
Especial para Gramscimanía |
Bolívar muere...
La batalla por la eternidad es como la que se libra por la
vida: precaria e incesante. Bolívar muere cada vez que su nombre es invocado
contra sus ideales.
Bolívar vive…
En los veinte millones de kilómetros cuadrados que ayudó a
liberar.
Bolívar muere…
Cada vez que los imperios plantan banderas en las extensiones arrebatadas a
México, en el territorio ocupado de Puerto Rico, en la superficie colonizada de
las Malvinas, en las posesiones todavía coloniales o en las independizadas
nominalmente pero aún sometidas a estatutos neocoloniales.
Bolívar vive…
En la prodigiosa geografía que guarda los más abundantes
recursos de agua dulce, biodiversidad, energía y minerales del planeta; en las
normas que confieren la propiedad de ellos a nuestros países, como el decreto
que el Libertador expide en Quito el 24 de octubre de 1829, según el cual “las minas de cualquier clase corresponden a
la República”.
Bolívar muere…
Cada vez que una porción del cuerpo no renovable de América
es negociada con las transnacionales, entregada a cambio de baratijas, empeñada
para adquirir lo superfluo, dada en prenda para legitimar depredaciones
ambientales de los monopolios, librada a la contaminación o el saqueo o
privatizada para la apropiación exclusiva y privada de empresas o de etnias.
Bolívar vive…
En el sin tierra, en el sin trabajo, en el sin techo, en el
sin pan, en el marginado, en el excluido, en el indocumentado, en el exiliado,
en el esclavo de la maquila, en el
espalda mojada, en el exiliado, en el secuestrado, en el desaparecido, en el
falso positivo.
Bolívar muere…
En los parlamentos que retiran derechos sociales, en los
gobiernos que inmunizan a las maquilas contra impuestos y leyes laborales, en
los sindicatos vendidos a los patronos, en los gremios patronales que disimulan
la relación de trabajo tercerizándola con intermediarios fantasmas.
Bolívar vive…
En el artículo 1 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, que proclama como derechos irrenunciables de la
Nación la independencia, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial
y la autodeterminación nacional.
Bolívar muere…
Cada vez que un juez sentencia que la soberanía de Venezuela
no es absoluta y que la República no tiene inmunidad ante jueces, árbitros y
verdugos extranjeros.
Bolívar vive…
Cuando nuestros países se retiran de los organismos que
someten su soberanía y sus contratos de interés público a las sentencias de
dependencias del Banco Mundial o de juntas arbitrales al servicio de los
consorcios.
Bolívar muere…
En el momento en que un gobierno arroja sobre su pueblo una
Deuda impagable para costear superfluidades. En el instante cuando un Poder
Legislativo sanciona Infames Tratados contra la Doble Tributación, que
inmunizan a las transnacionales contra el pago de impuestos en nuestros países
y obligan al pueblo a pagar la carga tributaria que los capitales extranjeros
eluden. En la norma tributaria recesiva, que castiga a quienes ganan poco o
nada y exime a quienes ingresan fortunas.
Bolívar vive…
Cuando nuestros países denuncian falsos tratados de libre
comercio, similares al que el Libertador denuncia el 27 de octubre de 1825 en carta al
vicepresidente Santander desde Potosí: "El
tratado de amistad y comercio entre Inglaterra y Colombia tiene la igualdad de
un peso que tuviera de una parte oro y de la otra plomo. Vendidas estas dos
cantidades veríamos si eran iguales. La diferencia que resultara, sería la
igualdad necesaria que existe entre un fuerte y un débil”.
Bolívar muere…
Cuando las disposiciones de Tratados de Libre Comercio
unánimemente rechazados, como el ALCA, se infiltran de nuevo a través de
acuerdos bilaterales, Tratados de Promoción y Protección de Inversiones,
vergonzosas cláusulas inconstitucionales en los contratos de interés público y
acuerdos de intercambio mercantil con países que a su vez tienen Tratados de
Libre Comercio con los imperios.
Bolívar vive…
En el miliciano que
toma las armas para imponer la soberanía popular o defenderla.
Bolívar muere…
Cada vez que en “la cuarta parte del mundo” que él liberó se
implantan bases militares extrañas a la
región, se suscriben tratados de
asistencia militar al imperialismo, se crean escuelas imperiales de
contrainsurgencia o misiones castrenses para tutelar nuestras milicias, se financian con fondos del Imperio
desmesuradas maquinarias militares que atentan contra el equilibrio estratégico
de la región, se libran guerras fratricidas en el exclusivo interés de las transnacionales,
se lanzan agresiones programadas, apoyadas y dirigidas por los imperios, se
crean fuerzas paramilitares para encubrir el terrorismo de Estado, se admite la
injerencia de fuerzas policiales o parapoliciales foráneas, se envían
latinoamericanos como carne de cañón de tropas auxiliares o mercenarias para
pelear las guerras imperiales en los confines del mundo.
Bolívar vive…
En el saboteado Congreso Anfictiónico de Panamá, en su plan
de 1826 de “una federación entre Bolivia, el Perú y Colom, más estrecha que la
de los Estados Unidos, mandada por un presidente y vicepresidente y regida por
la constitución boliviana, que podrá servir para los estados en particular y
para la federación en general, haciéndose aquellas variaciones del caso. La
intención de este pacto es la más perfecta unidad posible bajo de una forma
federal”. El Libertador revive en los
proyectos de unión latinoamericana de Eloy Alfaro y Cipriano Castro, Augusto
César Sandino, en el Mercosur, en el Alba, en Unasur, en la Celac, en todos y
cada uno de los esfuerzos de latinoamericanos y caribeños para reconocernos
como la gran nación que somos y seremos.
Bolívar muere…
En la conspiración secesionista de la Cosiata, en el
desmembramiento de la Gran Colombia y de Centroamérica, en las tentativas de
fraccionar nuestros países invocando coartadas regionales o étnicas, en
Organizaciones No Gubernamentales que operan como subsidiados lacayos de
potencias foráneas, en el servil panamericanismo, en las organizaciones
constituidas como Ministerios de Colonias de los Imperios que pretenden manejar
nuestros gobiernos, nuestros tribunales, nuestras economías, nuestras
conciencias.
Bolívar vive…
En los sistemas educativos gratuitos para todas las clases
sociales y centrados en el aprendizaje por la experiencia y la investigación
preconizados por Simón Rodríguez; en la participación política fundada en el
conocimiento y no en la propiedad instaurada en la primera Constitución de
Bolivia; en la artillería del pensamiento que divulga, examina, critica y
debate.
Bolívar muere…
En los sistemas educativos con tarifa sólo para
privilegiados, tutelados por burocracias
imperiales o clericales; en el conocimiento tratado como mercancía; en el
mecanismo de patentes concebido como penitenciaría de la esclavitud mental, en
los medios al servicio de intereses foráneos u oligárquicos que sólo difunden
contenidos falaces o importados.
Bolívar vive…
En quien inventa, en quien crea, en quien se interroga, en
quien afana la conciencia sobre el enigma inagotable de lo americano.
Bolívar muere…
En quien copia, en quien imita, en quien remeda, en quien
caletrea, en quien plagia, en quien abomina de su propio ser, en quien
claudica.
Bolívar vive…
¡Viva Bolívar!