papel histórico importante: se convirtió en el puente del
populismo hacia el marxismo.
Hacia la clase
trabajadora
Empíricamente, y sin un conocimiento teórico claro del
problema, algunos naródniks se acercaban una y otra vez a la clase trabajadora
industrial. Sin tener en cuenta esos pequeños brotes no se puede entender el
crecimiento del marxismo ruso.
En 1870, y por primera vez en la historia rusa, un grupo de
estudiantes, liderado por N. V. Chaikovski, plantó la semilla de una
organización de clase trabajadora*. No lo hicieron porque consideraran que el
proletariado era el agente del socialismo, sino porque creían que los
trabajadores de las fábricas podían ser un medio para extender el mensaje
naródnik entre los campesinos:
Así, se pusieron en contacto con aquellos trabajadores menos cualificados y más directamente vinculados con la vida y el espíritu del campo. En principio, siempre escogían a los trabajadores del sector textil antes que los de la industria siderúrgica, porque creían que los primeros eran los representantes del que, según su punto de vista, era el pueblo real. A. V. Nizovkin, uno de sus propagandistas más activos, decía que en los trabajadores siderúrgicos ya se notaba la influencia de la vida urbana. Se vestían mejor, ya no vivían en comunas y poco a poco iban perdiendo las tradiciones del artel*. Los trabajadores del sector textil, sin embargo [...], se vestían aún como lo hacían en el campo y conservaban los hábitos típicos de la vida rural, desde el espíritu comunal hasta la embriaguez.33
Los chaikovistas eran muy pocos:
Es difícil decir exactamente cuántos miembros tenía el grupo chaikovista de San Petersburgo […]. En 1928, casi medio siglo después, tres supervivientes […] intentaron elaborar una lista exacta de sus camaradas entre 1871 y 1874. Estimaron que había habido un grupo con 19 miembros en Moscú, uno con 11 miembros en Odesa, otro con ocho miembros en Kiev, y algunos en Járkov, Orel, Kazán, y Tula.34
Cada chaikovista empezó su trabajo político contactando con
un pequeño grupo, de entre tres y cinco trabajadores, a quienes enseñaba a leer
y a escribir. También les daba lecciones de geografía, historia, física, y
otras materias. Las clases trataban temas como la historia de las rebeliones en
Rusia, la Internacional, el movimiento de la clase trabajadora alemana o la
economía política (tomando como base los trabajos de Marx). Se construyó una
biblioteca para aquellos miembros que estuvieran dispuestos a pagar un dos por
ciento de su salario para mantenerla. Por desgracia, los chaikovistas fueron
víctimas de la persecución policial, y en 1873 dejaron de existir como grupo
organizado.
Mientras los chaikovistas estaban manos a la obra en San
Petersburgo, un grupo aún más importante y de naturaleza mucho más proletaria
se formó en Odesa. Tenía como centro la figura de E. Zaslavski, que la dirigió
durante ocho o nueve meses, y se llamaba Unión de Trabajadores del Sur de
Rusia. Se puede considerar que es la primera organización realmente proletaria
que existió en la Rusia imperial.35 La Unión, que tenía cincuenta o sesenta
miembros en la organización central, pudo apoyar dos huelgas: la primera, en
enero de 1875, en la fábrica de Bellino-Venderich, y la segunda, en agosto, en
la de Gullier-Blanchard. Se elaboró un manifiesto y se distribuyó durante la
segunda huelga. La influencia de la Unión creció rápidamente, no solo en Odesa,
sino también en otras ciudades a lo largo de la costa del Mar Negro. Su
programa contenía ciertos puntos novedosos. Las tareas que el grupo debía
llevar a cabo incluían: «a) realizar propaganda de la idea de la emancipación
de los trabajadores del yugo del capital y de las clases privilegiadas; y b) la
organización de la clase trabajadora del sur de Rusia para la lucha que se
avecinaba contra el orden político y económico existentes».36 A finales del año
1875, por culpa de un informador, las autoridades arrestaron a todos sus
dirigentes, acabando virtualmente con la Unión.
Pero el arresto de los chaikovistas a principios de 1874,
que destruyó la base de dicha organización, no detuvo el lento e imperceptible
avance de las ideas revolucionarias entre los trabajadores de San Petersburgo.
Una de las muestras más dramáticas de este proceso, la culminación de seis
largos años de diseminación de ideas, fue una manifestación en la plaza de la
Catedral de Kazán, el 6 de diciembre de 1876, que fue el hito de la historia
del movimiento revolucionario ruso. Plejánov desempeñó un papel importante en
la manifestación y unos años más tarde describiría el acontecimiento.
Inspirándose en una manifestación que habían protagonizado los intelectuales en
la primavera de 1875, en el funeral de un estudiante asesinado por sus
carceleros, un grupo de trabajadores propuso que organizaran ellos también una
manifestación, y aseguraron a Plejánov que acudirían unos 2.000 trabajadores.
En el día del evento, un grupo compuesto básicamente de estudiantes, pero con
algunos trabajadores, se reunió ante la catedral. Las estimaciones de
asistencia varían entre las 150-500 personas. Después de retrasar durante un
tiempo el desarrollo del acto, con la esperanza de que acudieran más trabajadores,
y bajo la amenaza de que todo el esfuerzo se viniera abajo, Plejánov se alzó e
hizo un discurso que terminó con las palabras siguientes: «Larga vida a la
revolución social. Larga vida a Zemlia i Volia». Entonces se desplegó una
bandera roja con las palabras «Tierra y Libertad» escritas en ella. Este
pequeño acto fue la primera manifestación de trabajadores de la historia de
Rusia.
Entre 1877 y 1879 tuvo lugar en Petersburgo una oleada de
huelgas. En total fueron 26, cifra que supone un nivel de actividad
huelguística sin precedentes, y que no se repitió hasta la década de 1890. Fue
en esta época que surgió una nueva organización de trabajadores en Petersburgo,
la Unión de Trabajadores del Norte de Rusia. Contaba con unos 200 miembros, con
grupos en todos los distritos de clase trabajadora de la ciudad. Su fundador
fue el carpintero Stepán Jalturin, hijo de un campesino de la provincia de
Viatka. Sin embargo, después de tan solo unos meses de vida activa, también la
Unión del Norte fue aplastada por la policía, y en 1880 dejó de existir.
En 1879, Plejánov renunció al terrorismo naródnik, y como
dirigente de Chiorni Peredel destacó la importancia de las actividades de
propaganda, al mismo tiempo que afirmaba, apoyándose en argumentos empíricos,
que había que dirigirse hacia la clase trabajadora. Pero el cordón umbilical
que conectaba sus razonamientos con las ideas naródnik sobre el campesinado
como agente del socialismo todavía no se había cortado. En febrero de 1879
escribió: «La agitación en las fábricas crece a diario: esta es la noticia del
día». Esta agitación era uno de esos problemas que «la vida misma pone a la
vanguardia, es decir, en la posición que le corresponde, a pesar de las
decisiones teóricas y a priori de los revolucionarios […]. En el pasado, y no
sin razones, depositamos todas nuestras esperanzas y todos nuestros esfuerzos
en las masas rurales. El trabajador urbano solo tenía una consideración
secundaria en los cálculos de los revolucionarios».
Mientras que los campesinos de las aldeas estaban bajo la
influencia de «los miembros más conservadores y timoratos de la familia
campesina», los «trabajadores de la ciudad […] constituyen la capa de la
población más móvil, la más susceptible a la incitación, la más fácilmente
revolucionable».
Nuestros grandes centros industriales agrupan a decenas de miles y, a veces, incluso a cientos de miles de trabajadores. En la gran mayoría de casos se trata de los mismos campesinos que hay en las aldeas […]. El problema de la agricultura, la cuestión de la autoadministración de la obshchina, la tierra y la libertad: todas estas cosas están tan presentes en el corazón de los trabajadores como en el de los campesinos. En pocas palabras, no se trata de masas aisladas y apartadas del campo, sino de una parte del campo. Su causa es la misma, su lucha puede y debe ser la misma. Y además, las ciudades atraen a lo mejor de la población rural, la parte más joven, la más emprendedora […]. Allí se mantienen lejos de la influencia de los elementos más conservadores y tímidos de la familia campesina […]. Gracias a todo esto, constituirán un aliado incomparable para los campesinos cuando la revolución social estalle».37
La revolución socialista que se avecinaba sería una revolución
campesina, pero los trabajadores estaban destinados a ser los mejores aliados
del campesinado, ya que ellos todavía eran, en esencia, campesinos, y podían
actuar de intermediarios entre los intelectuales de las ciudades y los
campesinos rurales. Desde Naródnaya Volia, después de la ruptura de Plejánov y
durante años, también se hizo un llamamiento a poner más énfasis en la
actividad propagandística entre los trabajadores industriales. Así, en un
artículo programático titulado “Trabajo preparatorio del partido” en Kalendar
Narodnoi Voli (1883) afirmaban: «La población trabajadora de las ciudades tiene
una importancia muy especial para la revolución, tanto por su posición como por
su gran desarrollo, y debe ser objeto de una atención cuidadosa por parte del
partido».38
Sin embargo, hay una diferencia básica entre la actitud de
los naródniks, incluyendo a Plejánov en 1879, acerca del trabajo de propaganda
entre los trabajadores industriales, y la actitud de los marxistas. Estos
últimos están «convencidos de que los trabajadores no son necesarios para la
revolución, sino que la revolución es necesaria para los trabajadores».39 Para
los naródniks, los trabajadores son importantes para la revolución. Un naródnik
puede preguntar: «¿Y por qué la clase trabajadora?», mientras que un marxista
sólo puede preguntar: «Y por qué el marxismo?», ya que, para él, la clase
trabajadora es el sujeto de la historia, no el objeto.
Una vez más, en la actitud de los naródniks con respecto al
trabajo entre el proletariado, podemos observar un caso de teoría que se queda
pequeña ante la práctica: un cambio de táctica sin la comprensión necesaria de
las consecuencias teóricas para lograr un cambio de curso consistente. El
narodismo había sobrevivido más allá de su propio tiempo, y dentro de su marco
ideológico empezaban a emerger elementos marxistas.
Plejánov, el pionero
marxista
Entre 1880 y 1882, Plejánov recorrió toda la distancia que
separaba el narodismo del marxismo. En 1883, se formó el grupo Emancipación del
Trabajo.
También en 1883, Plejánov escribió la primera obra
importante del marxismo ruso: El socialismo y la lucha política. Esta primera
obra no era en absoluto corta, pero la que siguió, cerca de un año después, era
el voluminoso libro Nuestras diferencias. El historiador bolchevique Pokrovski
afirmaba algo conocido por todos cuando decía que esta obra contenía
«prácticamente todas las ideas básicas que conformaban la esencia del marxismo
ruso hasta finales de siglo».40
El futuro, decía Plejánov, que sometía la comuna a un
análisis inquisitivo, no pertenecía a los campesinos y su “comuna”. Citando
unos datos sorprendentes, probaba la desigualdad y la individualidad crecientes
entre el campesinado comunal. Por un lado, muchos campesinos habían perdido, o
estaban perdiendo, la capacidad de cultivar las parcelas de tierra, y cedían
sus derechos a otros campesinos, convirtiéndose, así, en meros asalariados. Al
mismo tiempo, los campesinos ricos o kúlaks (kúlak, en ruso, significa “puño”),
cada vez cultivaban más y más parcelas de otros campesinos aparte de las suyas,
adquirían o alquilaban tierras adicionales y empleaban a trabajadores
asalariados.
Plejánov también atacaba la idealización del pasado comunal:
«Nuestra comunidad rural […] ha sido, en realidad, el principal respaldo del
absolutismo ruso», y «se está convirtiendo cada vez más en un instrumento que
la burguesía rural utiliza para explotar a la mayoría de la población
agraria».41 Hizo añicos los argumentos del economista naródnik V. V., que decía
que el capitalismo no podía desarrollarse en Rusia por falta de mercados.
Mostrando una gran capacidad de análisis histórico, utilizó como ejemplos la
Francia de Colbert, la Alemania de la Zollverein y los Estados Unidos,
demostrando que el estado siempre intervenía protegiendo a la industria joven y
creciente para contrarrestar la supremacía abrumadora de Gran Bretaña.
Además, al contrario de lo que afirmaba V. V., los mercados
interiores no precedían el desarrollo del capitalismo como precondición para
éste, sino que los creaba el propio capitalismo. «La burguesía creó los
mercados, no se los encontró hechos a medida».42 La ruina de los artesanos y la
invasión de la agricultura por las relaciones monetarias son creaciones del
mercado. «La transición, en cualquier país, de una economía natural a una
economía monetaria se acompaña necesariamente de una enorme expansión del
mercado interior, y no hay duda de que, en nuestro país, todo este mercado
caerá en las manos de nuestra burguesía».43
Plejánov sostenía que era utópico creer, tal como creían los
naródniks, que se podía evitar la transformación capitalista de la economía y
la sociedad rusas. Concluyó que los socialistas debían dirigirse a la clase
trabajadora porque era la precursora del futuro: «La población rural de hoy,
que vive en unas condiciones sociales atrasadas, no solo es menos capaz que los
trabajadores industriales de tomar una iniciativa política consciente, sino que
también es menos receptiva al movimiento que nuestros intelectuales
revolucionarios han empezado».
«Y además», continuaba Plejánov, «el campesinado atraviesa
ahora un período difícil, crítico. Los fundamentos “ancestrales” de su economía
se hacen añicos, la desafortunada comuna rural está cayendo en descrédito ante
sus propios ojos, tal como admiten órganos tan “ancestrales” del narodismo como
Nedelia; y las nuevas formas de trabajo y de vida todavía se están formando.
Este proceso creativo es más intensivo en los centros industriales».44
Plejánov fue el primer ruso que afirmó que la clase trabajadora
desempeñaría un papel crucial en la inminente revolución rusa contra la
autocracia zarista. Así, en un comunicado para el congreso fundacional de la
(Segunda) Internacional Socialista (julio de 1889), proclamó: «El movimiento
revolucionario en Rusia solo puede triunfar si es el movimiento revolucionario
de los trabajadores. ¡Para nosotros no hay ni puede haber ningún otro
camino!».45
Aún inclinado hacia
el narodismo
Plejánov aún se sentía atraído, sin embargo, por los
naródniks. En sus escritos, especialmente en aquellos de 1883 y 1884, abundan
las ideas populistas. En aquel momento no contraponía a los futuros
socialdemócratas con Naródnaya Volia, sencillamente exigía que ésta última
adoptara el marxismo. En Nuestras diferencias escribía:
Al presentar a los camaradas que trabajan en Rusia este
primer intento de programa para los marxistas rusos, estamos lejos de querer
competir con Naródnaya Volia; al contrario, nuestro mayor deseo es un acuerdo
completo y definitivo con tal partido. Creemos que si Naródnaya Volia quiere
realmente permanecer fiel a sus tradiciones revolucionarias, y arrancar el
movimiento ruso de su estancamiento actual, debe convertirse en un partido
marxista.46
A pesar de sus críticas al papel de las comunas rurales, sus
concesiones al narodismo fueron notables incluso en este aspecto. Así,
escribía:
Cuando llegue la hora de la victoria decisiva del partido de los trabajadores sobre las clases altas de la sociedad, será de nuevo ese partido, y solo ese partido, el que tome la iniciativa en la organización socialista de la producción nacional […]. Las comunas rurales todavía existentes empezarán, de hecho, una transición a una forma más elevada, comunista […]. La propiedad comunal de la tierra se convertirá no solo en algo posible, sino real, y el sueño narodista sobre el desarrollo excepcional del campesinado se hará realidad.47
También se comprometió con el terrorismo naródnik
individual. «¿Y qué pasa con el terror? […] De ninguna manera negamos el
importante papel de la lucha terrorista en el presente movimiento de
emancipación. Ha crecido de manera natural a partir de las condiciones sociales
y políticas en las cuales nos encontramos, y debe, de la misma manera, promover
un cambio a mejor». El Partido naródnik debía:
[…] aproximarse a la clase trabajadora, que, en la sociedad actual, es la más revolucionaria de todas […]. Nosotros señalamos una manera de ampliar la lucha, de diversificarla, y por lo tanto de hacerla más exitosa […]. Hay otras secciones de la población [es decir, aparte de los trabajadores] para quienes sería mucho más conveniente dedicarse a la lucha terrorista contra el gobierno. La propaganda entre los trabajadores no elimina la necesidad de la lucha terrorista, pero ofrece oportunidades que, hasta ahora, no existían*48
Plejánov también hacía concesiones con la actitud elitista
de los naródniks respecto de los intelectuales:
Nuestros intelectuales socialistas se han visto obligados a dirigir el movimiento de emancipación actual, cuya tarea directa debe ser la de establecer instituciones políticas libres en nuestro país; los socialistas, junto a ellos, tienen la obligación de ofrecer a la clase trabajadora la posibilidad de un papel activo y fructífero en la futura vida política de Rusia […]. Es por esta razón que los intelectuales socialistas tienen la obligación de organizar a los trabajadores y de prepararlos tanto como sea posible para la lucha contra el sistema de gobierno vigente y también contra los futuros partidos burgueses.50
Plejánov introdujo el marxismo auténtico en Rusia y lo
convirtió en un arma adaptada a las necesidades de la revolución. Descubrió que
la clase trabajadora era la portadora de la revolución rusa. Tal paso adelante
requería una perspectiva histórica amplia, que Plejánov ciertamente poseía. Era
uno de los hombres más leídos, con más criterio y más culturizados de su
tiempo; tenía una inteligencia poderosa y original y un talento literario
brillante, y era crítico y creativo en muchos campos. Estudió materias tan
diversas como química orgánica, geología, antropología, zoología y anatomía
comparada. Sus investigaciones abarcaban campos tan variados como la historia y
la estética, la etnografía, la literatura, la epistemología y el arte. Fue el
iniciador de la crítica literaria marxista y fue el primero en extender la
investigación marxista en muchos otros campos.
Es difícil concebir la importancia de la contribución de
Plejánov al movimiento revolucionario ruso a menos que nos sumerjamos, en
nuestra imaginación, en el entorno de los intelectuales radicales de los
primeros años de la década de 1880, macerado en un narodismo santificado por
décadas de lucha y sangre de mártires. Sólo entonces se puede llegar a
comprender la verdadera emoción de ser el pionero, el primero en traducir el
marxismo en términos rusos. Según Lenin, el primer tratado marxiano de
Plejánov, El socialismo y la lucha política, tuvo una importancia en Rusia
comparable a la del Manifiesto comunista en Occidente. El libro de Plejánov
Sobre el desarrollo del concepto monista de la historia (1894), en palabras de
Lenin, «formó a toda una generación de marxistas rusos». Trotski afirmó: «La
generación marxista de la década de 1890 se erigía sobre los fundamentos
construidos por Plejánov […]. Después de Marx y Engels, Vladímir se lo debía
casi todo a Plejánov».51
La “fuerza” del grupo
Emancipación del Trabajo
Para entender por qué tardó tanto el joven Vladímir Uliánov
en convertirse a las ideas de Plejánov, hay que tener en cuenta que se trataba
de ideas incorpóreas, sin un movimiento que las acompañara: no había huelgas
masivas ni manifestaciones con la participación de muchos seguidores. De hecho,
durante diez años, en el período 1883-93, el grupo Emancipación del Trabajo
existió sólo en el exilio, y constituía prácticamente la totalidad del
movimiento marxista.
Y es que, al principio, el grupo consistía solo en cinco
personas: Plejánov, Axelrod, Deutsch, Vera Zasúlich y V. I. Ignatov. Muy pronto
se vio reducido a tres: Ignatov, que había aportado una cantidad sustanciosa de
dinero para mantener a la organización, murió de tuberculosis en 1895. La
enfermedad ya le había impedido, desde el comienzo, tomar una parte realmente
activa en el trabajo del grupo. Deutsch fue arrestado a mediados del año 1884,
mientras intentaba organizar el envío de publicaciones a Rusia. Plejánov y los
otros dos miembros permanecieron, durante una década, en un aislamiento casi
completo. Sí que es cierto que, a lo largo de la década de 1880, existían
círculos en varias ciudades rusas que realizaban actividades con los
trabajadores, pero eran tan débiles, el resultado de su trabajo tan
imperceptible, y la persecución de la policía tan efectiva, que apenas pudieron
establecerse en ningún sitio, y permanecieron completamente aislados los unos
de los otros. Fueron necesarias varias décadas de investigaciones históricas
para desenterrar la mera existencia de estos grupos, los cuales, trabajando en
las más penosas circunstancias, estaban haciendo un trabajo preliminar
importante y preparaban el terreno para la extensa actividad de la década
siguiente.
En 1884, un pequeño grupo de intelectuales y trabajadores,
encabezado por el estudiante búlgaro Blagóiev (más adelante sería el fundador
del Partido comunista búlgaro), escribía al grupo Emancipación del Trabajo:
«Hemos llegado a la conclusión de que entre nuestros puntos de vista y los del
grupo Emancipación del Trabajo hay mucho en común». Hablando con deferencia a
sus «camaradas extranjeros, que tienen mucha más preparación literaria y más
experiencia revolucionaria», el grupo de Blagóiev solicitaba establecer
relaciones regulares, el envío de publicaciones, una discusión de los puntos
del programa, y prometía proveer fondos. No es de extrañar que Plejánov le
dijera, aliviado, a Axelrod: «No estamos sufriendo en vano». Así empezaba una
colaboración que duró un año y que terminó en el invierno de 1885-86, cuando el
grupo de Blagóiev, como ya había ocurrido con otros grupos, dejó de existir después
de una redada policial.52
Poco después de la eliminación del grupo de Blagóiev, otro
grupo, llamado Círculo Tochiski empezó a crecer, pero también tuvo una
existencia muy corta, confinada en el año 1888. La policía apenas había logrado
liquidarlo cuando, en 1889, un nuevo grupo revolucionario apareció, conocido
como Grupo Brúsnev, por su líder, un ingeniero. Entre los miembros de este
grupo había algunos trabajadores prominentes, como Bogdánov, Norinski,
Shélgunov, y Fiódor Afanásiev. También dejó de existir después de las redadas
policiales de 1892.
En conjunto, la década de 1880 fue una época de círculos muy
pequeños de propaganda marxista entre los trabajadores rusos. En general, se
recuerda como un tiempo de oscuridad. El «hombre de los ochenta» era un hombre
decepcionado, desalentado, apático. En el ámbito de la literatura, este estado
de ánimo se expresaba perfectamente en las obras de teatro de Chéjov: el tío
Vania, Ivánov, son ejemplos de la desesperación y la escasez de movimiento de
esos años.
En los años ochenta hubo pocas huelgas. En el período
1881-86, solo hubo 48 huelgas53, y los marxistas apenas influenciaron alguna de
ellas. Un historiador de los movimientos laborales ruso escribía,
justificadamente, en 1893, que hasta ese año, la agitación laboral en Rusia «no
tenía conexiones en absoluto con ninguno de los grupos socialdemócratas».54
Lo mismo, pero
diferente
Para clarificar sus ideas, y para investigar su propia
vinculación con el narodismo, el joven Vladímir Uliánov empezó a escribir
invectivas contra los naródniks. «Es imposible desarrollar concepciones nuevas
sin recurrir a la polémica», escribía dos décadas después.55 La historia de las
ideas es la historia del conflicto de ideas. Estos primeros escritos no son estudios
huecos, sino que hurgan profundamente en los datos del desarrollo económico y
social ruso. Por encima de todo, Lenin quería comprender la realidad de la
sociedad en la que vivía, y en la que estaba destinado a participar para
transformarla radicalmente.
Al final del período de Samara, un escrito de Uliánov
circulaba entre los camaradas. Llevaba por título Una discusión entre un
socialdemócrata y un populista, y era, muy probablemente, un resumen de las
discusiones de Samara presentado en forma de diálogo. Desafortunadamente, ese
documento se ha perdido. Después, Uliánov escribió una voluminosa reseña sobre
la cuestión agraria, que tituló “Nuevos desarrollos económicos en la vida
campesina (en respuesta a Agricultura campesina en el sur de Rusia, de V. Y.
Póstnikov)”. La reseña, llena de datos estadísticos, y escrita para una revista
legal, fue rechazada, quizás por su extensión, o por su afilada crítica del
punto de vista naródnik, que entonces prevalecía. Uliánov leyó su manuscrito
ante los miembros del círculo de estudio de Samara, donde inmediatamente
estableció su autoridad. Una de las dos copias manuscritas de la reseña ha
llegado hasta nosotros, gracias a los más infatigables coleccionistas de
manuscritos revolucionarios: los miembros de la policía secreta zarista. Se
trata de un análisis muy maduro e inusualmente penetrante del panorama social y
económico de la Rusia rural, a pesar de que, por aquel entonces, Uliánov tenía
solo 23 años. Gran parte de ese escrito se incorporaría después al libro El
desarrollo del capitalismo en Rusia, escrito media década más tarde.
La tercera obra escrita por Uliánov fue otro ataque a los
naródniks. Se titulaba Sobre la llamada cuestión del mercado, y la escribió en
Petersburgo durante el otoño de 1893. Lenin explicó por primera vez sus puntos
principales en el encuentro de un círculo marxista, en el cual se discutía la
conferencia que había dado otro joven marxista, G. B. Krasin, llamada “La
cuestión del mercado”. Según los participantes, el trabajo de Lenin impresionó
mucho a todos los presentes.56 El documento muestra una comprensión muy lúcida
del segundo volumen de El Capital de Marx. Se trata de una crítica excelente y
certera de la teoría de V. V. sobre la imposibilidad de un desarrollo
“extensivo” de la industria en Rusia por falta de mercados. La única copia de
este manuscrito se consideró perdida durante mucho tiempo, pero se recuperó, de
hecho, en 1937.
El principal escrito de Lenin en 1894 fue un trabajo
titulado Quiénes son los “Amigos del pueblo” y cómo luchan contra los
socialdemócratas (una respuesta a los artículos del “Rúskoie Bogatstvo”* en
oposición a los marxistas). Circulaba en tres gruesos cuadernos, cuidadosamente
escritos, que crearon una agitación considerable entre los pocos marxistas de
Petersburgo, y pronto fueron hectografiados y pasaban de mano en mano. Solo la
primera y la tercera parte del trabajo han sobrevivido, y ocupan 199 páginas en
las Obras completas de Lenin (cuarta edición rusa). Cuesta hacerse una idea de
la cantidad de trabajo que suponía escribir todo esto a mano, primero muy
pulcramente en los cuadernos, y después otra vez, letra por letra, en las hojas
hectografiadas.
Su siguiente obra importante, escrita entre finales de 1894
y principios de 1895, era de nuevo una crítica de los naródniks: Los contenidos
económicos del narodismo y la crítica de los mismos en el libro del señor
Struve (El reflejo del marxismo en la literatura burguesa). P. Struve, Apuntes
críticos acerca del desarrollo económico de Rusia, San Petersburgo, 1894.
También éste era un trabajo voluminoso, que ocupa 166 páginas en las Obras
completas. Fue el primer escrito suyo que se publicó, pero fue confiscado por
la policía y solo sobrevivieron unas pocas copias.
Durante lo que quedaba de 1895 y 1896, Uliánov no escribió
nada más contra los naródniks. Pero en 1897 compuso otro ataque mayor contra
ellos, de 118 páginas, titulado Una caracterización del romanticismo económico
(Sismondi y nuestros Sismondis nativos). Por último apareció su obra teórica principal,
El desarrollo del capitalismo en Rusia, que prácticamente ocupa todo el volumen
tercero de sus Obras (535 páginas). Se trata de un análisis marxista del
desarrollo económico de Rusia que ataca las posiciones de los naródniks. Toda
la investigación y la escritura del libro tuvo lugar mientras estaba bajo
tutela policial: primero en la cárcel, y después en Siberia. Consultó 299
libros en ruso y 38 estudios extranjeros en alemán, francés e inglés (o en su
traducción rusa), que adquiría o pedía prestados por correo de bibliotecas
lejanas mientras vivía en la cárcel o en Siberia. El libro apareció durante el
último año de su exilio en Siberia (1899), y lo firmaba V. Ilin.
En muchos aspectos, estas obras seguían el camino abierto
por Plejánov. Lenin nunca dejó de expresar su gratitud por la deuda intelectual
que tenía con él. Lo que menos le importaba era buscar ser original, y
probablemente recordaba las palabras de su gran maestro e inspirador,
Chernishevski:
La preocupación por la originalidad destruye la misma originalidad. Solo aquellos que no se paran a pensar en la posibilidad de su independencia consiguen la verdadera independencia. Solo los débiles hablan de su firmeza de carácter, y solo el hombre que teme que le confundan fácilmente tiene miedo de exponerse a la influencia de los demás. La preocupación actual por la originalidad es una preocupación de forma. Un hombre con verdadero contenido no debe preocuparse indebidamente por la originalidad. La preocupación por la forma lleva a fabricaciones vacías y carentes de base.57
Sin embargo, en algunos aspectos, los escritos de Lenin
contra los naródniks son realmente originales, y radicalmente diferentes a los
de Plejánov. Por un lado, el joven alumno no tenía los vastos conocimientos
históricos del viejo maestro: mientras que Plejánov utilizaba ejemplos
históricos de diferentes países, investigaciones antropológicas sobre el
destino de las comunas primitivas, etc., en Lenin no había nada de esto. Sus
obras tampoco tienen la misma riqueza de alusiones culturales y literarias, ni
la brillantez de estilo de Plejánov. Pero por otro lado, la comprensión de
Lenin de la realidad económica y social es muy superior: el análisis detallado
de los datos estadísticos de la situación real es mejor que todo lo que escribió
Plejánov. Su profundización en las complicadísimas formas de esclavitud feudal
que siguieron al establecimiento de las nuevas relaciones capitalistas en el
campo no tiene parangón. Aunque era todavía un discípulo, Uliánov elaboró una
gama propia y diferenciada de ideas, desviándose de su maestro en dos puntos
interrelacionados y, como se vería en el futuro, decisivos: 1) su actitud ante
el desarrollo capitalista como tal, y 2) su actitud hacia los naródniks.
Las diferencias con respecto al primer punto son claras en
Los contenidos económicos y la crítica de los mismos en el libro del señor
Struve. Para apreciarlas, tenemos que comprender el fondo en el que se
enmarcaba el libro cuando apareció. Durante mucho tiempo, las autoridades
zaristas se despreocuparon del marxismo, por lo que, durante las décadas de
1870-80, los volúmenes primero y segundo de El Capital de Marx pasaron la
censura zarista.
«Se puede decir con
certeza», declaraba el censor Skuratov en 1872, en el informe del primer
volumen de El Capital, «que en Rusia solo un puñado de personas leerán el
libro, y serán todavía menos las que [lo] entenderán». Las autoridades de
Alejandro III también aprobaron sin dudar el segundo volumen incensurado
—apareció una edición rusa en 1885—, ya que se trataba, «en contenido y en
forma, de un estudio económico riguroso, comprensible solo para el
especialista».58
Para alentar la lucha contra los naródniks, en los cuales el
zar veía a sus principales enemigos, el “marxismo legal” fue permitido a
mediados de la década de 1890. Ya en la década de 1880, un agente de la policía
secreta aconsejó a sus superiores que dejaran que se consolidara una fuerza
marxista para contrarrestar a los naródniks, más peligrosos. Dado que la
mayoría de escritos marxistas desacreditaban de una forma u otra a los
naródniks, los oficiales supusieron que el marxismo ayudaría a eliminar la
mayor ideología opositora. Por lo que respecta a los propios marxistas, el
gobierno no anticipaba que fueran a dar ningún problema. Por ejemplo, un
coronel de la policía de Nizhni-Nóvgorod afirmó que los marxistas «no eran
peligrosos en el momento presente»; y un fiscal de Petersburgo consideró que
eran, «por ahora, solo teóricos».59
En 1894, Peter Struve elaboró una obra de clara orientación
marxista, titulada Notas críticas sobre el desarrollo económico en Rusia, y el
censor permitió su publicación. Cuando vio la luz, en septiembre de 1894,
empezaba el período del “marxismo legal”, que continuaría durante los cinco
años siguientes.
A pesar de que Lenin se aprovechó del espacio legal para
publicar literatura marxista, como hizo con su libro El desarrollo del
capitalismo en Rusia, desde el principio quiso desmarcarse claramente del
principal marxista legal, Struve: el libro de éste último era un ataque feroz
contra el narodismo, pero también una apología del capitalismo.
Plejánov, sin embargo, sólo le dedicaba alabanzas. Como
Struve, también él pasaba mayormente por alto los aspectos trágicos, dolorosos
y contradictorios del desarrollo del capitalismo en Rusia. A menudo escribía
casi como un ferviente defensor de la industrialización capitalista. Contra el
“subjetivismo” de los naródniks, él presentaba un “objetivismo” rígido, y creía
que los socialistas científicos luchaban por el socialismo no porque se debiera
llegar a él, sino porque se trataba de la siguiente etapa en la magnífica e
irresistible marcha de la historia.60 «El socialdemócrata nada en la corriente
de la historia»61, y las causas del desarrollo histórico «no tienen nada que
ver con la voluntad humana o la conciencia»62. Gramsci acusó a Plejánov, y con
bastante razón, de «recaer en el materialismo más vulgar»63. Conforme a esta
actitud suya, Plejánov podía citar con aprobación las siguientes palabras de
Struve: «Debemos concluir que nos falta cultura, y que debemos acudir a la
escuela del capitalismo».64
Aunque Lenin no es menos crítico con los naródniks que
Struve o Plejánov, su actitud hacia ellos es radicalmente distinta. Al
principio de su ensayo sobre el contenido económico del narodismo, y de la
crítica del mismo en el libro de Struve, Lenin deja claro que el marxismo no
tiene nada en común con «la creencia de que cada país debe pasar
inevitablemente por una fase de capitalismo» ni con ninguna idea errónea
parecida.65
El marxismo sólo se basa en los hechos de la realidad y de
la historia rusas; es también [como el narodismo] la ideología de la clase
trabajadora; pero explica de modo muy distinto el desarrollo y las victorias
del capitalismo ruso, hechos por todos conocidos, y entiende de un modo muy
distinto las tareas que la realidad de este país plantea a los ideólogos de los
productores directos.66
Lenin atacaba duramente a Struve por su «estrecho
objetivismo», que:
[…] se limita a demostrar la inevitabilidad y la necesidad del proceso, y no hace ningún esfuerzo por descubrir en cada fase concreta de este proceso la forma de antagonismo de clases que le es inherente; objetivismo que caracteriza el proceso en general, pero no las clases antagónicas por separado, de cuya lucha nace el proceso en cuestión.67
Al demostrar la necesidad de una determinada serie de
hechos, el objetivista siempre corre el riesgo de convertirse en un apologista
de estos hechos.68
Contra esto, Lenin propone el método de los materialistas,
que «pone al desnudo las contradicciones de clase y, al proceder así, fija ya
su posición».69
Para Lenin, el capitalismo era progresista comparado con el
feudalismo, porque el capitalismo nace con la semilla de su propia destrucción.
El capitalismo puede despertar a millones de personas del torpor feudal y
organizarlas, y es aquí donde reside su progresismo. Y la tarea clave de los
marxistas es la de impulsar y agudizar la lucha de clases del proletariado
contra los capitalistas.
Plejánov y Axelrod, por su parte, criticaron el artículo de
Lenin sobre Struve, porque era, a sus ojos, demasiado duro hacia la burguesía
liberal. Así describe Axelrod, en sus memorias, una discusión con Lenin:
«Muestra exactamente la tendencia opuesta a la que yo quería expresar en mi artículo», le dije. «Yo […] quería demostrar que, en un momento histórico dado, los intereses inmediatos del proletariado ruso coinciden con los intereses vitales de los demás elementos progresistas de la sociedad […]. Ambos se enfrentan al mismo problema urgente […], el derrocamiento del absolutismo».
Uliánov sonrió, y dijo: «Sabe, Plejánov hizo exactamente la
misma observación que usted sobre mis artículos, y lo expresó de una manera muy
pintoresca: “Usted”, me dijo, “se vuelve y muestra el trasero a los liberales,
mientras nosotros les mostramos la cara”.70
Este desacuerdo anticipaba el futuro antagonismo entre
Lenin, por un lado, y Plejánov y Axelrod, por el otro, respecto de la actitud
hacia los liberales. Si leemos detenidamente El socialismo y la lucha política
de Plejánov, podremos predecir la relación que su autor acabaría teniendo con
ellos. En el panfleto siguiente afirmaba que se debían limitar los objetivos de
la revolución antizarista a la «exigencia de una constitución democrática»:
Sin tratar de asustar a nadie con el todavía remoto
“espectro rojo”, un programa político de estas características se ganaría, para
nuestro partido revolucionario, la aprobación de todos aquellos que no fueran
enemigos sistemáticos de la democracia. Podrían apostar por él muchos
representantes de nuestro liberalismo, además de los socialistas […]. Entonces,
los intereses de los liberales les “forzarían” a actuar “conjuntamente con los
socialistas en contra del gobierno”, porque dejarían de encontrarse, en las
publicaciones revolucionarias, con la afirmación de que el derrocamiento del
absolutismo sería una señal para el comienzo de la revolución social en Rusia.
Al mismo tiempo, otro sector menos tímido y más sobrio de la sociedad liberal
dejaría de ver a los revolucionarios como jóvenes poco prácticos que se ponen
objetivos irrealizables y fantásticos. Este punto de vista, que es
contraproducente para los revolucionarios, sería desplazado a favor del respeto
de la sociedad, que se daría cuenta del heroísmo de los revolucionarios, y
también de su madurez política. Esta aprobación crecería gradualmente hasta
convertirse en un respaldo activo o, más probablemente, en un movimiento social
independiente, y entonces el absolutismo tendría las horas contadas.71
La actitud de Lenin hacia los naródniks, como se ha dicho,
también difería de la de Plejánov. Aunque el Lenin de 1893-95 establecía unas
líneas muy claras de demarcación entre él y los naródniks (mucho más que las de
Plejánov en 1883-84), nunca olvidó que el narodismo tenía un aspecto
progresista, democrático y revolucionario. Plejánov, por su lado, después de
romper completamente con el narodismo ya no veía nada progresista en él.
Es claro [afirmaba Lenin] que sería absolutamente erróneo
desechar todo el programa de los populistas [naródniks] sin analizarlo. Hay que
diferenciar claramente sus aspectos reaccionarios y progresistas. El narodismo
es reaccionario en cuanto propone medidas que sujetan al campesino a la tierra
y a los viejos modos de producción, como la inalienabilidad de las parcelas,
etc.; en cuanto quiere frenar el desarrollo de la economía monetaria [...].
Pero hay otros puntos relativos a la autoadministración, […] a la “elevación”
de la economía “popular” (es decir, pequeña) mediante créditos baratos, mejoras
técnicas, regulación del mercado, etc. etc. […] estas medidas democráticas de
carácter general son progresistas […]. El naródnik es en teoría algo así como
Jano, que con una cara mira al pasado y con la otra al porvenir, como lo es en
la vida real el pequeño productor, que con una cara mira al pasado, movido por
el deseo de fortalecer su pequeña hacienda —sin saber ni querer saber nada del
sistema económico general, ni de la necesidad de tener en cuenta a la clase que
lo gobierna—, y con la otra mira al porvenir, adoptando una actitud hostil
hacia el capitalismo, que lo arruina.72
Durante muchos años, como veremos más adelante, Lenin luchó
por conseguir una alianza, pero no con los liberales del Partido cadete, como
proponía Plejánov, sino con los trúdoviks, los herederos pequeñoburgueses del
narodismo. En 1912, Lenin señaló la conexión entre el bolchevismo y el intento
de extraer del narodismo su «valioso grano democrático»:
Claro está que los marxistas deben separar cuidadosamente la paja de las utopías naródniks del grano bueno y valioso del espíritu democrático sincero, decidido y combativo de las masas campesinas. En las viejas publicaciones marxistas de la década de 1880 puede observarse la tendencia sistemática a destacar este valioso grano democrático. Ya estudiarán sistemáticamente algún día esta tendencia los historiadores y analizarán qué relación guarda con lo que ha recibido el nombre de “bolchevismo” en el primer decenio del siglo XX.73
Al luchar contra el
narodismo como falsa doctrina del socialismo, los mencheviques pasaron por
alto, de una manera doctrinaria, el contenido histórico real e históricamente
progresista del narodismo como teoría de la lucha pequeñoburguesa de masas del
capitalismo democrático contra el capitalismo liberal terrateniente […]. De ahí
su idea monstruosa, idiota y apóstata […] de que el movimiento campesino es
reaccionario, de que un demócrata constitucionalista [cadete] es más
progresista que un trúdovik.74
Una y otra vez, Lenin decía: «Los socialdemócratas rusos
siempre han reconocido la necesidad de extraer y absorber el aspecto
revolucionario de la doctrina y la tendencia naródniks».75
En ¿Qué hacer? (1902), Lenin afirmaba que los marxistas
revolucionarios tampoco debían pasar por alto los logros positivos de los
naródniks por lo que respecta a la estructura organizativa:
La magnífica organización de los revolucionarios de la
década de 1870 […] debería servirnos a todos de modelo […]. Una organización
combativa centralizada que declare una guerra sin cuartel al zarismo […] no
puede prescindir de semejante organización […]. Sólo la más burda incomprensión
del marxismo (o su “comprensión” en sentido “struvista”) ha podido dar lugar a
la opinión de que la aparición de un movimiento obrero espontáneo de masas nos
exime de la obligación de fundar una organización de revolucionarios tan buena
como la de los partidos de Tierra y Libertad [Zemlia i Volia] o de crear otra
incomparablemente mejor.76
Nos encontraremos de nuevo con Plejánov, primero como
maestro de Lenin, después como su colega más experimentado, y finalmente como
su oponente más implacable. De todas formas, el alumno, desde el principio,
mostró su independencia respecto al maestro, incluso cuando repetía y
reafirmaba los argumentos del marxismo ruso contra el narodismo.
En anticipación
En realidad, tiene poco interés detectar la influencia de
Plejánov o de cualquier otra persona en el joven Uliánov, ya que lo que de
verdad importa no es qué se adquiere, sino qué se hace con los elementos
adquiridos, y eso depende de las experiencias y de la historia del individuo en
cuestión, y de sus acciones en la lucha.
La ruptura de Vladímir Uliánov con el narodismo, su posición
original en relación al liberalismo de Struve, y su actitud dialéctica —es
decir, su respaldo crítico al narodismo en la medida en que éste era un
movimiento revolucionario democrático—, serán básicas en todo su desarrollo
posterior. A lo largo de toda su carrera política, Lenin consideró fundamental
la relación de los socialistas revolucionarios con tres clases sociales: el
proletariado, el campesinado y la burguesía.
Los argumentos de Lenin de este período contienen ya, en
fase embrionaria, los temas centrales de su desarrollo teórico posterior: la
oposición implacable a la burguesía liberal, la hegemonía del proletariado
sobre el campesinado, y la alianza del proletariado de los países industriales
con el movimiento de liberación nacional de las colonias, que es, en gran
medida, un movimiento campesino. Siendo pequeñoburgueses, los campesinos
oscilan entre el proletariado y la burguesía; son revolucionarios en la medida
en que luchan contra el feudalismo y el imperialismo, y reaccionarios porque se
aferran a la pequeña propiedad privada. El proletariado debe aliarse con el
campesinado pero, al mismo tiempo, mantenerse separado de él. Debe liderarlo
sin fusionarse con él, sin compartir sus vacilaciones. En la actitud de Lenin,
el marxismo occidental se funde con las tradiciones nacionales rusas de lucha
revolucionaria que llevaban a cabo los naródniks.
Marx escribió: «Hasta ahora, los filósofos se han dedicado a
interpretar el mundo, pero lo que hay que hacer es cambiarlo». Lenin aportó
para esa tarea no solo su pasión personal y su activismo, sino también las
tradiciones heroicas de los naródniks. Uno de los grandes héroes del narodismo,
Zheliábov (el organizador del asesinato de Alejandro II), dijo: «La historia se
mueve muy despacio, hay que empujarla un poco». Lenin estaba preparado para dar
ese empujón: representaba el proletariado ruso, una clase joven, muy cercana al
campesinado, pero sin los grilletes de la rutina y el conservadurismo, valiente
y atrevida, porque fuera de su clase había millones de personas —los
campesinos— que también vivían oprimidos, sin derechos, pasando hambre,
humillados. Cuando el proletariado lucha por la democracia no lucha solo por
sus intereses de clase, sino como representante de toda la masa del pueblo y,
por encima de todos, del campesinado. Al contrario de la posición naródnik, de
“mezclarse con el pueblo”, el proletariado tenía que ser el líder rural. Pero
ahora estamos adelantando la historia del presente libro.
Notas
1. V. Lenin, Obras completas, Moscú, Ed. Progreso, 1981-88, vol. 5, p. 27-76.
2. I. Lalayants, “On my meetings with V I
Lenin in the period 1893-1900”, Proletarskaya Revoliutsia, n. 1 (84), 1929, p.
49.
3. A. Elizarova, “Memories of Alexander Ilyich
Ulyanov”, Proletarskaya Revoliutsia, n. 2 y 3, 1927, p. 287.
4. P. P. Pospelov, et al., Vladimir Ilich
Lenin: Biografiia, Moscú, 1963, p. 9.
5. E. Foss, “The first prison of V I Lenin”,
Ogonek, n. 11, 1926, p. 5.
6. V. Adoratski, “After 18 years (meeting
Vladimir Ilyich)”, Proletarskaya Revoliutsia, n. 3 (26), 1924, p. 94.
7. V. Lenin, Obras completas, vol. 6,
p. 190-191.
8. G M
Krzhizhanovski, O Vladimire Ilyiche, Moscú, 1924, p. 13-14.
9. N Valentinov,
Vstrechi s Leninym, Nueva York, 1953, p. 106.
10. L. Trotski, The Young Lenin, Nueva York,
1972, p. 192.
11. Ibid., p. 131.
12. V. Lenin, Obras
completas. vol. 41, p. 478.
13. Ibid., vol. 43, p. 430.
14. I. Deutscher, Lenin’s Childhood, Londres,
1970, p. 52–53.
15. F. Venturi, Roots of Revolution, Londres,
1960, p. 34-35.
16. Ibid., p. 129.
17. Ibid., p. 136.
18. Ibid., p. 159.
19. Ibid., p. 505.
20. Ibid., p. 503.
21. G. V. Plejánov, Selected Philosophical
Works, vol. 1, Moscú, 1961, p. 182.
22. B. A. Chagin, Proniknovenie Idei Marksizma
v Rossiiu, Leningrad, 1948, p. 10.
23. A. Walicki, The Controversy over
Capitalism, Londres, 1969, p. 63.
24. “Manifesto of the Communist Party”, en K.
Marx y F. Engels, Selected Works, vol. 1, Londres, 1950, p. 36-37.
25. Perepiska K Marksa i F Engelsa s Russkimi
Politicheskimi Deiateliami, Moscú, 1947, p341.
26. Walicki, op. cit., p26.
27. Citado por Plejánov, Selected
Philosophical Works, vol. 1, p. 439.
28. Trotski, op. cit., p. 52-53.
29. V. Korolenko, Die Geschichte meines
Zeitgenossen, vol. 1, Berlín, 1919, p. 47-48
30. N. K. Karatáiev, Narodnicheskaia
Ekonomicheskaia Literatura, Moscú, 1958, p. 631.
31. V. Ivanov-Razumnik, Istoriia Russkoi
Obshchestvennoi Mysl, vol. 2, San Petersburgo, 1908, p. 335.
32. S. H. Baron, Plejánov, Londres, 1963, p.
44.
33. Venturi, op. cit., p. 511.
34. Ibid., p. 481.
35. Ibid., p. 516.
36. M . N. Pokrovski, Brief History of Russia,
vol. 1, Londres, 1933, p. 220.
37. G. V. Plejánov, Sochineniia, vol.
1, Moscú, 1923, p. 67 y siguientes.
38. Plejánov, Selected Philosophical Works, p.
844.
39. Plejánov, Our differences, Ibid., p. 384.
40. Pokrovski, Brief History of Russia, op.
cit., p. 230.
41. Plejánov, Selected Philosophical Works,
op. cit., p. 451.
42. Ibid., p. 224.
43. Ibid., p. 266.
44. Ibid., p. 120.
45. Ibid., p. 452.
46. Ibid., p. 138.
47. Ibid., p. 390.
48. Ibid., p. 391-392.
49. Ibid., p 392.
50. Ibid., p 402-403.
51. Trotski, Young Lenin, op. cit., p189-190.
52. Baron, op. cit., p126.
53. L. Mártov, Razvitie Krupnoi
Promyshlennosti i Rabochee Dvizhenie v Rossii, Petersburg- Moscú, 1923, p19.
54. M. Gordon, Workers Before and After Lenin,
New York 1941, p16.
55. Lenin, V.: Obras completas, vol.
22, p. 70
56. Ver N. K.
Krúpskaya, Mi vida con Lenin, Mandrágora, 1976, p. 9.
57. E Lampert, Sons against Father, Oxford,
1965, p. 173.
58. D Geyer, Lenin in der russischen
Sozialdemokratie, Cologne-Graz, 1962, p. 7-8.
59. Baron, op. cit., p. 144.
60. Plejánov, Izbrannie Filosofskie
Proizvedeniia, vol. 4, Moscú, 1956, p. 113-114.
61. Ibid., vol. 1, p. 392.
62. Ibid., vol. 4, p. 86.
63. A. Gramsci, Prison Notebooks, London 1971,
p. 387.
64. Ver Plekhanov, Selected Philosophical
Works, op. cit., p. 789.
65. V. Lenin, Obras completas, vol. 1,
p. 370.
66. Ibid., vol. 1 p. 431.
67. Ibid., vol. 1, p. 548.
68. Ibid., vol. 1, p. 438.
69. Ibid., vol. 1, p. 438.
70. Perepiska G.V. Plekhanova i PB. Akselroda,
vol. 1, Moscú, 1925, p.271.
71. Plekhanov, Selected Philosophical Works,
op. cit., p. 116-17.
72. V. Lenin, Obras completas, vol. 1,
p. 552-553.
73. Ibid., vol. 22, p. 126-127.
74. Ibid., vol. 47, p. 254.
75. Ibid., vol. 4, p. 247.
76. Ibid., vol. 6, p.
142.
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