Siempre me pareció extraña la inusitada fama que el libro La inteligencia emocional de Daniel Goleman tenía en el contexto colombiano. Bajo la premisa de que el éxito laboral no sólo se explica por las capacidades cognitivas de las personas y que la habilidad para autocontrolar nuestras emociones y orientarlas hacia la eficacia del trabajo personal y las relaciones con otras personas podían llegar a jugar un rol mucho más importante que la misma inteligencia para conseguir el anhelado fin; el mensaje caló con fuerza en una sociedad en la que una buena parte de la población está dispuesta a hacer cualquier cosa para sobrevivir y destacarse.
De repente cualquier ciudadano recitaba la versión vulgarizada del texto como cápsulas de buen comportamiento laboral, frases como “hay que ser adaptativo”, “usted está aquí para facilitarle las cosas al jefe y no para complicárselas” y la muy coloquial “no hay que pataer la lonchera”, en donde la lonchera es la provisión de alimentos que no se puede poner en riesgo, independientemente de los motivos que tuviese el trabajador, servían como pretexto para el conformismo y la disciplina laboral. Así poco a poco, y bajo el autoritarismo exhalado por el expresidente Uribe, se creó un clima en el que disentir laboralmente era visto por los colegas como inoportuno e impertinente, y evidencia de un carácter inconforme, de un liderazgo negativo, la rueda suelta que no se acomoda al unanimismo imperante, en suma: falta de inteligencia emocional.
De repente cualquier ciudadano recitaba la versión vulgarizada del texto como cápsulas de buen comportamiento laboral, frases como “hay que ser adaptativo”, “usted está aquí para facilitarle las cosas al jefe y no para complicárselas” y la muy coloquial “no hay que pataer la lonchera”, en donde la lonchera es la provisión de alimentos que no se puede poner en riesgo, independientemente de los motivos que tuviese el trabajador, servían como pretexto para el conformismo y la disciplina laboral. Así poco a poco, y bajo el autoritarismo exhalado por el expresidente Uribe, se creó un clima en el que disentir laboralmente era visto por los colegas como inoportuno e impertinente, y evidencia de un carácter inconforme, de un liderazgo negativo, la rueda suelta que no se acomoda al unanimismo imperante, en suma: falta de inteligencia emocional.