
Casa Penal de Turi, 13 de enero de 1930.
Queridísima Tania:
Te doy las gracias por las noticias de mi familia que me has hecho llegar. En cuanto a mi estado de ánimo pienso que tú no lo has comprendido bien. Pero te diré que para cualquiera es difícil comprender estas cosas, debido a que son demasiados los elementos que contribuyen a formarlas y resulta casi imposible imaginar muchos de ellos.
La canción Bandiera Rossa de Carlo Tuzzi (1880), era muy popular en la Italia de Gramsci:
Me pareció que en muchas de sus cartas expresa con el lenguaje de su tiempo, vale decir un tanto romántico y sentimental, estados de ánimo similares a los que yo atravieso con frecuencia. Por ejemplo, en una carta dirigida a su padre y fechada el 17 de julio de 1857 escribe:
"Hace ya dos meses que no tengo noticias de vosotros, cuatro o acaso más meses que no las recibo de mis hermanas y desde hace algún tiempo., de Bertrando" (su hermano). "¿Creen acaso que en un hombre como yo, que me precio de tener un corazón afectuoso y jovialísimo, esta privación no tenga que tornárseme sumamente dolorosa? No pienso que ahora me quieran menos quienes siempre fueron de mi familia, pero la desventura suele tener dos consecuencias: a menudo hace que se extingan los afectos hacia los desventurados, y con no menos frecuencia extingue en los desdichados todos los afectos hacia los demás. No temo en vosotros el primero de estos dos fenómenos si bien en mí, temo el segundo. Por lo tanto, aislado como lo estoy aquí de toda relación humana y amorosa, el gran tedio, la prolongada prisión, el temor a ser olvidado por todos, me amargan insensibilizan lentamente el corazón."
Como decía, aparte del lenguaje correspondiente al clima
sentimental de la época, el estado de ánimo es descrito con trazos de mucho
relieve. Y, lo que me conforta, el tal Spaventa no era por cierto un carácter
débil, un llorón como tantos otros. Fue uno de los pocos -una sesentona- que de
entre más de seiscientos condenados del año 1848 jamás quiso elevar demanda de
gracia al Rey de Nápoles, ni se dio a la devoción y, según escribe a menudo, se
convenció cada vez más de que la filosofía de Hegel era el único sistema y la
única concepción del mundo racional y digna del pensamiento de entonces.
¿Comprendes pues cuál será la consecuencia práctica de esta concordancia
hallada entre mis estados de ánimo y los de un preso político del año 1848? Que
ahora las mismas se me antojarán ser un poco cómicas y burdamente anacrónicas.
Han pasado tres generaciones y nada se ha logrado en terreno alguno. Lo que era
posible para los abuelos, no es posible para los nietos -no me refiero a
nuestros abuelos, debido a que mi abuelo (nunca te lo he querido decir) fue
coronel de la gendarmería borbónica y probablemente haya sido uno de los que
arrastraron a Spaventa, antiborbón y sostenedor de Carlos Alberto-
objetivamente se entiende, pues subjetivamente, vale decir individuo por
individuo, las cosas pueden cambiar.
Esta carta debía ser para mi madre. Te ruego quieras
escribirle tú, para que no se alarme al no recibir noticias mías.
Querida, te abrazo.
Antonio
Publicado en Antonio Gramsci, Cartas desde la cárcel, Buenos Aires, Nueva Visión, 2005. Traducción de Gabriela Moner.