
Charles Jaime Lastra Domínguez
Gran parte de los
aniversarios acaban por convertirse en actos rutinarios, en simples reflejos
del “por cumplir” ante aquellos acontecimientos que se tienen que celebrar por
la inercia del calendario. Para el caso del partido de Mariátegui, fundado el 7
de octubre del año 1928, las celebraciones de aniversario, lamentablemente,
también en gran parte, no han escapado de este nocivo tradicionalismo. Y
confunde mucho más, ese tipo de conductas celebrativas, cuando la mayoría de
aquellos que se reclaman continuadores del Amauta, valiéndose de la fuerza de
la costumbre, legitiman esas rutinarias formas de celebrar. Por supuesto, cada
quien con su peculiar pose.
Esto ocurre cuando el espíritu
se adormece, cuando los principios se petrifican, cuando la línea
revolucionaria se cambia por otra que no lo es; pudiendo ser cualquier cosa
menos revolucionaria. Y los hechos los muestran tal cual son, pese al barniz
con que cubren sus actos. Perdida la esencia, se contentan con las cuitas y los
vanos recuerdos. Es como si alguien patinara en el mismo sitio, pero le dice a
todo mundo: ¡Miren, estoy avanzando!
Es una costumbre muy
difícil de combatir, pues tiene 81 años de experiencia. Así se ha hecho fuerte
a través de generaciones en que el tradicionalismo conquistó su carta de
ciudadanía. La celebración de la fundación del partido de Mariátegui se ha
venido haciendo hasta para negar a su fundador; no de su imagen, pero sí de su
pensamiento, de su legado revolucionario que es nuestra base y guía.
En octubre de cada año,
seguimos viendo ese tipo de celebraciones, que siendo tan apoteósicas,
ostentosas y ruidosas, carecen de la esencia del pensamiento de Mariátegui. Sus
vanos esfuerzos se limitan a preocuparse en obtener el reconocimiento de que
“ellos” son la “continuidad orgánica” del partido fundado por el Amauta José
Carlos. Y, ¿Dónde quedó la línea ideológica-política de Mariátegui? ¿Acaso ya
no cuenta lo fundamental que es la continuidad de la línea ideológica-política?
¿Acaso, es correcto reconocerlo como vigente solo de palabra, pero en los
hechos actuar en contra de su pensamiento?
En ocasión del 83º
aniversario, revelaremos dos aspectos de cómo se abandona a Mariátegui, aún a
costa de aferrarse a su imagen. El primero tiene que ver, justa y precisamente,
con el tema de las efemérides, de las celebraciones. El segundo tiene que ver
con las tendencias, grupos, partidos y sectas.
En el artículo
“Admonición del 1° de mayo” (1929)[1], Mariátegui reflexionó así: “Hay que
desterrar del 1° de mayo, todo lo que en mucho ha tenido, y tiene todavía, el
rito mecánico de simple efemérides.” Para el año en que fue escrita esta frase,
realmente gran parte del proletariado y sus vanguardias, a nivel mundial, celebraban
el 1° de mayo como si fuera una celebración cristiana del deformado rito de la
última cena. Para llenarse de dolor e hincharse de orgullo, patinando siempre
en el mismo sitio, carentes de una meta revolucionaria. Si bien la revolución
rusa había reforzado la perspectiva de la revolución proletaria mundial,
todavía quedaba una fuerte influencia de un sindicalismo y socialismo pasivos
ante el régimen capitalista. Esas fuerzas oportunistas, apoltronadas y
sanchopancescas ante la responsabilidad histórica y temerosas de encarar la
revolución, no se atrevían siquiera a predicarla, mucho menos a organizarla. Se
limitaban a recordar héroes y triunfos de batallas pasadas, mostrando su
incapacidad de plantear un programa de acción revolucionaria. Por eso Mariátegui,
en el artículo referido, acertadamente señaló: “Para nuestra vanguardia obrera,
cada 1° de mayo representaría muy poco si no señalara una etapa en su propia
lucha por el socialismo. Año tras año, esta fecha plantea cuestiones concretas,
actuales.”
Hoy, nosotros tenemos
cuestiones nuevas y una realidad concreta que atender. Y la celebración de una
fecha tan significativa como la del 7 de octubre, fecha de la fundación del
partido marxista-leninista en 1928, tiene que desterrar ese viejo estilo de celebraciones.
Comencemos por valorar consecuentemente el llamado de nuestro fundador: “La
lucha por el socialismo no se nutre de evocaciones dolientes o coléricas ni de
esperanzas exaltadas. Es, antes que nada, acción concreta, realidad presente.
Trabajan por el advenimiento de una sociedad nueva los que todo el año
disciplinadamente, obstinadamente, combaten por el socialismo; no los que en
ésta u otra fecha sienten un momentáneo impulso de motín o asonada.”
Resaltemos, para efectos de calendario, “en ésta u otra fecha”. El asunto
principista es, como se puede apreciar, no preocuparse en “brillar” en
celebraciones, sino en la consecuencia de propagandizar y organizar la
revolución. Y, en todo caso, si de celebraciones se trata, debemos ser
sencillos, modestos y autocríticos.
El otro aspecto, que esta
ocasión nos motiva, es el tema de las tendencias, grupos, partidos y sectas
políticas. Cercano octubre, merced del aniversario del partido de Mariátegui,
hemos conocido diversas opiniones sobre este particular. No mencionaré a los
autores, como tampoco lo hice en el tema anterior, pues no pretendo poner
acento en el sujeto sino en la esencia de las propuestas y de los actos.
Las palabras tendencias,
grupos, partidos y sectas políticas, usadas en forma simple, juntos o por
separado, pueden servir para descalificar, denigrar o atacar, si el tono y la
mueca con el que se las emplea se propone usarlas con ese dañino fin.
Reconocerse ser parte de una tendencia, grupo, partido o secta no es que sea
negativo por el solo hecho del significado de esas palabras. Lo valorativo está
en la praxis política del integrante y de su colectividad, que puede ser
positiva o negativa. Por ejemplo, no es MALO ser “marxista”,
“marxista-leninista”, “marxista-leninista-maoísta”; tampoco lo es ser
“guevarista”, “mariateguista”, “trotskista”, “fidelista”, etc. Lo positivo y
negativo de cada colectividad se verá en su praxis política. Los antecedentes
son solo una referencia a tener en cuenta. Con toda la importancia y
consecuencias que esos antecedentes puedan significar, lo decisivo es el
comportamiento actual y las perspectivas de esas tendencias, grupos, partidos y
sectas políticas.
Una tendencia justifica
su existencia porque aparece con el propósito de inclinar la balanza hacia
adelante, para el cumplimiento del fin planteado. Pero su praxis puede
perjudicar el fin propuesto, en un caso retrasando el proceso, si se desvía del
rumbo y de los principios correctos, y en otro caso abortando el proceso, si
actúa sin tener en cuenta la realidad concreta porque voluntaristamente
pretendió acelerarlo. En ambos casos, la tendencia habría operado
negativamente, incluso, pese a la declaración propositiva de sus integrantes.
Sin embargo, una tendencia también puede, verdaderamente, cumplir su cometido,
fiel a los fines del colectivo del que forma parte; en este caso se trata de
una tendencia de avance real. Y la experiencia nos enseña que hay lucha entre
tendencias en todo el proceso de realización los fines, cualquiera sea el
partido o colectividad política de la que se trate. Una tendencia puede existir
hasta en un solo individuo, más por lo general la tendencia se materializa en
un determinado grupo de personas, que pueden ser parte de un colectivo mayor o
pueden actuar solamente en forma de grupo.
Un partido político es
una institución de mayor dimensión que un movimiento político y,
consiguientemente, mucho más que un grupo o tendencia. Una secta política, es
un grupo que se diferencia de otros por su abocada pretensión de mantener la
“pureza” de sus principios o dogmas, reduciendo y limitando su influencia sobre
las multitudes porque exige a sus integrantes pasar una elevada valla de
requisitos de extrema “pureza”. De allí que sectarismo venga de secta, cuyo
espíritu es caminar junto solo con quienes comulgan con ellos; a los demás, que
son diferentes, los rechazan y hasta los atacan sin ninguna posibilidad de
convergencia y compromiso.
He opinado sobre
tendencias, grupos, partidos y sectas para presentar lo propuesto por
Mariátegui en su artículo el 1º de mayo y el frente único: “La variedad de
tendencias y la diversidad de matices ideológicos es inevitable en esa inmensa
legión humana que se llama el proletariado.”[2] Esto es así (inevitable) porque
el proletariado es parte de la lucha de clases y porque es un movimiento
bastante amplio, donde sería imposible la existencia de una sola forma de
pensar. Mariátegui afirma que: “La existencia de tendencias y grupos definidos
y precisos no es un mal; es por el contrario la señal de un período avanzado del
proceso revolucionario”. Afirmación correcta, pues cuando esa “inmensa legión
humana que se llama el proletariado”, producto de la lucha de clases, asuma
consciencia revolucionaria se expresará en una diversidad de posiciones tanto
en el pensar como en la acción. Pero lo fundamental es que aparecerá una
tendencia, un grupo no sectario, con capacidad suficiente para aglutinar a toda
su clase, tanto en un partido político y en un amplio frente único que organice
a esa “inmensa legión” y pueda conducirla hacia la revolución social y a la
construcción de un nuevo orden social. Es importante resaltar que se trata de
grupos y tendencias “definidos y precisos” en función de la revolución, se
entiende.
Es por esa razón que
Mariátegui planteó la siguiente condicionalidad: “Lo que importa es que esos
grupos y esas tendencias sepan entenderse ante la realidad concreta del día”. Y
los invitaba a cumplir este deber, que es la superación de los anteriores dos
hechos constatados por Mariátegui. De su cumplimiento quedaría claro el
liderato de tal o cual grupo o tendencia. Sin cumplir este deber ¿cómo podrían
estos grupos y tendencias representar “un período avanzado del proceso
revolucionario”? ¿Cómo, sino, aprovechar “la variedad de tendencias y la
diversidad de matices ideológicos” para hacer avanzar el proceso
revolucionario?
Citar a Mariátegui
siempre es conveniente, pero hay que ajustarse a su pensamiento, esforzándonos
de interpretarlo correctamente. Mariátegui, como siempre lo han hecho los
marxistas, no han perdido su tiempo en negar a las tendencias y grupos el
derecho que tienen a existir, mucho menos negárselos a los partidos políticos.
Lo que han combatido es el espíritu de capilla, el espíritu sectario que niega
la necesidad de un partido doctrinario vinculado y con amplia influencia en el
pueblo.
El tema del partido está
íntimamente ligado al tema del frente único, y viceversa. Éste es el factor
base y aquél es el factor dirigente; por lo que el partido es lo decisivo,
mientras que el frente único es lo determinante. Sabemos la lección histórica
de que las masas hacen la historia, pero también se sabe que no hay revolución
relativamente segura sin la dirección de un partido. Muchos reconocemos esta
relación pero se nos hace difícil resolverlo adecuadamente al momento de
encarar el trabajo cotidiano de la lucha de clases. De ahí nuestras
limitaciones y errores al respecto.
Hoy, vivimos un
movimiento de definición ideológico-político, movimiento que se expresa en
diferentes alternativas por resolver la relación partido-frente. Y en ese
esfuerzo tendencias y grupos “definidos y precisos” avanzan por una solución
que atienda la reconstitución del partido de Mariátegui. Son tendencias y
grupos alternativos a esos “partidos grandes” tradicionales; tendencias y grupos
alternativos que avanzan en el afán de cumplir adecuadamente el movimiento de
definición ideológico-político que está en marcha sobre la base de concluir una
correcta valoración del pensamiento y camino de Mariátegui. Por supuesto, hay
partidos (inclusive grupos con ese membrete) que erradamente se consideran ser
ya esa vanguardia reconstituida y a la que solo cabe afiliarse y punto. Con ese
sueño llevan más de 30 años. En este 83° aniversario nos cabe impulsar este
proceso de definición, proceso que se resuelve desarrollando el trabajo de
construcción multilateral del partido de vanguardia en las condiciones actuales
de la lucha de clases, aplicando en los hechos la línea marxista-leninista
sobre el partido que Mariátegui nos legó en la consigna “un partido de masas e
ideas”.
No es cuestión de rótulos
o etiquetas, sino de espíritu revolucionario, que siempre es constructivo. Y de
una política correcta, que propugne la unidad del pueblo y la unidad de su
vanguardia. ¿Para qué entonces colocarnos sambenitos y sembrarnos de
prejuicios? Debemos deslindar los campos de manera resuelta y definida sí,
naturalmente, por supuesto. Más ello no debe perjudicar la construcción de la
vanguardia política ni la construcción del frente unido.
Notas
[1] Ideología y política.
Colección de Obras Completas. Tomo 13, José Carlos Mariátegui, edición popular,
Página 117
[2] Ideología y política. Colección de Obras Completas. Tomo 13, José Carlos Mariátegui, edición popular, Página 109
[2] Ideología y política. Colección de Obras Completas. Tomo 13, José Carlos Mariátegui, edición popular, Página 109
Fuente: http://caminosocialista.wordpress.com/2011/10/12/jose-carlos-mariategui-en-el-83°-aniversario-del-partido/#more-1792