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Foto: Cesaria Évora |
Como si de la respiración de la tierra se tratase, en la
playa de Laginha, en la isla de San Vicente, las olas lamen la arena oscura y
volcánica. De noche, de día, en todos los instantes, ahora mismo, su ritmo es
tranquilo y natural. También por la Praça Nova, cariñosamente llamada
"pracinha", en el centro de la ciudad de Mindelo, la gente pasea sin
prisa. Sobra el tiempo. Los alumnos de los colegios, con sus mochilas a la
espalda, cruzan por las calles empedradas.
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Cesária canta "Sodade" |
En las avenidas, hay mujeres sentadas
en cajones o bancos en los que presentan la mercancía que ofrecen a la venta:
caramelos, pastillas, dulces de coco y cigarrillos que venden por unidades.
Pasa el tiempo y se mezcla con el criollo, hablado por voces de todas las
edades. Y también se mezcla con la música. En San Vicente, en Mindelo, en Cabo Verde hay música por doquier.
Hablé con Cesária Évora por primera vez en 1998 en la ciudad
de Praia, tras un concierto en la Asamblea Nacional. Yo era un profesor de
portugués de 24 años, que comenzaba a hablar criollo, y ella, lógicamente, era
Cesária Évora en todo su esplendor. Hablamos de Portugal. Ella pronunció ese
nombre y, después, dijo algunas cosas sobre la forma en las que yo utilizaba
palabras del criollo badiu (hablado en Praia) y del criollo sampadjudo (de
Mindelo). Creo que me sonreí educadamente, pero sólo entendí sus palabras
algunos meses después. Fue también en esa ocasión cuando pedí a Cesaria Évora
que me me dedicase un disco. Ella me miró con aquellos ojos, cogió el disco y,
despacio, escribió su nombre.
Los domingos, en Cabo Verde, tenía un vecino que colocaba
unos altavoces en el tejado sin terminar de su casa y ponía discos de Cesaria Évora
para que los escuchase toda la gente. Eran los días en los que el vecino
recibía amigos de todas partes, familiares y gente que llegaba con alguna carne
para la parrilla o que, por lo menos, traía ganas de comer y de beber cerveza
portuguesa helada. También yo pasaba las tardes del domingo hablando, comiendo
morena frita y riéndome sin parar. Oíamos las mismas canciones una y otra vez.
Al final de la tarde, cuando se iban levantando las sombras, le pedía alguna
chica que bailase conmigo. Esos bailes eran una especie de abrazos. Y la voz de
Cesária siempre estaba presente, imprescindible y perfecta, extendiéndose hasta
el océano, al que parecía tocar con su magia.
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Bahía de Mindelo, islas del Cabo Verde |
Cesária Évora forma parte de Cabo Verde, exactamente como si
fuese la undécima isla del archipiélago que llegó tan lejos a través de su voz.
De la misma manera, Cabo Verde siempre formó parte de Cesária Évora. En su voz
cantada está presente el cielo inmenso sobre el Monte Cara, toda la bahía de
Mindelo, la inmensa saudade de todos los caboverdianos y la esperanza entera de
un pueblo. En su voz está presente un "pequeño país". O por decirlo
exactamente con las palabras que Cesária cantó, "diez granitos de tierra
esparcidos en medio del mar". Ahora, gracias a la sabiduría de su
interpretación, gracias a la belleza de su sensibilidad, descubrimos ese país
dentro de nosotros y vemos que está hecho de todo el afecto que la voz de
Cesária es capaz de albergar. Para oírlo no necesitamos altavoces en los
tejados. Basta con cerrar los ojos. Ella está siempre ahí. Como las personas
que, despacio, muy despacio, atraviesan la Praça Nova. Como las olas que rompen
en la playa de Laginha.
José
Luis Peixoto es un poeta y dramaturgo portugués, ganador de diversos premios
literarios
Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/17/cultura/1324154350.html
Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/17/cultura/1324154350.html