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Especial para Gramscimanía |
La formidable flota de quince acorazados apunta contra
Venezuela sus cañones que fulminan blancos más allá del horizonte con
proyectiles de 305 milímetros de calibre disparados con nitroglicerina. Son
unidades con velocidades superiores a los veinte nudos, desplazamientos mayores
de 20.000 toneladas, corazas de más de 300 milímetros, con dotaciones de más de
ochocientos marinos aptos para el desembarco en lanchas con ametralladoras. Los
almirantes se afanan sobre los mapas repartiéndose el botín. Desde los tiempos
de los piratas Walter Ralegh, Amyas Preston y Robert Dudley, Inglaterra codicia
la Costa Oriental y el Orinoco, arteria fluvial hacia las riquezas de Guayana.
Desde los tiempos de los Welser, Alemania ansía la Costa Occidental, con el
Lago de Maracaibo que colecta las riquezas de los Andes y del Departamento
Norte de Santander. El ferrocarril alemán de Venezuela habría comunicado a
la Wilhelmstrasse el infundio de que el
presidente Cipriano Castro consentiría en entregar la isla de Margarita como pago
de intereses, para que los germanos instalen en ella una base naval. El New
York Herald lo repite el 30 de mayo de 1900.
Gerónimo Pérez Rescaniere revela que en nota ultraconfidencial dirigida
a los ingleses, los alemanes confiesan: “Nosotros
consideramos la ocupación temporal de diversos lugares venezolanos”. Pero
ya llevan 99 años de ocupación “temporal” de Kiaochow en China (De Cristobal
Colón a Hugo Chávez Frías; T.II, p. 218, Fondo Editorial Ipasme, Caracas,
2011). Los litorales ocupados devendrían colonias; desde ellas Inglaterra y
Alemania dominarán las rutas hacia el Istmo, donde se proyecta cavar un canal
transoceánico por Nicaragua o Panamá. Si nada detiene el zarpazo inicial,
recolonizarán América Latina. Italia se contentará con los despojos.