
Nada volverá a ser como antes. El desprestigio de su clase política ha sobrepasado el punto de no retorno y la crisis de legitimidad de la pseudo democracia llega a profundidades insondables.
Atilio Borón
Tal vez por una de esas sorpresas de la historia el gran levantamiento popular que hoy conmueve a España (y que comienza a reverberar en el resto de Europa) estalla en coincidencia con el 140º aniversario de la Comuna de París, una gesta heroica en la cual la demanda fundamental también era la democracia. Pero una democracia concebida como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo y no como un régimen al servicio del patronato y en el cual la voluntad y los intereses populares están inexorablemente subordinados al imperativo de la ganancia empresarial.
Precisamente por eso las demandas de los “indignados” tienen resonancias que evocan inmediatamente aquellas que, con las armas en la mano, salieron a defender las parisinas y los parisinos en las heroicas jornadas de 1871 y que culminaron con la constitución del primer gobierno de la clase obrera, si bien restringido a la ciudad de París. Un gobierno que duró poco más de dos meses y que luego fue aplastado por el ejército francés con la abierta complicidad y cooperación de las tropas de Bismarck, que poco antes le había propinado una humillante derrota a los herederos de los ejércitos napoleónicos. El ensañamiento contra los parisinos que tuvieron la osadía de querer tomar el cielo por asalto y fundar una democracia verdadera fue terrible: se calcula que más de treinta mil comuneros fueron pasados por las armas, en ejecuciones sumarias sin juicio previo. La Comuna fue ahogada en un río de sangre y para expiar sus “crímenes” la Asamblea Nacional decidió erigir, en la colina más elevada de París, en Montmartre, la basílica del Sacré Coeur, construida con los fondos aportados por una suscripción popular en toda Francia que, para honor de los parisinos, sólo una ínfima parte de lo recaudado provino de la ciudad martirizada por la reacción. París fue derrotada, pero las parisinas y los parisinos no fueron puestos de rodillas.