Vicente Palermo (Org.). Política
brasileña contemporánea. De Collor a Lula en años de transformación. Buenos
Aires: Instituto Torcuato Di Tella, Siglo XXI, 2004.
La compilación Política brasileña contemporánea nos
sumerge en la década de los 90 y en las cuestiones políticas, económicas y
culturales que le dieron forma, con una amplitud de temas sin restar
profundidad. Nos da pistas cruciales para entender la política y la sociedad,
poniendo el foco en los partidos políticos, en las políticas públicas
(especialmente en el gasto social y la reforma fiscal), en las instituciones y
el proceso democratizador, en el poder judicial, en el sindicalismo y el
empresariado, en los planes económicos, en la política exterior y en los medios
de comunicación.
Por razones de espacio sólo nombraremos muy brevemente
algunos artículos y daremos más detalles sobre otros. En la introducción, de
Mayo del 2003, Palermo escribe sobre el actual partido de gobierno (PT) y su
trayectoria desde la oposición hasta el triunfo electoral, analizando la
relación entre las reformas producidas por el presidente Cardoso (FHC) y la
llegada a la presidencia de Lula, y adentrándose un poco en los primeros pasos
del gobierno petista. Según dicho autor, el triunfo del PT tiene que ver más
con los éxitos que con los fracasos del gobierno de FHC. El segundo artículo de
Palermo analiza la gestión política de la economía, centrándose en la
formulación e implementación del Plan Real. Además de revelar las estrategias
de estabilización y de reformas estructurales, nos muestra una morfología
político institucional brasileña que puede ser bastante útil para estudiantes
extranjeros que se quieran introducir en la política verde amarilla. Finalmente
no se priva de embatir contra el economicismo y los simplismos de culpabilizar
de malas gestiones a malos asesoramientos técnicos.
Goncalves Couto y Bastos Arantes se adentran en los
problemas constitucionales, y en las reformas y enmiendas constitucionales bajo
el gobierno de Cardoso, pronosticando que “estaremos condenados a una
permanente dinámica constituyente, incapaz de ponerle punto final al proceso
iniciado en 1988” (pág. 98).
Por su parte, en su texto, Sallum (Jr.) describe la
metamorfosis del Estado brasileño de fines de siglo, ahondando en la crisis del
Estado, el desarrollismo y la nueva hegemonía liberal. Su análisis se centra en
la democratización política y la liberalización económica, y sostiene
tajantemente que la victoria del PT “no lleva a que se produzca ninguna ruptura
en la hegemonía liberal establecida años atrás” (pág. 314). A su vez no muestra
muchas esperanzas en la recuperación del crecimiento acelerado y en la
consolidación del Mercosur. El artículo de Celina Souza tiene la destacable
virtud de discutir ampliamente el federalismo, el cual se suele olvidar en los
análisis a pesar de su fuerte peso en Brasil. Dicha autora, tras analizar la
evolución y distribución del gasto social, afirma que el federalismo, con sus
muchos centros de poder, es un sistema complejo de dependencia política y
financiera que desemboca en grandes desigualdades y disparidades regionales, y
adentro mismo de una región. Tanta fragmentación produce tensiones entre las
necesidades del Estado nacional y las de los Estados (provincias).
El artículo de Di Tella se encarga de los cambios en el
ámbito sindical y de los vínculos de estos con las transformaciones de las
identidades políticas. El artículo de Lattman-Weltman comienza describiendo la
mediatización de la sociedad brasileña, y explorando los riesgos y beneficios
que implica para la democratización, la representación, la participación y el
control ciudadano. Nos relata cómo fue cambiando la participación de los
distintos medios de comunicación en la ´torta’ publicitaria, cómo cada vez el
consumo de los medios fue alcanzando a más porcentaje de la población y cómo
los políticos fueron acostumbrándose y utilizándolos. Así mismo habla de las
inversiones en telecomunicaciones, la tendencia a la concentración en pocas
manos y los proyectos de ley al respecto que se han ido barajando sin suerte en
el Parlamento. Dicho artículo revela la importancia del tema de los medios
debido, no sólo al control de la agenda política, sino sobre todo al poder de
intervención sobre expectativas y legitimaciones de la gente que tienen. Da
cuenta también de la relación de los medios con los tres poderes (judicial,
legislativo y ejecutivo), mostrando cómo la relación con el poder judicial es
la más conflictiva, entre otras cosas por la poca visibilidad y transparencia
del mismo. El autor se pregunta si los medios cumplen con la diversidad que
haría falta en una democracia, y se refiere al problema del ‘denuncismo’
(facilidad para denunciar a funcionarios públicamente, vía medios, aunque sea
con poco fundamento) constante y al de la vigilancia constante (como el
panóptico de Bentham). Termina aseverando que contra los riesgos de la
exclusión y la uniformización mediática sólo se puede bregar por mayor
diversidad, competencia regulada, y más y mayor participación de los
ciudadanos.
El artículo de Saravia y Tedesco trata de cómo los cambios
del contexto internacional afectaron de forma diferente a Argentina y a Brasil.
Las políticas exteriores, que habían alcanzado un significativo grado de
coincidencia en la década anterior, hicieron más evidente ciertas diferencias y
pasaron a ser vistas como un instrumento para rediseñar al Estado. Según las
autoras, el fin de la política exterior del Estado argentino fue atraer
capitales extranjeros, y el objetivo principal de la misma fue que los demás
países vieran a Argentina como un lugar confiable, predecible, con ‘seguridad
jurídica’. Con respecto a las relaciones con Estados Unidos, como se evidenció
con las declaraciones del canciller menemista Di Tella (dijo que había
‘relaciones carnales’), Argentina reconoció a EE.UU como líder regional e
internacional. Lo dicho fue parte del realismo y el pragmatismo que primaron en
la política exterior argentina. Brasil por su parte no tuvo nada parecido a una
alineación automática con EE.UU y puso más énfasis en el Mercosur que en ALCA.
La integración entre ambos países, primordialmente el Mercosur, fue
obstaculizada por las diferentes políticas de tipo de cambio y el ritmo del
proceso quedó subordinado a las crisis económicas y los planes para
resolverlas. La principal diferencia, para Tedesco y Saravia, fue que los
cambios argentinos fueron bruscos y profundos, mientras que Brasil tuvo más
avances y retrocesos, y un proceso más gradual. Otra diferencia importante es
que Argentina tiró por la borda la percepción que le reservaba un lugar de
privilegio en el concierto de las naciones, mientras que Brasil conservó su
lugar en términos políticos y estratégicos. Sobre la relación entre Argentina y
Brasil lo más destacable es el nacimiento de la cooperación entre dos países
que, no hace tantos años, eran más parecidos a rivales que a otra cosa.
El artículo de Panizza concluye sosteniendo que Brasil se
convirtió tardíamente y de poca gana a la revolución neoliberal que arrasó
América Latina. El paso lento en las reformas económicas de mercado se debe
para él a tres factores: 1. el legado (político, institucional e ideológico)
del Estado desarrollista, 2. la desconcentración de poder existente; la
fragmentación partidaria y regional del país, y 3. el personalismo, el
patronazgo y el ‘fisiologismo’ (cambio de recursos estatales por respaldo
político).
Bastos Arantes y Kerche en su artículo comienzan
explicitando que el ejercicio satisfactorio de los derechos políticos sólo es
posible mediante la plena vigencia de los derechos civiles de libertad y
autonomía personal, y declaman acertadamente la escasez de estudios dedicados a
integrar las instituciones judiciales al análisis político. Sostienen que el
diseño gubernamental no favorece la gobernabilidad, y tienen como hipótesis que
las instancias judiciales brasileñas han contribuido para la liberalización del
Estado, al reducir oportunidades para un ejercicio despótico del poder
político. Los autores sostienen que el sistema de control constitucional es uno
de los instrumentos más eficaces frente a las decisiones políticas mayoritarias
y que así se refuerza el consociativismo del sistema político brasileño. En
otro apartado nos relatan los dos modelos básicos (el difuso norteamericano y
el concentrado europeo) de control constitucional e inscriben a Brasil como un
híbrido. Pero el lado negativo del asunto es que se garantiza el derecho de las
minorías con costos para la gobernabilidad (por la dispersión de poder y las
posibilidades de enredos en los procesos decisorios). Terminan atacando la
excesiva descentralización de los mecanismos de control constitucional, y
proponiendo concentrar el poder en una Corte Constitucional o Tribunal
Superior.
Diniz en su trabajo compara las políticas de los 80 con la
de los 90, dando cuenta que en la primera década la prioridad en la agenda era
la reforma política y la democratización, mientras que en los noventa fue la
economía y las reformas de mercado (privatización, apertura, ajuste, etc). Con
la llegada de FHC al poder, en 1994, el neoliberalismo se implanta en Brasil y
rompe con el antiguo modelo y sus fundamentos. Dicha autora señala que
anteriormente los grupos empresarios actuaban centralmente sobre el Poder
Ejecutivo, mientras que desde los 90 el Poder Legislativo se volvió un foro de
negociación privilegiada de los empresarios y hubo una reactivación de loslobbies y
las presiones empresarias. Dentro de las corporaciones empresarias destaca a la
COAL y a la Acción Empresarial (movimiento integrado por más de 50 entidades
empresariales para acompañar e influir en la aprobación de leyes). Si bien en
los años 90 se produjo una desnacionalización de la economía y el mando del
nuevo orden económico pasó a estar en las grandes multinacionales, es
discutible la afirmación de Diniz de que pierde vigor, por los cambios
producidos, la diferencia centro-periferia, y empresa nacional-idem extranjera.
Finaliza aseverando que los cambios de los 90 fueron un punto de inflexión pero
los problemas históricos de exclusión siguen vivos y coleando.
El artículo de Loureiro y Abrucio enumera los obstáculos que
cree que se deben enfrentar para alcanzar una política fiscal sustentable y nos
advierte los riesgos de caer en el imperio de los burócratas y técnicos
aislados, irresponsables y no controlados. Los autores se detienen bastante en
la Ley de Responsabilidad Fiscal (aprobada en Mayo del 2000), que agregó
mecanismos de control y de transparencia en las finanzas públicas, que tienen
como uno de sus obstáculos al clientelismo. Consideran que “si la democracia no
es una condición suficiente para el éxito económico, es por lo menos una
condición necesaria” (pág. 581) y que Brasil adoptó durante cuatro años
(1994-98) “una política cambiaria equivocada e impermeable a las críticas, que
por ello no pudo ser perfeccionada a lo largo del camino” (pág. 605). Una de
las pocas críticas que se les podría hacer es cierto exceso de anglicismos y
tecnicismos, que hacen difícil la lectura para legos. Los autores no dejan de
ver que para obtener la gobernabilidad ciertos procesos de gestión
macroeconómica acaban debilitando los mecanismos de responsabilización de los
gobernantes. Defienden el incrementalismo y el gradualismo, y dicen que es más
compatible con las democracias de tipo consensual, como el sistema
presidencialista de coalición que existe en Brasil, consociativismo (Lipjhart,
1999) con fragmentación intrínseca. Sostienen que es posible y deseable
compatibilizar un poder ejecutivo fuerte con formas más negociadas y
compartidas de formulación de políticas públicas, y aseguran que cuanto más
consensual fue el proceso de formulación de políticas más efectivas fueron
éstas. El libro se cierra con una bibliografía sobre política e instituciones
brasileñas bastante exhaustiva.
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http://www.artnet.com.br/gramsci/arquiv348.htm |