
La difusión de las ideas de la izquierda antisistema está de moda en clara ruptura con los mensajes de los medios oficiales.
Eduardo Febbro
En noviembre de 1969, el militante comunista brasileño
Carlos Marighella fue asesinado por la policía en una emboscada. Marighela dejó
una obra de basta influencia: el Manual de Guerrilla Urbana. Ese texto
teorizaba la lucha armada en un medio ambiente urbano en contra de las teorías
del Che Guevara y de Regis Debray, según los cuales el “foco” revolucionario se
desplegaba en los medios rurales. El manual de Marighela es un libro de culto
de la izquierda radical francesa y se puede adquirir libremente en alguno de
los numerosos circuitos de distribución en que se apoya la ultraizquierda. La
presencia en las librerías francesas del Manual de Guerrilla Urbana testimonia
el renovado vigor editorial que conoce en Francia la difusión de las ideas de
la extrema izquierda. Los opúsculos revolucionarios, los panfletos, los
alegatos subversivos dejaron las sombras de la circulación confidencial para
ocupar, de forma masiva y exitosa, los mejores estantes de las librerías de
París.
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Librería Shakespeare & Co |
Aunque no se lo pueda calificar de ultraizquierda, el libro
del humanista francés Stéphane Hessel, Indígnense, publicado por una pequeña
editorial de la provincia, vendió en Francia millones de ejemplares con su
discurso de confrontación con el sistema. De hecho, las causas del pueblo, las
impugnaciones virulentas del sistema, los misiles acervos contra el
liberalismo, los discursos de ruptura completa y los mensajes anarquistas
tienen las velas desplegadas en la edición francesa. Cada año aparecen nuevas
estructuras editoriales que amplifican la difusión de ideas que plantean una
ruptura radical con los endulzados mensajes elaborados por los medios de
difusión oficiales.
El político Jean Luc Melanchon, representante del ala más
radical de la izquierda francesa, provocó nauseas en los corredores del
oficialismo mediático cuando apareció su libro Que se vayan todos. Las críticas
recibidas por esta virulenta diatriba contra los banqueros, los responsables
políticos y todos los ladrones patentados del mecanismo mundial fueron poco
menos que con insultos. El público, en cambio, hizo de Que se vayan todos el
libro político más vendido, con más de 60 mil ejemplares comprados y una
reciente edición de bolsillo. La tradición libertaria francesa está de moda:
opúsculos cortos –el libro de Stéphane Hessel consta de 32 páginas–, panfletos,
redición de textos revolucionarios, análisis económicos breves y sin
concesiones frente al escalofriante asalto mundial en que se ha convertido el
liberalismo, todo lo que atañe a la edición de la ultraizquierda ganó un espacio
de legitimidad editorial impensable hace unos diez años.
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Vista de París desde Montmartre con la luna llena a la izquierda |
La forma de la edición y el precio bajo de los libros
contribuyen en mucho a la difusión de las ideas revolucionarias. Se trata de
amplificar la expansión de las ideas contestatarias a través de libros cuyo
contenido sea un poco más extenso que el artículo de un diario o de una revista
y también mucho más preciso. El éxito prueba que la fórmula encontró un público
mucho más amplio que la clientela propia de la extrema izquierda. No sólo han surgido
un montón de editoriales pequeñas especializadas en esa corriente, sino también
librerías. Una de las más conocidas, situada en el distrito 11 de París, se
llama Quilombo Público. Allí sólo se encuentran “libros sobre las luchas
sociales, el movimiento revolucionario, el anarquismo, el antifascismo, el
feminismo. Libros publicados por editores comprometidos y privilegiados”. Los
títulos que se encuentran en los estantes no necesitan explicaciones: Mate a su
patrón, Curso de Defensa en Economía, Abajo la guerra, abajo el gobierno,
Abecedario del compromiso, El Estado desmantelado, Las deudas ilegítimas,
Palabras anti nucleares, Anarquía y Sociedad, Palabras de irreductibles, Guerra
contra el Estado, Agujeros en el capital.
Hoy se pueden conseguir en París textos de figuras
históricas de las revoluciones latinoamericanas que a veces ni siquiera se
consiguen en español. Un buen ejemplo de esto es el libro del mexicano Ricardo
Flores Magón, Discurso de un agitador. Magón –1873-1922– fue uno de los principales
teóricos de la Revolución Mexicana. Sus textos están empapados en un anarquismo
a la vez radical y poético y fueron publicados en Francia por la editorial
Libertalia, la misma que sacó el libro del militante comunista brasileño Carlos
Marighella. A la par de las librerías, las editoriales ultra se fueron
multiplicando bajo la influencia de la editorial creada por el sociólogo Pierre
Bourdieu al final de los años ’90, Raisons d’Agir. Hoy hay una treintena de
editoriales anarco izquierdosas y todas conocen el mismo éxito. Records de
ventas, ocupación de columnas en la prensa “burguesa”.
En cifras concretas, las diferencias entre las editoriales
de la izquierda radical y las otras son considerables. Sin embargo, ello no le
saca ningún mérito al renacimiento de un sector que antes vivía confinado. En
el curso de 2010 se vendieron 250 millones de libros “radicales” contra 268
millones para las editoriales normalizadas. Aunque las distancias son grandes,
los actores de las ediciones radicales reconocen que “en ese sector se ha
producido una revolución sorprendente”, según explica Nicolas Norrito,
cofundador de la editorial Libertalia. Marc Leymarios, director de ventas de la
editorial ultra Les Belles Lettres, reconoce que “fue una muy linda sorpresa, y
no exclusivamente desde el punto de vista comercial. Lo que se está expresando
es toda la vitalidad del sector y la recepción de la gente. Todo eso es muy
positivo”.
Las ediciones ultra tienen sus best sellers consagrados, los
modernos y los históricos. El filósofo Alain Badiou vendió 50 mil ejemplares de
un panfleto contra el presidente francés, Nicolas Sarkozy. Cada año se venden
poco más de 7000 ejemplares del libro Una historia popular de los Estados
Unidos, del militante de la desobediencia civil norteamericano Howard Zimm.
Estas editoriales tornan también tangibles sus compromisos ideológicos a través
de los libros que publican. La editorial anarquista Libertalia vendió 3500
ejemplares del libro Incendio en el centro de retención –allí ponen presos a
los inmigrados indocumentados–. Todas las ganancias fueron en beneficio de los
“sin papeles”, es decir, los clandestinos. Marx, desde luego, es una de las
figuras emblemáticas de este movimiento editorial de ultraizquierda de cuyo
seno fueron propulsados autores que hoy son mundialmente famosos: este es el
caso de Alain Badiou, Slavoj Zizek o el mismo Noam Chomsky. La violencia de la
crisis sensibilizó a quienes, antes, veían en la izquierda radical un club de
excitados. No se puede afirmar aún que el pensamiento crítico haya tenido una
influencia equivalente a los libros que circulan ahora con sus ideas. Sin
embargo, el postulado ultra se ha instalado en el teatro de la discusión de las
ideas y ya tiene su propio mercado y sus mecanismos de distribución. El liberalismo,
desde luego, sigue en pie. Como lo escribió una vez el crítico y teórico
marxista norteamericano Fredric Jameson, la crítica no demuele el sistema.
Jameson observa el hecho paradójico, según el cual las temáticas de Hollywood
imaginan un abanico impresionante de formas del fin del mundo, pero nunca el
fin del capitalismo. A falta de haber precipitado el fin del capitalismo, el
pensamiento crítico de la izquierda radical encontró una validez y un eco
renovados en el seno de la misma crisis del sistema.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-184218-2011-12-27.html |