
El autor explica cómo la presión del FMI, el Banco Central y
la Comisión Europea han suspendido el sistema democrático en Grecia
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Video: Mikis Theodorakis & María Frantouri |
De la misma
manera, vemos cómo la democracia y la garantía de derechos sociales se diluyen,
en la justa medida en que la presión internacional exige al Gobierno griego que
priorice el pago de las deudas al pago social que todo Estado tiene la
obligación constitucional de atender. Pero ¿qué es lo que debe Grecia? ¿A quién
se lo debe? ¿Por qué se debe? Y lo más importante: ¿qué se debe hacer ante este
chantaje?
La deuda pública de Grecia a finales del 2011 se estima que
habría llegado a los 355.000 millones de euros, cifra que ya supone el
165% de su PIB. Casi un 75% del total (unos 260.000 millones) son bonos que se
negocian –con cuantiosos márgenes de beneficios– en los mercados secundarios de
valores, y que están en manos de agentes privados (fondos, aseguradoras y
bancos poseen casi el 70% de los mismos), del BCE (que ostenta otro 20%) y de
la seguridad social griega (10% restante).
Por otro lado, poco más del 25% de lo reclamado (95.000
millones) son créditos que le han otorgado –con jugosos intereses– países
socios de la misma UE (53.000 millones), con Alemania y Francia a la
cabeza; otros países de la comunidad internacional (22.000 millones), y el
propio FMI (20.000 millones), a raíz del primer paquete de rescate –ya
fallido–, aprobado apenas hace dos años, en mayo de 2010. Siendo así, lo
primero que cabe denunciar es el papel que juega la Troika en las
negociaciones, ya que a pesar de que se presenta como un negociador neutro para
salvar a Grecia de la tragedia del impago, en realidad lo que pretende es
asegurarse el pago de las deudas que reclaman para ellos y para el capital
privado al que representan.
Alguien dirá que la deuda debe pagarse. En todo caso eso
dependerá de cómo y quién la originó y para qué beneficio. En el caso griego,
el pueblo está denunciando que la deuda se cuadriplicó con la dictadura de los
Coroneles, que luego aumentó vertiginosamente a raíz de los Juegos Olímpicos de
2004, con proyectos megalómanos en los que empresas alemanas como Siemens
sacaron cuantiosos beneficios sobornando a políticos; o con la compra
sistemática de armamento a Francia, Alemania y EE UU, que hacen que Grecia sea
el primer país de la UE en gasto militar en relación a su PIB. En este sentido,
es significativo comprobar cómo mientras se recortan pensiones, sueldos y prestaciones
sociales, la Troika no exige recortes en el gasto militar.
Por todo ello, la sociedad griega está reclamando la
suspensión unilateral de pagos, acompañada de una auditoría de la deuda que
permita conocer su origen, repudiar toda la deuda ilegítima y encausar a los
responsables, tanto nacionales como extranjeros, que han llevado al país a la
bancarrota. Tal y como están las cosas, ésta parece la única salida razonable y
realmente democrática; es decir, la única que permitirá al pueblo griego recuperar
el poder de su soberanía económica, social y política.
Ahora que un segundo rescate está encima de la mesa se
defiende que es necesario ajustar todavía más la economía y profundizar las
reformas estructurales para garantizar, dicen, la salud económica de Grecia
(que no de su población, claro está). Ello, para poder alcanzar un nivel
‘sostenible’ de deuda del 120% del PIB en el 2020. Si esta cifra es sostenible,
¿por qué no lo fue a finales de 2009, justo antes del primer rescate, cuando la
deuda ‘tan sólo’ era del 125%? ¿Todo ese costoso recorrido, en términos
sociales, para llegar al mismo lugar de partida? ¿No será que lo interesante
para los acreedores no sea tanto el cobro de la deuda, que también, sino lo que su
pago conlleva en su propio beneficio: ajustar las condiciones para que la clase
trabajadora esté todavía más indefensa? No en balde hay quien afirma que Grecia
es el nuevo laboratorio de pruebas del neoliberalismo, como lo fue en su
momento América del Sur en los años ‘70.
En Grecia se está jugando más de lo que nos creemos. Lo que
está en juego es la correlación de fuerzas entre el pueblo y la clase dominante mundial,
que está aprovechando la crisis, que ella misma ha provocado, para hacernos
perder los derechos conseguidos durante decenios. Ante ello, ¿nos quedaremos
impasibles?
Daniel
Gómez-Olivé i Casas es investigador del Observatorio de la Deuda en la
Globalización
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http://www.diagonalperiodico.net/En-Grecia-nos-jugamos-el-futuro.html |