
Lillian Lechuga
No hay dudas de que Obama disfruta el hecho de subirse al escenario para exhibir una actitud cínica, omitir y mentir al pueblo norteamericano, y a los que le creen en el mundo.
Hace menos de una semana se pronunció hipócritamente a favor de restaurar las fronteras que existían entre Israel y Palestina antes de la guerra de 1967, lo cual, de momento molestó a Netanyahu. Pero no incluyó nada en su discurso que permitiera pensar que va a presionar a Israel para que cambie su actitud belicista y mucho menos que se retiren los asentamientos israelíes. En definitiva, reiteró que se opondrá a que los palestinos pidan su reconocimiento como Estado en la ONU y que su defensa de la existencia de Israel es inflexible. Se trata de un regreso a la posición que tuvo siempre Washington al respecto hasta que Bush hijo la cambió en el 2004. Apenas dos días después, se reunió con los miembros de la AIPAC (American Israel Public Affaire Committee) o lo que es lo mismo, el lobby israelí donde se pronunció a favor de la seguridad de Tel Aviv y subrayó que proseguirá su contubernio con ese gobierno. En boca del jefe de la Casa Blanca la seguridad de Tel Aviv significa que un nuevo Estado palestino sería desarmado, mientras Israel conservaría su inmenso e ilegal arsenal atómico, y seguiría recibiendo más que nunca las armas yanquis más sofisticadas, abrogándose el derecho a decidir qué territorios devuelve si es que devuelve alguno.