Se trataría de una muerte inducida y han
surgido más indicios sobre el posible asesinato
Francisco Marín
En sentido contrario a la
versión oficial, Pablo Neruda no murió por metástasis de cáncer de próstata,
según se desprende de exámenes médicos y testimonios que aparecen en el
expediente judicial que contiene los resultados de cinco meses de
investigaciones sobre su muerte. Aunque las pesquisas continúan, las evidencias
son clave para que el juez Mario Carroza determine si el poeta falleció por
enfermedad o si fue asesinado por agentes de la dictadura de Augusto Pinochet.
El poeta Pablo Neruda no
murió como resultado del cáncer de próstata que lo aquejaba. Es la conclusión
que se desprende de los antecedentes clínicos que se encuentran en el
expediente del juicio ROL 1038-2011, con los resultados de cinco meses de
investigaciones judiciales sobre la muerte de Neruda, encabezadas por el
ministro Mario Carroza.
El expediente –un
documento de 209 páginas que "Proceso" pudo consultar– pone en entredicho la
información entregada por la clínica Santa María el día de la muerte del poeta,
el 23 de septiembre de 1973, en la que se asegura que murió de “cáncer
prostático metastizado”, tal como sostiene su certificado de defunción.
La versión de esta
clínica ha sido respaldada por la Fundación Neruda, que en diversas instancias
ha descartado la tesis del homicidio restando validez a las declaraciones del
asistente personal y chofer de Neruda, Manuel Araya.
En un comunicado fechado
el pasado 12 de mayo la Fundación señaló: “No existe evidencia alguna ni
pruebas de ninguna naturaleza que indiquen que Pablo Neruda haya muerto por una
causa distinta del cáncer avanzado que lo aquejaba desde hacía tiempo (…) No
parece razonable construir una nueva versión de la muerte del poeta sólo sobre
la base de las opiniones de su chofer, el señor Manuel Araya, quien viene
insistiendo en este asunto sin más prueba que su parecer. Nos parecen mucho más
serios y confiables los testimonios de las personas que estuvieron junto a
Neruda en sus últimos días de vida”.
El proceso judicial para
determinar la muerte del poeta chileno se originó a raíz de que el pasado 8 de
mayo este semanario publicó el reportaje titulado Neruda fue “asesinado”
(Proceso 1801) en el que Araya denuncia que aquél murió por la aplicación de
una inyección letal en el estómago.
En dicha nota Araya
descartó también que Neruda se haya encontrado grave en los días previos a su
muerte. Señaló que el traslado a la clínica Santa María desde la Isla Negra –19
de septiembre de 1973– tuvo como propósito escapar del asedio del que era
víctima el autor de Crepusculario y esperar en Santiago, en un lugar que se
creía seguro, la salida del avión que el gobierno de Luis Echeverría envío para
llevarlo a México.
Los antecedentes clínicos
y testimonios aparecidos en el juicio parecen darle la razón a Araya.
Falsa agonía
Los médicos del
Departamento de Criminalística de la Policía de Investigaciones José Luis Pérez
y Patricio Díaz Ortiz enviaron el 16 de agosto a la Brigada de Derechos Humanos
–encargada de las pesquisas en el caso Neruda– el informe 75, adosado al
expediente. Éste contiene el análisis de 13 exámenes médicos realizados a
Neruda entre 1972 y 1973.
En el apartado
Consideraciones Médico-criminalísticas, letra d, se señala: “Hay un hecho que
llama la atención y que complica el análisis. En la carta del doctor Guillermo
Merino –médico tratante de Neruda– del 18 de abril de 1973, dirigida al doctor
Vargas Salazar (urólogo) refiere: ‘Estimado colega: al dorso resumen de
tratamiento efectuado a don Pablo Neruda, remitido por usted para tratamiento
por adenoma de próstata y artrosis pelviana derecha’.
“El problema en este caso –señalan los médicos de la policía– es que el adenoma es un tumor benigno y no
maligno.”
Pero otro antecedente
apunta en sentido contrario. En el punto dos del mismo apartado se consigna que
dentro de los antecedentes enviados se puede apreciar un informe de
radioterapia con cobalto (efectuado entre el 19 de marzo y el 18 de abril de
1973). “La radioterapia es un tratamiento que por lo general se efectúa en
cuadros de tumores malignos como podría ser un cáncer de próstata (…) la
radioterapia no se usa en caso de tumores benignos”, apuntan los médicos.
En el punto uno de las
Conclusiones Médico-criminalísticas se señala: “No disponemos del examen
objetivo para informar con certeza la causa de muerte del señor Pablo Neruda
(…) ya que no se cuenta con la biopsia respectiva”.
En el punto cuatro de las
conclusiones dice: “En cuanto al examen que podría orientar la presencia de
metástasis, es decir las fosfatasas ácidas y su fracción prostática; éstas
están normales, lo que podría significar entre otras posibilidades que no hay
tumor maligno o que éste está circunscrito a la glándula o se normalizó
producto de la radioterapia. Como no se cuenta con los antecedentes clínicos
del paciente no es posible entonces sacar conclusiones en este sentido en base
en este examen”.
Estas conclusiones son
coherentes con declaraciones hechas por la viuda de Neruda, Matilde Urrutia, a
algunos medios españoles en 1974 y que aparecen en el citado expediente
judicial, cuyos contenidos están protegidos en Chile por el secreto del
sumario.
En una nota publicada por
la revista Pueblo del 19 de septiembre de 1974 Urrutia sostiene que “el cáncer que padecía (Neruda) estaba muy
dominado y no preveíamos un desenlace tan repentino. (Neruda) no alcanzó ni a
dejar testamento pues la muerte la veía muy lejos”.
Matilde dio ese mismo mes
una entrevista a la agencia EFE en la que ratificó su postura: “No lo mató el cáncer. Los médicos, a los
que habíamos visto unos días antes, le dijeron que lo habían atajado y que
podría vivir unos años más”. Estas declaraciones aparecen citadas en el
reportaje “Sombras sobre Isla Negra”, del español Mario Amorós, publicado el 22
de julio de este año en la revista Tiempo, de España.
El último punto –el
número cinco– de las conclusiones del informe médico antes mencionado subraya
la necesidad de contar con las fichas clínicas de Neruda y la biopsia. Estos
antecedentes no han sido facilitados por las instituciones tratantes pese a que
el juez Carroza los solicitó en virtud de la diligencia tramitada por los
querellantes, los dirigentes del Partido Comunista de Chile representados por
el abogado Eduardo Contreras.
El 28 de julio, Contreras
solicitó que la clínica Santa María facilite la historia clínica del Premio
Nobel. El 22 de agosto el doctor Cristián Ugarte Palacios, director médico de
dicho centro de salud respondió: “Atendido
el tiempo transcurrido debo informar al Sr. Ministro que nuestra clínica no
mantiene la información que se solicita”.
En entrevista con Proceso,
Contreras expresa que esta desaparición de los antecedentes de Neruda “es imposible de imaginar, no sólo porque
tienen la obligación de preservarlos puesto que la ley dispone que los
hospitales públicos y clínicas privadas deben mantener las fichas por al menos
40 años. Además hay que considerar que no estamos hablando de un paciente
desconocido… Se trata del historial médico de uno de los dos únicos premios
Nobel que ha tenido Chile. Por lo tanto parece bastante curioso y sugestivo que
no exista su ficha en la clínica Santa María”.
El jurista señaló que un
prestigiado grupo de oncólogos, cuya identidad prefirió por ahora mantener en
reserva, analizó diversos exámenes médicos realizados al poeta en su último año
de vida. Según Contreras estos llegaron a la conclusión de que “no es posible aceptar que haya muerto de
cáncer, que no hubo tal caquexia, que todo ello sería absolutamente falso”.
Añadió Contreras: “Según me han explicado la caquexia produce
un estado de abandono donde la persona es prácticamente un cadáver que no puede
siquiera hablar. Y resulta que Pablo habló hasta el último minuto, no sólo con
el embajador de México, Gonzalo Martínez Corbalá, sino también con otras
personas”.
Martínez Corbalá, en un
testimonio publicado en este semanario (número 1804) señala que el sábado 22 de
septiembre de 1973 acudió a la clínica para informarle que todo estaba listo
para que él y su esposa Matilde pudieran viajar a México. Afirma que “el semblante del poeta había mejorado. Y
también su ánimo (…) Se veía muy dueño de sí mismo y me atrevería a decir que
hasta un tanto optimista”.
Todo esto habla de un
Neruda que no estaba moribundo como señalan los partes médicos hasta ahora
aceptados como la verdad oficial sobre los últimos días de Neruda.
En la foja 206 del
expediente judicial aparece el testimonio de Rosa Núñez, enfermera de Neruda de
1960 a 1973. “Dos años después de la
muerte de don Pablo, un verano la señora (Matilde Urrutia) me vino a visitar.
Me dijo que sospechaba que a su marido lo habían matado en la clínica,
posiblemente con alguna inyección. Fue la última vez que la vi”.
Esta declaración aparece
en la nota “La soledad del capitán”, del periodista Javier García y publicada
en el diario La Nación el 18 de septiembre de 2005.
Coincidentemente el
diario chileno El Mercurio publicó el 24 de septiembre de 1973 –un día después
de la muerte de Neruda– que éste murió “a
consecuencia de un shock sufrido luego de habérsele puesto una inyección”.
En el reportaje ¿Quién
mató a Pablo Neruda?, publicado el pasado 6 de septiembre por la Revista Ñ, del
diario Clarín de Argentina, el médico Sergio Draper –que atendió a Neruda en la
Clínica Santa María– declaró: “(A Neruda) lo vi solamente un instante el domingo 23 de septiembre, a
mí no me correspondía atenderlo. Ese día la enfermera de turno me dijo que
aparentemente Neruda sufría de mucho dolor, le dije que se le aplicaría la
inyección indicada por su médico, si mal no recuerdo fue una dipirona… Ordené
que se le diera una inyección indicada por su médico. Fui nada más que un
interlocutor. Es el colmo que estemos constantemente bajo sospecha”.
Draper ya había declarado
como testigo en el juicio por el asesinato del presidente Eduardo Frei
verificado en la misma clínica Santa María, en enero de 1982.
Obstáculos
En la foja 113 del
expediente figuran las declaraciones de numerosas personas vinculadas con la
Fundación Neruda, todos los cuales rechazan la posibilidad de que el poeta haya
sido asesinado. Y lo hacen desacreditando a Manuel Araya.
Entre estas personas
destaca el cantante y documentalista Hugo Arévalo. Sostiene que “el día 18 de septiembre (1973) y ante los
rumores de la eventual muerte de Neruda viajé junto a Charo Cofré (su esposa) a
Isla Negra en nuestra citroneta (Citroen AX330) y al llegar a la casa de Pablo
nos atendió una persona que se identificó como su chofer (Araya)”.
Más adelante Arévalo
señala que el poeta “no podía caminar y
se sentía desmoralizado” y que les comentó que el embajador de México en Chile
le ofreció sacarlo del país. A pesar de su angustia Neruda habría celebrado con
ellos el 18 de septiembre (aniversario de la independencia) “motivo por el cual
nos mandó a comprar unas empanadas”, afirmó Arévalo.
En entrevista con Proceso
Manuel Araya señaló que el relato de Arévalo –que es refrendado por su mujer–
“es absolutamente falso”. Afirma que ni Arévalo ni su esposa estuvieron en Isla
Negra los días posteriores al golpe y que nadie podía ir a verlos porque los
militares que custodiaban la casa impedían el ingreso de visitas. Además señaló
que nunca se tomó vino ni comieron empanadas en esos días “porque no estábamos
de ánimo”.
Según Arévalo él y su
mujer se habrían quedado a dormir aquel 18 en Isla Negra. Y al día siguiente
habrían acompañado en caravana a Neruda y Matilde en su viaje hasta la clínica
Santa María. En entrevista concedida a la revista Rocinante en mayo de 2003, Cofré
reconoció que Araya participó en esos hechos. Y que lo hizo manejando el Fiat
125 de Neruda mientras que Pablo y Matilde iban en la ambulancia. Pero en su
declaración judicial Cofré omite este hecho. Araya por su parte niega
tajantemente que ese matrimonio haya estado en aquel momento.
Las declaraciones de
Cofré y Arévalo no fueron solicitadas por los querellantes ni por el juez
Carroza. Contreras se pregunta: “¿Cuál es
la influencia de la Fundación Pablo Neruda para conseguir que declaren personas
que no han sido convocadas a hacerlo? Y lo digo a propósito de que hay una
curiosa preocupación de la Fundación Neruda por apoyar la investigación, o
mejor dicho por inclinarla con un sesgo. Entonces me pregunto: ¿Por qué podría
importarles tanto?”. Y él mismo se responde: “Pienso que la Fundación tiene intereses, que no le manchen su ícono
del marketing”.
Matilde Urrutia mencionó
repetidamente en sus memorias –Mi vida junto a Pablo Neruda– a Manuel Araya: “Ya se acercaba la tarde y mi chofer no
había aparecido. El día anterior me dejó en la clínica (…) era la única persona
que tenía cerca para ayudarme… Pobre muchacho que vagabundeaba con Pablo por
mercados, por casas de antigüedades… él había desaparecido con nuestro coche y
con él yo perdía la única persona que me acompañaba en todas las horas del
día”.
Título original: “Más indicios sobre el posible
asesinato de Pablo Neruda”
Fuente: www.elclarin.cl
Publicado originalmente en el semanario mexicano Proceso (30/10/2011), el autor autorizó la difusión del reportaje al Clarín de Chile.
Fuente: www.elclarin.cl
Publicado originalmente en el semanario mexicano Proceso (30/10/2011), el autor autorizó la difusión del reportaje al Clarín de Chile.