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Walter Benjamin por Doyle Saylor |
Álvaro Cuadra
Los relatos han servido desde siempre como una forma peculiar de transmitir ciertos saberes sobre lo correcto y lo incorrecto. Las leyendas, cuentos y relatos míticos han sido los depositarios de un “saber narrativo” que nos enseña sobre el mundo y, sobre todo, sobre nosotros mismos. Así ocurre, también, en el dominio de la filosofía política donde muchas cuestiones complejas se perciben con mayor nitidez en un relato más que a través de una farragosa argumentación lógica y filosófica. De hecho, muchos filósofos han cultivado. al mismo tiempo, el más riguroso pensamiento con el arte narrativo. De igual manera, no hay ningún gran escritor que no sea, a la vez, un filósofo sui generis. No es extraño, entonces, que un pensador judío - alemán tenido por filósofo político y crítico literario como Walter Benjamin haya sido, también, un cuentista interesante.
Entre sus relatos más provocadores está “El viaje de la Mascotte” (1). Situado en 1919, este cuento nos narra la historia del viaje de una fragata de cuatro mástiles desde Hamburgo hacia Antofagasta. Los armadores alemanes querían rescatar unos cargadores salitreros a los que la guerra había sorprendido en ese puerto chileno. Si bien la tarea administrativa era mero trámite, la travesía no estaba exenta de riesgos. Llevar una tripulación de gente de puerto en calidad de pasajeros al otro lado del mundo no era tarea fácil, por más que el capitán fuese amigo de las “gramáticas pardas”.
La cuestión era clara, por mucho que se seleccionara a los marineros, el motín era una posibilidad cierta. La larga travesía transcurre como se esperaba, mesas de juego, un ring de boxeo y un teatro de aficionados muy poco respetable. El buque se convirtió en una “Magic City” que incluía su propia “bolsa” de transacciones de todo tipo y a Frida, una mujer venida de los burdeles de “Sankt Pauli”.