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Foto: Lucio Magri |
Prólogo al libro "El Sastre de Ulm" de Lucio Magri
Manuel Monereo
No está fuera de lugar recordar aquí una anécdota que nos
contaba el difunto Paul Baran a su regreso de un viaje a Europa, probablemente
alrededor de 1960. Durante su estancia en Roma había sostenido una larga
discusión (en ruso) con Togliatti, dirigente del PC italiano.
Las preguntas de Baran traslucían su escepticismo en cuanto
a la compatibilidad entre la táctica electoral y parlamentaria del PC italiano
y la teoría marxista-leninista del “Estado y la Revolución”. Togliatti le
respondió con otra pregunta. Es fácil hablar de revolución cuando se vive en
los Estados Unidos, donde no existe ningún partido obrero de importancia, dijo.
¿Pero, qué haría usted si estuviera en mi lugar, si fuera responsable de un
partido de masas al que los obreros confían la representación de sus intereses
aquí y ahora? Baran se reconoció incapaz de ofrecerle una respuesta
satisfactoria. (Del artículo “El nuevo reformismo” de Paul M. Sweezy y Harry
Magdoff. Monthly Review, mayo de 1976)
Para una persona de mi generación, presentar un libro de
Lucio Magri dedicado a la historia del Partido Comunista Italiano es fácil y a
la vez difícil; fácil, porque él y el grupo que ayudó decisivamente a fundar,
il manifesto, fue un referente insustituible para aquellos que en esa época
empezábamos a pensar en comunista; difícil, porque nos topamos con una trama
histórica, en muchos sentidos dramática, en la que la ruptura generacional pesa
muchísimo. ¿Cómo explicarle a un joven de hoy la historia de un movimiento que
protagonizó el siglo XX y que se saldó con una gigantesca derrota? ¿Cómo
explicarles que hubo muchos “comunismos” y que éstos suscitaron en millones de
personas, comunes y corrientes, una descomunal pasión revolucionaria y un
coraje moral e intelectual únicos?