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Foto: Muammar Gadafi |
Vijay Prashad
En las polvorientas
afueras de Sirte, un convoy huye del campo de batalla. Un avión de la OTAN
dispara y alcanza a los vehículos. Los heridos pugnan por escapar. Vehículos
terrestres blindados, con combatientes armados, irrumpen en la escena. Hallan a
los damnificados, y entre ellos, descubren el premio mayor: un ensangrentado
Muammar Gadafi dando tumbos. Capturado, es arrojado a manos de los
combatientes. Puede imaginarse el júbilo. Un teléfono móvil registra lo que
pasa en los siguientes minutos. Un Gadafi malherido es llevado a empujones,
metido en un coche. Luego, el vídeo se nubla y trastabilla. Las primeras
imágenes claras que vienen después son las de un Gadafi muerto. Tiene un agujero
de bala en un lado de la cabeza.
Esas imágenes van
inmediatamente a Youtube. Se pasan por televisión y se ven en los periódicos.
Será imposible no verlas.
La Tercera Convención de
Ginebra (artículo 13): "Los
prisioneros de guerra tienen que ser protegidos en todo momento,
particularmente contra actos de violencia e intimidación, frente a los insultos
y frente a la curiosidad pública".
La Cuarta Convención de
Ginebra (artículo 27): "Las personas
protegidas tiene derecho, cualesquiera que sean las circunstancias, al respeto
de su persona, de su honor, de los derechos de su familia, de sus convicciones
y prácticas religiosas y de sus usos y costumbres. Tienen que ser siempre
tratados con humanidad, y deben ser especialmente protegidos ante cualesquiera
actos o amenazas de violencia o amenazas y frente a insultos y frente a la
curiosidad pública".