
El órgano del CC del Partido Comunista de China, el
periódico “Diario del Pueblo” publicó un artículo de vital importancia bajo el
título: “China y Rusia deben conformar una Alianza euroasiática”.
¿Nueva revolución
cultural?
La aparición de este artículo en el “Diario del Pueblo”
(Zhenmin zhibao), debe ser entendida como un documento llamado a ser una
directiva. Al analizar el artículo sobre la Alianza euroasiática desde ese
punto de vista, los analistas occidentales llegan a la conclusión de que en
China está comenzando una nueva “revolución cultural” pero de signo contrario:
si en tiempos de Mao Zedong su filo iba dirigido a erradicar todo lo que
guardara relación con la URSS, la variante actual está orientada a “domesticar
las ambiciones estratégicas de los EE.UU en la creación de su imperio”.
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Texto del artículo en lengua rusa:
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El
autor del artículo subraya: la tarea de los americanos consiste en la conquista
del mundo, en la que “Euroasia” se convierte en el “principal campo de acción”.
Rusia y China son vistas por Washington como el “objetivo estratégico último”.
El periódico considera en este sentido que China necesita “revisar su política
de país no alineado de los tiempos de la “guerra fría”, modificar sus métodos
de resolución de los temas internacionales, que descansan únicamente en los
intereses económicos y los fines pacíficos”.
Ya regresaremos a la mencionada publicación del “Diario del
Pueblo”. Pero realicemos previamente una excursión al pasado. La referencia al
hecho de que no conviene entender “los intereses económicos y los fines
pacíficos” como único método posible en le resolución de las cuestiones
internacionales, en opinión de los analistas significa que la cuestión de la
guerra y la paz, se convierte en la más actual. Y como se desprende del sentido
y ánimo del artículo, la RPCh aspira a resolver esta cuestión en alianza con
Rusia.
Los aspectos de la alianza político-militar siempre han
estado en el centro de atención de nuestros dos países. Los sociólogos
occidentales fijan su atención en ciertas coincidencias cronológicas: el 29 de
agosto de 1949 tuvo lugar la primera prueba nuclear soviética, mientras que ese
mismo 1 de septiembre se proclamaba la República Popular China. El 7 de octubre
de ese mismo año en el mapa político del mundo aparecía la República
Democrática Alemana. Esa cercanía de fechas tan importantes significa, en
opinión de ciertos analistas, que Stalin, al obtener el arma atómica, anunció a
todo el mundo la capacidad y disposición de la URSS para defender a sus aliados
en un enorme territorio, desde Pekín hasta Berlín. Así fue como el factor
militar adquirió una importancia política global.
El 15 de octubre de 1957 se firmaría el acuerdo
chino-soviético, en virtud del cual la Unión Soviética se comprometía a prestar
apoyo a China en la fabricación del arma nuclear, incluyendo la entrega a la
RPCh de modelos de bomba atómica y toda la documentación técnica para su
fabricación. Resultaba obvio que en una futura guerra, los soldados soviéticos
y chinos iban a combatir hombro con hombro. El “Diario del Pueblo” reaccionó
ante este acontecimiento con alborozo.
Ahora el órgano del CC del PCCh desarrolla esa misma idea:
“Por separado China y Rusia están en gran desventaja ante los EE.UU. pero
juntos “poseen un gran potencial”. Tiene un gran territorio, una gran
población, grandes ejércitos, equipados con armamento nuclear. De modo que los
EE.UU. ni siquiera con la ayuda de la OTAN, podrían rodear de un modo eficaz a
una Rusia y China que actuasen al unísono, y mucho menos aislarlas. Lejos de
eso, una alianza tan firme, inevitablemente atraería a nuevos socios, como por
ejemplo Irán y Paquistán (las agencias de noticias informan del pronto regreso
al país del general Pervez Musharraf, expresidente de Paquistán de orientación
pro china, al que los norteamericanos obligaron a dimitir). Actuando
conjuntamente, subraya el “Diario del Pueblo”, se podrá contener la presión de
los EE.UU. sobre los países débiles.
Y sin embargo no conviene perder de vista la experiencia
histórica: más de medio siglo han necesitado los dos países para volver a someter
a estudio los enfoques conjuntos de defensa. Hubo en este camino
contradicciones, confrontaciones y más de un zigzag.
Sería ingenuo pensar que durante todo este tiempo nuestro
probable enemigo común iba a estar de brazos cruzados. El 24 de diciembre de
1993 el “Diario del Pueblo” publicó un fragmente de la intervención en rueda de
prensa de John Foster Dulles del 15 de mayo de 1956: “hay indicios de que hay
fuerzas en la Unión Soviética, que aspiran a un mayor liberalismo; si esas
fuerzas resisten, podrán provocar cambios radicales en la Unión Soviética”.
Los liberales deben resistir…los norteamericanos no cejaron
en su empeño hasta que consiguieron su objetivo.
Trompetas de guerra
En 1957 para las celebraciones por el cuarenta aniversario
de la Gran Revolución Socialista de Octubre, que coincidieron con la primera
Conferencia Internacional de Partidos comunistas y obreros, llegó a Moscú una
representativa delegación del CC del PCCh, encabezada por Mao Zedong. En
aquella ocasión habló abiertamente (delante del auditorio): “¿Podemos
presuponer cuál sería el coste de vidas humanas que podría provocar una futura
guerra? Posiblemente sería una tercera parte de los 2700 millones de habitantes
de todo el mundo, es decir no más de 900 millones de personas… puede que aún
sean pocas si realmente se lanzasen bombas atómicas. Si la mitad de la
humanidad fuese totalmente aniquilada, aún quedaría la otra mitad. Por el
contrario el imperialismo sería completamente liquidado y en todo el mundo solo
habría socialismo, y en medio siglo o en un siglo entero la población humana
crecería más que esa mitad”.
Menos de dos años después tuvo lugar la famosa conversación
que menciona A. Gromyko (la cita es larga, pero el tema lo vale). Se refiere al
vuelo de cuatro ministros de exteriores ─de la URSS, Gran Bretaña, EE.UU y
Francia─, que interrumpieron sus negociaciones en Ginebra para asistir al
entierro de John Dulles en los EE.UU.
-Íbamos volando desde Ginebra todos juntos. Durante una
escala, unos asientos por delante mío se sentó el nuevo secretario de Estado de
los EE.UU. Christian Herter, ─recuerda Gromyko─. Cuando cruzábamos la mitad del
océano Atlántico, se me acercó el ministro de Defensa estadounidense, Neil
McElroy.
-Me puedo sentar a su lado señor Gromyko, hay algo de lo que
quisiera hablarle.
-Por supuesto, le escucho.
Lógicamente comprendía perfectamente que la conversación que
pudiese darme un ministro de Defensa no iba a ser intrascendente. Difícilmente
iba a salir de él la iniciativa de pedir una entrevista con el ministro de
Exteriores de la Unión Soviética, siendo que en el mismo avión se encontraba el
Secretario de Estado de los EE.UU.
Mi interlocutor comenzó la conversación hablando del
“peligro amarillo”, como él se expresó, para referirse a China. Desarrolló su
tesis de un modo enérgico, intentando convencerme en la justeza de sus
pensamientos y conclusiones.
-El “peligro amarillo”, ─aseguraba McElroy─, es ahora tan
grande que no lo podemos ignorar así sin más. No solo tenemos que contar con
él, tenemos que combatirlo.
¿Adónde quiere ir a parar?, pensé yo. No dije nada en voz
alta y seguí escuchando a mi interlocutor, mientras éste seguía:
-Deberíamos unirnos contra China.
Se detuvo para comprobar que efecto habían producido en mí
sus palabras.
En aquellos años las relaciones entre la URSS y la RPCh eran
complicadas. En la práctica estaban en muchos aspectos paralizadas. En el país
estaba en pleno apogeo la denominada “revolución cultural”: Los “guardias
rojos” campaban a sus anchas por las calles, y la embajada soviética estaba
prácticamente bajo asedio.
Tras oír a McElroy, le dije:
-La tarea más importante que tenemos, o mejor dicho que
tienen ante sí los EE.UU. y la URSS, es encontrar una solución para los graves
problemas de Europa y conseguir mejorar las relaciones
soviético-norteamericanas.
- Y sin embargo ─prosiguió McElroy─, el problema seguirá
estando ahí y es un gran problema. Tanto ustedes como nosotros necesitan pensar
en ese sentido.
En eso acabó la conversación sobre el tema.
En Moscú informé a Jruschov sobre esa “obertura” de McElroy.
Él dijo que la respuesta que le había dado era correcta y que no valía la pena
volver a sacar el tema (fin de la cita de las memorias de Gromyko).
Es posible que a Gromyko no se le encomendase volver a
hablar con McElroy. Aunque también es posible que con los norteamericanos
hubiese conversaciones al margen de los canales del Ministerio de Exteriores.
No en vano, cuando destituyeron a Jruschov en el pleno del CC del PCUS se
decía: se ha hecho con su propio ministro de Exteriores. El acercamiento entre
Moscú y Washington se estaba intensificando en distintos ámbitos, algo que sin
duda no pasaba desapercibido para Pekín. Mao Zedong, al quedar sin recibir la
respuesta deseada en su pasaje tan belicoso en Moscú, sospechaba lo peor: ¿Qué
pasaría si de verdad los EE.UU. y la URSS se aliasen contra China? Una
confirmación indirecta de tal posibilidad fue la reducción del flujo comercial
entre los dos países, lo que complicaba gravemente la situación económica de la
RPCh.
Fue entonces cuando se desató el proceso de desarraigo de
todo lo relacionado con la URSS. Aquello supuso un duro golpe para el PCCh,
para todo el país. Cientos de fábricas habían sido construidas con el esfuerzo
conjunto de los obreros chinos y los especialista soviéticos, miles de
ciudadanos chinos estudiaban en la URSS; y no eran profesiones lo único que
estudiaban, también estudiaban comunismo. ¿Cómo renunciar a las tan estrechas
relaciones que existían entre los militares soviéticos y chinos, reforzadas por
la sangre derramada conjuntamente? No era fácil. Sin embargo la “revolución
cultural” continuaba.
En Pekín siguieron en sus trece tras la muerte de Mao. En
octubre de 1979 en el periódico “Juntsi”, apareció publicado un artículo del
antiguo ministro de Defensa, Syui Syantsyan, en el que se afirmaba: “La guerra
mundial comenzará pronto, será a gran escala y posiblemente nuclear”.
En diciembre de 1993 en la editorial del “Diario del Pueblo”,
“Dos grades obras en la vida de Mao Zedong”, escrita para el centenario de su
nacimiento, podía leerse: “algunos camaradas no aprobaron la desviación del
bloque soviético. Pero ahora, tras los sorprendentes cambios habidos en Europa
del Este y en la propia URSS en 1989 y 1991, ya no hay nadie que pueda dudar
del acierto del curso elegido entonces por Mao Zedong”.
Detalles de la
alianza
Lógicamente, ese giro global político y militar propuesto hoy,
es difícil imaginárselo con detalle. Pero algo ya se deja entrever en el
artículo del “Diario del Pueblo”. Por ejemplo en la afirmación: “conjuntamente con la ofensiva marítima,
China necesita paulatinamente conquistar las zonas occidentales de Eurasia”,
los expertos consideran que se refieren a Oriente Próximo. En este sentido
resultan sorprendentes las informaciones periodísticas sobre grupos de la
inteligencia radiotécnica de Rusia y China, que estarían desplegados en los
Emiratos Árabes para espiar las acciones bélicas de los EE.UU. y sus aliados
contra Irán. Las publicaciones sobre el vertiginoso crecimiento del número de
submarinos rusos (la flota submarina soviética era la mayor del mundo), ya no
son rumores, sino declaraciones de altos cargos de Moscú. ¿Cómo no recordar
aquí el pasaje de ese artículo que estamos analizando del “Diario del Pueblo”,
sobre que China necesita paulatinamente conquistar las zonas occidentales de
Euroasia? Ataque por mar es un término muy concreto, aplicable a la acción de
la alianza ruso-china.
El lector seguramente estará de acuerdo en que todas estas
suposiciones asustan bastante. Pero los analistas advierten que ese probable
adversario no ha dejado ni a Rusia ni a China posibilidad de más soluciones
alternativas. La RPCh está rodeada de tropas norteamericanas. El último ejemplo
de la reafirmación de esa red se
demuestra con base gigantesca en Australia.
En territorio chino, los conflictos en el Tíbet y en
Sinkiang, se alientan constantemente desde el exterior. Los norteamericanos
conspiran contra China en Afganistán, Paquistán, Myanmar, en las antiguas
repúblicas soviéticas del Asia Central.
A lo largo de las fronteras occidentales de Rusia se
pretende desplegar un poderosísimo sistema DAM, que sin duda debilitará el
potencial estratégico ruso para un "golpe de respuesta”. Los EE.UU. están
construyendo una base gigantesca en Kosovo (desde la que controlar todo el sur
de Rusia) mientras llenan Georgia de armas. Barack Obama declaró hace unos días
que comparte el “deseo de Georgia” de convertirse en miembro de la OTAN.
Ya sabemos de qué modo los Estados Unidos y sus aliados,
hicieron “avanzar la democracia” en Serbia, Afganistán, Irak y Libia. Cuando
las imágenes del salvaje linchamiento del líder libio daban la vuelta al mundo,
un conocido senador norteamericano exclamaba con satisfacción: “hoy los líderes
autoritarios de muchos países no van a dormir tranquilos”. Y los enumeró.
No sé cómo dormirán, pero lo que es seguro es que ningún
dirigente de ningún país quiere para su patria, para su familia y para sí, el
destino del líder libio.
Significa que al acabar con Milosevic, ahorcar a Saddam
Husein y convertir a Gadafi en un amasijo sanguinolento de carne, los
norteamericanos han empujado al mundo a una nueva carrera armamentística, a la
creación de las más inesperadas alianzas entre los más distintos países,
dispuestos a garantizar su seguridad a cualquier precio.
P.S. La visita a Moscú del futuro primer ministro de la
RPCh, el camarada Li Keqiang, prevista para primeros de febrero, ha sido
anulada. El futuro Sec. Gral. del CC del PCCh y Presidente de la RPCh, el
camarada Xi Jinping, visitará los EE.UU. y se entrevistará con el presidente B.
Obama. Así funciona el rompecabezas chino.
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Traducido del ruso por Josafat S. Comín
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