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Foto: Orlando Letelier |
Juan Domingo Urbano
“Capitalism and Freedom”,
el libro que Milton Friedman publicó en 1962 y que fundamentó la economía
capitalista, relacionaba la libertad de los individuos de una sociedad con la
organización de mercado que ellos decidían adoptar en base a su propia
regulación; visto así resultaría un sueño de bienestar y prosperidad para
quienes fueran capaces de definir su forma de trabajo y su manera de
vinculación por medio del dinero, desligándose del Estado centralizado-controlador,
en pro de la más diversa inversión privada. Así, menos de una década fue
suficiente para que el soporte teórico fuera experimentado, tomando como
conejillo de Indias al modesto Chile, donde hacía crisis el gobierno de la
Unidad Popular y al que solo faltaba un empujoncito para echar por la borda la
utopía de justicia social, política y económica de que nos sentíamos orgullosos
hasta septiembre de 1973. La historia ya es conocida: devino el cruento Golpe
de Estado y las consecuencias de ese quiebre tienen su alcance a nuestros días,
al seguir confirmándose de qué manera, al decir de Orlando Letelier en 1976, la
libertad económica y la represión política fueron las dos caras de un mismo
modelo.
La larga mano de la DINA
Para esas fechas Orlando
Letelier se desempeñaba como Ministro de Defensa Nacional, y había ejercido
como embajador en Estados Unidos y participado de las carteras de Relaciones
Exteriores y de Interior. Fue detenido el mismo 11, llevado al Regimiento
Tacna, luego la Escuela Militar, desde ahí junto a otros ministros de Allende a
Isla Dawson, más tardé también pasaría por la Academia de Guerra (AGA), después
a Ritoque, balneario de la UP, que se blindó y artilló para servir como Campo
de Concentración. Justo el 11 se septiembre de 1974, los presos políticos
recluidos en ese sitio fueron llamados a formación para escuchar las palabras
de un alto oficial a cargo, quien intentaba justificar la intervención militar
ante las supuestas ilegalidades y escándalos cometidos por la administración
del depuesto gobierno. Concluye así la diatriba el uniformado, como recuerdan
algunos ex prisioneros: “Algunos de
ustedes saldrán pronto expulsados fuera de Chile, pero sepan que la larga mano
de la DINA los alcanzará en cualquier lugar del mundo, vayan dónde vayan”.
A los pocos días Letelier
deja Chile para arribar a Venezuela. Se reúne con su familia, luego viaja a
EE.UU., a fin de integrarse como miembro del Instituto de Estudios Políticos en
Washington. Contrario a lo que se pensara, en lugar de amedrentarse luego de
las vejaciones de esos últimos meses que lo mantienen aún vida, Letelier
desarrollará un firme e irrenunciable activismo de denuncia ante los crímenes
de la Junta y de apoyo solidario a las víctimas de las violaciones de los Derechos
Humanos, labor que fundamentó con material de análisis, y que alcanza su mayor
expresión en un fundamental ensayo, “Los Chicago Boys en Chile. Libertad
económica y represión política: dos caras de un mismo modelo”, que acaba de
publicar editorial LOM con el nombre Orlando Letelier: El que lo advirtió,
editado por Miguel Lawner y Hernán Soto. Un texto imperdible, necesario,
demasiado lúcido como para seguir en el olvido.
Libertad Económica / Represión Política
Según la periodista
norteamericana, Naomi Klein, de quien se incluye una ilustrativa nota en este
libro, Letelier escribió esas líneas no para la historia “sino para una revista
de Estados Unidos, apremiado por la urgencia de intervenir en el debate
político de su tiempo”. Política situada, vinculación del pensamiento con la
contingencia de una época signada por la desilusión y el arrebato. Agrega
Klein: “Y parte de la vigencia de este ensayo deriva de saber que su autor fue
asesinado menos de un mes después de su publicación, mediante una bomba colocada
en su automóvil en el distrito de la embajadas de Washington DC, el 21 de
septiembre de 1976. Y aunque la descarnada operación fue, sin duda, planeada
con meses de anticipación, cuando uno lee las severas denuncias de Letelier
contra el régimen de Pinochet y sus seguidores, es difícil no pensar que el
asesinato fue un acto de venganza originado por el texto que ahora usted tiene
en sus manos”, concluye.
El valor del texto de
Letelier que apareciera publicado el 26 de agosto de 1976, en la revista The
Nation y replicado dos días después de su muerte en el diario El Nacional de
Caracas, estriba en que ya entonces, a poco andar de esta máquina descarnada
del capitalismo asentado en las dolorosas condiciones de represión y abuso,
podía proyectarse una visión desoladora del futuro. Entre otras y muchas
afirmaciones, Letelier también zanja la noción ingenua a estas alturas, de
pensar que las FF.AA. actuaron solas buscando estabilizar el orden
constitucional, y que no se traía asociado el interés verdadero del llamado
anticomunismo, como era la instalación definitiva del modelo neoliberal: “Los
Chicago Boys, como son conocidos en Chile, convencieron a los generales de que
ellos estaban preparados para suplantar la brutalidad de los militares, con la
capacidad intelectual que les faltaba”, sentencia.
El 10 de septiembre de
1976, prácticamente, apenas se conociera este agudo análisis de Letelier, la
Junta Militar emite un decreto que privaba al ex Ministro de su nacionalidad,
culpándolo de traición a la patria por sus actividades en el exterior y, en
particular, por solicitar ante el gobierno holandés el rechazo a un crédito
aprobado a la Junta. Días más tarde, el agente de la DINA Michael Townley, con
el apoyo de exiliados cubanos miembros de una organización terrorista con
asiento en los Estados Unidos, llevan a cabo el atentado que cobró la vida de
Orlando Letelier y Ronni Moffitt, al hacer estallar su automóvil.
El lado oscuro del modelo
Volvemos sobre las
palabras de Naomi Klein a modo de conclusión, porque resulta irreversible
descartar la revisión de Letelier sin pensar que viene a allanar lo que urge en
estos días, comprender el lado oscuro del modelo neoliberal; hablando por los
que buscamos –ahora que lo enuncio no sé porqué– intentar decir de una u otra
forma, que este orden de consumo y aniquilación del ser humano ya estaba
anunciado hace más de 35 años. ¿Es que hay que seguir convenciendo a los
convencidos? No, pero es necesario fortalecer el discurso de la demolición con
los pilares de la reconstrucción. Vivimos hoy en Chile, después de décadas, uno
de los momentos más esperanzadores como sociedad, y de nada sirve desestimar
estos cimientos, conscientes de que no es el mejor piso el del fracaso, pero sí
nos sirven para advertir que la denuncia (con forma de garantía) ante los que
ahora gobiernan, ¡por los que no votamos!, han perdido legitimidad, al igual
que toda la clase política de izquierda a derecha, y de nada les sirve rezar,
ni gritar, ni seguir ofreciendo falsas promesas, cuando los hechos se imponen,
y el peso de la razón define los límites de unas acciones que escudaron como
verdaderas. Y volvemos a Letelier: “En un contexto tal, la concentración de la
riqueza no es un accidente, sino un imperativo; no es un resultado marginal de
una situación difícil –como pretenden hacer creer al mundo–, sino la base de un
proyecto social; no es un fracaso económico, sino un requisito político. El
fracaso real del modelo aplicado en Chile no reside en su ostensible
incapacidad para destruir la conciencia del pueblo chileno. El plan económico
tenía que ser puesto en práctica y, en el contexto chileno, ello solo podía
cumplirse asesinando a millares, estableciendo campos de concentración a lo
largo del país, encarcelando a más de cien mil personas en tres años, aboliendo
los sindicatos y las organizaciones vecinales, y prohibiendo toda actividad
política y toda forma de libre expresión”.
La sentencia de Letelier,
finalmente, viene a hacer calzar la pieza de un puzzle del que conocemos el paisaje, y que nos sigue costando
reconocer como nuestra imagen, la de un país donde el subdesarrollo cree haber
sido superado con dinero plástico e inflación, aunque las cifras de la
marginalidad o ese eufemismo “de personas en condición de calle” con que se
denomina a los más 12.000 compatriotas que saben que esta noche les servirá de
sábana. Y de todo eso, de algún modo, ya habló Letelier hace bastante tiempo,
por eso lo acallaron y nosotros no dijimos nada.
Juan Domingo Urbano (Concepción, 1973) Tiene
estudios de Español y Teoría e Historia del Arte, por la Universidad de
Concepción y la Universidad de Chile, respectivamente. Ha publicado la novela
Recién me dijiste otra cosa (1999); el libro de cuentos El patio de los
callados (2003) y “Álbum Aves del Valle Central” (xilografías), todos por
editoriales independientes de Concepción. Participó de los talleres de Juan
Radrigán, Jaime Pinos y Roberto Bolaño (FILSA, 1999). Actualmente desarrolla
proyectos sociales y de educación popular en la V Región. Además trabaja sobre
la obra del desaparecido escritor penquista, Enzo Ballesteros.
Fuente: http://www.carcaj.cl/2011/10/orlando-letelier-el-que-lo-advirtio/
Fuente: http://www.carcaj.cl/2011/10/orlando-letelier-el-que-lo-advirtio/