Foto: Slavoj Žižek |
Slavoj Žižek
El filósofo esloveno Slavoj Žižek, sumó su
apoyo y simpatía con los participantes en la ocupación de la plaza de Wall
Street. Autor de innumerables libros y sujeto de varios documentales, Žižek se
presentó en la plaza el domingo 9 para ofrecer las palabras que aquí se
recogen:
Somos todos
perdedores, pero los verdaderos perdedores están allí en Wall Street: ellos
gozaron de una fianza con millones de millones de nuestro dinero. Nos llaman
socialistas, pero aquí siempre hay socialismo para los ricos. Dicen que no
respetamos la propiedad privada, pero en la crisis de 2008 se destruyeron más
propiedades duramente obtenidas que si todos nosotros estuviéramos
destruyéndolas durante semanas. Nos dicen que somos soñadores, pero los
verdaderos soñadores son los que piensan que las cosas pueden seguir
indefinidamente como están hoy. No somos soñadores; nos estamos despertando de
un sueño que se ha convertido en pesadilla.
No estamos
destruyendo, estamos presenciando cómo el sistema se destruye a sí mismo.
Conocemos la escena clásica de los dibujos animados: el gato llega a un
precipicio pero sigue caminando en el aire hasta que mira para abajo, se da
cuenta y cae. Es lo mismo que ocurre ahora; le estamos diciendo a los de Wall
Street. "¡oye, mira p'abajo!
A mediados de abril
de este año el Gobierno chino prohibió en televisión, cine y literatura
cualquier tema relacionado con realidades alternas o viajes en el tiempo. Es
una buena señal sobre China: los chinos son gente que todavía sueña con
alternativas, así que deben prohibírselo. Aquí no hace falta, no necesitamos
prohibiciones, porque el sistema imperante ha jodido hasta la capacidad de
soñar. Miren las películas que vemos todo el tiempo: es fácil imaginar el fin
del mundo, o un asteroide destruyendo la vida, pero no podemos imaginar el fin
del capitalismo.
"...Nos están dando tinta roja"
Entonces, ¿qué
hacemos aquí? Déjenme contarles un maravilloso chiste de los tiempos del
comunismo. Un tipo es enviado de Alemania Oriental a trabajar en Siberia. Él
sabía que los censores iban a revisar sus cartas, así que les dijo a sus
amigos: "Hagamos un código. Si escribo una carta con tinta azul, todo es
verdad. Si la tinta es roja, es todo falso". Un mes después los amigos
recibieron la primera carta, en tinta azul. Decía: "Todo es maravilloso
aquí. Las tiendas están llenas de buena comida. Los cines exhiben buenas
películas occidentales. Los apartamentos son grandes y lujosos. Lo único que no
se puede conseguir es tinta roja". Así vivimos; tenemos todas las
libertades que queremos, pero no tenemos tinta roja: el lenguaje para articular
nuestra no-libertad. La forma en que nos enseñan a hablar acerca de la libertad
-la guerra contra el terrorismo, por ejemplo- falsifica la libertad. Y esto es
lo que ustedes están haciendo aquí: nos están dando tinta roja.
Pero hay un peligro. No
se enamoren de ustedes mismos; lo estamos pasando bien, pero recuerden que los
carnavales salen baratos. Lo que cuenta es el día después, cuando todos tenemos
que volver a nuestras rutinas ¿Habrá cambios entonces? No quisiera que en el
futuro ustedes recordaran estas jornadas así como "éramos jóvenes y todo
era hermoso". Recuerden que nuestro mensaje básico es: "Estamos
autorizados para pensar en alternativas". Hay un largo camino por delante,
lleno de dificultades. Sabemos lo que no queremos, pero ¿qué es lo que
queremos? ¿Qué organización social puede reemplazar al capitalismo? ¿Qué tipo
de líderes necesitamos?
Recuerden: el
problema no es la corrupción ni la codicia. El problema es el sistema, que te
obliga a corromperte. Hay que estar atentos no sólo de los enemigos, sino de
los falsos amigos que están trabajando ya para diluir este proceso. Del mismo
modo que uno obtiene café sin cafeína, cerveza sin alcohol, helado sin grasas,
ellos van a intentar hacer de esto una protesta moral, inofensiva. Un proceso
descafeinado. Pero la razón por la que estamos aquí es que ya tenemos
suficiente de un mundo en que al reciclar una lata de Coca-Cola, o donar un par
de dólares a una institución o comprar un capuccino de Starbucks para que un 1%
vaya a los niños hambrientos del tercer mundo, basta para sentirnos tranquilos.
Hemos visto que se tercerizan el trabajo y la tortura, las agencias de
matrimonios tercerizan nuestra vida sentimental, y ahora vemos que desde hace
mucho tiempo nuestros compromisos políticos también se tercerizan. Queremos
recuperarlos.
"Se terminó el matrimonio entre democracia y capitalismo"
No somos comunistas, si
comunismo significa el sistema que colapsó en 1990. Recuerden que esos
comunistas son hoy los más eficientes, despiadados capitalistas. En la China de
hoy vemos un capitalismo aun más dinámico que el capitalismo estadounidense,
pero no necesita democracia. Lo que señala que cuando se critica al
capitalismo, no debemos dejarnos chantajear con que estamos contra la democracia.
Se terminó el matrimonio entre democracia y capitalismo. El cambio es posible.
¿Qué percibimos como
posible? Hay que prestar atención a los medios. Por un lado, en tecnología y
sexualidad, todo parece posible. Se puede viajar a la Luna, se puede ser
inmortal con la biogenética, se puede tener sexo con animales, todo es posible,
menos en el terreno de la sociedad y la economía: allí casi todo es considerado
imposible. Si se quiere subir un poquito los impuestos a los ricos, te dicen
que es imposible: perdemos competitividad. Si se piden más recursos para la
salud, te dicen: "imposible, esto implicaría un estado totalitario".
Algo falla en un mundo donde te prometen la inmortalidad, pero no se puede
gastar un poco más en el sistema de salud. Tal vez deberíamos fijar nuestras
prioridades aquí: no queremos un estándar de vida más elevado, queremos un
mejor estándar de vida. El único sentido en que somos comunistas es que nos
preocupamos por los bienes comunes: los de la naturaleza; los privatizados por la
propiedad intelectual; los de la genética. Por esto, y solo por esto debiéramos
luchar.
El comunismo falló
en todo, pero los problemas de los bienes comunes están aquí. Nos dicen que no
somos estadounidenses. Pero a esos fundamentalistas conservadores que se
reivindican como los genuinos estadounidenses se les debe recordar algo: ¿Qué
es el cristianismo? Es el espíritu santo ¿Y qué es el espíritu santo? Es una
comunidad igualitaria de creyentes ligados por el amor mutuo, y que sólo tienen
su propia libertad y responsabilidad para hacerlo. En este sentido, el espíritu
santo está aquí hoy con nosotros. Y allá en Wall Street están los paganos que
veneran ídolos blasfemos. Así que todo lo que necesitamos es paciencia. Lo
único que me asusta es que algún día vayamos a casa, nos veamos una vez al año,
tomemos cerveza y recordemos con nostalgia "qué bien lo pasamos aquella
vez". Prométanse que esto no ocurrirá. Sabemos que a menudo la gente desea
algo, pero realmente no lo quiere. No tengan miedo de querer lo que desean.
Muchas gracias.
Traducción: Alejandro Kirk
Fuente: http://www.alainet.org/active/50080〈=es
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