
En un magnífico discurso ante el pleno dijo:
«En la Internacional sólo tenemos un partido que haya conseguido la victoria revolucionaria: el partido bolchevique. Ellos dicen que, por lo tanto, debemos tomar el camino que llevó al partido ruso al éxito. Esto es completamente cierto, pero sigue siendo insuficiente. El hecho es que el partido ruso luchó bajo condiciones especiales en un país en que la revolución burguesa liberal aún no se había llevado a cabo y la aristocracia feudal todavía no había sido derrotada por la burguesía capitalista. Entre la caída de la autocracia feudal y la toma del poder por la clase obrera hay un período demasiado corto para que pueda compararse con el desarrollo que el proletariado tendrá que llevar a cabo en otros países. Porque no hubo tiempo para construir un aparato de estado burgués sobre las ruinas del aparato feudal zarista. El desarrollo ruso no nos proporciona una experiencia de cómo el proletariado puede derrocar un estado capitalista liberal-parlamentario que ha existido durante muchos años y posee la capacidad para autodefenderse. Sin embargo, nosotros debemos saber cómo atacar un estado democrático-burgués moderno que, por un lado, tiene sus propios medios para movilizar y corromper ideológicamente al proletariado, y, por el otro, puede defenderse a sí mismo en el terreno de la lucha armada con mayor eficacia que la autocracia zarista. Este problema nunca surgió en la historia del partido comunista ruso».
Aquí aparece claramente y sin ambigüedad la verdadera
oposición entre Rusia y Occidente: autocracia feudal contra democracia
burguesa. La precisión de la formulación de Bordiga le permitió captar el doble
carácter esencial del estado capitalista: era más fuerte que el estado zarista,
porque descansaba no sólo en el consenso de las masas, sino también en un
aparato represivo superior. En otras palabras, no es la simple «extensión» del
estado lo que define su localización en la estructura de poder (lo que Gramsci
llamó «estadolatría»), sino también su eficacia. El aparato represivo de
cualquier estado capitalista moderno es superior al del zarismo por dos
razones. En primer lugar, porque las formaciones sociales de Occidente están
mucho más avanzadas industrialmente, y esta tecnología se refleja en el mismo
aparato de violencia. En segundo lugar, porque las masas consienten típicamente
este estado con la creencia de que ellas lo gobiernan. Posee, por lo tanto, una
legitimidad popular de carácter mucho más fiable para el ejercicio de la
represión que el que tenia el zarismo en su decadencia, reflejado en la mayor
lealtad y disciplina de sus tropas y policía, servidores, jurídicamente, no de
un autócrata irresponsable sino de una asamblea elegida. Las claves para el
poder del estado capitalista en Occidente se basan en esta superioridad
conjunta.
Si bien esto que dice Bordiga estaba planteado en los
debates del Tercer y Cuarto Congresos de la Tercera Internacional y también en
los Escritos Militares de León Trotsky, lo cierto es que al momento del discurso
de Bordiga, la Tercera Internacional estaba en pleno proceso de degeneración
centrista-burocrática, liquidando la reflexión sobre los problemas estratégicos
en una especie de manual escolar, sometido a crítica por Trotsky acá. O sea,
que parece un poco exagerado atribuirle a Bordiga (como hace Anderson) una
reflexión que ya estaba planteada en similares términos desde antes, pero de
todos modos, hay que reconocerle el mérito al comunista italiano, por la
magnitud de los adversarios que enfrentaba y por la claridad con que planteó el
asunto, que hace al marco estratégico de la Tercera Internacional después de la
revolución rusa.
La constatación por la Tercera Internacional de que la
capacidad de resistencia de la burguesía no estaba agotada y de que era precisamente
la democracia burguesa bajo gestión socialdemócrata (Weimar) una de las formas
de reconfiguración del poder estatal después de la revolución rusa, se fue
dando al mismo tiempo que las derrotas (Alemania, Polonia, Italia) que
impusieron un cambio de orientación hacia la táctica del frente único a partir
de 1921.
En este sentido, las definiciones tajantes de los dos
primeros congresos respecto de la crisis del capitalismo, la crisis de la
democracia burguesa y la decadencia de la socialdemocracia, parecen tener un aspecto de "foto"
del momento del ascenso, que fueron relativizadas y parcialmente desmentidas
por la "película" de lo que
ocurrió después, principalmente en cuanto a la capacidad de recuperación de la
socialdemocracia. (desde ya que con el diario del lunes somos todos capos...)
Junto con esto, la debilidad de origen de los partidos
comunistas de occidente plantea otra cuestión importante ¿Hasta qué punto la
crisis del movimiento marxista y socialista no era más profunda de lo que parecía
y estaba en discordancia con los tiempos del ascenso? Un marxismo lineal y
evolucionista vulgar que se había cuasi liquidado a sí mismo durante la guerra
mundial, seguía vivo en muchos
adherentes de la Tercera Internacional en los primeros años. Incluso Trotsky
demostró en Lecciones de Octubre, que la posición socialdemócrata había tenido
expresión también en sectores de la dirección del bolchevismo entre marzo y
octubre de 1917.
En cierto modo, mientras la tarea "objetiva" de la
Tercera Internacional consistía en la lucha por el poder y la extensión del
sistema de los soviets, la tarea "subjetiva" pasaba por la
clarificación de las diferencias y delimitación de los reformistas y
centristas, evidenciando una contradicción entre los tiempos de recomposición
del marxismo revolucionario y los del proceso de la lucha de clases. En
criollo: no dieron los tiempos para formar los partidos (que fueron débiles) y
a la vez dirigir revoluciones victoriosas (que fueron derrotadas o no llegaron
a ser procesos de igual profundidad que el ruso). Y después, a partir de 1921
empezó la lucha contra los ultraizquierdistas. O sea que la Tercera
Internacional era una organización revolucionaria, que tuvo una lucha interna
permanente contra elementos centristas durante los cuatro primeros congresos
(daría para otro post la reflexión sobre las implicancias teóricas y políticas
de la falta de generalización de las lecciones de la revolución rusa, que
posteriormente realizaría Trotsky en su Teoría de la Revolución Permanente).
Desde cierto punto de vista, el viraje de 1921 impulsado por
Lenin y Trotsky fue de una importancia similar para los problemas estratégicos
de la revolución europea que el viraje de las Tesis de Abril para los de la
revolución rusa, pero con desigual fortuna.
Sobre lo demás que dice Anderson, acá planteamos algunos
elementos de reflexión sobre la temática Oriente/Occidente para suelo patrio.
Será posiblemente tema de otro post la diferencia específica
del régimen democrático-burgués que conocemos nosotros y aquel del que hablaba
Bordiga, de carácter centralmente parlamentario.