Atilio Boron
El inesperado retorno de Chávez y su reciente declaración admitiendo haber sido operado de un tumor canceroso han conmovido a la opinión pública dentro y fuera de Venezuela. La derecha vernácula, fuertemente respaldada por sus soportes financieros y políticos radicados en Estados Unidos y España y descaradamente apoyados por Washington y Madrid se entusiasma (y se engaña) pensando que lo que no pudo lograr en doce años: la destitución del líder bolivariano –por cualquier método, sea por la vía electoral o por la sediciosa del golpe militar o el paro petrolero- lo lograría ahora gracias al cáncer.
El pueblo chavista, en cambio, fue víctima de la incertidumbre provocada por la inexplicable ausencia de noticias sobre la salud de Chávez y, sobre todo, ante la cada vez más inverosímil versión de que su prolongada estadía en La Habana obedecía a la extirpación de un absceso pélvico.
El pueblo chavista, en cambio, fue víctima de la incertidumbre provocada por la inexplicable ausencia de noticias sobre la salud de Chávez y, sobre todo, ante la cada vez más inverosímil versión de que su prolongada estadía en La Habana obedecía a la extirpación de un absceso pélvico.