
Antonio Leal
Aspectos que destacan en la búsqueda de Gramsci, entre los
jóvenes de hoy, es seguramente que su elaboración se inscribe en una corriente
que coloca de relieve el factor de la subjetividad, de la espiritualidad, de la
ética, de la estética, estableciendo un nuevo nexo entre sujeto y objeto, entre
medio y fin, que permite descubrir en ellos profundas categorías que no fueron
parte de la tradición marxista clásica.
Muchos estudiosos han calificado a Gramsci, Bobbio entre
ellos, como el “teórico de la superestructura”. Esta calificación es útil, pero
reductiva, ya que Gramsci es el teórico del bloque histórico y siempre subraya
el significado de la interrelación entre ambas esferas. Es más, se siente
incómodo en esta definición, va mas allá y establece que el propio proceso
productivo es necesario enmarcarlo no sólo en la visión de la economía, sino
también en el de la filosofía de la praxis. Dicho esto, lo cierto es que
Gramsci reconceptualiza y reubica formulaciones filosóficas y políticas anteriores
para determinar un nuevo escenario cultural.
Desde el punto de vista metodológico, Gramsci supera una
forma de aproximarse a los problemas que fue típica de una parte de la
izquierda marxista: ver la realidad filtrada por un conjunto de pre-supuestos más
que como un proceso de descubrimiento de las novedades. Gramsci es un crítico
implacable de las tesis preconstituídas, de los “objetivismos” y de los
“determinismos” económicos que caracterizaron una parte importante de la
elaboración del marxismo clásico.
Él busca desentrañar el saber, el conocimiento, a partir de
los procesos y de las complejidades analíticas que detrás de ellos se
encierran. Además, busca establecer la supremacía de la razón para comprender
la conflictualidad, las contradicciones, los aspectos globales, la visión de
conjunto de los fenómenos y su proyección, la nacionalización de los procesos
que apunta a la creación de una voluntad colectiva como base de la hegemonía en
sus diversas fases. Ésto es, justamente, lo que permite pensar la “gran
política”, la cual constituye el verdadero objetivo filosófico de Gramsci.
Son notorias la novedad y la flexibilidad de los
instrumentos en las categorías gramscianas y la forma no definitiva con que
cada una de ellas son presentadas por Gramsci.
La primera, está constituida por la dialéctica entre
estructura y superestructura, por la importancia de las culturas nacionales,
por la fuerza de la subjetividad colectiva, por la acción política de las
masas. La segunda, está constituida por la supremacía de la política y por la
constitución de los subalternos como fuerza no sólo dominante, sino dirigente.
Nace la valoración de la irrupción de las masas en la historia que se
transforman en protagonistas de la construcción de lo nuevo. El tercer núcleo
es la constitución de una nueva visión, no catastrofista, de las crisis
endógenas del capitalismo y de sus eventuales salidas.
Otro aspecto que subyace -dentro de la originalidad del
pensamiento gramsciano- es su realismo historicista como una visión integral de
la vida y de la política ubicada en una consideración de los procesos
singulares, nacionales, en los cuales las clases subalternas construyen su
hegemonía. Ésto permite a Gramsci superar tanto la metafísica espiritualista,
derivada del idealismo de Hegel y de Croce, como la metafísica materialista que
construye un principio dialéctico apoyado sólo en los principios materiales.
Así, el realismo histórico de Gramsci -en los Cuadernos de
la Cárcel- se liga a Maquiavelo, a su consideración de la autonomía de la
política e introduce las argumentaciones del florentino en su filosofía de la
práctica inspirada en Marx, lo cual es una fuente inspirativa en la creación
del concepto de bloque histórico. Es la ética, a su vez, lo que permite a
Gramsci, en esta proficua relación teórica con Maquiavelo, no subsumirse solo
en la política como táctica en la configuración de su estrategia.
Es la polémica con el antipositivismo lo que impulsa a
Gramsci a concebir la realidad, sea natural que política, como continuamente
modificable por la cultura, por la voluntad, por la conciencia, por la acción,
lo cual permite colocar la subjetividad en el centro de la elaboración
gramsciana.
Por ello, la visión sobre la ideología deja de ser en
Gramsci un factor negativo o neutro y se transforma en un factor positivo. Es
el propio Gramsci quien señala “que un potencial error en la consideración del
valor de las ideologías se debe al hecho de que se da el nombre de ideología
tanto a la superestructura necesaria de una determinada estructura como a las
elucubraciones arbitrarias de determinados individuos. El sentido peyorativo de
la palabra se ha hecho extensivo, y ha modificado y desnaturalizado el análisis
teórico del concepto de ideología”.
Lo interesante es la originalidad de Gramsci y de su
elaboración, la forma como éste coloca caminando de pie el marxismo después de
su paso “ruso” y lo traslada a occidente, creando o reinterpretando un conjunto
de categorías políticas y filosóficas, un verdadero léxico gramsciano, que
engloba los conceptos de bloque histórico, sociedad civil, hegemonía, guerra de
posicionamiento, intelectuales orgánicos y tradicionales, fascismo, revolución
pasiva, catarsis, moderno príncipe y muchos otros términos con los cuales
Gramsci construye una verdadera ciencia política y una teoría del Estado, de la
superestructura, completamente nueva dentro del marxismo y más allá de él.
La supremacía de la Política como idea fuerza resume mejor
que ninguna el aporte del gran pensador sardo a la filosofía y a la política.
Cierto, Aristóteles y Maquiavelo, liberan la política y Gramsci repite en su
obra la expresión del filósofo griego del hombre como “animal político”. Para
Aristóteles, que visualizó y determinó antes que nadie la autonomía de la
política, la politicidad era natural–pasiva. Para Gramsci, más de dos milenios
después, el hombre es esencialmente político, porque en “la actividad para
transformar y dirigir conscientemente a los demás hombres realiza su
“humanidad”, su “naturaleza humana”. Este pensamiento de Gramsci lo dice todo
respecto del peso de la subjetividad humana, de la construcción de identidad y
de la realización personal ligada a las transformaciones sociales y políticas.
Antonio Leal es director del Magíster en Ciencia Política U.
Mayor
![]() |
http://www.elmostrador.cl/opinion/2012/01/22/la-nueva-fortuna-de-antonio-gramsci/ |