
Álvaro Cepeda Neri
En una estupidez impolítica, la señora Clinton llamó a los
delincuentes… ¡del narcotráfico!, una manifestación insurgente. Se ha
retractado. Empero, las neodelincuencias, como para comprar la
comprensión-complicidad de quienes saben de su ubicación, actúan un poco a la
Robin Hood, al Chucho El Roto… a Los bandidos de Río Frío, a la de tantos que
robaban a los ricos para dárselo a los pobres. Y como con los neopanistas
tenemos más de 50 millones de pobres, pues, los narcos a veces construyen
carreteras, obras de drenaje y servicio, para quedar bien y logran no ser
denunciados, pues la pobreza generada por el incumplimiento de las obligaciones
de los gobernantes, acepta sus limosna. Y guarda silencio. Por eso es que no
prosperan las millonarias recompensas caza-narcos. Esos delincuentes quisieran
ser bandidos, rebeldes y hasta revolucionarios.
Cuando los regímenes autocráticos-autoritarios reducen los
espacios en las economías al servicio de la delincuencia de cuello blanco, las
élites y un sector empresarial vinculado al mercado exterior y descuidando el
interno para que sus connacionales apenas puedan subsistir, es cuando irrumpen
los bandidos, los rebeldes y revolucionarios que el historiador Eric Hobsbawm
(1917-, viviendo en Londres), ha investigado en sus largos ensayos titulados:
Bandidos, rebeldes primitivos y revolucionarios; de Bandidos ha reescrito
nuevas ediciones. La primera edición de Bandidos (editorial Ariel) y la segunda
(editorial Crítica), no acreditan traductor. Rebeldes primitivos acusa como
traductor a Joaquín Romero Maura. Y Revolucionarios es una versión de Joaquín
Sampere.
Es un tríptico que ha de leerse como un libro, para obtener
el conocimiento del historiador indispensable que abordó “el tema del
bandolerismo social como creaciones de la agitación social”. Y el bandolerismo
rozándose con la mafia, los anarquistas, los fasci o fascios, el comunismo
primitivo. Para continuar con la conexión de los Bandidos, el bandidaje, en el
caldo de cultivo del Estado y Gobierno represor. En Bandidos, Hobsbawm comete
el error de una tradición miope, al incluir a Pancho Villa, cuando éste debería
estar en los ensayos Revolucionarios.
Rebeldes, bandidos y revolucionarios nada tienen que ver con
los delincuentes (y mucho menos con los sicarios de los capos del negocio de la
muerte y el narcotráfico), por lo cual, los ensayos de Eric J. Hobsbawm son la
reflexión documental de esos fenómenos sociales que aparecen en escena, cuando
hay crisis político-económicas y que, en nuestro tiempo, son los guerrilleros
(que tuvieron en Ernesto Che Guevara, a su máxima expresión de inmortalidad
histórica), y Revolucionarios como Villa y Zapata.
Esos libros nos introducen a ese fascinante, ahora,
espectáculo social que sigue atrayendo a quienes más desarrollan su conciencia
social, política… de piedad por la pobreza, por quienes no se atreven a
rebelarse, al bandidaje y a la Revolución.
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