Daniel Pali
A esta hora es nítida la
victoria de Gustavo Petro como nuevo alcalde de Santafé de Bogotá, su
movimiento progresistas triunfa con 32.16% de los votos (721.308 votos), lo
sigue con 24.93% (559.307 votos), la coalición uribista y santista del partido
verde (neo-uribista), el Partido de la U (santista), el partido conservador y
diversas congregaciones cristianas.
Queda en evidencia con
este resultado el fracaso de Uribe Vélez y el cansancio de la ciudadanía con
los factores narco-paramilitares presentes en la política colombiana; decimos
esto porque el expresidente Uribe se echó al hombro la campaña a la alcaldía de
Enrique Peñalosa (Partido Verde), junto con él, caminó la ciudad de Bogotá
haciendo campaña barrio por barrio, sin entender el gran descrédito que carga
su nombre como expresión del ciclo más sombrío y retardatario de la política
colombiana.
Pero esta derrota también
es para el presidente Juan Manuel Santos, quien a pesar de los altos índices de
favorabilidad política lograda con su juego político cosmético, no engaña a la
independiente opinión ciudadana de la capital sobre el tipo de proyecto
uribista que representa.
Aun es muy pronto y no se
han decantado todos los datos, pero la tendencia parece indicar que en todas
las ciudades el Uribismo-Santismo fue derrotado, interesante escenario que
podría venir a significar una reconfiguración del juego político nacional, si
no en clave de izquierda, sí de modernización ética de las costumbres
políticas.
Pero es de destacar la
estruendosa derrota del partido verde, este surgió como un partido de
centro-izquierda, llamado a representar la franja independiente de la política
nacional, sin embargo el pragmatismo (léase utilitarismo y oportunismo) de
sujetos que otrora fueron de izquierda como Lucho Garzón y Antonio Sanguino,
los llevó a caer en una triste alianza “táctica” con Uribe, para acceder a la
alcaldía. Esta alianza le significó al partido verde la salida de su más
destacado fundador Antanas Mockus, quien junto a Gina Parody, candidata
independiente de centro-derecha lograron sacar el tercer lugar en la contienda
con el 16.74% equivalente a 375.574 votos.
Del partido verde
podríamos decir con el viejo adagio que la ambición rompe el saco, en su juego
oportunista de utilizar el supuesto porta aviones de Uribe, han dado un salto
al vacío, rompieron el partido y lo marcaron con el lastre de articularse en
una coalición con la ultraderecha del país.
Lo ocurrido con la
dirigencia del partido verde, es la expresión del fenómeno de cooptación que la
oligarquía ha logrado en vastos sectores de la intelectualidad y actores
políticos de la antigua izquierda; un ejemplo destacado lo representa el actual
vicepresidente Angelino Garzón.
Estos actores cuyo
discurso estaba centrado en el esfuerzo por alcanzar la modernización nacional,
aunque sin alterar las estructuras de exclusión y asesinato de la oposición
política que pervive en la sociedad colombiana, han quedado articulados a la
expresión política del narco-paramilitarismo (Santismo-Uribismo), que es en esencia
el proyecto más regresivo y pre moderno que hace vida en la sociedad
colombiana.
Los otrora hombres de
izquierda hoy están bañados en liberalismo, pero más liberalismo económico que
político, son sus cabezas más resonantes León Valencia, Alejo Vargas, Luis
Eduardo Celis, Lucho Garzón, Antonio Sanguino, Angelino Garzón; claro que en el
caso de León Valencia y Luis Eduardo Celis hay una excepción, pues desde su
postura de analistas, si bien mantuvieron un coqueteo legitimador hacia la
postura del partido verde de ir a la coalición uribista, con seguridad
aprovecharán la desmemoria y saldrán a filarse de nuevo oportunistamente en el
espectro que hoy representa Progresistas de Gustavo Petro.
Petro, por su parte,
canaliza un amplio espacio político que clama por la transformación de las
costumbres políticas, consciente del peso que en este espectro tiene lo social,
llega con un programa en el que busca sacar a la educación del mercado y
colocarla como el eje de la activación socio-productivo, así mismo ha propuesto
potenciar ETB (Empresa de Teléfonos) y no privatizarla, abriendo una opción de
convergencia con otras empresas públicas del sector como las de Medellín.
Petro, en definitiva,
asume una postura desde un discurso programático de izquierda, sin embargo en
él, esto hace parte de su evaluación de los vientos políticos, pues como “buen
político”, es decir oportunista y taimado, sabe el discurso que lo puede
potenciar en el electorado.
Tiempo atrás no había
perdido oportunidad para correr a tomarse la foto con Juan Manuel Santos y
validar desde la sombra el nuevo espectro de gobernabilidad implementado por el
santismo, años antes había hablado
con indulgencia del TLC con Estados Unidos, había validado el carril militar de
exterminio de la insurgencia desarrollado desde la “seguridad democrática” y
buscando posicionarse personalmente, pretendió deslegitimar posturas de
izquierda anti sistémica, no escatimó esfuerzos para recurrir al macartismo y
la infamia política de señalar a Carlos Gaviria y Jorge Robledo como supuestos
miembros de las FARC, a pesar de ser estos dos personajes portadores de una
conducta política que no valida las vías de la violencia y siempre han
trabajado por la paz.
Lo que ocurre es que
Petro ve la política desde la lógica del mercadeo político, si la opinión
pública gira en clave de derecha como lo hizo en el ciclo uribista, el girará
también, si la correlación apunta a favorecer posturas de izquierda, de
reformas y modernización, el asumirá estas posturas sin ningún problema; Petro aplica
sin ningún pudor la frase del comediante norte americano Groucho Marx, quien
solía decir, “si no te gustan mis principios, tengo otros”, en el fondo se
juega un proyecto de figuración personal, juego que por ahora le ha dado muy
buenos frutos.
Pero a pesar de todo, el
triunfo de este comediante y mercader de la política es muy buena nueva para
los excluidos de Colombia, pues anuncia el advenimiento de un nuevo tiempo
político, la importancia del hecho no está en el personaje que gana la
alcaldía, sino en el campo político independiente que se configura en una
ciudad tan importante como Bogotá y que al parecer se dará en otras ciudades
del país.
Están convergiendo
diversos sucesos que marcan el inicio de un nuevo ciclo político, la irrupción
electoral de franjas independientes, la movilización nacional del estudiantado
contra la política educativa neoliberal, el surgimiento de expresiones
radicalizadas del movimiento obrero en Puerto Gaitán y varias regiones del
país, la insubordinación generalizada del campesinado en armas que se resiste
al modelo capitalista para el agro. Todo presagia que Colombia, no estará por
fuera de los vientos de cambio que se han tomado Suramérica y que el pasado
domingo 23 de octubre se expresaron en la aplastante victoria de Cristina en
Argentina.
Pensamos que el nuevo
ciclo político traerá como centro el problema de la paz, significará el regreso
de la mayoría de la sociedad al carril de la solución política negociada del
conflicto, solución política que deberá posicionar obligadamente la urgencia de
resolver y transformar la política neoliberal agroalimentaria, minera y
agroindustrial, a la par que se desmonta el aparato de terrorismo de estado y
se construye un espacio de democracia plena donde se realicen efectivamente los
derechos civiles y políticos.
Daniel Pali es miembro del Centro de Estudios
Policarpa Salabarrieta, Bogotá-Colombia
www.centropolicarpasalavarrieta.blogspot.com
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