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Foto: Hannah Arendt |
Las condiciones que permiten entender la política en el
siglo XXI se contagian de ciertos elementos que resultan del ordenamiento
social alrededor de conceptualizaciones surgidas con la modernidad en torno al
paradigma de la productividad y que terminan por manifestarse en el
funcionamiento de la esfera pública. Hoy, el sentido de la política a la luz de
este paradigma no es el de la libertad sino el de la necesidad y, por ello, el
quehacer político se ubica en el ámbito del consumo en una renovada práctica y
lectura de lo económico. La premisa de la cual se parte históricamente es que
los consumidores entran en la esfera del mercado persiguiendo intereses
privados y los ciudadanos por el contrario entran en la esfera de la política
persiguiendo intereses comunes.
Por tanto ser ciudadanos y ser consumidores serían dos cosas enteramente
distintas. Hannah Arendt rescata la experiencia de la democracia clásica griega
para hacernos ver, las inmensas diferencias que existían en su inicio entre la
esfera del mercado y la esfera de la política. Para Arendt estas dos
actividades son radicalmente distintas.