
Leon Trotsky
En el vocabulario de todas las naciones civilizadas existe
la palabra "cinismo". La defensa que hace el gobierno británico de
los intereses de una camarilla de explotadores capitalistas debería
introducirse en las enciclopedias como un ejemplo clásico de cinismo descarado.
Por lo tanto, no estoy equivocado al decir que la opinión pública mundial
espera oír al Partido Laborista británico respecto al escandaloso papel de la
diplomacia inglesa sobre la cuestión de expropiación de la Eagle, sociedad
anónima petrolera, por el gobierno mexicano.
El aspecto jurídico de la cuestión es claro hasta para un
niño. Con el objetivo de explotar la riqueza natural de México, los
capitalistas británicos se colocaron bajo la protección y al mismo tiempo bajo
el control de las leyes y las autoridades mexicanas. Nadie obligó a los señores
capitalistas a hacer esto, ni por medio de la fuerza militar ni con notas
diplomáticas. Actuaron voluntaria y conscientemente. Ahora el señor Chamberlain
y Lord Halifax desean forzar a la humanidad a creer que los capitalistas
británicos se han comprometido a reconocer las leyes mexicanas solo dentro de
aquellos límites que ellos consideran necesarios. Además, ocurre
incidentalmente que la interpretación totalmente "imparcial" de las
leyes mexicanas de Chamberlain-Halifax coinciden exactamente con la
interpretación de los capitalistas interesados.
Sin embargo, el gobierno británico no puede negar que sólo
el gobierno mexicano y la Corte Suprema del país están capacitados para
interpretar las leyes de México. A Lord Halifax, quien tiene una calurosa
simpatía por las leyes y cortes de Hitler, las leyes y cortes mexicanas le
parecerán injustas. ¿Pero quién le dio al gobierno británico el derecho de
controlar la política interna y los procedimientos legales de un estado
independiente? Esta pregunta contiene ya parte de la respuesta: el gobierno
británico, acostumbrado a mandar a cientos de millones de esclavos y
semiesclavos coloniales, está tratando de aplicar esos mismos métodos a México.
Habiendo encontrado una resistencia valerosa, instruye a sus abogados para que
rápidamente inventen argumentos en los cuales la lógica jurídica es reemplazada
por el cinismo imperialista.
El aspecto económico y social del problema es tan claro como
su aspecto jurídico. En mi opinión, el Comité Ejecutivo de su partido actuaría
correctamente, si crease una comisión especial que estudie la medida en que el
capital británico y en general el capital extranjero, han aportado a México y
han extraído de él. Tal comisión podría, en un corto período, presentarle al
público británico, ¡el balance sorprendente de la explotación imperialista!
Una pequeña camarilla de magnates extranjeros succiona, en
todo el sentido de la palabra, la savia vital tanto de México como de otra
serie de países atrasados o débiles. Los discursos solemnes acerca de la
contribución del capital extranjero a la "civilización", su ayuda al
desarrollo de la economía nacional, y demás, representan el más claro
fariseísmo. La cuestión, en realidad, concierne al saqueo de la riqueza natural
del país. La naturaleza requirió muchos millones de años para depositar en el
subsuelo mexicano oro, plata y petróleo. Los imperialistas extranjeros desean
saquear estas riquezas en el menor tiempo posible, haciendo uso de mano de obra
barata y de la protección de su diplomacia y su flota.
Visiten cualquier centro de la industria minera: cientos de
millones de dólares, extraídos por el capital extranjero de la tierra, no le
han dado nada, nada en absoluto a la cultura del país; ni autopistas, ni
edificios, ni un buen desarrollo de las ciudades. Aún las instalaciones de las
mismas compañías a menudo parecen barracas. Ciertamente, ¿por qué hay que
gastar el petróleo mexicano, el oro mexicano, la plata mexicana en las
necesidades de un México lejano y extraño cuando, con los beneficios obtenidos,
es posible construir palacios, museos, teatros en Londres o en Mónaco? ¡Así son
los civilizadores! En lugar de las riquezas históricas, dejan agujeros en la
tierra mexicana y enfermedades en sus trabajadores.
Las notas del gobierno británico se refieren a la "ley
internacional". Aún la ironía deja caer las manos impotentes ante este
argumento. ¿Sobre qué clase de ley internacional estamos hablando?
Evidentemente acerca de la ley que triunfó en Etiopía y que el gobierno
británico se prepara ahora a sancionar.
Evidentemente de la misma ley que los aeroplanos y tanques
de Mussolini y Hitler están anunciando en España desde hace dos años, con el
invariable apoyo del gobierno británico.
Este último sostuvo interminables conversaciones acerca de
la evacuación de España de los "voluntarios" extranjeros. La opinión
pública, ingenua por largo tiempo, pensó que esto significaba el retiro de los
bandidos fascistas extranjeros. Realmente el gobierno británico sólo le pidió a
Mussolini una cosa: que retirara sus tropas de España únicamente después de
garantizar el triunfo de Franco. En este caso, como en todos los demás, el
problema consistía no en defender la "ley internacional" o la
"democracia", sino en salvaguardar los intereses de los capitalistas
británicos en la industria minera de España de posibles amenazas por parte de
Italia.
En México, el gobierno británico realiza básicamente la
misma política que en España, pasivamente con relación a España, activamente
con relación a México.
Ahora estamos presenciando los primeros pasos de esta
actividad. ¿Cuál será su posterior desarrollo? Todavía nadie lo puede predecir.
Chamberlain mismo aún no lo sabe. Una cosa podemos afirmar con seguridad: el
posterior desarrollo de los atentados del imperialismo británico contra la
independencia de México dependerá, en gran parte, de la conducta de la clase
obrera británica. Aquí es imposible evadir el asunto recurriendo a fórmulas
indefinidas. Es necesaria una decisión firme para paralizar la mano criminal de
la violencia imperialista. Por lo tanto, termino como empecé: ¡la opinión
pública mundial espera la voz firme del Partido laborista británico!.
L. Trotsky.
Primera
edición: Publicado en Socialist Appeal el 14 de mayo de 1938.
Digitalización: Centro de Estudios,
Investigaciones y Publicaciones "León Trotsky" de Argentina.